[Notificación de Vínculo Mental: Damián sabía que estarías aquí. Vino para dejar algo en claro. No dejes que la presencia de Regina te provoque. Está observando cada uno de tus movimientos.]
Un escalofrío de inquietud recorrió la espalda de Sofía. La notificación se sentía menos como una explicación y más como una amenaza.
Alguien sugirió un juego de fiesta. Verdad o Reto, pero con un toque moderno. Una aplicación de girar la botella en una tableta. La botella aterrizó en Damián.
-¿Verdad o Reto, Ferrer? -preguntó el anfitrión, sonriendo.
-Verdad -dijo Damián, su voz aburrida.
Regina, viendo su oportunidad, intervino.
-Veamos tu número marcado más recientemente.
Un silencio cayó sobre la habitación. Todos sabían que estaba casado con Sofía. Este era un desafío directo y público.
El teléfono de Damián fue pasado al anfitrión. Revisó el registro de llamadas. Un destello de confusión cruzó su rostro.
-Es... su asistente. Luego su corredor de bolsa. Luego... nadie más.
El silencio en la habitación se volvió incómodo. Sofía no estaba en sus llamadas recientes. Ni siquiera estaba en la lista.
Regina aprovechó el momento.
-Damián, cariño, ¿ni siquiera tienes el número de tu esposa guardado como favorito? -Su voz estaba teñida de falsa simpatía, pero sus ojos, cuando se encontraron con los de Sofía, brillaban de victoria.
La mirada de Damián se desvió hacia Sofía por una fracción de segundo. Vio la dolorosa quietud en su rostro.
-Ella no es del tipo que llama -dijo, su voz plana y fría. Era un despido. Un borrado público de su matrimonio de siete años.
Sofía sintió las palabras como un golpe físico. No habló. No podía.
El juego continuó. La botella giró de nuevo. Esta vez, aterrizó en Regina.
-Reto -dijo ella de inmediato, una sonrisa depredadora en su rostro.
El anfitrión, un poco borracho, miró entre Regina, Damián y Sofía.
-Ok... te reto a... besar a la persona a tu izquierda.
La persona a su izquierda era Damián.
Algunas personas murmuraron en protesta.
-Oye, amigo, está casado.
Regina solo se rio.
-Es solo un juego, ¿verdad, Sofía? -Miró directamente a Sofía, sus ojos desafiantes-. No te importa, ¿o sí?
Damián observaba a Sofía, su expresión indescifrable, esperando. Era otra prueba. Quería que ella se opusiera. Que mostrara celos. Que luchara por él.
[Notificación de Vínculo Mental: Este es el momento. La prueba definitiva. Demuéstrale que te importa. Detén esto ahora. Tu posesividad es el único lenguaje que él entiende.]
Sofía permaneció en silencio. Su rostro era una máscara en blanco. No jugaría su juego enfermo. Ya no.
Al ver su falta de reacción, un destello de ira cruzó el rostro de Damián. Soltó una risa corta y fría.
-Es solo un juego -dijo, haciendo eco de Regina.
Regina se inclinó. Sus labios estaban a punto de tocarse cuando ella "tropezó", cayendo en sus brazos. Su boca se encontró con la de él, un beso completo y con la boca abierta.
La habitación jadeó.
Los ojos de Sofía se encontraron con los de Damián por encima del hombro de Regina. Vio un breve destello de pánico en sus ojos antes de que fuera reemplazado por su habitual compostura fría. Sus labios estaban manchados con el lápiz labial rojo brillante de Regina.
La vista fue tan fea, tan profundamente humillante, que cortó el último hilo que sostenía a Sofía allí.
Se puso de pie. La habitación se quedó en silencio. Caminó hacia la puerta, con la espalda recta, sus pasos uniformes.
-Sofía... -comenzó Damián, dando un paso tras ella.
Regina lo agarró del brazo.
-Déjala ir, Damián. No hagas una escena. Fue solo un accidente.
Él dudó. Y en esa vacilación, Sofía lo vio todo.
No esperó. Salió del penthouse, por el pasillo y entró en el elevador. No miró hacia atrás.
En el hueco de la escalera, una mano la agarró del brazo, haciéndola girar. Era Regina.
-¿Ya te vas? -se burló Regina, su rostro enrojecido por el triunfo-. ¿No soportaste ver la verdad? Él no te quiere. Nunca lo hizo. Solo eres un patético caso de caridad que mantiene por ahí.
-Suéltame -dijo Sofía, su voz peligrosamente tranquila.
-¿O qué? -se burló Regina, apretando su agarre-. ¿Irás a llorarle? Está ocupado. Conmigo.
Sofía se zafó del brazo.
-Eres una basura, Regina. Y puede quedarse contigo.
Se dio la vuelta para irse, pero Regina, enfurecida por su desafío, la empujó. Con fuerza.
Sofía no estaba preparada. Su tacón se enganchó en el borde del escalón superior. Perdió el equilibrio, sus brazos se agitaron. El mundo se inclinó de lado mientras caía por la dura escalera de mármol.
El dolor explotó en su cuerpo cuando golpeó el descansillo en la parte inferior. Una agonía aguda en sus costillas, su cabeza golpeando contra el suelo. La sangre floreció en el mármol blanco, un rojo crudo y aterrador.
Intentó moverse, pedir ayuda, pero el dolor era cegador. Su visión nadaba. Buscó a tientas su teléfono, sus dedos resbaladizos por su propia sangre. Logró marcar el número de Damián, el que no estaba en sus llamadas recientes.
Sonó una vez. Dos veces.
Luego, se fue al buzón de voz. Había rechazado su llamada.
Una nueva notificación apareció, la luz azul parpadeando en su visión cada vez más tenue.
[Notificación de Vínculo Mental: Damián está con Regina. Cree que tu llamada es un intento manipulador para interrumpirlos. Te está enseñando que no responderá a demandas petulantes de atención.]
Las palabras eran tan monstruosamente crueles, tan desconectadas de la realidad de ella sangrando en el suelo, que una extraña y aterradora calma se apoderó de Sofía.
Se estaba muriendo. Y el hombre que se suponía que la amaba, el hombre cuyas crueldades había excusado, le había colgado.
Tirada en un charco de su propia sangre, Sofía Ferrer finalmente entendió. Esto no era amor. Nunca había sido amor.
Era una sentencia de muerte. Y ella misma la había firmado hacía siete años.
Sus ojos se cerraron.