La Última Transmisión
img img La Última Transmisión img Capítulo 5 La llamada de emergencia de Reynolds
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Capítulo 6 Arreglar cuentas en el aire img
Capítulo 7 El vuelo no prohibido img
Capítulo 8 La isla que jamás creyeron que podría existir img
Capítulo 9 Energía viva, una nueva revelación img
Capítulo 10 El guerrero rojo carmesí img
Capítulo 11 El sendero que los llevará al origen img
Capítulo 12 Encuentro con el hombre sabio img
Capítulo 13 El elegido de la isla perdida img
Capítulo 14 Las aguas que jamás duermen img
Capítulo 15 La voz alfa de los conquistadores img
Capítulo 16 El tiempo por fin ha llegado img
Capítulo 17 El viaje de regreso img
Capítulo 18 Sombras de traición img
Capítulo 19 El precio del regreso img
Capítulo 20 Risas entre la tormenta img
Capítulo 21 La hora de la derrota img
Capítulo 22 El juramento del guerrero img
Capítulo 23 El último adiós de Hilary img
Capítulo 24 Furia y guerra en el cielo img
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Capítulo 5 La llamada de emergencia de Reynolds

Mike y Amanda ayudaron a Emily a cargar a Brad hasta la parte trasera del SUV. El muchacho apenas reaccionaba, cada respiración era un esfuerzo doloroso. Emily se sentó junto a él, sosteniéndole la mano mientras murmuraba palabras de aliento.

Mike encendió el motor y salió disparado por la carretera oscura, esquivando escombros y autos abandonados. El silencio en el vehículo era espeso, roto solo por los quejidos de Brad.

Amanda fue la primera en hablar, con un tono cargado de frustración.

-Mike, no podemos seguir así. ¡Necesita un hospital ya!

Él apretó la mandíbula, sin apartar los ojos de la carretera.

-¿Y dónde, Amanda? ¡Míralo! La ciudad está colapsada, los hospitales son trampas ahora. ¿Quieres que lo lleve directo a la boca del lobo?

-¡No digas eso! -Amanda lo fulminó con la mirada-. Es un chico, Mike. Podría ser nuestro hijo.

Mike golpeó el volante con rabia contenida.

-¡Y yo estoy tratando de mantener viva a nuestra verdadera hija! -dijo, señalando a Emily por el retrovisor-. ¿O acaso quieres que la exponga todavía más por arriesgarnos a buscar un hospital que ya ni siquiera sabemos si funciona? ¿En el que ni siquiera encontraremos equipo médico del que posiblemente ya esté muerto?

Las lágrimas de Emily brillaron a la tenue luz del tablero, pero no dijo nada, prefirió llorar en silencio.

Amanda respiró hondo, temblando de ira.

-No todo se trata de elegir entre unos y otros. Si dejamos morir a este chico... ¿Qué clase de personas seremos al final de todo esto?

Mike no respondió. La tensión en el coche era insoportable, hasta que un sonido agudo los sacudió: el timbre del teléfono satelital que descansaba en el tablero.

Mike lo tomó con brusquedad y contestó en altavoz.

-¿Quién demonios...?

Una voz grave y entrecortada se escuchó al otro lado.

-Hamilton... aquí Reynolds.

Amanda se enderezó en el asiento. Emily dejó escapar un suspiro de alivio: alguien más seguía con vida, y para sus desgracias, era el jefe insoportable de su padre, el hombre que, en muchas ocasiones, fue el culpable de que su padre casi nunca estuviera presente en los momentos más importantes de su vida cuando era niña.

-Señor Reynolds... -Mike frunció el ceño-. ¿Cómo consiguió esta línea?

-Eso no importa -replicó el hombre, con un tono urgente-. Escucha bien, no hay tiempo. Te he enviado una ubicación compartida. Tienes que dirigirte allí ahora mismo.

Mike apretó más fuerte el volante.

-Tengo una situación aquí, señor. Un herido grave. Necesitamos un hospital...

-¡No hay hospitales! -lo interrumpió Reynolds, casi gritando-. Están controlados, ¿me entiendes? CONTROLADOS. Si llevas a ese chico allí, no saldrán ninguno de ustedes.

El silencio se apoderó de la camioneta.

Reynolds bajó el tono, pero su voz cargaba una intensidad peligrosa.

-Hamilton, confía en mí. Tienes que traerlos a todos a este punto de reunión. Es la única oportunidad que les queda. Aquí nos encargaremos de atender al herido que llevas contigo. No quiero quejas, ni objeciones, esto es por su bien. ¿De acuerdo?

Mike intercambió una mirada rápida con Amanda. Ella negó con la cabeza, con lágrimas en los ojos. Emily abrazó la mano de Brad con más fuerza, como si temiera que desapareciera en cualquier momento.

Finalmente, Mike respondió con un susurro tenso:

-Entendido, señor Reynolds. Vamos en camino.

Colgó la llamada, y el SUV siguió avanzando hacia lo desconocido.

El trayecto fue más lento de lo que Hamilton hubiera deseado que fuera, porque se la permanecieron en profundo silencio. Nadie hablaba ni una sola palabra, era como si les hubieran comido la lengua los ratones.

En algún momento del camino, el piloto sí quiso decir palabra alguna, pero decidió no hacerlo, porque la tensión era tanta que, cualquier cosa que alguno de ellos dijera, podría ser el declive de una discusión que terminaría mal.

Incluso, la radio había sido apagada por su esposa, quien en algún instante de la situación se estresó por no poder encontrar una emisora de radio que funcionara para escuchar las noticias y enterarse de lo que pasaba en el mundo. Sin embargo, había sido un intento fallido.

Finalmente, llegaron al sitio de encuentro.

El GPS le había indicado a Reynolds que condujera por la carretera principal que conecta su ciudad con una zona de veredas alejadas del tránsito y la humanidad. Hamilton desconocía el lugar, pero al llegar, se encontraron con un punto de soldados de carretera que había organizado la base aérea para localizar y guiar a sus funcionarios que habían salido de la base antes de que todo se desmoronara en un caos.

Hamilton los reconoció. Eran Will Dalloway y Steven Hensley.

-Buenas tardes, señores. No saben como me alegra saber que están vivos-comentó Hamilton con familiaridad frente a los soldados cuando se acercaron a revisar quién venía en el interior del vehículo.

-¡Hamilton! ¡Qué bueno verte por estos lugares, pensamos que te habías ido del país, o peor aún, que estaban muertos!-comentó Hensley con tranquilidad de saber que era su compañero de trabajo quien venía por allí y no un desconocido del que debían hacer todo un protocolo de ingreso a la base.

-¿Van a requisar el vehículo y a nosotros? Lo siento chicos, pero traigo un herido de gravedad que necesita asistencia médica urgente, y Reynolds me prometió que aquí habría asistencia médica que podría ayudarlo...

Los soldados asintieron.

-Sígueme, Dalloway se quedará al frente mientras los llevo al punto donde estamos refugiados.

Hamilton asintió, miró a su esposa, quien continuaba sintiéndose totalmente indecisa con respecto a la decisión de su esposo, pero en el fondo, ella sabía que no tenían más opciones, era eso, o vagar por allí y esperar a que los alienígenas los asesinaran.

Hensley se subió a un cuatri moto, y con toda velocidad, arrancó el vehículo. Hamilton lo siguió, dejando a Dalloway atrás.

Mientras miraba el camino, Hamilton se daba cuenta de que no había sido una mala idea seguir la corriente a la orden de su jefe, a pesar de que no estuviera trabajando, Reynolds parecía preocuparse por uno de sus más veteranos pilotos de la fuerza aérea que ha tenido, además de que Hamilton ha sido uno de sus mejores empleados con misiones culminadas exitosamente en el aire del país.

Aquello era lo mínimo que el gobierno podría hacer para agradecerles a sus funcionarios de arriesgar sus vidas por su país.

El camino fue de unos quince minutos sin parar, sin girar hacia algún lado, todo en sentido directo. Hasta que entraron por una gran puerta negra que se abrió de repente al sentirlo aproximarse. La puerta negra pertenecía a un sitio que había sido construido como una base, salvo que no era una base visible ante los ojos de cualquiera, pues la camuflaba las ramas y hojas de un punto que estaba invadido por árboles de tal tamaño que ni el cielo mismo se veía en medio de ellos.

-Hasta aquí los acompañaré. Una vez dentro, ya sabrás a dónde dirigirte. Esperamos que el lugar sea de su agrado y que los alienígenas malditos que están afuera acabando con todo lo que era nuestro, no nos encuentren aquí. Hay que salvarnos mientras podamos, mientras encontramos la manera de deshacernos de ellos para siempre.

Hamilton se despidió de Hensley y el soldado se alejó, conduciendo con prisa el cuatri moto como si bien estuviera huyendo de algo que no dejaba de perseguirlo.

                         

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