CUANDO LLEGASTE TÚ.
img img CUANDO LLEGASTE TÚ. img Capítulo 3 Perder el control.
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Capítulo 6 Renaciendo como el ave Fénix. img
Capítulo 7 El "papelito" de la suerte. img
Capítulo 8 Un primer encuentro erróneo. img
Capítulo 9 ¡Qué pequeño es el mundo! img
Capítulo 10 Cuando el pasado toca la puerta. img
Capítulo 11 Entre el odio y la pasión. img
Capítulo 12 Eres veneno. img
Capítulo 13 Conociendo el nuevo trabajo. img
Capítulo 14 Una niñez atormentada. img
Capítulo 15 Una llamada inesperada. img
Capítulo 16 Disculpas aceptadas. img
Capítulo 17 ¡P*** suerte! img
Capítulo 18 Un mal día. img
Capítulo 19 Un mal día (parte 2) img
Capítulo 20 Amenaza inminente. img
Capítulo 21 Sangre sucia. img
Capítulo 22 Respira . . . y continúa. img
Capítulo 23 El infiero cerca. img
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Capítulo 3 Perder el control.

¿Cuál es el sentido de la vida? O bien ¿Qué sentido puede encontrarle una persona a su propia vida luego de sufrir un engaño de semejante calaña? Y esa era la pregunta que le golpeaba la cabeza desde el segundo que salió de aquella habitación de cuarto de hotel.

Bruno siempre creyó en los cuentos de hadas y en qué en algún punto recóndito del planeta estaba nuestra alma gemela que, al igual que uno mismo y hasta quizás inconscientemente, vivía en búsqueda de su otra mitad. Él realmente creyó haberla encontrado en Umma desde aquel momento en el que sus ojos se encontraron entre la multitud. Aún recuerda aquel momento.

Sus ojos caramelo resaltaban entre la gente y su cabello rizado tenían la ondulación perfecta. Aquel lunar cerca de su ojo izquierdo resaltaba las facciones de su rostro que parecía haber sido tallado por los dioses. Su sonrisa cautivadora le robo el corazón en ese mismo instante y un tímido "Buenos días" de su parte fue el inicio de su historia de amor.

- Hola. – respondió ella tímidamente, jugando con el largo de su cabello.

- Parece un resorte. – dijo casi sin pensar en cada palabra y ella enarco una de sus cejas. – lo siento... lo siento mucho, hablé sin pensar. – Dijo avergonzado, sintiendo sus mejillas quemarle y evitando su mirada.

- Resorte. – repitió ella sin dejar de mirarlo. - ¿En serio crees que mí pelo parece resortes? – le dijo sería y él, como era de esperarse en ese tipo de situaciones donde se alteraba emocionalmente, comenzó a tartamudear.

- No.. e.. e... es.. que.. que.. tu.. tu.. pelo.. se ... se.. se pare..pare... ce mucho.. al re.. al re. Te.. resorte..." dijo como pudo, sintiendo que su corazón se le salía por la boca, viendo que algunos compañeros de clase, ase agrupaban para reírse de él y ella no soltaba una sola carcajada, estaba completamente sería, por lo que la situación no podía incomodarlo aún más. – adiós. – dijo dándose la vuelta y marchando se del lugar.

- ¡Espera! – grito ella viendo cómo se marchaba entre la gente. - ¡IDIOTAS! – grito con mucho enojo al grupo de adolescentes. - ¡Ey! – lo llamaba de esa manera porque no sabía su nombre, pero de todos modos todo intento era en vano porque él no la oía con el barullo de tantas personas juntas en un mismo ambiente, el patio.

Bruno se sentía tan avergonzado que hizo lo que hacía siempre en estos casos. Esconderse en la biblioteca. Él era un chico con un coeficiente intelectual un poco más alto que el de sus compañeros y era por eso que el resto se burlaba de él haciéndole bulling y poniéndole apodos ofensivos. Muchas veces en años anteriores ha sido víctima de violencia física y como no tenía un solo amigo, se guardaba las cosas para sí mismo y no lo manifestaba ni con los adultos y todo esto lo había convertido en una persona inestable emocionalmente e incapaz de poder socializar con otros y más aún de intentar conquistar a una mujer. Pero Umma no era cualquiera y desde ese segundo en el que le sonrió supo que quería pasar el resto de su vida con ella.

- ¡Idiota! – se dijo cubriéndose el rostro luego de sentarse en el suelo entre los últimos dos estantes de libros infantiles donde sabía muy bien que nadie se acercaría y que ahí podría estar tranquilo.

- Aquí estás. – escuchó aquella voz, pero era tal la vergüenza que sentía que no quiso mirarla, de igual modo ella se sentó a su lado. – resorte. – repitió y él sin levantar su cabeza de entre sus piernas hablo molesto.

- Ya. Te he dicho que lo sentía. – y sin esperarlo, ella rompió en carcajadas. Él la miró por primera vez. - ¿De qué te ríes? – estaba confundido.

- Eres gracioso ¿sabías?- pone sus ojos en blanco creyendo que se estaba burlando de él. – No les hagas caso. – dice luego de cesar sus risas. – son unos idiotas. – concluyó regalándole una enorme sonrisa y poniéndose de pie. – vamos. – le dice extendiendo su mano. Él la mira desconfiado. – vamos. – insiste. – y devolviéndole esa sonrisa es que tomó su mano y no se la soltó más.

¿Cómo fue tan imbécil de no darse cuenta que estaban jugando con él? ¿Cómo no presto atención a las señales? Si era más que evidente que su Umma lo estaba engañando. Ella llevaba meses tratándolo con frialdad y hasta podía darse cuenta que fingía cada vez que le hacía el amor. Quiso negarse a todas las verdades que se desarrollaban ante sus ojos y ahora pagaba las consecuencias.

Apretaba con fuerza el volante mientras de vez en cuando le daba unos cuantos golpes y gritaba con todas sus fuerzas, intentando sacar de lo más profundo de su cuerpo el sufrimiento que lleva en el alma por culpa de esos dos traidores.

El celular sonaba y sonaba, pero a él no le importaba saber quién era, aunque al no tener amigos, lo más probable es que su padre intentará comunicarse con él y eso era lo que estaba sucediendo.

- Amor, deberías dejar las cosas como están. – le dice Umma intentando parar a Alfredo antes que cometa la locura de arreglarse con su hijo. A ella le interesaba que cuánto más lejos estén, más odio se tengan, mejor resultados tendría y mejor podría manipularlo. Bajo ningún concepto se perdería un solo peso de todo su dinero.

- ¡Déjame de una buena vez!, no te pongas cargosa. – eleva su voz y la empuja de su lado.

Si había algo que a él lo sacaba de onda era que cuando se sentía enfadado lo quisieran manipular. Es que si quiera era capaz de darse cuenta que Umma tenía el control de todo lo que respecta a su vida y le hacía creer que en la relación ella era la sumisa, cuando en verdad él era un pobre imbécil que tenía toda su vida controlada por esa mujer de rizos castaños.

Por un momento él se dejó cegar por la belleza y la sensualidad de esa pelicastaña, pero luego cayo en la cuenta de que se había estado acostando con la mujer que su hijo amaba y con la que se iba a casar en horas y que no solo se había quedado sin su padre y el legado de la familia Atiles, sino que aquel deseo le había llegado arrebatar hasta su propio hijo.

- ¿y bien? – dice ella luego de terminar de cambiarse y ver que aquel se desesperaba por que Bruno le cogiera el teléfono.

- No me atiende. – responde desesperado y ella pone sus ojos en blanco.

- ¿y qué pretendes? – dijo sentándose en la cama y cruzándose de piernas.

- Es mi hijo. – le dice él con el ceño fruncido.

- Pero eso no lo has pensado cada una de las veces en las que me has follado. – dice ella molesta.

- Ha sido un error. – dice finalmente para darle la espalda.

Umma sentía que todo su plan por quedarse con la fortuna Atiles se le iba de las manos, por lo que debía actuar inmediatamente antes de que Alfredo termine por darse cuenta que una mujer como ella, jamás podría estar con un hombre como él.

Para ella acostarse con ese viejo era realmente asqueroso. Cada vez que sus manos la tocaban se sentía sucia, cuando la besaba le daba arcadas y cuando tenía que tener sexo con él, trataba de visualizar a otro hombre. Sí es cierto que muchas veces evitaba hacerlo, pero cuando él se ponía insistente y no tenía cómo zafar, terminaba por cerrar los ojos y dejar que hiciera todo el trabajo.

Particularmente ese día, le había aparecido de sorpresa y cómo en horas era su casamiento sabía que no saldría del hotel durante todo el día y toda la noche por lo que tuvo que acostarse con él y para su mala suerte, Bruno se apareció antes.

Alfredo ya le había heredado, en vida, sus bienes, pero podía impugnarlo en el momento que quisiera y era eso la que la mantenía alerta y sometida a sus inmundos deseos de acostarse con ella.

- Perfecto. – dijo ella realmente enfadada y comenzando a coger todas sus cosas en un bolso. – pero quiero que tengas en cuenta una cosa. – le dice mientras guarda una a una sus prendas. – no me volverás a ver nunca más. – concluye al mismo tiempo que cierra el cierre del bolso y sujeta la manija para llevarlo consigo.

- ¡espera! – gritó desesperado dejando a un lado su teléfono celular.

- Déjame. – fingió estar molesta y muy dolida. Actúo unos sollozos, forzó unas cuantas lagrimas y ay lo tenía, de nuevo comiendo de su mano.

- Perdóname mi amor – dice él abrazándola con fuerza.

- Yo sé que lo que hicimos lastimo mucho a Bruno, pero dos personas que se aman no pueden estar separadas, el amor es así y aunque a él le cueste reponerse no quiero perderte, pero tampoco insistiré si lo que quieres es irte y dejarme. Pero ten en cuenta algo muy importante. Si te vas, no regreses jamás. No me busques... - pero no la deja terminar porque enseguida comenzó a besarla apasionadamente, para terminar por alzarla entre sus brazos y comenzar a follarla otra vez.

Realmente era triste la situación por la que lo estaban obligando a pasar a Bruno, pero era evidente que a ninguno de los dos le importaba en lo absoluto cómo podía estar transitando semejante descubrimiento. Claramente no lo imaginaba y estaban muy ocupados como para pensar que puede poner en riesgo su vida como la de terceros.

- ¡malditos sean! – gritó entre llantos de frustración y mucho dolor. - ¡los odio! ¡los odio! – repitió una y otra vez, pero lo cierto era que, pese a todo, su corazón seguía latiendo por esa mala y desvergonzada mujer.

Cada vez que su mente le traía recuerdos de él con Umma, apretaba el acelerador y ponía en riesgo a decenas de peatones, sin mencionar la cantidad de semáforos en rojo que estaba pasando y exponiéndose a provocar un accidente con reacción en cadena.

- ¡SEÑOR, AMINORE SU MARCHA Y DETENGASE AL COSTADO DE LA ASCERA! – le decían los patrulleros con el megáfono en alta voz, pero Bruno no era capaz de escuchar a nadie, solo los gemidos de su ex prometida y el "me vuelves loco" de su padre. No podía borrar de su mente la imagen de su propio héroe de niño, penetrando a la mujer de sus sueños, pensarlo y verlo en su cabeza le desarmaba el alma.

- ¡SEÑOR, DETENGA EL VEHICULO O TENDREMOS QUE APLICAR LA FUERZA POLICÍACA! – Insisten, pero esta vez, amenazándolo, pero él no oía a nadie.

Bruno lo tenía decidido, no quería vivir más con la vergüenza de haber sido engañado por esos dos y sin importarle llevarse vidas inocentes, acelero el vehículo justo a la entrada de una de las avenidas principales. La 9 de julio.

Él tenía sus ojos cerrados como para darse cuenta que en el momento en el que aceleró, un taxi dobla la esquina encontrándoselo de frente.

            
            

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