Cerraba los ojos de vez en cuando la música empezaba a surgir pro-yección afectuosa en mi entidad y en mis sentimientos.
-Mmmmm... Hmmm. Mhmhmmm -el sonido que proviene de mi boca imita al de la cantante. Es como si la harmonía siempre fue parte de mi raciocinio.
«If you can take away all my love, what do I need it for?
You can take away all these words, there's no meaning any-more.
You can take away everything leave me lying on the floor,
All those sorry's, we can't go back to the start.
You can't fix me, I'm torn apart»
«I wanna run away from love, this time I have had enough.
Every time I feel your touch, I'm broken.
Shattered all the pieces of parts.
Never thought I'd fall so hard.
I'm putting back together my heart, it's broken»
Sentía que mis ojos empezaban a humedecerse al compás de la triste sinfonía, mis pies empezaron a moverse en un deli-cado y suave compas de lado a lado, mis manos palpaban el borde de mi pantalón, presintiendo un cosquilleo en mi pecho, era soledad. La soledad que nunca pude desquitar de mi cuerpo, ni cuando mi padre aplicó aquella experiencia que jamás se me olvidará.
«You can take these photographs and watch them fade away.
You can through away all these letters; I don't care about what they say.
All those sorry's, there's a million reasons
why you can't mend me, don't even try»
Las lágrimas amenazaban por descender de mis ojos. Oprimía con potencia mis puños, intentado (al menos), no dejar caer las menesterosas lágrimas. Observo el Playlist del celular.
-I know it's gonna take some time, to finally realize. I got nothing left inside, nothing to hide, I'm broken, broken, broken -termino de cantar. Sintiendo las lágrimas descendiendo de mis ojos, la letra es tan ponderosa que me imagino el futuro así de quebrado con Jules.
Hace un día que había hablado con la manager de Jules. Mi padre aún no ha llamado y eso es algo que agradezco por completo. No quiero recibir por su parte gritos o golpizas que me dejan marcado. Siempre supe que soy la oveja psicodélica para padre. El hijo no querido. Padre en toda mi existencia me restregaba que era un engendro, que él debía haber tenido a mi hermana melliza, pues su sueño siempre fue obtener una pequeña nena y solo sobrevivió al parto un varón (a medias). Mi crianza siempre ha sido algo peculiar. Mi madre y mi abue-la paterna Lana, intentaron ponerme vestidos o cosas de chi-cas, pero siempre le daba problemas en ese aspecto.
La historia fue que mi madre estuvo embarazada de melli-zos. Éramos, mi hermana y yo, ella accidentalmente murió en el parto, los doctores confirman que fue que ella llevaba muerta en el vientre de mi madre unas horas antes de dar a luz, por eso fue que yo salí primero. Porque en teoría ella sal-dría antes que yo. En este tipo de partos, el sexo femenino es el primero de salir del vientre de la madre y el sexo masculino el siguiente. Para mi padre fue un golpe demasiado bajo, ya que él estaba encantado con la idea de una nena, pero le salió todo al revés. Intenté de todos los modos hacer que mi padre se sintiera orgulloso por mí, pero nunca llegaba ser suficiente. Siempre miradas frías, gruñidos, bofetadas, golpes y más gol-pes, enseñándome lo malo que hubiera nacido en vez de mi hermana.
¿Tan despreciable puedo llegar a ser? Esa es pregunta que me hacía al saber que soy despreciado por mi propio padre. Madre siempre ha sido dulce conmigo creo que hasta llegar a ser empalagosa. Ugh, y eso que es una persona muy refinada. Ellos se pueden definir como el estereotipo de familia «Feli-ces para siempre» o «Hasta que la muerte los separe», no miento al decir que no se aman, por ellos se aman (o es lo que se demuestran); lo que sucede es que mi padre es demasiado frío como para demostrar sus sentimientos a cualquier perso-na, y más en la misma familia. Hace un mes, recuerdo que me habían indicado que realizara el discurso de despedida para mi graduación. Padre se opuso, ya que eso lo hacían personas inadaptabas. Y yo soy una de esas, solo que soy manipulado por un padre controlador. Y eso duele. Demasiado.
-Joseph -me sobresalto de donde estaba estancado al es-cuchar la profunda voz de mi mejor amigo. Me observaba preocupado-, son las 18:15 horas.
Asiento, a las 19:00 horas salimos a cenar a unos de los gla-murosos restaurantes de Las Vegas. Mierda, ya estoy comen-zado a odiar este lugar. Me tiene preocupado la idea de que padre aun no haya llamado y mucho más al no haber enviado un mensaje de texto con sus típicas amenazas.
-Sí, lo sé. Enseguida voy a ducharme -se acerca y se sienta en el borde de la cama, en ella reposa una delgada capa de seda de color blanco, junto a los lados de ella un par de mesi-tas de noche de color caoba, una estantería con algunos uten-silios para el uso personal.
-Me tiene preocupado, lo... de Jules -observo a mi mejor amigo al escuchar el nombre del hombre que me ha demos-trado todo su desprecio en las últimas veinticuatro horas.
-No quiero hablar de ello, Tayron. Solo quiero intentar dis-frutar los últimos días que tenemos de nuestra estadía aquí. Luego veré que hago, con lo de... -ladeo mi cabeza y conti-nuo-... «Eso» -hago énfasis con mis dedos. Asiente poco convencido ante mis palabras.
-Sabes que cuentas conmigo -sonrió de lado. Me acerco hasta él y le planto un beso en su mejilla. Le oigo suspirar y me alejo, entro al armario donde está reposando mi ropa com-pletamente planchada.
Detallo mí alrededor minuciosamente; distraídamente engan-cho lo primero que encuentro. De todas formas nunca le he tomado importancia a como me he vestido en los últimos años de mi tediosa vida. Mi imagen siempre está en todas partes, circule o no circule bien. Es la ley de la cual me ha tocado sobrevivir. Siempre me he identificado como un chico sereno, lo cual es anormal para mi familia, ya que ellos siempre son hiperactivos. Soy el lado opuesto a ellos, lo cual anota más puntos a favor del odio de mi padre hacia mí persona. Con mis manos cincelo la tela de la camiseta de estampados flora-les. Paso las yemas de las manos por mi rostro, soltando una reprobación. Observo mi relejo traspasado por el espejo que está frente a mí.
-Tengo que disfrutar esta noche -musito para mí mismo.
Miro de soslayo mi alrededor. Parezco un idiota hablando conmigo mismo en voz alta. Ya tengo bastante con mi cons-ciencia.
►♦◄
Tayron, aparca el coche en el parking del lujoso restauran-te llamado: Diamond's. El jefe encargado del valet parking se acerca hacia nosotros con una demostrativa sonrisa. Tiene el cabello rojizo, sus ojos son tan negros como la misma noche, su tez es una blanca tostada. Porta un traje negro con una corbata de color rojo, su sonrisa es muy infecciosa. Por inercia también sonrío. Tayron, les tiende las llaves de su coche, un Audi R8. El chico que: «solo-pienso-con-la-cabeza-de-abajo» lleva puesto un jean marrón ceñido a sus fornidas piernas, como también lleva una franela gris con el borde negro en cuello V, tiene un mini bolsillo en el lado derecho del pecho; encima de esta lleva un saco de color negro, también unos mocasines de color negro.
Maldito obseso de moda.
Realmente no me importa lo que yo haya traído puesto, pues lo único que me importa es estar cómodo; el pantalón de color negro se ciñe a mis piernas con perfección dejando a la deriva mis proporcionados glúteos. Llevo también la franela de flores y un sweater de color gris, mi ostentoso tenis de color negro siempre me acompañan a donde sea que vaya. En mi mano derecha llevo mi celular, el cual sigue iluminándose por las notificaciones, mis hermosos audífonos blancos repo-san en el orificio de mis dedos, comienzo a enrollarlos, con cuidado de que no se dañen, son los audífonos que más me han durado. Creo que llevan conmigo dos meses. Y eso es mucho a mi parecer.
La larga fila de personas que están fuera de los clubs me hace suspirar del aburrimiento, cada una de ellos porta dife-rente vestimenta mostrando su personalidad, moda y eventua-lidad. Algunos se pueden observar con entusiasmo, otros con miedo y el resto normal. Los porteros que tienen más aparien-cia de gorilas mantienen su pose intimidante, con una estatura de dos metros, porte militar dan un viento recóndito y ma-ligno. Cada uno guarda sus secretos y su historia, al igual que yo.
-Por aquí, caballeros -una mujer de unos veinticinco años, nos conduce por el solemne restaurante. Algunas personas dejan de hacer lo que estaban haciendo para observarme. Pongo los ojos en blanco al sentir sus estúpidas miradas. Pero hay una en específico que me hace estremecer, no necesito voltear para saber de quién se trata, porque si volteo voy a saber que en efecto, es la persona que en tan escaso tiempo me ha demostrado su aberración ante mí-. Espero y disfru-ten su cena, llamaré a un mesonero para que les traiga la carta y tome sus pedidos.
Mi mejor amigo, emite un sonido afirmativo. Miro hacia la mesa de vidrio, esta viste por un mantel muy grueso de color negro y en medio uno rojo vino. Un florero en forma de cubo y algunas rosas blancas y rojas puestas encima de ellas. Varios candelabros sitúan el techo de forma vertical, dando un estilo victoriano, muy relajante. La música de fondo es una banda de Jazz que no logro identificar. Coloco mis manos sobre la mesa cuando ya estoy sentado frente a Tayron. Prontamente, un camarero se acerca entregándonos los menús. Se aleja rá-pido para atender otra mesa. Pongo mi atención en las letras e imágenes impresas. Escojo con eficacia una langosta con en-salada al cesar, y un zumo de durazno. El mesonero se acerca ante el llamado de mi amigo, quien de inmediato se acerca con una tablilla y un lapicero en sus manos.
-Por favor, tráiganos dos langosta con ensalada al cesar -miro estupefacto a mi amigo, él no es de comer comida mari-na-, al caballero un zumo de durazno. También traiga su mejor vino.
El camarero asiente anotando y se aleja.
Giro por inercia al no resistir la profunda mirada de Jules so-bre mí. Está sentado al fondo del restaurante, en la esquina de la mesa donde estoy; lleva un saco de gabardina color azul marino, una franela de color cándida, un jean y unas deporti-vas de la marca que es imagen de color beige con azul claro. Su mirada la tiene puesta aun en mí, vislumbrando su profun-do odio. Mandando descargas a todo mi cuerpo. Paso saliva con dificulta al notar cómo lleva su copa de vino tinto a sus labios. Esta acompañado por su represéntate Nattasha. La fémina porta un vestido floral casi igual a mi camiseta. Mis mejillas son llamas ruborizadas al sentir casi la casualidad entre nosotros. Al verme me saluda con la mano entusiasma-damente.
-Parece que hoy será el día de coincidencias -murmuro, Tayron también observa el lugar donde estoy observando, mantiene su ceño fruncido tan típico de él.
-No me digas -responde.
Niego con la cabeza y pongo mi atención en mi celular, situó mis audífonos para comenzar a escuchar la rítmica música de Paramore. Minutos después siento como me tocan el hombro; volteo lentamente a observar la persona quien está interrum-piendo mi relajante hora musical. Nattasha, me ve con su pro-pia sonrisa que cualquier hombre se tiraría sobre ella y besaría sus carnosos labios. Pauso la música y le prestó atención, me tenso al notar a Jules a su lado derecho. Aún mantiene su vis-ta sobre mí, pero sin interés, más bien parece aburrido.
-¡Joseph! -Chilla emocionada, sin ningún tipo de antipatía me abraza sorpresivamente, intento regresarle el abrazo pero ella se retira enseguida-, oye que coincidencia que estén ustedes por aquí; Jules y yo vinimos a cenar ya que ninguno queríamos comida a domicilio -hace una pausa y continua-. Sin embargo, no esperábamos encontrarlos ¿verdad Jules? -asiente desinteresado. Por un segundo sentí la opresión de decepción en mi pecho.
-Que bien, disfruten -mascullo por lo bajo-. Mañana nos regresamos a Atlanta -Nattasha me observa sorprendida por unos breves segundos, enseguida cambia su mirada a preocu-pada-, ¿Qué sucede...?
-Tu padre llamo a los patrocinadores -me congelo-. Ma-ñana vienen para acá, y quiere conversar con nosotros -señala con su mano a los cuatro- junto a los abogados del equipo. Estaba muy enojado...
Observo preocupado a Tayron quien niega devolviéndome la mirada.
-¿No sabes de que quiere hablar? -ella asiente a lo obvio confusa.
Que idiota soy.
-¿No se ha comunicado contigo? -niego. Suspira llevando la mano vacía a la cadera. Reposa su cuerpo contra la silla que resido sentado-. Realmente no sé lo que quiere hacer ese señor. Pero mis instintos me indican que no es nada clemente.
Cierro los ojos fuertemente al recibir un recuerdo de cuando tenía 10 años.
◄ ҉ ►
El chofer familiar me llevaba de regreso a la mansión de padres, apenas llegue corrí fuera del Mercedes en busca de padre. Había sacado la máxima nota en mi clase de química. Estaba orgulloso de haber sido el único de mi clase en sacar la máxima nota del examen del profesor OcCyn; en mi manito derecha mantenía el papel con la calificación que me tenía contento toda la mañana. En el camino me encuentro con Lethicia, el ama de llaves de la mansión. Es una señora ma-yor de unos cincuenta y tantos años. Es dulce y amable con-migo. Al verla me detengo.
-¡Lethicia! -Se le ilumina el rostro al verme. Abre sus bra-zos y la abrazo fuertemente. Beso su mejilla y sonríe abierta-mente-. ¿Sabes dónde está padre? -asiente con la cabeza.
-Claro que si pequeño. Está en su despacho con tu madre. ¿Por qué? -comienza a pasar el torso de su mano por mi cabello haciéndome ronronear como un gatito.
-Quiero enseñarle a padre, mi diez en química -le muestro la hoja de papel y ella sonríe orgullosa al ver mi calificación marcado con marcador azul oscuro.
-¡Felicitaciones pequeño cerebrito! -Me rio ante su ocu-rrencia.
-No soy un cerebrito, soy un niño que busca un poco de atención de su padre -comento suave. Baja la cabeza y asiente. Manda una mirada significativa al chofer, el señor Street, quien afirma para retirarse.
-Ve -me hace una seña con su mano poco envejecida-. Ellos se encantaran con tu diez -asiento y camino al despa-cho de padre.
La caminata hacia el despacho es algo emotiva, seguro padre sonreirá por primera vez ante mi nota. Quiero que me abrase y me sonría. Cuando llego ante las grandes puertas dobles de color beige, la abro con cuidado y fuerza. Soy pe-queño y flaquito y no porto la fuerza necesaria para poder abrirla con tanta facilidad como los demás. La puerta emite un chirrido bajo que indica que alguien la ha abierto; paso por ella sujetando con mi calificación detrás, para que sea una sorpresa. Mantengo una sonrisa en el rostro, mis padres están conversando de algo que no entiendo. Y hablan en ale-mán. Lo cual menos entiendo, ya que solo se algunas pala-bras. Padre está sentado en su silla que gira y desplaza a to-dos lados, además es muy blanda, madre está sentada frente a él.
-¿Por qué no tocas antes de entrar, Joseph? -La dura voz de mi padre hace que baje la mirada.
-Perdón -musito.
-Harold -mi madre sermonea a padre quien me observa con discrepancia-. Oh, príncipe. ¿Qué sucede?
Levanto la mirada sonriendo, madre tiene las piernas cruza-das, tiene una taza de té en sus nudillos. Me acerco a ellos, intentando ser despistado por la fría mirada de padre.
-Es que quiero mostrarles algo -musito aún. Padre me in-timida de sobremanera. Me parece tan matutino eso.
-Ven -madre palmea sus piernas llamándome a sentarme en ellas. Camino rápido y comienzo a escalar en ellas. Los ojos de mi progenitora brillan de presunción. Le entrego la calificación.
Madre la observa sorprendida y me abraza con fuerza.
-¡Ay bebé, felicitaciones!
-Me aplastarás -comento satisfecho.
Se ríe. Le tiende la calificación padre. Quien la toma de sus manos. Mantiene sus ojos puestos en mí. Mira de soslayo la calificación y enarca las cejas.
No hay sonrisa.
No hay abrazo.
No hay nada que demuestre orgullo.
-Es un simple diez -madre lo mira energúmena. Bajo la cabeza. Siento mis ojos húmedos, pero si lloro padre me gol-peará-. Eso no es nada. Tienes que esforzarte más.
Asiento ante sus palabras.
-Yo... fue la mejor nota de mi... clase -murmuro. No subo la mirada, porque si lo hago lloraré.
-Nadie te lo está preguntado, engendro. Quiero que te encie-rres en tu habitación y te pongas a practicar matemáticas.
-¡Harold! ¡Es solo un niño! ¡Y es tu hijo! -lucha madre. Sin querer siento las lágrimas descender de mis ojos.
Luego mi mejilla ardiendo.
Después me encuentro en el sólido y frio suelo con la mejilla roja ante la bofetada que obsequio padre.
◄ ҉ ►
-Tu padre llegará en cualquier momento -la cantarina voz de Nattasha me saca de mis pensamientos. Está sentada fren-te a mí en la estancia de la habitación del hotel.
Jules está observando la lejanía desde el mirador que da desde el balcón del aposento. Tayron, está cambiando de atuendo. Anoche luego de haberme quedado encerrado en mis caviles. Terminamos cenando los cuatro juntos en la mis-ma mesa, la velada fue incómoda lo único grato de aquel res-taurante fue la amena comida. Pronto de eso mi amigo y yo nos fuimos a unos de los shows en vivo donde había un acto en conmemoración al fallecido rey del pop. Luego nos regre-samos al hotel, donde en la mañana llego Nattasha con Jules desabrido. Habíamos desayunado hace algunas horas, una deliciosa comida colombiana. La decisión recayó en: café con leche. Empanadas de pollo y arepas con huevo revuelto con beicon. Fue más que deleitable.
Podía escuchar como la puerta de la habitación de Tayron es abierta, saliendo por ella con una franela de franjas blancas y negras todo en el resalta su marcando abdomen. También lleva un pantalón de mezclilla de color negro junto a unas Nike del mismo color. De igual forma, el señor «yo-pienso-con-la-cabeza-de-abajo», siempre se delimitó como astro de moda. Y yo, que solo me he mantenido con mi pijama de fi-guras de conejitos. Siempre me ha gustado estar en pijama en casi todo el día, soy feliz estando con mi pijama, mis audífo-nos y mi iPod. Podría escuchar todo el bendito día música y no hay nadie quien me saque de mi agujero musical.
En la puerta principal se escucha un par de toques, son fuertes. Paso saliva al saber que es mi padre y las otras perso-nas. No me da vergüenza atenderlos como estoy vestido, por-que así soy yo, y no cambiaría por los demás. Volteo a obser-var a Jules quien en este tiempo no ha comentado absoluta-mente nada, solo sigue observando el horizonte. Me levanto de la cómoda silla. Camino con mis pantuflas en forma de zanahoria (hace combinación con mi pijama de conejitos). La cual es: un sweater de manga larga y un mono de color blan-co. Y estampados de conejos grises y negros.
Ese es mi estilo.
Cuando llego a la puerta la miro detenidamente un instan-te. Respingo al sentir como la puerta es golpeada de nuevo con más insistencia. Tomo el pomo con mi mano derecha y con mi izquierda la posiciono en mi pecho. Jalo de ella. De-lante de la puerta están varios hombres trajeados con edades diferentes, portan un portafolio de cuero elegante en sus ma-nos correspondidas; abogados, es lo primero que me llega a la mente. Deben ser los del equipo de béisbol y los de Jules; padre está en el lado derecho de todos esos hombres, me ob-serva con su inconfundible mirada glacial, niega enojado pero no dice nada. Por el momento.
-Buenas... -hago una pausa ante los hombres que me ob-servan entre sorprendidos y sin ninguna expresión-... tardes -titubeo ansioso por la ojeada de mi padre-. Pasen, por favor.
Me hago hacia un lado, ellos comienzan a entrar, volteo hacia atrás Jules, Nattasha y Tayron observa hacia los hombres y comienzan a saludarlos. Ya cuando los hombres pasan entra padre quien me observa con su ceño fruncido. Paso saliva dificultosamente, él se encamina observando su alrededor con desprecio, tan típico de él. Cierro la puerta y camino hacia los demás. Padre está riñéndole a Tayron por nuestra inmadurez, yo solo me digno en poner los ojos en blanco.
Como si nunca hubiera sido veinteañero.
-¿Y bien? -rompe el silencio Jules, quien mantiene ahora su vista en padre, observándolo severamente.
Todos en el país saben que Harold Rodsonwell es uno de los abogados con alta gama y más precisos además de perspicaz. Nunca ha perdido un caso, siempre sabe cómo ingeniárselas, es una persona fría que odia a su hijo, en este caso yo.
-Señor Stronligth -habla un señor de traje negro con la corbata de color gris. Quien no debe tener más de cuarenta años. Es rechoncho, si no me equivoco es asesor de imagen en deportistas-. Nosotros vinimos porque lo que sucedió hace unos días, creó polémica en el público, y como asesor de ima-gen sabes que este es mi trabajo, dar explicaciones como tam-bién entender el problema.
-Entiendo perfectamente -habla Jules.
-¿A qué quieren llegar? -pregunto exaltado.
Todos inmediatamente voltean a observarme, salto de la im-presión. Padre manda dagas de sus ojos hacia mí. Nattasha observa todo en silencio, lo cual es extraño ya que ella habla sin parar, debe ser que está analizando todo.
-Señor Rods... perdón, señor Stronligth -le miro expectan-te al llamarme por otro apellido-. Nosotros llegamos a un acuerdo con su padre. El matrimonio fue muy sorpresivo -continua-. Ninguno hizo un contrato prenupcial, lo cual al divorciarse traerá mucho revuelo, además de millones de dó-lares a la cubeta ¿entienden? -el hombre de hace rato mira a Jules y luego a mí.
Maldita sea, ya sé por dónde va esto; y no me está gustando.
-Es decir... -callo al ver a padre aclararse la garganta.
-Ustedes al casarse, aunque no debían -me mira reprobato-riamente, inmediato bajo la cabeza-, hicieron que la prensa, revista y la farándula estallara. Fue una bomba que darán por mucho tiempo ¿ya entendieron?, lo que también divorciarse es algo que no toleraré, el apellido de mi familia no estará en la boca de todos con este tema -expresa mordaz-. Por lo que él divorcio seria bajar mi apellido a los suelos y no quiero eso por una irresponsabilidad de parte de ustedes dos -hace una pausa y luego sigue hablando-, un divorcio costaría mi-llones al no haber contrato prenupcial, la mitad de la fortuna de mi yerno -miro expectante a mi padre al decir semejante palabra-; seria dada a mi familia, y Jules no quiere eso ¿cier-to? -Los abogados niegan rápidamente, desvió mi vista has-ta Jules quien observa todo silencioso-. Como también da-ñaría la reputación de ambos.
-Quieres decir ¿qué estaré casado con un marica? -Mi pa-dre asiente con fastidio-, maldición -masculla-. Yo no estaré casado con un marica. Primero muerto.
Siento un nudo en mi garganta y mis ojos humedecerse.
Vuelvo y pregunto. ¿Tan despreciable soy?
-Quiero que te quede claro algo, yernito -recalca enojado mi padre-. No toleraré un divorcio ante mi familia. Si quiero puedo mandar a la mierda tu estúpida carrera como pelotero. Además soy el mayor inversionista de tu equipo y los demás no querrán que me retire de ahí. Por lo que no habrá un maldi-to divorcio en mi familia. ¿Entendiste mejor, yernito?
Jules observa a padre con furia, luego sonríe socarronamente observándome indispuestamente.
-Prepárate para vivir tu maldito infierno, maricón -farfulla caminando hacia la puerta dando grandes zancadas, abre la puerta y la tira con fuerza.
No me permito llorar, aunque quiero hacerlo. No sé qué hice mal en la vida, siempre intente ser un sobreviviente más. Doy vuelta a observar desde el ventanal, el panorama es alegre pero mi cuerpo junto a mi mente están decaídos.