Al tratar de recobrar mi conciencia y de la situación. Estaré vomitando todo lo que ayer bebí y engullir. El malestar de la cabeza, incremente unos niveles más desdichados. Cierro con pesar los párpados y vuelvo a abrirlos. Todo mí alrededor da vueltas. El mareo es instantáneo. Recuerdo porque odio tanto las sensaciones de la resaca.
Eso me pasa por haber bebido tanto. Joder. Hago promesas de que no volveré a beber y después estoy ebrio hasta la médula.
Llevo una de mis manos a la boca y bostezo. Mitigo los escabrosos sonidos. Sigo parpadeando, pongo empeño para adaptar el enfoque de mis ojos, en un objeto brillante, que resalta en uno de mis dedos. Encaró el panorama, noto con exactitud que, se trata de un jodido anillo y no cualquier anillo, es el anillo. Sin comprender del todo intento movilizarme a través de la cómoda cama. Supongo que uno de los síntomas, de la resaca, es delirar. Estuve bebiendo tanto, que jamás había podido experimentar está síntoma.
Joder y mil veces joder. Soy peor que un camionero bebiendo licor. He aquí las consecuencias.
Procuró incorporarme donde sea que estuviera acostado. Sin embargo, dos cosas me lo impiden, el primero, un ligero ardor en la espalda baja. El segundo, un brazo adherido alrededor de mi cadera. El individuo que está a mi lado comienza a removerse. Aquel brazo contiene unos finos vellos cobrizos, aparte que es duro y pesado. Está muy sujeto a mi cintura; impidiendo que haga cualquier movimiento. Es una posición incómoda. Es ahí, cuando percibo no solo mi desnudes sino también la de él...
Poco a poco empiezo a percatarme de la oscura cabellera a mi lado. La sorpresa se queda corta al vislumbrar a "un Jules" despertando junto a mí. Siente mi mirada. Despliega su brazo de mi cadera. Se despereza; usa sus manos como brochas paseándose por el rostro. Intenta borrar las huellas de insomnio. Batallo internamente con mil docenas de dudas... pero, no hay respuestas. Sus facciones se contraen trayendo consigo un reflejo confuso y enojado. Bajo la vista, recorro su rostro colérico, sigo el camino por su pecho fuerte y marcado. Logró determinar los montículos inflados de musculos. Sin embargo, toda la trayectoria se ve afectada, al posar mis orbes: en su mano derecha, elevada en al aire. Para ser más exactos en su dedo medio. También posee ese anillo, solo que este no es tan llamativo como el que cargo puesto. Jadeo fuerte al finalizar el rompecabezas en mi mente. Mi respiración empieza a agrietar. Mis ojos se humedecen por lo que mi psiquis emprende a dar revuelcos queriendo recordar lo ocurrido de ayer.
Risas. Bebidas. Besos. Flashes. Bebidas. Dos sonoros «sí.» Nuevamente flashes. Besos. Manos recorriendo cada parte de mi cuerpo. Flashes. Besos. Sexo. Sueño.
¡Mi padre me va a asesinar! ¡El agente de imagen de mi padre! ¡Y yo también colaborare en mi asesinato! Un temblor recorre todo mi organismo; intentó girar en dirección del beisbolista. Antes de hacerlo, soy empujado con rudeza fuera de la cama. En la caída golpeó mi cabeza con el orillo de esta; terminó en el suelo doblándome del dolor. Dirijo mi mano derecha al sitio afectado. Hay un líquido viscoso en la palma. El haber tocado el área afectada, se convierte en otro error, el dolor incrementa.
-¡Sandeces! -sollozo fuerte. Noto la palma de mi mano cubierta por una capa de sangre solidifica. La hediondez de esta hace que me maree. De reojo, mis ojos distinguen como Jules se levanta de la cama tirando del cabello una y otra vez. Muestra indicios de ansiedad y desesperación. Trata de calmarse, sin embargo, falla una y otra vez.
-¡Maldición! -su cabreo, vas más allá de la normalidad. Me levanto del suelo con cuidado. Con las piernas temblorosas camino en dirección a la puerta que está abierta; perteneciente al cuarto de baño. No me molestó en cubrir mis partes íntimas, supongo que las vio como un ladrón desvalijando su botín-. ¿Qué mierda sucedió entre... nosotros?
Cuelgo una mirada reveladora. El incremento de dolor de cabeza es mucho más insoportable. A pesar de, no pestañea y un resentimiento sombrío abarca toda la iris de sus ojos. Paralizó todo mi sistema corporal. No sé si fue por la energía o porque soy un maldito sumiso de mierda. Su vista es brumosa. No desproporciono ninguna queja que emane de mi boca; queriendo huir de mis labios. El malestar de cadera se enlaza con el daño de mi cabeza. Abro un cajón donde indica «Primeros Auxilios». Extraigo un par de gasas y agua oxigenada. Ubico todo en el lavamanos abriendo con mis temblorosas manos la llave que deja salir enseguida el agua. Remojo un poco y las situó en mi cabeza. Me pillo al ver mi cuerpo cubierto por algunas sombras entre purpurinas y rojizas difundidas desde mi cuello, hombro y torso. Giro mi horizonte hasta mi espalda donde consigo mucha más de estas. Oigo algunos ecos de objetos volcando contra el suelo en la habitación. Mis ojos barren con sutileza el cuarto de baño. Aprecio el afanoso y rígido ambiente que se ha creado. Indudablemente no sería buena idea molestar a una persona encrespada. Siempre trae complicaciones. Con mi padre es casi lo mismo, por eso prefiero alejarme o afirmar así no tenga la razón.
Minutos después. Estoy duchado y atendido la contusión en la cabeza, salgo del cuarto de baño con una diminuta toalla enrollada a la cadera. Hay un par de gasas estériles cubriendo una parte del cráneo. Tuve que cortar el cabello en la parte afectada para poder curarla. Había aprendido primeros auxilios a los dieciséis años de edad. Camino en dirección de vuelta a la habitación, por el camino encuentro una parte de la ropa que usé el día anterior. Diviso a Jules sentado en uno de los tres sillones que están frente a la cama; tiene los codos apoyados en el sillón, sitúa una de sus manos en el rostro y la otra en medio de sus piernas. Es una postura bastante masculina. Lleva puesto un bóxer negro de la marca Calvin Klein. Todo él refleja definición y cuidado de su esculpido cuerpo. Toda mi entidad es fuego. Soy consciente de las sensaciones que me prorrumpe. Con las mejillas calientes sigo observándolo como si fuese un colegial frente a una clase de sexología avanzada.
Regreso con la ropa en mis manos hasta el cuarto de baño. Me cambio enseguida. Ubicó un bóxer azul marino tirando de la plateada pretina a la cadera. Del resto de la vestimenta que utilice ayer, no queda casi nada. La vergüenza cae repentinamente sobre mí. Puedo discernir que él pelotero es un bárbaro en la cama. El mismo dolor indispensable en la cadera junto a los chupones dosificados en el cuerpo son las respuestas.
¿Pero qué mierda? ¿Qué son esos pensamientos tan degenerados, Joseph? Más o menos serían los comentarios que idearía madre.
Nuevamente emigro del baño consiguiéndome al beisbolista. Vislumbro su reflejo ambarino posado en mi mano. Desciendo el espectáculo a ella. No quita el ojo de la mía ni de la suya; es una inundación de desconciertos bilaterales (será pendejo. Como si no se lo hubiese notado en un principio) todo parece aclararse cuando sus ojos se vuelven atónitos. Mi ceño se frunce ante su reacción, tampoco esperaba una de dicha. Aunque no deseo admitir, su reacción crea un revuelo en mí estómago. Todo en él es histeria y pólvora.
-¿Qué mierda...?
Un par de toques a la puerta llaman nuestra atención. Dejamos el juicio a medias. Las fricciones se hacen cada vez más constantes y estresantes. Paso saliva con pesadez. Ojala y no sea mi padre.
Jules toma un pantalón de chándal, se lo coloca rápido. No retiro la mirada de su ancha espalda; sin darme cuenta, me ruborizo al notar algunos arañazos. Sus hombros están tensos. La mandíbula está estrujada. Gracias a todos los santos que yo no soy la persona que está tocando la puerta con esa insistencia; seguro estará con el rostro desfigurado (y con esos enormes brazos, aún más). El beisbolista abre la puerta ruidosamente. Por ella atraviesa una mujer, y no cualquier mujer. Conserva el cabello castaño fosco. Sus ojos se pasean por toda la estadía, su ceño está densamente fruncido, sus fríos sentidos me observan escuchándome hasta sorprenderse de las gasas en mi cabeza. Jules tiene los brazos cruzados dejándose ver, más fuerte de lo que es. Mira reprobatoriamente a la mujer que me observa con confusión.
-Joven Rodsonwell. Mi nombre es Nattasha Wilson, representante general de los YNY y manager directo de este cabeza dura -señala a fornido hombre quien no deja de observarnos con desdén. El fortachón se encamina al sillón donde estaba anteriormente. Diagonal hay una pequeña mesa en la cual se halla una botella de Whiskey y un par de vasos de cristal medianos. Uno de ellos con el líquido más abajo de la mitad. Ambos vemos como bebe el resto de golpe. Por instinto hago una mueca
» -... como decía... -tira un periódico junto una revista. Automáticamente me pongo ansioso. Es una revista que siempre está detrás de mí buscando chismes todo el tiempo; por la que continuamente estoy escampando. «Drama» es un nombre perfecto para la industria de la farándula de Estados Unidos-... tenemos que hablar seriamente de lo que sucedió anoche-nos señala-. Es un tema complicado y... precipitado.
Cojo la revista de sus manos. Siento una presencia a mis espaldas. Es Jules. Roza sus manos con las mías. Se sintió... bonito, extraño, denso. Atrayendo el periódico siento un cosquilleo en mi espalda, parece sentirlo, no obstante lo evita empujándome despacio. Cierro los ojos de nuevo con más fuerza. Mis labios se tornan en una afable línea recta. El dolor de cadera aumenta y lo callo.
Abro los ojos y evalúo como la respiración cambia en ambos. Oigo como algo se quiebra contra la pared. Ni eso hará que mi cuerpo reaccione. Ya no siento el calor corporal, que Jules, me estaba brindando segundos antes.
En la portada de la revista aparece una foto donde se ve perfectamente Jules y yo dándonos un beso y no cualquier beso, ES UN BESO. Con mucha ambición, afecto y... ¿sentimientos? Si bien, mi verdadera atención está dirigida es en la ubicación donde fuimos fotografiados... es en una capilla... Otras imágenes, aunque más diminutas, resaltan, tratan de nuestras manos entrelazadas; donde están los anillos que cargamos en nuestros dedos. La última que sobresale del resto aparecemos entrando al hotel. Reviso la página dieciocho y ahí... está el artículo que nos incumbe por completo.
«El jugador de béisbol de las grandes ligas Jules Stronligth y el hijo del millonario abogado Harold Rodsonwell, Joseph Rodsonwell o ¿Joseph Stronligth Rodsonwell?... ¡se casaron privadamente en la ciudad de Las Vegas! Uno de nuestros fotógrafos de Nevada, capturó la química de los dos reconocidos; desde el casino Venetian. Sin embargo, lo que más impactó fue su matrimonio en privado. ¿Qué sucedió con la mujer que aclamaba ser novia del pelotero? ¿Acaso siempre fue una farsa? Información cercana, revelaron que ellos se veían en privado en múltiples ocasiones ¿Cambió la táctica de su juego tan rápido?»
Inhalo dificultosamente, miro de lado a la mujer que intenta calmar a Jules, quien gira proyectándome furia, disgusto, lujuria...
«Algunas de las personas que estuvieron presentes dijeron que parecía uno de esos amores eternos...» coloco mis ojos en blanco por décima vez en lo que lleva de la mañana, ¡como si eso fuese verdad!... « ¿Cómo fue que tomaron esa decisión así de simple? ¿Qué sucederá luego de esto? ¿Habrá niños corriendo por las mansiones de estos hombres pronto? ¿O simplemente intentaron casarse para llamar la atención?»
El dolor de cabeza incrementa. Un sutil mareo me hace posar mi mano en el área afectada de la cabeza.
-¡Maldita sea!, ¿No ves que es cierto? -el alarido de Nattasha, hace que me estremezca-. ¡Tú sabias las consecuencias de haber bebido tanto anoche! -Sigue regañando a su cliente-: ¡imagínate si fuera otra cosa!... ¡Un maldito accidente! ¡U otra cosa, Stronligth! ¡Qué poca responsabilidad tienes! ¡Por lo menos nosotros sí pudimos observar sus rostros para notar que estaban ebrios, de lo contrario pensaríamos igual que esta maldita revista de mierda! -protesta enojadísima. Jules custodia su vista en mí. Sus ojos espían esperando que dé un movimiento para poder atacar. Paso saliva ansioso. Dejó la revista sobre la cama.
-Cállate, Wilson -increpa de vuelta Jules. Su voz se halla rasposa. En mi estómago hay una danza sin fin que me tiene desconcertado. Toda esta información abrumadora me produce arcadas. La mujer lo observa furiosa. Luego fija la mirada en mí. De modo drástico cambia su actitud. Pego un brinco al sentir ambas miradas sobre mí presencia.
¿Qué puedo opinar en este momento?
«Tú eres el psicólogo, imbécil. Piensa en algo»
-Yo... -la chica toca el pecho de Jules diciéndole que se calmara, dejó salir un sonoro suspiro-... no sé... cómo fue que esto -nos señaló a ambos- sucedió.
-¡Claro que no lo sabes!... imbécil -ruge a excepción de la última palabra; claramente se escucha. Mi cuerpo tiembla ante su gruesa voz-. Si estábamos ebrios, maricón -mis ojos se humedecen. Cada poro es abordado por la ansiedad y estas son secuelas de una infancia antiestética.
Mi teléfono comienza a sonar en algún lugar de la habitación. La ansiedad acrecienta. Tengo un mal presentimiento. El teléfono está en la alfombra tirado en la entrada de la habitación. Entrecierro mis ojos y llegó hasta él. Lo tomo, es una llamada de mi madre, exhaló. Miro la pantalla decidiéndome si contestar o no...
-¿Qué no piensas contestar, marica? -la voz de Jules vuelve a resonar hiriéndome por completo. Cada palabra es una puñalada afanosa.
-¡Jules! -Sermonea Nattasha- ¡Deja de tratarlo así! Porque no creas que no solo lo observan de esa manera, ¡También se trata de ti también! ¡Así que cállate antes de que te patee las bolas y te enseñe a respetar para que te respeten, idiota!
Acepto la llamada y lo posiciono en mi oreja derecha, escuchó la exclamación de mi madre.
-¡Dios santo, al fin contestas mi llamada! -siento dos lágrimas descender de mis ojos ante la ligera voz de mi madre, con ella puedo destruirme. Tal cual, como de un rascacielos se tratase.
Madre es madre.
-Madre -musitó.
-Joseph -resopla- ¿Por qué no me dijiste nada? -su voz suena decepcionada, nuevamente-. Me hubieras explicado... yo... me siento desertada...
Siento más lágrimas proceder de mi ojos. Doy vuelta y me adhiero a la pared dejándome caer hasta quedar sentado en la fría alfombra.
-Madre, no es eso... -escuchó un sollozo de su parte; cierro mis ojos con ímpetus, sísenlo el rostro lentamente-... te explico cuando esté en casa.
-Tu padre está muy enfadado, dijo que demandaría a los patrocinadores de ese jugador -pongo mis ojos en blanco ni eso puede detener las lágrimas.
« ¿Cuándo no lo haces padre?»
-Mamá... debo colgar, te hablo al rato -no la dejo responder. Cuelgo de una vez.
Observo la pantalla. Tengo varias notificaciones. Mensajes, llamadas perdidas, WhatsApps, Twitts... en fin; creo que cree la tendencia que no quería crear.
Me levanto del suelo, Nattasha está callada viendo un punto fijo. Jules sigue bebiendo de su Whiskey. Por lo menos estoy quebrandome en la alfombra. Hice a mi madre llorar. La decepcione nuevamente. Algo más que añadir a la lista. Aún sostengo la camisa rota entre mis manos, la llevo hasta mi pecho, fue un regalo de Tayron.
¡Mierda no me acordaba de él!
Con mi mano derecha busco en mi celular el número de mi amigo, marcando enseguida. Comienza a sonar los tonos. Uno, dos, tres. Uno, dos y tres, suena un chirrido de aceptación.
-Espero que tengas una respuesta a lo que estoy observando en este instante. Y quiero la verdad «Señor, Stronligth Rodsonwell» -trago saliva ante su subraya en el apellido al que me he adherido.
Mierda, estoy casado.
-¿Dónde estamos? -le pregunto a Nattasha. Procede a revisar en su cartera la revuelve un poco; saca un papel de color café. Lo tiende, enseguida lo tomo. Leo el contenido y se lo vuelvo a pasar.
-¿Y bueno? -Su insistente voz me hace eufórico, intento controlarme, no tengo la necesaria confianza con estas personas como para gritarle a mi amigo por celular.
-Estoy en el mismo hotel que nos estamos hospedando, pero en la habitación del último piso, en la presidencial -escucho el pitido de que el estúpido Tayron me colgó-, Imbécil -pronuncio.
«Que le vaya a colgar a las meretrices con las que se acuesta»
Giro el cuerpo. Recibo unas características expresiones por parte del dúo de individuos que me suministran atención de distinto carácter. Me acerco a la mujer. Tiene un iPad al que le teclea, le lee y le habla. Mantiene un auricular en su oreja izquierda, como si se tratase de un guardaespaldas.
-Acaban de salir por las noticias estelares, su obra de arte -satiriza Nattasha recibiendo un gruñido de parte de Jules-. Parece que el porcentaje de 100%, el positivismo de las personas al ver esto es el 78% y el negativismo es el 22% por lo cual a los patrocinadores le pareció algo que influenció en positivo en las ventas de sus productos de la que eres parte.
En mi caso produjo un caos. Nattasha.
Jules la observa entre embrollado y pasmado. Como no entiendo nada no hago ninguna expresión facial.
Más bien tengo hambre. Todo ese caos me ha causado un repentino apetito.
La puerta empieza a sonar y Jules nuevamente va y la abre; entra un cabreado Tayron, quien observa mal a Jules. Guau, y yo creí que gritaría como infante lleno de felicidad al poder ver su estrella deportiva, pero en vez de eso lo mira malamente. Doy un paso hacia atrás. Tayron me ve amenazante. Elevo las manos en son de paz. De todas formas no podría escapar, con solo el mastodonte de Jules que está impidiendo la entrada y salida de la puerta, no saldría ileso.
-¿Entonces qué quieres decir? -inquiero a la respuesta del manager del pelotero. Trato de inhibir el austero ambiente cada vez se pone peor, temo que se vuelva una de las guerras mundiales.
-Lo que quiere decir es que... -es interrumpida por su celular. Hace un amago con la mano, yéndose a contestar.
Dios mío. Que frustrante es todo esto.
Minutos después regresa. Tiene una mano en la sien, la masajea. Por lo menos a mí se me disipó el treinta por ciento del dolor de cabeza.
-Jules, necesito hablar contigo, por favor, es urgente -me digno a observar a mi amigo. Quien, en todo este tiempo, se mantuvo silencioso y eso es algo impropio de él.
-No quiero comentarios respecto... -alzo mi mano señalando el lugar-... A esto ¿sí? -asiente poco convencido-. Madre, llamo -me mira boquiabierto. Me arrastro hasta la cama. Tomó asiento en ella, dejó caer mi cuerpo completo en ella. Tayron imitó mi acción. Muerdo mi labio ligeramente reprimiendo una frustrante eufonía-: La decepcione nuevamente, piensa que esto lo tenía planeado y que no le comente porque intuía que no le tengo confianza -observó la cubierta. Es de un tono blanquecino grisáceo, con algunos detalles fuertes de pronunciación. Lo que más me llama la atención es el número perfectamente pintado. Me pregunto que significa tanto ese número para Jules.
-Bueno... le dirás y ella deducirá -giro mi semblante para volver a detallar al idiota que tengo como amigo-, me siento un maldito niño, nunca pensé estar tan cerca de mi jugador estrella -cascabelea-. Es algo indescriptible... -el semblante cambia al notar algo en mí-, ¡¿Qué sucede?! ¡¿Por qué lloras?! -los sollozos salen espontáneamente de mi boca, él se acerca y me abraza con fuerza. Pasa su mano por mi cabello acariciándolo.
-No sé qué hice mal -hipo-... ayer prometimos que solo nos íbamos a divertir y... hoy amanezco casado y con un hombre que me odia por mi condición sexual y que siente que lo saque del armario de la peor manera... -balbuceo entre las lágrimas saladas.
-Ay, Joseph -sigue acariciando mi cabello. Siento mis párpados caer lentamente.
El cansancio cae en mi cuerpo, Morfeo arropa con su suave y áspera cubierta todo mi cuerpo. Quedo solo en mis pensamientos. Solo nuevamente, sin poder ser rescatado.