Los Dos Mates de la Alfa Destiny
img img Los Dos Mates de la Alfa Destiny img Capítulo 3 El Alfa del Oeste
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Capítulo 6 La triple manada img
Capítulo 7 La cena triple img
Capítulo 8 La vidente img
Capítulo 9 La primera tarea conjunta img
Capítulo 10 La intención de medianoche img
Capítulo 11 La tentación img
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Capítulo 3 El Alfa del Oeste

La marcha hacia la cámara privada del Alfa fue una neblina de necesidad. No podía pensar, solo podía sentir el ardor de la Marca en mi vientre y la mano áspera de Kraven aprisionando mi muñeca. Él no me guiaba; me reclamaba. Sentía las miradas de mi manada sobre nosotros, los vítores que aprobaban esta toma de posesión absoluta.

En el fondo, una parte de mi Alfa se ofendió por su dominio público. Pero mi loba, la criatura primal sellada bajo mi piel, solo aullaba: Más rápido. Tómalo todo.

La cámara se cerró con un golpe sordo detrás de nosotros, un sonido que cortó el mundo exterior. Era una habitación austera, forrada en pieles gruesas y oscura, solo iluminada por un cuenco de brasas ardientes. El aire estaba saturado con el aroma de mi propio territorio: tierra, pino y mi esencia Alpha.

Kraven me soltó, pero solo para empujarme suavemente contra la pared de piedra. Su cuerpo se plantó frente al mío, atrapándome. Era una muralla de músculo, y el contraste entre su piel cálida y la piedra fría hizo que mi respiración se acelerara.

-No tienes idea de lo que me costó esperar -su voz era un gruñido bajo, lleno de años de control. Me tomó el rostro con ambas manos, obligándome a mirar sus ojos grises que ardían bajo la luz rojiza de las brasas-. Soy el Alfa, Kraven. Nunca esperes que me someta a ti -Él sonrió, una expresión fugaz y peligrosa-. Mi mate. No te pido sumisión. Te pido unión. Y para los lobos, la unión es el reclamo. Me perteneces ahora, Destiny. Y yo te pertenezco a ti.

El nivel de su posesividad era intoxicante. La Alpha en mí quería resistir, pero la mate en mí se retorcía con una necesidad urgente de ser marcada.

Antes de que pudiera responder, sus labios estaban sobre los míos, esta vez con una intensidad aún mayor. La diferencia entre este beso y el que compartimos ante mi manada era la intención. Este era profundo, hambriento, un sondeo de mi boca que no dejaba lugar a dudas sobre su poder.

Sus manos se deslizaron de mi rostro hasta mi cuello, donde la Marca se sentía más fuerte. Sentí la fuerza de sus pulgares a ambos lados de mi tráquea, una promesa silenciosa de que me protegería y me asfixiaría si era necesario. Era terrorífico, pero excitante.

Me agarré a su túnica con mis propias manos, sintiendo la dureza de su pecho. Con un rugido que hizo vibrar el aire, Kraven rompió el beso, pero solo para enterrar su rostro en la curva de mi cuello, justo donde mi vena latía.

-Tu olor. Es todo lo que he soñado -murmuró, su voz apagada por mi piel.

Podía sentir el calor de sus labios y sus dientes, esperando el momento de morder y sellar el pacto de la Luna.

Mis rodillas se debilitaron. El vínculo era tan fuerte, tan biológico, que no podía mantener la verticalidad. Kraven lo sintió, y sin esfuerzo, me levantó en sus brazos, llevándome hasta la pila de pieles.

Caímos juntos, las pieles suaves amortiguando el impacto. Kraven se movió rápido, con una eficiencia Alpha. Su ropa y la mía eran obstáculos que eliminó con movimientos bruscos y decididos.

La vista de su cuerpo bajo la luz de las brasas me robó el aliento. Musculoso, tallado en las montañas, era una estatua de poder. Su piel era cálida, de un tono bronceado profundo, y cada centímetro exudaba fuerza y masculinidad.

Mi propia ropa cayó, revelando el cuerpo que había mantenido oculto, el cuerpo de una Alfa entrenada. Cuando nuestros cuerpos desnudos finalmente se tocaron, fue como si dos polos magnéticos chocaran. Un gemido de pura satisfacción escapó de mi boca.

Kraven me inmovilizó bajo él, usando su peso como una afirmación de su derecho. Su mirada gris se deslizó sobre cada centímetro de mi piel, deteniéndose donde la Marca de la Luna ardía.

-Eres perfecta -dijo, la única palabra tierna que había pronunciado, aunque llena de posesividad.

La noche se convirtió en una vorágine de necesidad y deseo. La pasión de Kraven era volcánica, enfocada en la reafirmación territorial. Cada beso, cada caricia, cada empuje era una declaración de propiedad.

Me mordió la piel suavemente, marcando puntos invisibles que solo su lobo reconocería. Los gemidos y los gruñidos llenaron la cámara, un dueto de dominación y aceptación.

Sentía mi cuerpo responderle de una manera que nunca había conocido, un placer primitivo que solo el mate predestinado podía ofrecer. Me aferré a su espalda, sintiendo la tensión en mis músculos mientras me acercaba al punto de no retorno.

Finalmente, Kraven se movió, posicionándose para el acto final de la unión. El aire se cargó de magia antigua. El ritual de la Luna estaba a punto de completarse.

Nuestras esencias se unieron en un rugido compartido de éxtasis. La Luna parecía brillar a través de la pequeña abertura de la cámara. El dolor de la Marca en mi vientre se convirtió en una liberación ardiente.

Sentí la energía del vínculo Alpha correr a través de mí, sellándonos. Kraven Smith era mío. Yo era suya.

Mi cuerpo se convulsionó, y caí en el placer. Kraven apoyó su frente en mi hombro, respirando pesadamente, saboreando el triunfo.

Y en ese instante, en el silencio posterior, cuando la Marca de la Luna debería haberse calmado y el destino debería haberse sellado, el mundo se detuvo por segunda vez.

Un nuevo aroma.

No era tierra, ni especias. Era sal, océano, y un toque de vainilla cálida. Un perfume que no solo era diferente, sino que era un antónimo del aroma de Kraven.

Era igual de embriagador. Igual de potente. Y mi loba, que acababa de calmarse tras la unión con Kraven, comenzó a aullar de nuevo, más fuerte que antes, con una demanda nueva y confusa.

Sentí un segundo latido de dolor agudo en mi vientre, justo al lado del primer sello, como si una segunda Marca se estuviera grabando en mi piel.

Kraven levantó la cabeza de golpe. Sus ojos grises se abrieron, llenos de furia y confusión. Su olor a Alpha recién unido se intensificó, volviéndose posesivo y protector contra la intrusión.

-¿Qué es eso? -rugió, mirando hacia la puerta.

Pero yo ya no estaba mirando la puerta. Estaba mirando sus ojos, sabiendo que él no podía sentir lo que yo sentía.

El aroma a sal y libertad era cada vez más fuerte, llenando la cámara. Y justo cuando Kraven se preparaba para levantarse, el cerrojo de la puerta cedió.

Y allí, de pie en la entrada, bajo la luz plateada de la luna, estaba Gael Palvin.

El Alfa del Oeste.

Sus ojos verdes, llenos de picardía, se posaron primero en Kraven, tendido sobre mí. Luego, lentamente, se encontraron con los míos. Su sonrisa, la más carismática y peligrosa que jamás había visto, se ensanchó en una expresión de pura burla.

Y mi loba, en el fondo de mi alma, rugió la verdad imposible: Mío. Dos veces.

            
            

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