Gael estaba apoyado en el marco de la puerta, con una postura tan relajada que era una provocación insultante. Estaba completamente vestido con ropas de cuero claro, lo que lo hacía parecer aún más peligroso en contraste con la desnudez cruda y vulnerable de Kraven y la mía. Sus ojos verdes, que brillaban bajo la luz de las brasas, me estudiaban. No había lujuria descontrolada en su mirada, sino una curiosidad predatoria, como un gato que observa un ratón que sabe que ya está atrapado.
-Qué lástima interrumpir el festejo, pero si gustan me puedo unir -dijo Gael, su voz era melodiosa y llena de una seguridad exasperante, una burla musical comparada con el profundo gruñido de Kraven.
Kraven se irguió sobre mí, su cuerpo masivo tensándose. Su piel estaba sudorosa por la unión, y el olor a posesión se volvió metálico con la furia. Me cubrió con su cuerpo de una manera que no dejaba dudas: yo era su territorio.
-¡Largo! -La voz de Kraven era un rugido gutural que hizo vibrar el aire de la cámara-. ¡Sal de aquí antes de que te destripe, perro del Oeste!
Kraven hizo el amago de levantarse por completo, exponiendo su forma desnuda y furiosa. Él no tenía vergüenza; tenía autoridad territorial.
-Calma, Kraven -Gael se enderezó, dando un paso hacia el interior de la habitación. Era un movimiento calculado para invadir-. Me sorprende tu falta de modales. Acabas de marcar a la señora. ¿No tienes la decencia de presentarte a su otro mate?
La palabra "otro" golpeó la habitación como un puñetazo. Se incrustó en mi mente, justo al lado del segundo dolor de Marca que seguía palpitando en mi vientre.
-¡Mientes! -Kraven me miró, buscando la confirmación que no podía darle. Su agarre en mi hombro se apretó, casi hasta el dolor-. ¡La Luna es perfecta! ¡Solo hay uno!
-Oh, ¿por qué no le preguntas a la Alfa, Kraven? -Gael ni siquiera lo miró. Sus ojos verdes se fijaron en los míos, buscando mi reacción. Era una provocación sensual y mental, una forma de obligarme a elegir o, peor aún, a aceptar la realidad.
-Destiny -Kraven me sacudió ligeramente. El pánico en su tono era lo que realmente me aterrorizó-. Dime que miente.
Mi boca se abrió, pero lo único que salió fue un jadeo. La oleada de conexión que sentí con Kraven era indiscutible. La pasión, la familiaridad de su aroma... era real. Pero justo en el centro de ese vínculo, ahora había una segunda fuerza tirando, una fuerza tan familiar como el mar.
-Destiny me buscó hace meses -dijo Gael, su voz ahora más baja, más persuasiva, una caricia peligrosa-. Sentí la Marca, pero no entendí la dilación. Luego, esta noche, justo en el momento de tu unión, el dolor en mi hombro me gritó la verdad: la Diosa nos ha atado a los dos. Somos sus dos Alfas.
Me deslicé fuera del abrazo de Kraven. Me senté en las pieles, ignorando mi desnudez, mi atención dividida entre la furia del Este y la calma peligrosa del Oeste. El olor de Gael me invitaba, me prometía que su tacto sería diferente, más suave, más libre que el control posesivo de Kraven.
-¡No te atrevas a tocarla! -Kraven gruñó, dejando de lado toda pretensión humana. Sus hombros se encorvaron, y los músculos de su espalda se hincharon. Su lobo estaba a punto de tomar el control.
Gael se cruzó de brazos, su postura era de superioridad desafiante.
-Ya te dije, Kraven. Soy su mate. No importa si llegué segundo. La Marca está en mí también. Y te aseguro, Alfa del Este, que mi lobo no es tan fácil de satisfacer.
Esa declaración fue el detonante. Kraven rugió, un sonido que desgarró mi alma. Se lanzó hacia Gael, una masa furiosa y desnuda de músculo y celos.
-¡Vas a morir! -gritó.
Los instintos de Gael eran más rápidos de lo que su postura relajada sugería. Se movió a un lado, evitando el golpe, y lanzó una patada lateral que golpeó a Kraven en el costado, obligándolo a tambalearse.
El aire se llenó del sonido de la lucha. Kraven y Gael, mis dos mates, se estaban atacando en el piso de mi cámara, desnudos y vestidos, con una ferocidad Alpha que destrozaría todo.
No podía permitirlo. Si se mataban, la culpa de mi error sería la ruina de mi manada.
Me levanté de las pieles, sintiendo mi propia loba arder con una furia fría que superó el deseo.
-¡Basta! -Mi voz no era un grito; era la Voz del Alfa, cargada con toda la autoridad de mi linaje.
Ambos se congelaron. El poder de la Voz, potenciado por la Marca de la Luna que ahora ardía doblemente en mí, era incontestable. Kraven se detuvo con las manos convertidas en garras, a centímetros de la garganta de Gael. Gael, que había estado a punto de devolver el golpe, se detuvo, su expresión de burla reemplazada por un respeto forzado.
Me acerqué a ellos, de pie entre mis dos Alfas.
-Ni la Luna, ni la Marca, ni el destino les da derecho a derramar sangre en mi hogar -dije, mirando primero a Kraven, luego a Gael. Sentí el dolor del doble vínculo, el tirón de ambos, la necesidad de dominarlos a ambos-. Ustedes son mates míos. No son rivales. No son asesinos.
Mi respiración era pesada, mi corazón latía con locura. No me había vestido. Estaba expuesta, vulnerable y más poderosa que nunca.
-Ahora, ambos. Vístanse. Y dejen mi habitación. Este conflicto se resolverá en la sala del Consejo, a la luz del día. No en mi cama.