Rechazada por mi Alfa, reclamada por mi Corona
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Capítulo 5

Punto de vista de Elara:

No dormí. ¿Cómo podría? Pasé la noche mirando el techo, sintiendo cómo los últimos vestigios de mi amor por Damián se desvanecían, dejando un vacío hueco detrás. Al amanecer, mi decisión estaba tomada. Usé un dispositivo de comunicación secreto, una pequeña piedra lisa que me había dado mi madre, para contactar al enviado de la Luna de Plata. Mi escape estaba siendo arreglado.

Estaba sentada en la mesa del desayuno, moviendo mecánicamente la comida en mi plato, cuando Damián bajó. Parecía renovado, incluso feliz.

Se sentó frente a mí, su expresión seria, pero sus ojos tenían un brillo de emoción.

"Elara", comenzó, "creo que es hora. Necesitamos realizar la ceremonia de rechazo".

Lo miré, mi rostro una máscara de calma cuidadosamente construida. "Está bien", dije, mi voz firme. "Organízalo tan pronto como puedas".

Se quedó boquiabierto. Claramente esperaba lágrimas, súplicas, una escena dramática. Mi tranquila aceptación lo desequilibró por completo.

"Espera, Elara, escucha", dijo, inclinándose hacia adelante, su voz seria. "Esto es solo... temporal. Es una formalidad. Es la única manera de darle al hijo de Laila una identidad legal en la manada. Para protegerlo".

Extendió la mano sobre la mesa, tratando de tomar la mía. "Te prometo que, tan pronto como esté hecho, iré ante la Diosa Luna y le rogaré su perdón. Te aceptaré de nuevo. Sabes que eres a la que amo. Tú y nuestro bebé".

Le dejé creer sus propias mentiras. Asentí lentamente, como si entendiera. "Ya veo", dije, mi tono perfectamente uniforme. "Tienes que hacer lo mejor para la manada. Entiendo la difícil posición de un Alfa".

El alivio inundó su rostro. Realmente creyó que me lo estaba tragando. "Eres la mejor Pareja que un Alfa podría pedir", dijo, radiante. Se inclinó para besarme.

Giré la cabeza justo a tiempo, y sus labios se encontraron con mi mejilla. Se rio entre dientes, pensando que solo estaba siendo tímida, todavía un poco molesta pero finalmente indulgente.

"¡Iré a darle a Laila las buenas noticias!", dijo, prácticamente saltando fuera de la habitación y subiendo las escaleras.

Un momento después, escuché sus risas ahogadas y alegres desde el piso de arriba. Estaban celebrando. Pensaban que su plan era perfecto, que yo era una tonta que esperaría pacientemente a ser aceptada de nuevo.

Abajo, sola en el silencioso comedor, mis dedos se cerraron alrededor de la superficie fría y lisa de la piedra con el sello de la Luna de Plata en mi bolsillo. Miré hacia el techo, hacia su celebración.

Bien, pensé. Te daré exactamente lo que quieres. Te concederé tu deseo, Damián.

Y al hacerlo, me concederé mi libertad.

            
            

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