Capítulo 4 ¿Cuál es exactamente el nombre del señor Brooks

La mirada de Andrés se posó sobre la firma mal hecha de Cathryn, y una leve mueca de disgusto apareció en su rostro.

"No quiero que nadie sepa de nuestra relación", declaró él con un tono frío y cortante.

"Entendido. Un matrimonio secreto", respondió ella de inmediato. Después de todo, estaba igual de ansiosa por mantener las cosas en secreto.

Andrés levantó la vista. "¿Alguna pregunta?".

"¿Dónde me voy a quedar?", inquirió Cathryn, sin apartar la vista.

El hombre arqueó una ceja, pensando que la otra era muy audaz por planear quedarse a dormir. "Gavin", llamó en voz alta.

Un hombre de cabello canoso, de unos cincuenta años, apareció entre las sombras. Se trataba del mayordomo de la casa, Gavin Miller.

Andrés señaló a Cathryn y sentenció: "A partir de hoy, ella es la señora de la casa".

"Por supuesto, señor Brooks. Por aquí, señora", expresó el mayordomo, tratándola con cortesía.

La inquietud se apoderó de la joven, pues no podía evitar la sensación de estar ocupando el lugar que le correspondía a otra persona. Le parecía que aquel hombre había planeado casarse con alguien más. Sin embargo, ya había llegado demasiado lejos para retroceder. Y la muerte de su madre pedía venganza.

"¿Le gusta esta habitación, señora?", preguntó Gavin al abrir la puerta de una habitación.

El dormitorio era extravagante, con las paredes adornadas con cuadros. Podría pasar por un museo.

Una sonrisa genuina apareció en los labios de Cathryn, y dijo: "Cuesta creer que no sean originales. El señor Brooks debe de haberse esforzado mucho para reunir esta colección".

Al mayordomo se le movió ligeramente la comisura de los labios. ¿Colgaría el señor Brooks falsificaciones? La idea le parecía demasiado ridícula. Todas las pinturas de allí eran obra del artista original y cada lienzo podía comprar una pequeña isla. Aun así, guardó silencio. Décadas de lealtad le habían enseñado que, a veces, el silencio y la discreción eran su mayor deber.

De pronto, a la mujer se le ocurrió una idea. "¿Cuál es exactamente el nombre del señor Brooks?".

"¿No sería mejor que se lo preguntara directamente a él?", contestó Gavin con una sonrisa mesurada.

Ella levantó las cejas, pensando que su interlocutor era de boca cerrada.

El mayordomo le dedicó un asentimiento antes de salir sigilosamente de la habitación.

Al quedarse sola, la mirada de Cathryn se posó en una laptop que descansaba sobre el escritorio. La encendió y de inmediato se puso a buscar información sobre la familia Brooks.

Los artículos decían que el patriarca, Jonny Brooks, había vestido el uniforme de soldado antes de construir un imperio en los negocios. Tuvo dos hijos.

El mayor, Jorge Brooks, sufrió un derrame cerebral años atrás y, desde entonces, yacía en el Hospital Olekgan, atrapado en un estado vegetativo.

El menor, Jaycob Brooks, se había rebelado contra su padre hace mucho tiempo, por lo que lo expulsaron del país, prohibiéndole volver a poner un pie en su tierra.

Jorge, a su vez, tuvo hijos propios. El primogénito, Andrés Brooks, nacido de su primera esposa, ahora dirigía el Grupo Brooks como su director ejecutivo.

Se rumoreaba que un brutal accidente automovilístico en el extranjero le había dejado el rostro desfigurado hasta quedar irreconocible y lo había dejado lisiado.

El segundo hijo de Jorge, Nick Brooks, fruto de su segunda esposa, todavía era un adolescente que estudiaba en el extranjero.

Desplazándose por titulares y rumores en línea, Cathryn fue reconstruyendo la dinámica de la familia Brooks, y cada detalle pintaba un cuadro más claro y, a la vez, más complicado. Si Andrés realmente había quedado desfigurado y lisiado, entonces el hombre con el que estaba a punto de casarse no podía ser él. Pero Nick no era más que un adolescente de dieciséis años. Así que tampoco era él. Por lo tanto, solo dos opciones tenían sentido: o su futuro esposo era un pariente que acechaba en los límites del árbol genealógico de la familia Brooks, o era un hijo oculto de Jorge.

Cathryn se recostó en la silla, satisfecha con su deducción. Tener un esposo lo suficientemente importante como para abrirle puertas, pero no tanto como para llamar la atención del mundo, le venía muy bien.

Ese día le pareció una vida entera condensada en horas. Apenas su cabeza tocó la almohada, se quedó profundamente dormida.

Sus sueños volvieron a traerle a su madre: con el rostro cubierto de sangre, los ojos muy abiertos, sin poder descansar en paz.

Se despertó y descubrió que la almohada estaba húmeda bajo su mejilla. Agarrando su celular, vio docenas de llamadas perdidas, todas de Liam y Jordyn.

Justo en ese momento, sonó otra llamada. El grito agudo de su hermanastra le taladró el oído. "¡Cathryn, no puedes seguir evitando el divorcio! Liam no te ama. Me pertenece, en cuerpo y alma. ¡Que ocupes el lugar de la señora Watson no te servirá de nada!".

Las palabras de Liam siguieron, duras e impacientes. "Cathryn, escucha. Jordyn y yo estamos ahora mismo frente al juzgado de familia. ¡Mueve el trasero y ven aquí para poner fin a nuestro matrimonio de una vez por todas!".

¿Divorciarse de Liam? Cathryn no deseaba otra cosa. Romper los lazos con él no solo la liberaría, sino que también abriría el camino para casarse con un miembro de la familia Brooks. Sin embargo, no esperaba que él estuviera tan desesperado, corriendo hacia Jordyn como si el tiempo mismo fuera a abandonarlo.

Justo en ese momento, un fuerte golpe resonó contra su puerta. Abrió la puerta y se encontró con Gavin, sosteniendo un vestido blanco cuidadosamente doblado sobre su brazo. "El señor Brooks me pidió que le entregara esto, señora".

La joven bajó la mirada y aceptó el vestido. "Por favor, transmítale mi agradecimiento al señor Brooks".

Su vestido del día anterior estaba manchado de sangre. No había ninguna posibilidad de que volviera a ponérselo. Que alguien de la categoría de su futuro cónyuge fuera tan detallista le resultó sorprendente. Si podían soportar el año como educados desconocidos, tal vez vivir con él no sería tan asfixiante.

El vestido nuevo se deslizó sobre su piel, abrazando su figura como si hubiera sido cosido pensando solo en ella. Un rápido giro frente al espejo lo confirmó: el ajuste era perfecto.

Sin embargo, tendría que esperar para admirar su reflejo. Salió corriendo y paró el primer taxi que vio, decidida a llegar al juzgado de familia lo antes posible.

Afuera del edificio, Liam y Jordyn paseaban inquietos, escudriñando a la multitud y temiendo que no apareciera.

Cuando el taxi se detuvo en la acera, Cathryn salió. El vestido blanco danzaba alrededor de sus piernas, ligero como el aire.

Su rostro, algo pálido, solo hacía que su mirada fuera más intensa, capaz de atravesar a una persona. Sus ojos brillaban con el frágil resplandor de una flor después de la lluvia. Esa visión despertó un dolor inesperado y el instinto de protegerla.

Por primera vez, Liam miraba de verdad a Cathryn. Habían pasado tres años de matrimonio, y apenas le había dedicado una segunda mirada, pues Jordyn había acaparado su atención y llenado sus pensamientos desde el primer día de su matrimonio con la otra.

Pero ahora, frente a Cathryn, Liam quedó impactado por su belleza: frágil, pura y rota, algo que Jordyn jamás podría poseer.

Una oleada de remordimiento lo invadió. Cathryn era su esposa. No había nada de malo en reclamarla como suya. Si Jordyn no lo acaparara tanto, tal vez no habría pasado tres años sin consumar el matrimonio con Cathryn.

"Liam, ya me he puesto en contacto con 'Kestrel'", dijo Jordyn al darse cuenta del cambio en sus ojos, y se aferró a su brazo con rapidez, marcando su territorio.

Ese comentario sacó al hombre de su ensimismamiento. Su expresión cambió y los labios se le curvaron en una sonrisa al oír ese nombre. De inmediato, la belleza de Cathryn pareció desvanecerse en un segundo plano. Las conexiones importaban más que el aspecto. Solo Jordyn podía proporcionarle a Tecnología Watson el impulso que tanto necesitaba. Echar a Cathryn y meter a Jordyn en su vida... nada le serviría mejor.