Capítulo 5 Un viejo rico

"Entra. Procedamos con el divorcio", dijo Liam con frialdad, fulminando a Cathryn con la mirada.

Solo un día antes, justo después de que Bettina muriera, Ricardo no había perdido un solo segundo. Se apoderó del certificado de defunción, se lo entregó a los abogados y limpió todas las cuentas antes de que Cathryn pudiera reaccionar.

Como la joven no tenía ni un centavo a su nombre, Liam temía que se aferrara a él por desesperación.

Una vez dentro del juzgado de familia, no perdieron tiempo en iniciar los trámites del divorcio. Detrás del mostrador, el funcionario se dedicó a revisar los documentos. "Tendrán que esperar treinta días para que se tramite. Ambas partes pueden retractarse durante ese plazo".

El hombre no dudó en responder con voz fría y resuelta: "Eso no va a pasar".

"En ese caso, su divorcio será oficial en treinta días", dijo el funcionario, sin levantar una ceja.

Jordyn se inclinó y murmuró para sí misma: "¿Por qué tarda un mes entero? ¿Qué sentido tiene esperar?".

A un lado, Cathryn se desconectó de todos. Sacó el celular, con los ojos clavados en el código de su programa. Ella, mejor que nadie, entendía su valor. En las manos correctas, su trabajo podría revolucionar el mundo de la tecnología.

El Grupo Brooks estaba en la cima del poder en Olekgan. Año tras año, Andrés seguía batiendo récords financieros y llevaba a su empresa a nuevas alturas.

En los últimos dos años, el Grupo Brooks también había puesto la mira en el sector tecnológico.

Cathryn estaba segura de que darle a Andrés el programa que había creado y perfeccionado durante tres largos años sería una jugada inteligente. Por supuesto, no lo haría sin condiciones. Solo presentaría sus condiciones cuando finalmente estuviera cara a cara con ese sujeto.

Se rumoreaba que vivía en el extranjero, que había quedado desfigurado por un accidente y que era reacio a dejarse ver; no había fotos suyas en línea.

A la mujer no le importaba. Ya tenía un contacto dentro de la familia Brooks. Encontrarse con Andrés era solo cuestión de tiempo.

"¡Oye, mira! ¡Kestrel acaba de aparecer en línea!". Jordyn casi dio un brinco en su asiento, blandiendo su celular.

Liam buscó su propio dispositivo, con el corazón latiéndole a mil por hora. En efecto, el avatar de Kestrel sí se iluminó.

Años atrás, los hackers y programadores de la industria habían desarrollado una aplicación solo para rastrear a Kestrel. Cada vez que iniciaba sesión, su avatar brillaba. Durante tres años, había permanecido oscuro... hasta ahora.

"Jordyn, ¿fuiste tú? ¿De verdad contactaste a Kestrel?". Los ojos de Liam se abrieron con sorpresa y un atisbo de esperanza iluminó su rostro.

Ella asintió, aunque el corazón le latía con fuerza, inquieta. "Yo... creo que sí".

Él la abrazó con fuerza y le aseguró: "Cuando termine el período de espera de treinta días, me casaré contigo de inmediato".

"Espero con ansias ese día", susurró Jordyn, acurrucándose contra él.

Cathryn los observó con frialdad, y una sonrisa cortante se dibujó en sus labios.

Al volverse hacia ella, Jordyn espetó: "Acéptalo. No pudiste retener a un hombre como Liam. Nunca tuviste lo necesario".

"Sigue repitiéndotelo", replicó su media hermana con una frialdad cortante. "¿Se siente igual de glamoroso deslizarte bajo las sábanas de tu cuñado?".

Las mejillas de la otra se encendieron y su arrogancia se desvaneció.

Los transeúntes escucharon fragmentos de la pelea y comenzaron a murmurar al atar cabos: la hermana menor se quedaba con el esposo de la mayor. Desde todas partes, la gente señalaba y cuchicheaba, y la vergüenza se adhirió a Jordyn como una mancha de aceite.

Con una mirada de puro desprecio, Liam encaró a Cathryn. "Estás resentida; eso es todo. Es obvio que no quieres dejarme y que este procedimiento de divorcio te está matando. Pero ya no tienes nada que ofrecerme. Ya no me mereces".

Una risa seca, casi burlona, se escapó de los labios de Cathryn. ¿Resentida? Los Watson eran unos tontos incompetentes, todos y cada uno de ellos. El ascenso de Tecnología Watson en los últimos años se debía a la fortuna que ella había aportado al matrimonio y a una astuta inversión en la industria tecnológica. En ese momento, esa empresa perdía terreno a una velocidad alarmante. Sin un gran proyecto, no tardaría en ser devorada por la verdadera competencia.

La obsesión de Liam por encontrar a Kestrel cobraba todo el sentido.

"Una vez que tenga el programa de Kestrel, Tecnología Watson saldrá a la bolsa", declaró él, con un brillo febril en los ojos. "Para entonces, enterraremos a los Brooks, y Andrés Brooks no será más que una nota al pie de página".

Jordyn se aferró a su brazo, con una sonrisa de petulante satisfacción. En Olekgan, Andrés pertenecía a la élite tradicional: rico, poderoso, pero se decía que había desaparecido en el extranjero tras quedar lisiado y desfigurado en un brutal accidente automovilístico. Mientras tanto, Liam estaba a punto de convertirse en la nueva estrella en ascenso de la ciudad. No tenía planes de dejar escapar un partido así.

Cathryn se negó a dirigirles una segunda mirada. En lugar de eso, se levantó y salió, decidida a no dejar que su ridículo espectáculo le arruinara el día. Apenas había bajado los escalones de la entrada cuando un Maybach negro como la noche se detuvo justo frente a ella.

Bajo el sol de la tarde, el auto de edición limitada relucía y atraía todas las miradas.

La puerta del copiloto se abrió. De allí salió Carlos, con unos relucientes lentes de sol y cuyos movimientos eran pulcros y precisos. Rodeó el vehículo hacia la puerta trasera e hizo una reverencia baja y respetuosa. "Señora Moore, su transporte la espera. Por favor, suba".

Jordyn, que seguía a Cathryn, se detuvo en seco. ¿Señora Moore? "¡Liam!", chilló con los ojos desorbitados. "¿Es esto...? ¿Lo compraste para mí?".

Antes de que la otra pudiera reaccionar, la apartó de un codazo y corrió hacia el Maybach. Con ambas palmas presionadas contra la brillante pintura, no pudo ocultar su aire de triunfo. "Eres el mejor, Liam", dijo en voz lo suficientemente alta como para que todos a su alrededor la oyeran. Después de todo, solo había cinco de esos autos en todo el mundo, cada uno un símbolo de riqueza y estatus.

Jordyn estaba segura de que Liam le había regalado semejante carro de lujo incluso antes de casarse con ella.

Con una sonrisa ladina, le lanzó una mirada a Cathryn. "¿Ves esto? Liam acaba de iniciar el divorcio contigo y lo primero que hace es comprarme un auto nuevo. Debe doler, ¿no?".

La respuesta de Carlos fue tan cortante como el cristal. "Señorita, si tanto desea uno, cómprese el suyo. Por favor, no le bloquee el paso a la señora Moore".

Apartó a Jordyn con un movimiento rápido y calculado, y luego le abrió la puerta del vehículo a Cathryn, con suma deferencia.

Algo se encendió en el pecho de esta última: una pequeña y desconocida chispa de gratitud. No esperaba que su futuro esposo enviara a su asistente a recogerla, y mucho menos en semejante auto de lujo.

Antes de que pudiera entrar, Carlos la detuvo levantando una mano. "Un momento, por favor".

Poniéndose unos impecables guantes blancos, sacó un pañuelo del bolsillo y limpió el lugar donde Jordyn había dejado las huellas de sus manos. "Ese lugar necesitaba una limpieza", expresó, tranquilo e imperturbable. "No quisiéramos que sus manos se contaminen con la suciedad de otra persona".

Sus palabras fueron un golpe bajo. Las mejillas de Jordyn se tiñeron de rojo, pero no dijo nada; sabía que el dueño de un Maybach jugaba en otra liga, una muy superior a la suya.

Un momento después, el carro se alejó con suavidad, dejando atrás a un Liam tenso y silencioso. Observó con el ceño fruncido por la confusión. ¿Por qué trataban así a Cathryn?

No lo entendía. ¿Acaso ya tenía a alguien más? ¿Alguien con tanto dinero como para enviarle un chofer en un auto de lujo?

Tratando de ocultar su nerviosismo, Jordyn forzó una risa burlona. "Es mercancía dañada. Ningún hombre en su sano juicio la querría".

Aun así, la imagen de la ventanilla polarizada se le quedó grabada en la mente. Alcanzó a vislumbrar a un individuo en el interior: mayor, de cabello plateado e inconfundiblemente poderoso. Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa. Así que de eso se trataba. ¡Cathryn se había conseguido un viejo rico!