Los Dos Mates de la Alfa Destiny
img img Los Dos Mates de la Alfa Destiny img Capítulo 5 La doble marca
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Capítulo 6 La triple manada img
Capítulo 7 La cena triple img
Capítulo 8 La vidente img
Capítulo 9 La primera tarea conjunta img
Capítulo 10 La intención de medianoche img
Capítulo 11 La tentación img
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Capítulo 5 La doble marca

El silencio después de la partida de mis dos mates era más pesado que el fragor de su batalla. El aire estaba cargado de los restos de una pasión violenta y dos esencias Alpha distintas que luchaban por la supremacía en mi cámara.

Me quedé de pie, desnuda entre las pieles, temblando no por frío, sino por la descarga de adrenalina y el shock de la revelación. Llevé una mano a mi vientre, tocando el punto que ardía con un fuego dual. La Marca doble.

La primera, la de Kraven, se sentía como una brasa: sólida, caliente, una promesa de pertenencia firme que ya había sido sellada en la carne. La segunda, la de Gael, era diferente: una corriente helada y electrizante que bailaba alrededor de la primera, prometiendo libertad y desafío. La dicotomía del deseo. Mi loba no solo estaba desgarrada; estaba confundida. Un instante me impulsaba a perseguir el olor a especias y montañas; al siguiente, me arrastraba hacia el aroma a sal y océanos.

Tuve que obligarme a recuperar el control. Destiny Thomson, me dije, forzando la mente Alpha sobre el cuerpo mate. Tú eres la Alfa. Esto es un problema que requiere liderazgo, no lujuria.

Me obligué a buscar mi ropa. Kraven había dejado la suya regada por el suelo en su prisa por irse. Gael, por supuesto, la había usado. Su partida había sido tan calculada como su entrada.

Mientras Kraven, todavía jadeando por la furia, se vestía rápidamente, su mirada me había prometido venganza y una posesión aún más intensa. «Esto no ha terminado, Destiny. Yo soy tu Alfa. Yo soy el único.» Su voz había sido un hilo de acero, y antes de salir, se detuvo para oler el aire. Su ceño se frunció ante el aroma de Gael. Luego, miró mi cuello como si pudiera ver la Marca dual, y su gruñido fue tan bajo que casi se sintió como una caricia en la nuca.

Gael, por otro lado, se había tomado su tiempo. Mientras se abotonaba su túnica de cuero claro, mantuvo su sonrisa socarrona. Sus ojos verdes nunca dejaron los míos. Su adiós fue una promesa seductora: «Te veo al amanecer, mi Alfa. Ya veremos cuál de nosotros tiene el apetito más grande.» Se había ido dejando tras de sí un rastro deliberado de su perfume de vainilla y sal, como un marcador territorial descarado.

Mi cuerpo aún sentía el peso de Kraven, su fuerza, su posesividad, pero mi mente estaba obsesionada con la promesa implícita de Gael. ¿Cómo se sentiría su toque? ¿Su conexión sería tan dominante como la de Kraven, o tan libre como el mar?

Me vestí rápidamente, recuperando la túnica que Kraven había rasgado al quitármela. Cada hilo roto se sentía como una burla. Mi armadura habitual, la compostura, era lo único que podía ponerme ahora. La rabia, la furia de mi Alfa, era el único escudo contra la locura. No iba a permitir que el error de una Diosa o los celos de dos Alfas masculinos me convirtieran en un premio.

Llegué hasta la puerta y descorrí el cerrojo. Mi Beta, Uriel, estaba esperando afuera, con la espalda recta y el rostro pétreo. Él era el único que podía oler la mezcla de mis dos mates en el aire, el único que conocía la verdad.

-Alfa -dijo, su voz tensa. No me preguntó qué había pasado; no se atrevió.

-Uriel, quiero que convoques al Consejo. Ahora -ordené, con la Voz tan firme que disipó el olor a celos que llenaba el pasillo-. Que vengan todos los Ancianos y Betas de esta manada. Y quiero a los emisarios del Este y del Oeste presentes.

-¿Los Alfas Kraven Smith y Gael Palvin estarán...?

-Estarán -le corté-. Ambos. Diles que la ley de la Luna ha sido desafiada. Y que la reunión será de puertas abiertas. Quiero que mi manada escuche y vea la locura que nos ha sido impuesta.

Uriel asintió, su rostro pálido pero resuelto. Se alejó a paso rápido para cumplir mis órdenes.

Me dirigí a la ventana, observando cómo las primeras luces grises comenzaban a teñir el cielo por encima de los pinos. El amanecer traía no solo el conflicto político, sino la certeza de un encuentro. Mis dos mates, en la misma habitación, luchando por el derecho a reclamar mi vida.

No podía permitir que eligieran por mí. Si el destino me había dado dos Alfas, entonces yo no iba a elegir entre el fuego posesivo y el mar seductor. Iba a tomar ambos.

Me giré hacia el espejo, ajustándome el cinturón de cuero. Mis ojos ámbar eran fríos y duros. Kraven era Tradición, Gael era Tentación. Pero yo era Destiny. E iba a demostrarles que la Diosa de la Luna se había equivocado, pero que su Alfa n o se doblegaría ante la tradición.

                         

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