Rechazada por mi Alfa, reclamada por mi Corona
img img Rechazada por mi Alfa, reclamada por mi Corona img Capítulo 4
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Capítulo 4

Punto de vista de Elara:

Damián instaló a Laila y a su cachorro en la habitación de invitados, la que estaba justo al lado de nuestro dormitorio principal, antes de que finalmente viniera a buscarme. Era tarde, la luna alta en el cielo.

Estaba en el suelo del baño, mi cuerpo sacudido por violentas oleadas de náuseas matutinas. El estrés, el desamor, todo estaba haciendo el embarazo insoportable. Mi propia loba estaba agitada, caminando inquieta dentro de mí, sintiendo la profunda traición de su pareja.

Me encontró allí, pálida y temblorosa.

"Oh, mi pobre amor", murmuró, arrodillándose a mi lado. Me tomó en sus brazos, su contacto, que una vez fue una fuente de profundo consuelo, ahora se sentía como una mentira. Susurró palabras tranquilizadoras, acariciando mi cabello.

Pero entonces lo olí. En su piel, en su ropa, estaba el persistente aroma de Laila y su hijo. Era un olor extraño, una invasión. Gritaba que él pertenecía a otra. Mi cuerpo reaccionó violentamente, y vomité de nuevo, vaciando el contenido de mi estómago sobre las frías baldosas.

"Agua", grazné, con la garganta en carne viva. Estaba demasiado débil para ponerme de pie. "Por favor, Damián. Tráeme un poco de agua".

Me recosté contra la pared fría, con los ojos cerrados. Solo quería un simple vaso de agua.

Cuando estaba a punto de levantarse, un suave repique resonó, no en la habitación, sino en mi cabeza. Un canal privado de Vínculo Mental. Era Laila.

"¿Damián? El bebé no deja de llorar. Te necesito". Su voz mental era empalagosa, deliberadamente desvalida.

Damián no dudó. "Ya voy", respondió al instante.

Se volvió hacia mí, su expresión una mezcla de lástima e impaciencia. "Tengo que ir a ayudarla", dijo, como si fuera lo más natural del mundo. "No volveré esta noche".

Se fue. Así de simple.

Reuniendo la poca fuerza que me quedaba, me levanté, mis piernas temblaban. Me dirigí a la cocina, mi mano deslizándose por la pared para apoyarme.

Al pasar por la habitación de invitados, la puerta estaba ligeramente entreabierta. No pude evitar mirar.

Y la vista rompió lo que quedaba de mi corazón.

Damián y Laila estaban acostados juntos en la cama. Entre ellos, durmiendo pacíficamente ahora, estaba el cachorro de ella. Parecían una familia. Una familia perfecta, feliz y falsa.

Me quedé allí, congelada en el pasillo, mientras la suave voz de Laila se filtraba por la rendija de la puerta.

"¿Cuándo lo harás, Damián?", preguntó. "¿Cuándo la rechazarás?"

Lo vi inclinarse y darle un suave beso en la frente.

Su respuesta fue una sentencia de muerte para mi alma. "Pronto. Te lo prometo. Les daré a ti y a nuestro hijo la vida que se merecen".

            
            

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