"¡El escándalo de la familia Yates fue la comidilla más jugosa del pueblo! ¿Quién hubiera imaginado que Caden volvería? Y ahora, con la reputación que se ha forjado, no necesita la herencia, ¿verdad? Entonces, ¿para qué aparecer? ¿Para hacerle la vida imposible a Josua? ¡Dios mío, es como una telenovela hecha realidad! Dos hermanos enfrentados. Uno es tu futuro exesposo, el otro es tu némesis. Así que, ¿a quién apoyas, Alicia?".
Pero la mente de Alicia estaba en otra parte, y el parloteo incesante de Monica se había desvanecido en el fondo hace mucho tiempo.
"¿Alicia? ¡Oye, Tierra llamando a Alicia!".
Solo entonces ella volvió en sí. "¿Eh? Perdón, ¿decías algo?".
"¿Estás bien? Pareces... distraída.". Monica entrecerró los ojos con preocupación y le puso una mano en la frente. "¿No tendrás fiebre?".
Ella negó con la cabeza, aunque la niebla en su mente no se disipaba. "Estoy bien", murmuró, mientras su mente volvía a la misma pregunta.
¿Era Caden realmente el hombre de aquella noche?
El aroma, su forma de moverse, el sonido de su voz... todo le resultaba demasiado familiar.
Intentó recordar los detalles de aquella noche. El cine privado estaba envuelto en sombras y la única luz provenía del tenue resplandor de la pantalla.
Además, ella había estado tan perdida en el momento que no se había molestado en estudiar el rostro del hombre.
Alicia frunció el ceño. Una sensación de hundimiento seguía carcomiéndola...
Con un suspiro de frustración, apartó esos pensamientos de su mente. Salió de la tina, se secó, escurriendo su cabello mojado.
Mientras se envolvía en una toalla, su celular vibró sobre el lavabo.
Echó un vistazo a la pantalla y frunció aún más el ceño. Era Josua, otra vez.
No paraba de llamar. Sin dudarlo, bloqueó su número con un toque firme en la pantalla.
Al salir del baño, encontró a Monica de pie junto a la ventana. Justo cuando esta última se disponía a cerrar las cortinas, Alicia alcanzó a ver que el auto de Josua se alejaba.
"Hay que ver...", soltó Monica con desdén. "¿Cuál es su problema? ¿Actuando como si de repente se hubiera vuelto loco por ti, después de tanto tiempo?".
Alicia se encogió de hombros y se dejó caer en la cama.
¿Amor? ¿Él?
La sola idea le causó ganas de reír. Si realmente le hubiera importado, no la habría abandonado bajo la lluvia.
No, ya había terminado con ese hombre para siempre.
Cuando estaban a punto de dormirse, Monica se incorporó de golpe.
"Alicia, acabo de recordar algo. La persona que compró la droga se llamaba Lilian. ¿Es ese el nombre de la secretaria de Josua, o me equivoco?".
Alicia se giró de costado, agarrando el brazo de Monica, como si se estuviera estabilizando.
Su mente se aceleró, revisando cada posible "Lilian" vinculada a Josua.
Había demasiadas, cada nombre se mezclaba con el siguiente, haciendo imposible identificar de quién se trataba.
Pero había una cosa que sabía: Josua nunca le había contado a nadie sobre su aniversario de bodas. Solo alguien muy cercano, alguien realmente importante para él, podría conocer un secreto así.
Esa mujer... la que él protegía con tanta ferocidad.
Los labios de Alicia se apretaron en una línea fina mientras susurraba: "Gracias, Monica. Has sido de gran ayuda. Por esta noche, intentemos descansar un poco".
Exhaló lentamente. Necesitaba recuperar fuerzas si quería vengarse de quienes le habían hecho daño.
...
A la mañana siguiente, el celular de Alicia vibró. Era una llamada de un número desconocido.
"Señora Bennett, hemos encontrado lo que buscaba. Tendrá que venir a recogerlo en persona. Le enviaré la dirección".
Su primer instinto fue desconfiar, pensando que podría ser una estafa.
Sin embargo, al echar un vistazo a la pantalla de su celular, cambió de opinión. El número era de lujo, y ningún estafador gastaría dinero en eso.
"¿De qué se trata exactamente?", preguntó con cautela.
"De su anillo de bodas".
Oh.
Sus pensamientos volvieron inmediatamente en espiral hacia el hombre de aquella noche.
Ante esto, su corazón le dio un vuelco.
El interlocutor colgó abruptamente y, segundos después, recibió un mensaje de texto con la dirección.
Contuvo el aliento al leer: "Torre Blizzard".
El Torre Blizzard era propiedad del fundador del Grupo Crest: una empresa de tecnología de vanguardia, mundialmente reconocida por sus robots en la nube y microchips de última generación.
Su mente se tambaleó. ¿Con quién demonios se había acostado esa noche?
Desconcertada, Alicia revisó la dirección una vez más. Sus ojos se abrieron de par en par al ver el último detalle: la dirección especificaba la oficina del director ejecutivo.
Oh, Dios mío.
Más tarde, de camino al edificio, consultó rápidamente la lista de accionistas del Grupo Crest.
Mmm... Todos tenían nombres extranjeros y eran mayores de cincuenta años.
Extranjeros...
No es de extrañar que el miembro de ese hombre era tan... grande.
Sonrojada, se dio unas palmaditas en las mejillas ardientes, sintiendo un torbellino de emociones.
De pie frente al imponente edificio, no lograba sacudirse la sensación de irrealidad que la invadía.
¿Sería una trampa?
Sus pensamientos se oscurecieron, una posibilidad inquietante tras otra se colaba en su mente.
Como precaución, tomó un par de objetos de defensa personal antes de entrar.
Mientras cruzaba el vestíbulo hacia el ascensor, un auto se detuvo en la entrada principal, justo detrás de ella.
La puerta del auto se abrió de golpe y Liliana salió, seguida por Josua.
Agarró su mano con fuerza, con el rostro lleno de preocupación. "Josua, ¿realmente puedes encargarte de esto?", preguntó la joven.
Desde su regreso al país, Caden había adquirido varias empresas de entretenimiento, y la cantante tenía inversiones en una de ellas.
Como una estrella del pop en camino a la cima, su carrera se vio sumida en el caos por la inesperada intervención de Caden.
Los ojos de Josua permanecían fijos en el majestuoso edificio que tenía enfrente, con una expresión indescifrable. "El problema de Caden es conmigo, es algo personal. Si te involucra en esto, el único que quedará mal será él. No te preocupes, yo hablaré con él.", aseguró él.
Liliana se aferró a él con más fuerza, y sus grandes ojos de cierva se llenaron de lágrimas.
"¡Por favor, Josua! ¡Tienes que ayudarme! ¡He trabajado muy duro para llegar hasta aquí!", suplicó la artista.
"Ya te lo dije, no te apures. Yo me encargo.", repitió él, dándole un apretón tranquilizador en la mano, pero sin apartar la mirada del edificio.
Mientras tanto, Alicia ya estaba frente a la oficina del director ejecutivo.
Un avanzado sistema de seguridad bloqueaba su paso: una luz roja no dejaba de parpadear en el panel y una voz robótica no dejaba de emitir una advertencia: "Advertencia de intrusión no autorizada".
Hank apareció a su lado, con el rostro frío como una piedra. "Señora Bennett, entregue los objetos".