Sofía soltó una risa seca y sin humor que le raspó la garganta. Arrepentida. El sistema y Damián parecían compartir el mismo vocabulario. ¿Acaso creía que era un perro para ser entrenado? ¿Para ser castigada con indiferencia y recompensada con la presencia de otra mujer?
Durante años, cada acto cruel había sido reformulado como una "prueba". Una prueba de su paciencia, su devoción, su amor. Había superado cada una de ellas, sacrificando su dignidad, su arte, su propio ser en el altar de su supuesto afecto. ¿Y cuál fue su recompensa? Ser abandonada en una cama de hospital mientras él paseaba a su rival.
El amor que había atesorado, la pasión profunda y tácita en la que creía, había muerto. No había sido una muerte súbita. Fue una decadencia lenta y agonizante, una muerte por mil cortes. Este fue solo el golpe final y fatal.
El día que le dieron el alta, una abogada que encontró en línea se reunió con ella en un café tranquilo de la Condesa. Los papeles se redactaron rápidamente. Divorcio. División de bienes. Tenía derecho a la mitad de todo lo adquirido durante su matrimonio, una suma asombrosa.
La abogada, una mujer astuta llamada Licenciada Serrano, levantó una ceja.
-¿Está segura de que no quiere pelear por más? Dadas las circunstancias...
-No -dijo Sofía con firmeza-. Solo quiero lo que es mío por ley. Y quiero que se haga discretamente.
La Licenciada Serrano asintió, su expresión profesional pero con un toque de simpatía.
-Él necesitará firmar esto. Será difícil si no está dispuesto.
-Firmará -dijo Sofía, un plan ya formándose en su mente.
Regresó a la extensa y vacía mansión que había sido su jaula de oro. Damián no estaba allí. No había ido al hospital ni una vez después de ese primer día. Sus redes sociales, sin embargo, estaban inusualmente activas. Fotos de él y Regina en galas de caridad, en restaurantes exclusivos, en un viaje de fin de semana a Valle de Guadalupe. Regina publicaba una foto correspondiente momentos después, una copa de champán en la mano, su sonrisa triunfante.
[Notificación de Vínculo Mental: Una excelente estrategia. Damián te está poniendo celosa para recordarte lo que puedes perder. Está esperando que te quiebres y lo llames.]
Sofía miró las fotos en su teléfono, el rostro frío y apuesto de Damián, y no sintió nada. Ni celos. Ni siquiera dolor. Solo un profundo y hueco vacío.
Caminó por la casa, una extraña en su propio hogar. Empezó a empacar, no su ropa, sino las cosas que la ataban a él. La primera pintura que él le había comprado, una pequeña pieza abstracta en la que había volcado su corazón. La encontró en un armario de almacenamiento, cubierta con una lona, escondida detrás de un juego de palos de golf. Ni siquiera la había colgado.
Encontró la delicada caja de música de porcelana que le había regalado en su primer aniversario. Se suponía que tocaba su pieza clásica favorita. La abrió. Estaba rota. Probablemente había estado rota durante años.
Cada objeto era un testimonio de su negligencia. Los reunió todos -las fotos, los regalos, el ramo seco de su boda- y los llevó a los grandes botes de basura al lado de la casa.
Uno por uno, los dejó caer. El sonido de un marco de fotos rompiéndose, de la porcelana haciéndose añicos, fue extrañamente satisfactorio. Era el sonido de sus ilusiones rompiéndose.
[Notificación de Vínculo Mental: ¡Advertencia! La destrucción de objetos sentimentales será interpretada por Damián como un rechazo directo. Su amor está ligado a estos símbolos. Estará profunda e irreparablemente herido.]
-Bien -susurró Sofía al aire vacío-. Espero que lo esté.
Cuando se dio la vuelta para volver a entrar, un elegante deportivo negro entró en el camino de entrada. Damián.
Salió del auto, sus ojos se posaron inmediatamente en ella, luego en el bote de basura desbordado. Una mirada furiosa cruzó su rostro.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó, su voz baja y peligrosa.
-Limpiando -respondió Sofía, su tono uniforme.
Caminó hacia ella, su alta figura irradiando una ira palpable.
-Estas son... nuestras cosas.
-Son solo cosas, Damián -dijo ella con calma, encontrando su mirada sin pestañear.
Parecía que quería decir más, su mandíbula apretada, sus manos cerradas en puños. Pero justo en ese momento, otro auto se detuvo. Regina.
Salió, llevando una pequeña caja de aspecto caro.
-Damián, cariño, dejaste tus mancuernillas en mi casa esta mañana.
Sus ojos parpadearon entre Damián y Sofía, una pequeña sonrisa triunfante jugando en sus labios. Podía sentir la tensión, y la saboreaba.
La furia de Damián pareció desinflarse, reemplazada por una cansada molestia. No quería esta escena. No ahora.
-Gracias, Regina -dijo, su voz cortante. Tomó la caja de ella sin mirarla. Se volvió hacia Sofía, su expresión una máscara de fría indiferencia una vez más-. Hablaremos de esto más tarde.
Luego se volvió hacia Regina, su voz suavizándose lo suficiente como para ser una bofetada en la cara de Sofía.
-Déjame acompañarte a tu auto.
Acompañó a Regina de regreso a su vehículo, su mano en la parte baja de su espalda, un gesto de intimidad casual que nunca le había ofrecido a su propia esposa.
Sofía los observó, un recuerdo aflorando con dolorosa claridad. Una noche, hace años, ella tenía fiebre alta. Le había pedido que le trajera un vaso de agua. Él la había mirado desde su escritorio, molesto por la interrupción, y le había dicho que se lo sirviera ella misma.
El amor que no se molestaba en mostrarle a ella, se lo daba tan libremente a una mujer que estaba usando como peón.
[Notificación de Vínculo Mental: Una desviación magistral. Está sacando a Regina de la situación para tratar contigo en privado. Esta confrontación es solo para tus ojos.]
No necesitaba la notificación para saber lo que estaba haciendo. Ya no le importaba. El amor que tenía que ser explicado, que tenía que ser "probado" y "demostrado" a través del dolor y la humillación, no era amor en absoluto. Era solo una excusa para la crueldad.
Les dio la espalda, entró en la casa silenciosa y cerró la puerta. El sonido de su ira, de la presencia de Regina, de las notificaciones chirriantes, todo se desvaneció. Solo había silencio, y en él, el latido tranquilo y constante de su propia resolución.