Su Venganza, Su Vida Arruinada
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Capítulo 4

-El tiempo se acaba, señor Serrano. -Mi voz era un gruñido bajo-. ¿De verdad está dispuesto a sacrificar a su hija por un asesino?

Él se estremeció como si lo hubiera abofeteado. Su cuerpo temblaba y no podía articular palabra. Su esposa, Cecilia, finalmente había sucumbido al horror y se había desmayado. Los paramédicos corrían a su lado.

La policía probó una nueva táctica. Un nuevo rostro apareció en la pantalla. Era mayor, con ojos amables y una expresión familiar y cansada. El Dr. Guillermo Herrera. Mi mentor.

-Carolina -dijo, su voz suave, paternal-. Carolina, escúchame. Esa no eres tú. La mujer que entrené, la mejor perito que he tenido, ella nunca lastimaría a una niña inocente.

Se inclinó más cerca de la cámara, sus ojos suplicantes.

-Sé que estás sufriendo. Un dolor inimaginable. Vi a Dani en mi mesa. Yo mismo preparé su cuerpo. Por favor, por su memoria, detén esto. No lo deshonres así.

Por un momento, sus palabras me golpearon. Este era el Dr. Herrera, el hombre que me había guiado, que había celebrado mis éxitos y me había consolado en mis fracasos. Una ola de dolor desgarrador me invadió.

Y entonces lo vi. Una mirada rápida, casi imperceptible, que le lanzó a Bernardo Serrano. Era una mirada de confirmación. Una mirada entre conspiradores.

Él era uno de ellos. La traición fue tan profunda que me robó el aliento.

-¿Tú? -susurré, la palabra entrecortada-. Tú fuiste su médico forense. Me miraste a los ojos y me dijiste que mi hijo murió de una sobredosis. ¿Por qué, Guillermo? ¿Por qué mentirías?

No podía entenderlo. ¿Por qué lo haría? ¿Por qué toda esta gente se alinearía para proteger a un asesino y condenar a un chico inocente?

-Carolina, no estoy mintiendo -insistió, su rostro un cuadro perfecto de sinceridad afligida-. Dani era un buen chico, pero estaba luchando. Estaba deprimido. Tenemos un testigo.

Él y Bernardo intercambiaron otra mirada. Luego, trajeron a otra persona al cuadro.

La sangre se me heló en las venas.

Era Alejandra Terán. La novia de Dani. La chica con la que se iba a casar. La chica que estaba hablando por teléfono con él momentos antes de que muriera.

Se quedó allí, pálida y temblorosa, negándose a mirarme a los ojos.

-Dile, Alex -dijo el Dr. Herrera en voz baja-. Dile a Carolina la verdad.

Alejandra respiró hondo, con dificultad.

-Dani... estaba deprimido -tartamudeó, su voz apenas audible-. Lo había estado por un tiempo. La presión de su beca, de tratar de estar a la altura de... de tus expectativas. Me dijo que sentía que la vida no tenía sentido.

Me quedé helada, el cauterizador todavía en mi mano. No podía ser verdad.

Recordé a Dani la Navidad pasada. Estaba tan lleno de vida, riendo mientras describía el campus del Tec, el equipo, el futuro que estaba construyendo. Habló de sus planes de volverse profesional, de comprarme una casa, de viajar por el mundo con Alejandra. Ese no era un chico que pensara que la vida no tenía sentido.

Esto era una mentira. Otra mentira, más cruel, más calculada.

            
            

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