Reina deslumbrante desenmascarada: ¡nunca fue ordinaria!
img img Reina deslumbrante desenmascarada: ¡nunca fue ordinaria! img Capítulo 4 Participaré en la carrera
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Capítulo 9 Esos ojos img
Capítulo 10 Nuestras órdenes vienen del señor Walsh img
Capítulo 11 Se estaba pasando de la raya img
Capítulo 12 ¿Qué tal si te muestro algunos movimientos img
Capítulo 13 Mudarse a la villa de Mateo img
Capítulo 14 Bahía Tamarindo Núm. 1 img
Capítulo 15 Una pista sobre Céfiro img
Capítulo 16 La cirugía es necesaria img
Capítulo 17 El señor Walsh fue a buscarla en una moto img
Capítulo 18 ¿Es su novio img
Capítulo 19 Ayudar a la familia es tu responsabilidad img
Capítulo 20 Cambio repentino img
Capítulo 21 Mantenerte a salvo img
Capítulo 22 ¿Todo era una coincidencia, o había sido planeado img
Capítulo 23 Lección práctica img
Capítulo 24 ¿Qué te parece si apostamos para hacerlo más interesante img
Capítulo 25 Caylee ganó img
Capítulo 26 ¿Realmente no sabía nada img
Capítulo 27 Entrenamiento paso a paso img
Capítulo 28 Almuerza conmigo img
Capítulo 29 No se había rendido img
Capítulo 30 El arreglo matrimonial img
Capítulo 31 Caylee contra Stacey img
Capítulo 32 Ha pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos img
Capítulo 33 La provocación de Stacey img
Capítulo 34 Nunca lo acepté img
Capítulo 35 ¿Aún debería ir img
Capítulo 36 Mudanza img
Capítulo 37 La misteriosa familia Medina img
Capítulo 38 La fiesta prometía un espectáculo img
Capítulo 39 El impostor img
Capítulo 40 Las dos recién llegadas img
Capítulo 41 Los cuatro se encontraron en el centro del salón img
Capítulo 42 Una confrontación pública img
Capítulo 43 No puedo recordar cada detalle img
Capítulo 44 Verdaderamente impresionante img
Capítulo 45 ¿Raymond ya está aquí img
Capítulo 46 Nunca podría confundirlo img
Capítulo 47 El escándalo del año img
Capítulo 48 Caída en desgracia img
Capítulo 49 Lamentable img
Capítulo 50 Él no me importa img
Capítulo 51 Una segunda oportunidad img
Capítulo 52 ¿Qué rostro elegirá para esta noche img
Capítulo 53 El entrenador img
Capítulo 54 . ¿Lastimé tu ego img
Capítulo 55 ¿Quién eres tú img
Capítulo 56 ¿Te divertiste img
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Capítulo 4 Participaré en la carrera

Brett se quedó paralizado, con el rostro tenso por la incredulidad, mirando fijamente a su exesposa. Eso no podía ser verdad. ¿Cómo podía una mujer tan simple y ordinaria ser Céfiro?

De pronto, las palabras del mayordomo resonaron en su mente. El empleado había dicho que Caylee era la sanadora que Mateo había invitado.

Instantes después, la tensión se instaló en la habitación.

Stacey fue la primera en reaccionar. Con un tono estridente y cargado de alarma, exclamó: "¡Mateo, te está engañando! ¡No es Céfiro! Yo ya invité a la real... ¡Esta mujer es una impostora!".

"Sí, señor Walsh. Mi exesposa no es más que una estafadora. Se hace pasar por Céfiro solo para vengarse de mí y arruinar nuestro trato", se apresuró a respaldarla Brett.

Mateo escuchó la pelea con una sonrisa que evidenciaba su diversión. Luego, mirando fijamente a Caylee, dijo: "Señorita Jenkins, tu exesposo es todo un comediante".

Bajo la luz cálida, la aludida clavó su mirada en Mateo. Había algo en las facciones de su interlocutor que se superponían demasiado con las del hombre enmascarado que recordaba. Al instante siguiente, el corazón le dio un vuelco. ¿Acaso su mente le estaba jugando una mala pasada?

"Solo está siendo paranoico", murmuró con ligereza ella, tras sacudirse el extraño pensamiento.

"Podría ser", respondió Mateo, riéndose por lo bajo. Luego, se concentró en el otro hombre y dijo: "Señor Griffiths, quizás sería bueno que fueras a revisar con el psiquiatra tu paranoia. Y permíteme aclarar algo: mi decisión de cooperar con tu empresa fue únicamente por la señorita Jenkins. Ahora que su matrimonio ha terminado, mi favor también se acabó".

Acto seguido, le lanzó un vistazo al mayordomo e indicó: "Sácalos de aquí".

Brett se quedó clavado en el sitio, estupefacto. ¿Cómo era posible que su exesposa, la mujer que había dependido de él durante años, tuviera de repente tanto poder? No, eso tenía que tratarse de algún tipo de engaño. Con eso en mente, apretó la quijada, listo para discutir, pero el dueño de la casa lo detuvo en seco con su desprecio.

"Para ser sincero, toda la familia Griffiths no le llega ni a los talones a la señorita Jenkins", soltó Mateo, con una fría indiferencia.

Brett sintió que le hervía la sangre por la humillación y le ardía el rostro por la vergüenza. Entrecerró los ojos y se convenció de que el otro había caído en un engaño. Luego, se juró que una vez que apareciera la verdadera Céfiro, desenmascararía a Caylee y la arruinaría por completo.

A su lado, Stacey se mordió el labio. Incapaz de contener la furia que crecía en su interior, exclamó: "¡Mateo, no puedes creerle! ¡Solo era una ama de casa! ¿Cómo podría ser la sanadora legendaria?". Acto seguido, miró a Caylee y, con un tono cargado de veneno, escupió: "¡Eres repugnante! ¡Finges ser Céfiro solo para hundir a Brett! ¡Bien, yo misma me encargaré de ti!".

Acto seguido, se abalanzó sobre su enemiga con la mano en alto, apuntando directamente a su rostro, pero Caylee le sujetó la muñeca en el aire con firmeza y facilidad, antes plantarle una fuerte cachetada.

"Ya no soy la esposa de Brett", comenzó esta última, en un tono frío. "Si disfrutas alimentándote de las sobras de otra mujer, es tú problema, pero no lo andes exhibiendo frente a mí. Además, si crees que soy Céfiro o no, no es asunto mío".

Stacey retrocedió tambaleándose, apretándose la mejilla herida con una mano; tenía los ojos muy abiertos por la furia.

"¿Me pegaste?", chilló, abalanzándose nuevamente sobre Caylee, en un intento desesperado por arañarla.

Mateo endureció su expresión y el asco cruzó por su rostro ante el berrinche de Stacey. Al instante siguiente, le hizo al mayordomo un gesto con la cabeza e indicó: "Sácalos de aquí. Y si vuelven a armar un escándalo en mi casa, habrá consecuencias".

Brett y Stacey adoptaron expresiones de pánico.

"¡Señor Walsh, nosotros conocemos a la verdadera Céfiro!", gritó el primero rápidamente. "¡No puedes sacarnos así como así!".

"¡Si nos corres, perderás tu única oportunidad de conocer a Céfiro!", se sumó la segunda, con voz chillona.

Mateo les dedicó una sonrisa fría y despiadada, antes de ordenar sin dudar: "Sáquenlos".

El mayordomo y el personal de seguridad dieron un paso al frente y agarraron a los alborotadores.

Brett y Stacey lucharon y lanzaron amenazas, mientras los arrastraban hacia la puerta.

Incluso mientras la sacaban, ella le gritó a Caylee: "¡Tú pusiste a Mateo en nuestra contra! ¡Te juro que vas a pagar! ¡Ni Brett ni yo olvidaremos esto!".

Cuando la pareja se fue y la puerta se cerró tras ella, Mateo miró de nuevo a Caylee, a quien le dijo en un tono frío, pero no hostil: "Debería haber manejado eso mejor. Es sorprendente que dos ratas se hayan colado en mi casa".

Caylee simplemente sacudió la cabeza y respondió: "Estoy bien. Solo llévame con tu abuelo".

En la habitación principal, Gerald Walsh descansaba débilmente contra las almohadas; su rostro lucía hueco y sin vida.

Caylee caminó directamente hacia él sin dudar, y le inyectó el suero en el que había estado trabajando. Casi al instante, la piel del anciano recuperó el color, y él mostró mayor vitalidad.

Mateo se quedó asombrado. Los mejores especialistas habían conseguido pocos resultados; sin embargo, con una sola inyección, esa chica había conseguido lo que lo demás no pudieron.

"El peligro inmediato ha pasado", dijo Caylee en voz baja. "Ahora, necesitará meses para recuperarse por completo. Le administraré más dosis del tratamiento conforme sea necesario. De momento, me retiro".

"Gracias, señorita Jenkins", respondió Mateo.

No intentó detenerla, pero no le quitó los ojos de encima mientras se iba; una leve sonrisa se formó en sus labios. Estaba seguro de que volverían a encontrarse, y de que desarrollarían alguna relación.

Justo cuando salía de la finca de los Walsh, Caylee, quien sostenía el celular en la mano, recibió un nuevo mensaje.

"Jefa, la prueba clave que demuestra que Stacey fingió su propio ataque ha sido movida", le informaba su asistente.

"¿Alguna idea de quién se apoderó de ella?", preguntó la patrona.

"Por ahora no", respondió la otra persona. "Pero el responsable dejó instrucciones. Quiere que participes en la carrera que se celebrará dentro de tres días. Dice que apenas gane el campeonato, te dará la prueba, sin restricciones".

Caylee se detuvo en seco, contemplando el mensaje que brillaba en la pantalla de su celular. Alguien que conocía su vida secreta como corredora la estaba incitando a salir.

Su mente volvió al instante al hombre enmascarado cuyas habilidades de conducción igualaban las suyas. ¿Sería ese el momento en que por fin volverían a encontrarse?

Sin pensarlo dos veces, tecleó su respuesta: "Participaré en la carrera".

            
            

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