Capítulo 4 El doctor milagroso

Mientras tanto, dentro de otra suite privada del hospital.

"¿Por qué no te molestaste en decirme que te habían internado?" Emilia le lanzó a Sloane una mirada aguda.

"No pensé que fuera tan grave como para molestarte, mi precioso Asclepio", explicó Sloane, sujetándose el brazo con un puchero.

Emilia solo pudo negar con la cabeza, dejando escapar un suspiro resignado. "Los problemas simplemente te siguen, ¿verdad?"

"Olvídate de mis problemas. ¿Es cierto que realmente firmaste los papeles del divorcio?" preguntó Sloane, dejando escapar la pregunta con un suspiro pesado.

Por un momento, parecía increíble que el Señor del Infierno, el líder de una organización de asesinos notoria, pudiera estar enredado en una relación tóxica.

Emilia dijo con una sonrisa tranquila: "Sí. Es cierto."

Sloane replicó: "Arturo es la única persona decente en toda esa Familia Mitchell. ¡El resto son unos tontos!"

"Basta", dijo Emilia, con voz calmada y pareja, señalando que había terminado de hablar sobre los Mitchell.

"¿Pero por qué anunciaste de repente que elegirías a un paciente al azar?" El tono de Sloane se volvió curioso.

Cuando Emilia guardó silencio, Sloane le tomó la mano alarmada. "No me digas que todavía te importa. ¿Es algún truco para recuperarlo? ¡Por favor dime que ya lo superaste!"

Emilia soltó una risa suave. "Tranquila. Tres años de ser una tonta fueron suficientes para mí. Desde que me fui de la Familia Mitchell, no he pensado ni una sola vez en volver."

El alivio inundó a Sloane, y sus hombros se relajaron como si se hubiera quitado un peso de encima.

"Entonces, ¿qué está pasando realmente?" preguntó, con los ojos brillando de curiosidad.

Bajando la voz, Emilia se inclinó y explicó: "He logrado conseguir una pista: lo que estoy buscando podría estar con la Familia Dixon. Necesito un disfraz para acercarme."

La boca de Sloane se abrió de par en par. "Espera, ¿estás diciendo que la otra parte del-" Se detuvo a mitad de la exclamación, sacando rápidamente su teléfono para escribir en lugar de hablar. "¿Estás diciendo que la otra mitad del mapa del tesoro está en manos de la Familia Dixon?"

Emilia asintió lentamente. "Es la corazonada, pero aún no puedo asegurarlo."

"Siempre y cuando esto no tenga que ver con arrastrarte de nuevo hacia ese bastardo, lo dejaré pasar. ¡Pero si siquiera titubeas, te juro que te corto!" advirtió Sloane, con voz firme.

Una risa genuina escapó de Emilia. "No cometeré el mismo error dos veces."

"Bien. Esa es la Emilia que me gusta ver." Los labios de Sloane se curvaron en una sonrisa mientras la admiración brillaba en sus ojos. "Brillas más cuando trabajas por algo real. Ah, y... ¿vas a contarle a tu familia lo que pasó con el divorcio?"

Emilia negó con la cabeza, respondiendo suavemente: "No, mantengámoslo entre nosotras por ahora. Prefiero evitarles la preocupación."

"Tal vez sea lo mejor", comentó Sloane, con una sonrisa astuta mientras pensamientos sobre la necedad de la Familia Mitchell cruzaban por su mente. "Sabes, si Rodger llegara a ver tu verdadera identidad, estaría rogando de inmediato."

Con un filo frío, Emilia respondió: "Entonces tendrá que esperar al final de la fila, porque hay muchas personas haciendo lo mismo."

Eso hizo que Sloane soltara una carcajada fuerte. "¡Esa es exactamente la Emilia que recuerdo, valiente y segura! Desearía poder verles las caras el día que descubran quién eres en realidad. Eso va a ser un espectáculo."

Sloane siguió hablando animadamente, mientras Emilia escuchaba con atención tranquila, agregando una palabra aquí y allá.

...

Pasó una semana.

El hipódromo rebosaba de gente, pero hoy, la multitud estaba llena de pacientes que enfrentaban sus batallas finales.

No era una exageración decir que el lugar parecía más una sala de hospital que una pista. Cada caso traía su propio peso sombrío.

"¿Alguna vez has visto algo así? ¡Es como si todos los pacientes críticos del país hubieran venido hoy!"

"Incluso trajeron a pacientes en coma con equipos médicos completos. Se nota que pertenecen a familias adineradas."

"¡Tsk! Asclepio realmente tiene influencia."

"¡Sí! Nadie puede negar su habilidad. Toma los casos más graves y de alguna manera logra que salgan caminando."

"Con un nombre como Asclepio, no se esperaría menos. La gente por aquí también lo llama un hacedor de milagros, y lo dicen en serio."

La gente comentaba sobre los distintos pacientes y sobre el doctor milagroso, Asclepio.

Sebastián susurró: "Rodger, ¿de verdad es tan extraordinario como dicen? ¿O esa reputación no es más que una mentira?"

Los ojos de Rodger se endurecieron, y respondió: "Deja de dudar. Si no fuera real, el Presidente podría haber..."

La frase inconclusa le dijo suficiente a Sebastián. Murmuró: "¿Entonces los rumores sobre que curó al Presidente son ciertos?"

La respuesta de Rodger fue plana y fría. "Son ciertos."

Por el rabillo del ojo, Rodger vio una silueta familiar: Emilia.

Esa mujer otra vez. Simplemente no podía dejarlo en paz, incluso siguiéndolo a un lugar como ese.

Molesto, Rodger avanzó y la tomó de la muñeca. "¿Qué haces aquí, Emilia? ¿Qué plan estás tratando de ejecutar esta vez?"