Capítulo 5 ¿Podemos no divorciarnos

Sabrina estaba abrumada por la emoción, las lágrimas se acumulaban en sus ojos y una nueva clase de tristeza envolvía su corazón.

Nunca había presenciado tanta ternura de Tyrone en los tres años que llevaban casados.

Con frecuencia encontraba consuelo en la idea de que así era su naturaleza, y se repitió tanto esas mentiras que terminó creyéndoselas.

Ahora, estaba presenciando su ternura, pero que él le dedicaba a otra mujer.

El auto de Sabrina estaba a la vista de ellos, pero Tyrone no lo reconoció, ni se dio cuenta de que ella estaba dentro.

"Señora Blakely, ha vuelto. ¿Qué le gustaría para...?".

El ama de llaves se detuvo a mitad de la frase, atónita al ver las lágrimas en el rostro de Sabrina. Ella corrió hacia el dormitorio antes de que la empleada pudiera decir otra palabra.

Se apoyó contra la puerta cerrada, sintiendo un nudo en la garganta.

El dique se rompió al final, y las lágrimas nublaron su visión y corrieron por sus mejillas tras un largo rato.

Su corazón latía dolorosamente. Era una agonía pura.

Era hija de padres divorciados y entendía perfectamente las dificultades de crecer en un hogar con un solo padre. No quería esa vida para su propio hijo.

Anhelaba que su pequeño tuviera una infancia feliz.

¿Pero quién podría guiarla en este predicamento?

Después de un tiempo considerable, el ama de llaves tocó suavemente la puerta del dormitorio. "Señora Blakely, es hora de cenar".

Tras un momento, la aludida respondió: "Está bien". Luego se dirigió al baño a lavarse la cara.

Una vez fuera, recordó el mensaje de Tyrone.

Había mencionado que traería un regalo de vuelta de su viaje de negocios.

¿Cuál podría ser el regalo?

Encontró su equipaje y lo abrió.

Era un vinilo firmado por su cantante preferido.

No era un objeto de oro ni una joya.

Sabrina abrazó el vinilo contra el pecho, y una chispa de calidez se extendió por su interior.

Al menos se acordó de sus preferencias y pensó en traerle un regalo.

No había fracasado tan miserablemente, ¿o sí?

Cuando se despertó en un estado de desorientación a la mañana siguiente, Sabrina encontró un espacio vacío a su lado.

Se sentó en el borde de la cama, perdida en sus pensamientos.

Debió haber pasado la noche con Galilea.

Debería haberlo previsto.

¿Pero por qué seguía sintiendo ese vacío?

La puerta del dormitorio se abrió con un chasquido. Tyrone entró y encontró a Sabrina pálida y distante, sentada en la cama. Se sentó a su lado, con las largas piernas colgando sobre el borde, preguntándole: "Sabrina, ¿estás enferma?".

Tomada por sorpresa, la joven sintió un atisbo de felicidad al verlo, así que se levantó de la cama. "No".

"¿Qué pasó? Cuéntame".

¿Contarle?

¿Debería sincerarse con él? ¿Decirle que estaba en contra de la idea del divorcio?

El regalo y el hecho de que no hubiera pasado la noche con Galilea, ¿podrían ser señales de que aún albergaba sentimientos por ella?

¿Aceptaría no seguir adelante con el divorcio si ella le propusiera la idea?

Justo cuando Sabrina estaba a punto de hablar, Tyrone la interrumpió. "Incluso después de nuestro divorcio, seguiré siendo tu hermano. Siéntete libre de compartir cualquier cosa conmigo".

Sus palabras se quedaron atascadas en la garganta de Sabrina, dejándola sin habla.

Tras una larga pausa, se giró hacia Tyrone, forzando una sonrisa. "Estoy bien, de verdad. Baja. Te acompañaré después de asearme".

Él se aflojó el cuello, con los labios fruncidos, estudiando a Sabrina. "Aún no estamos divorciados, Sabrina. ¿Pretendes marcar distancia entre nosotros incluso antes de que sea oficial?".

Ella esbozó una sonrisa forzada, tragándose su dolor, y sacudió la cabeza. "No".

Tyrone frunció el ceño. "Si no quieres hablar, no te presionaré. Tengo que ir a la oficina".

Con eso, salió de la habitación sin mirar atrás.

La puerta se cerró, dejando a Sabrina sola. La sonrisa de la mujer se desvaneció y se preguntó por qué él estaba molesto.

¿Su impaciencia hacia ella se estaba intensificando porque Galilea había vuelto?

Sabrina forzó una sonrisa, aunque su corazón estaba llena de agonía.

En el Grupo Blakely, la asistente irrumpió en la oficina. "Señora Chávez, la agente de Darlene está al teléfono".

Darlene Ortiz, una popular actriz, había asumido el papel de portavoz de los nuevos estilos de la temporada de la marca Ropa MQ de Grupo Blakely.

Su imagen juvenil y hermosa le había ganado el reconocimiento del público, convirtiéndola en la elección perfecta para el tema de la nueva temporada.

"¿Cuál es el problema?".

"Se negó a revelar detalles, e insistió en hablar con usted".

Sabrina tomó el teléfono. "¿Hola, Cathie?".