La Última Transmisión
img img La Última Transmisión img Capítulo 4 ¡Amanda! ¿Estás bien
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Capítulo 6 Arreglar cuentas en el aire img
Capítulo 7 El vuelo no prohibido img
Capítulo 8 La isla que jamás creyeron que podría existir img
Capítulo 9 Energía viva, una nueva revelación img
Capítulo 10 El guerrero rojo carmesí img
Capítulo 11 El sendero que los llevará al origen img
Capítulo 12 Encuentro con el hombre sabio img
Capítulo 13 El elegido de la isla perdida img
Capítulo 14 Las aguas que jamás duermen img
Capítulo 15 La voz alfa de los conquistadores img
Capítulo 16 El tiempo por fin ha llegado img
Capítulo 17 El viaje de regreso img
Capítulo 18 Sombras de traición img
Capítulo 19 El precio del regreso img
Capítulo 20 Risas entre la tormenta img
Capítulo 21 La hora de la derrota img
Capítulo 22 El juramento del guerrero img
Capítulo 23 El último adiós de Hilary img
Capítulo 24 Furia y guerra en el cielo img
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Capítulo 4 ¡Amanda! ¿Estás bien

El camino hasta su casa fue un infierno. Calles bloqueadas por autos abandonados, vidrios rotos, humo levantándose desde distintos puntos de la ciudad. Sirenas lejanas, disparos aislados, y de vez en cuando, ese resplandor verde que solo significaba una cosa: alguien más acababa de desaparecer.

Mike dio gracias a Dios de no vivir lejos de la zona, por suerte, solamente tendría que caminar unos pocos minutos para llegar a su casa. Sin embargo, se tardaría más debido a que tenía que escapar de aquellos humanoides que no lo dejarían en paz hasta matarlo si se lo encontraban en su camino.

Cuando finalmente dobló en la esquina de su calle, el corazón de Mike se aceleró. La casa seguía en pie, las luces encendidas, y en la puerta principal estaba Amanda, temblando, con los brazos cruzados sobre el pecho como si quisiera protegerse de un frío inexistente. Al verlo llegar, corrió hacia él.

-¡Mike! -gritó con desesperación, y lo abrazó con tanta fuerza que casi lo derribó, por lo menos se había olvidado del coraje que pasaron en la noche anterior.

Él sintió sus sollozos contra el pecho, pero no había tiempo para calmarla.

-Estoy bien -murmuró, acariciando su espalda-. Pero escucha... no podemos quedarnos aquí.

Amanda levantó el rostro, los ojos todavía estaban húmedos.

-¿Qué dices? ¿Adónde vamos a ir en medio de todo esto? ¡No hay ningún lugar seguro!

Mike la miró fijamente.

-A buscar a nuestra hija.

El color desapareció del rostro de Amanda.

-¿Emily?

Mike asintió.

-Está en las afueras de la ciudad, en la casa de su compañero de universidad. ¿Recuerdas? Se había ido a celebrar con ellos ahora que terminaron los exámenes del semestre.

Amanda retrocedió un paso, cubriéndose la boca con las manos.

-Dios mío... Mike, ¿sabes lo que significa salir ahora mismo? ¡La ciudad está llena de esos... monstruos!

-Lo sé -replicó con firmeza, tomando su rostro entre las manos-. Pero ella está sola, Amanda. Si no vamos por ella, nadie lo hará. Ella no está preparada como yo lo estoy para sobrevivir a este caos, así que, vamos.

Un silencio pesado los envolvió. La respiración de Amanda era rápida, sus ojos reflejaban miedo y negación, pero en el fondo sabía que su esposo tenía razón. Emily era su única hija.

Si no la salvaban ellos, ¿Quién más lo haría?

¿Acaso en esta situación quedaría alguien de buen corazón que pudiera hacer algo por querer que los demás estuvieran bien sin pensar solamente en su propia vida?

-Está bien... -susurró la ex modelo, al fin, con la voz quebrada-. Pero dime que vamos a lograrlo.

Mike no contestó. Solo le tomó la mano y la guio hacia la SUV roja que los esperaba en el garaje. Encendió el motor en silencio, bajando las luces para no llamar la atención.

Mientras se alejaban del vecindario, Amanda no podía dejar de mirar por la ventana: las casas que antes parecían seguras ahora eran tumbas en potencia, y el eco de los disparos parecía acercarse cada vez más.

Mike mantenía la vista fija en la carretera, con los nudillos blancos de tanto apretar el volante.

En su interior, repetía una sola idea: encontrar a Emily, cueste lo que cueste.

Pero una sombra atravesó el cielo, y Amanda lo vio primero.

-¡Mike!

Él levantó la mirada. A través del parabrisas, una nave triangular sobrevolaba la ciudad en silencio, proyectando un haz de luz verdosa sobre los edificios.

Mike apretó los dientes.

-Maldición... nos vieron.

Amanda miró hacia el cielo, no podía creer lo que pasaba. ¿Cómo era posible que si eran reales? ¿Desde cuándo habían sido descubiertos? Ya nada importaba.

Lo que más importaba ahora era descubrir como sobrevivir ante tal cosa.

-¡Agáchate!- gritó Mike a modo de orden.

Sin preguntar, Amanda obedeció y se agachó, no tenía vista hacia el frente como para saber de qué hablaba su esposo. Mike logró esquivarlo y tomó el control total del vehículo antes de que pudiera ocasionar un nuevo accidente. Puesto que frente a él, una figura humanoide más grande que la que había visto en el hospital, con cara deforme, como si hubiera atravesado las llamas de un incendio poderoso que le había derretido la piel como cera de vela.

Sus ojos eran negros, pero se salían de sus órbitas tanto que, tal vez, esa había sido la parte más aterradora de todo su cuerpo.

¿Quién iba a ser capaz de mirar a esos ojos fijamente sin querer salir corriendo?

Mike aceleró lo más rápido que pudo.

Si le había pedido a Amanda que se agachara en cuanto lo vio, fue precisamente para evitar que ella se asustara tanto así como él lo estaba.

Mike condujo con mucha velocidad hasta llegar a la casa del amigo de su hija. Rápidamente, y un poco brusco, Mike estacionó el auto, y junto con Amanda bajaron del vehículo. Como si el destino hubiera estado de su lado, su hija salió de la cabaña, corriendo hacia ellos, estaba asustada, parece que había llorado, y Mike la atrapó entre sus brazos, sintiendo de nuevo los recuerdos de la niña pequeña que alguna vez había sido ella.

-¡Qué bueno que están aquí! ¡Pensé que no los volvería a ver!-comentó la chica, ahora hablando con más descanso y alivio por haberlos vuelto a ver.

-Tranquila hija, ya estás con nosotros. Ahora, suban al auto, nos tenemos que ir, ahora mismo-ordenó su padre.

-Papá, no podemos irnos todavía. Brad está herido, los otros chicos fueron asesinados por esas cosas cuando fuimos a dar un paseo al bosque esta tarde. Contamos con suerte que pudimos correr, pero Brad... Realmente está mal, no podemos abandonarlo a su suerte, sus padres viven en otro estado del país. Él está solo, ¿Podemos ayudarlo?-insistió Emily, volviendo a preocuparse por el chico que la esperaba dentro de la casa.

Mike y Amanda se miraron.

Mike no tenía idea de quién era Brad, ya que él mantenía tanto tiempo en el trabajo que le era imposible incluso conocer un poco acerca de la vida personal de su hija, por tanto, él no conocía los amigos de su hija.

Pero Amanda sí.

-Ven, vamos a ayudarlo. Yo conozco al chico, y es cierto lo que dice tu hija de él. Además, no podemos dejarlo abandonado a su suerte, no en este momento donde debemos ser más humildes entre nosotros para apoyarnos y salvarnos entre sí. Así que vamos por el chico.

La familia se metió en la casa.

Emily los llevó hasta la sala, en el sillón, descansaba un chico de su misma edad, estaba casi dormido, sudaba, y su cuerpo no dejaba de temblar, además de que su mano presionaba fuertemente en el pecho una herida hecha con bala. La sangre estaba seca, la camiseta de blanco que llevaba puesta estaba manchada de sangre seca.

Si no lo ayudaban pronto, el chico moriría.

Emily no quería que eso sucediera.

-Papá, él es Brad, Brad, ellos son mis padres, vinieron a rescatarnos, nos iremos de aquí y te llevaremos a un hospital para que puedan curarte, ¿Sí?-le dijo Emily a Brad cuando se acercó a él. El chico la miró y con ojos casi que apagados asintió.

No pudo decir una sola palabra porque ya no tenía fuerzas para ello, era cuestión de horas para que pudiera determinar si sobrevivía o no.

            
            

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