Capítulo 6 La abofeteó y se la llevó

Catalina temblaba por completo, con las manos apretadas en puños a los lados, y sus largas y delicadas uñas se le clavaban dolorosamente en las palmas.

Después de una larga pausa, ella forzó una sonrisa que no era para nada genuina. "Hermana, ha cambiado. Ahora es muy dura con sus palabras".

"Todos estos años, viviendo lejos con la tía Gill, debes haber sufrido mucho, ¿no?".

Catalina permaneció impasible ante la insincera provocación de Katelyn. "No importa cuánto sufrimiento, todo es gracias a las decisiones cuestionables que tomó tu madre".

Katelyn respondió: "Sé que odias a mi madre, pero en aquel entonces solo era una mujer divorciada con una hija. Una pobre alma que no podía rechazar la ayuda que tu padre le ofreció".

Al ver la expresión de Catalina, Katelyn continuó: "En cuanto al incidente de Nolan, mi madre también se sintió culpable. Ella solo se dio cuenta de que su padre quería... ¡Aah!".

Al fuerte grito le siguió el fuerte sonido de una cachetada.

Katelyn se agarró la cara y se desplomó, incrédula, frente al lavabo.

A Catalina todavía le hormigueaba la mano, pero al pensar en las innumerables cirugías de su hermano, no sintió remordimiento alguno.

Rápidamente, se armó un revuelo en la entrada del baño de mujeres.

Alguien exclamó: "¡El señor Murphy está aquí!".

A medida que el sonido de unos zapatos de cuero se acercaba, el hombro derecho de Catalina fue golpeado con fuerza.

Vio a Vicente dirigirse a Katelyn y arrodillarse a su lado. Ella sonrió en silencio con burla.

De tal palo, tal astilla. Tras todos estos años, su hermana había aprendido de verdad las habilidades de su mamá.

"Vicente", Katelyn sollozó, quitando la mano de su mejilla hinchada para agarrar su brazo, mientras las lágrimas caían por su rostro.

"Me duele mucho el pie, creo que me lo torcí. Por favor, llévame al hospital, tengo una actuación el próximo mes".

Vicente la ayudó a levantarse, sujetándola por el codo. "¿Qué sucedió?".

Katelyn contestó con voz entrecortada: "Lo siento, dije algo incorrecto y hice enojar a la señorita Gill. Por eso me pegó".

"¡No importa lo que hayas dicho, eso no justifica que te haya pegado!".

Vicente cargó a Katelyn en brazos y sus ojos oscuros se encontraron con la mirada de Catalina.

Ordenó con voz firme: "¡Discúlpate!".

A Catalina se le cortó la respiración. Sus pestañas parpadearon y apretó los labios con más fuerza.

"Olvídalo", susurró Katelyn, apoyándose en el abrazo de Vicente. "Vicente, creo que la señorita Gill no lo hizo a propósito. Vamos al hospital primero, ¿de acuerdo?".

Vicente siguió mirando a Catalina y sentenció: "Más te vale que el pie de Katelyn no esté lastimado".

Dicho esto, cargó a Katelyn y salió, sin hacer ningún esfuerzo por evitar a Catalina, obligándola a apartarse y chocar su espalda contra el lavamanos.

"¿De dónde saca el atrevimiento para golpear a la futura esposa del CEO?".

"La señorita Todd es tan lamentable".

"A juzgar por lo furioso que está el señor Murphy, seguro que la despiden".

"¿No es ella inteligente? ¿Por qué hizo algo tan irracional?". "¿No le da miedo que el señor Murphy se enfade y la ponga en la lista negra de Sacford?".

"Exacto. Estando en una posición tan delicada, hay que tener más prudencia. Si no, su carrera aquí llegará a su fin".

¿Mostrar deferencia?

Catalina se burló internamente.

Ella, Catalina, podía inclinarse ante su jefe por dinero y supervivencia, podía doblegarse ante clientes difíciles y repugnantes, pero nunca mostraría deferencia a Katelyn.

Vicente y Katelyn no volvieron a la empresa hasta el final de la jornada laboral.

A pesar de los chismes y las miradas furtivas de sus colegas, ella se mantuvo serena, concentrada en su trabajo como una máquina sin emociones.

Al salir del edificio, se dirigió por inercia hacia la calle.

Como no le gustaba conducir, Vicente había organizado que un chófer la recogiera todos los días para llevarla de regreso a Maple Villa.

El lugar del coche estaba fijo.

Pero ahora, el lugar estaba vacío.

Justo cuando comenzaba a sentir una punzada de incomodidad en el corazón, un nuevo sedán negro apareció a la vista, estacionándose exactamente en el lugar destinado a su coche.