CUANDO LLEGASTE TÚ.
img img CUANDO LLEGASTE TÚ. img Capítulo 5 El presidente de UNIVERSO DE LETRAS.
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Capítulo 6 Renaciendo como el ave Fénix. img
Capítulo 7 El "papelito" de la suerte. img
Capítulo 8 Un primer encuentro erróneo. img
Capítulo 9 ¡Qué pequeño es el mundo! img
Capítulo 10 Cuando el pasado toca la puerta. img
Capítulo 11 Entre el odio y la pasión. img
Capítulo 12 Eres veneno. img
Capítulo 13 Conociendo el nuevo trabajo. img
Capítulo 14 Una niñez atormentada. img
Capítulo 15 Una llamada inesperada. img
Capítulo 16 Disculpas aceptadas. img
Capítulo 17 ¡P*** suerte! img
Capítulo 18 Un mal día. img
Capítulo 19 Un mal día (parte 2) img
Capítulo 20 Amenaza inminente. img
Capítulo 21 Sangre sucia. img
Capítulo 22 Respira . . . y continúa. img
Capítulo 23 El infiero cerca. img
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Capítulo 5 El presidente de UNIVERSO DE LETRAS.

- ¡Que los cumplas feliz ... que los cumplas feliz, que los cumplas Santiago ... que los cumplas feliz! ¡bravo! ¡bravo! – todos gritaban llenos de euforia sin detenerse a pensar que se encontraban en el lugar del trabajo.

- Gracias, gracias, gracias para mis admiradores, especialmente para mis admiradoras. – decía divertido "tirando besos" a un lado y al otro provocando las carcajadas de todos. - ¿un autógrafo para la señorita? – dijo haciéndose el galán con una de las chicas nuevas de la planta. - ¿Qué edad tienes? ¿acaso tienes novio? – le hablaba sonriendo y haciéndole ojitos. – que hermosa sonrisa tienes. – le susurra al oído y la chica solo suelta una risita nerviosa. – ¡chicas, no desesperen que hay mucho Santi para todas! –

Santiago Olivera era el hijo de uno de los directores de la plata de diseño. Al finalizar la preparatoria su padre le pidió a Don Atiles si podía ingresarlo para trabajar, ya que en ese momento tenía a la mujer atravesando un cáncer fulminante de útero y necesitaban duplicar sus ingresos para pagar el tratamiento que era muy caro. Si bien su jefe se propuso a pagárselo completo, Pedro Olivera era muy orgullosos para aceptar caridad de nadie, por lo que aceptó ingresar a su hijo, aunque lo obligó aprender lo necesario para emplearse como diseñador y edición de maquetas de libros, lo cierto es que últimamente sus entregas no eran para nada aceptadas por el Atiles nieto y la relación entre ambos estaba tirante.

En la editorial no había mujer que no se sintiera atraída por él, es que aparte de su metro setenta y dos, sus ojos negros como la noche, su tes morena y esa sonrisa que enamora a cualquier persona sea cual fuere su orientación sexual, tenía tanto carisma que hacía que todos quisieran estar con él.

- Felicidades hermano. – dijo Miguel, uno de sus amigos y colegas, como él le dice a sus compañeros de planta. – esperemos que encuentras a la mujer que sepa domarte. – dice y rie a carcajadas exageradamente, a tal punto de que todos, contagiados por la alegría, comenzaran a reír.

Todos estaban alegres y aunque sabían que las cosas en "Universo de Letras" no eran como hacía dos años atrás cuando Don Atiles estaba al mando de todo, estaban en su hora de descanso, por lo que ¿qué de malo puede tener el festejar su cumpleaños? Más de una vez Santiago y Bruno han tenido discusiones muy acaloradas y más de una ocasión lo ha suspendido por semanas y hasta ha llegado a solicitarle la renuncia, pero luego intervenía su padre, a quién pese a todo, Atiles nieto le tenía mucho respeto y era por eso que seguía en la editorial. Aunque siempre le dejaba en claro que, de ser por él, ya lo echaría de patitas a la calle.

Ninguno se había dado cuenta que el reloj había marcado la una y cuarto, por lo que hacía quince minutos el horario de almuerzo se había acabado y todos debían estar en sus puestos de trabajo.

- ¡a ver, a ver... ¿dónde están mis regalos?! – vociferó Santi parado encima de una mesa y extendiendo sus brazos. - ¡vamos! ¡no sean egoístas! ¡vaciando sus bolsillos!

¡a ver, a ver... ¿dónde están mis regalos?! – vociferó Santi parado encima de una mesa y extendiendo sus brazos. - ¡vamos! ¡no sean egoístas! ¡vaciando sus bolsillos! – hablaba mientras pasaba de mesas en mesas y les acercaba una bolsa para "poner los billetes".

Todo era felicidad y divertimento entre todos, cuando de repente el ambiente se vuelve un sepulcro silencio y segundos más tarde un estruendo toma la atención de Bruno y de aquellos que no se habían dados por enterados de su presencia.

Estaban tan sumergidos en el momento que ninguno se había dado cuenta que el Atiles había vuelto de su reunión de negocios y que pasaría por el sector de impresión para buscar los libros finalistas del concurso.

Ni bien ingresó al edificio notó demasiada calma, demasiado vacío en los pasillos, por lo que de primeras no le dio tanta importancia. Además, debía ver los libros que calificaron para la final para poder leerlo y determinar el ganador que publicaría con ellos y se le otorgaría un contrato por un año, en principio.

Verlos a todos en plena fiesta y en horas de trabajo lo enojo bastante. Más aún ver a Santiago arriba de la mesa, pateando los papeles y haciendo de cuentas que esta en un bar lo enfado a tal grado de tomar de la mesa la torta del "Feliz cumpleaños" y estamparla contra el piso.

- ¡¡¡QUE DEMONIOS SIGNIFICA ESTO!!! –

Todos giraron sobre su eje y e menos de lo que canta un gallo, no quedo uno solo en el sector, más si Santiago, quién Estaba más enfadado por haberse quedado solo que haber sido descubierto por su jefe. Si bien ellos tenían mucho conflicto por sus puntos de vista tan opuestos en cuanto a las diferentes maquetas que presentaba de los libros, pero sabía cuando su euforia por defender sus trabajos debía parar. Después de todo él era un empleado más y aunque no le gustase el tener que bajar la cabeza, lo debía hacer.

- Lo siento, señor. – pidió disculpas avergonzado y bajándose de la mesa, en tanto Bruno lo observaba con el ceño bien fruncido y casi echando espuma por la boca.

- ¿Que significa esto? – dijo tratando de no perder la cordura, pero a lo que iba de la semana ya le había llamado la atención dos veces, una por estar a los besos con una de las empleadas nuevas y la otra por dormir en horario de trabajo y ahora corona su situación haciendo una fiesta de cumpleaños en plena sala de conferencias. Tiene todos los numeritos.

- Es mí cumpleaños, por eso... - pero esto que dijo fue más que suficiente para estallar nuevamente.

- ¡ME IMPORTA UN DEMONIO DE QUIÉN ES EL CUMPLEAÑOS! ¡¿DÓNDE CREE QUE ESTÁ?! ¡¿EN UNA CAMCHA?! ¡¿ACASO EN UN ANTEO?! – Santiago negaba una y otra vez y cada vez que quería defenderse y explicarle que había sido una celebración sorpresa lo volvía a interrumpir. - ¡NO QUIERO OIRLO! ¡ESTOY CANSADO, ME TIENE HARTO CON SU INCOMPETNCIA! – Concluye para llevarse sus manos a la cabeza y masajear sus cien. – debería despedirte. – dice intentando recuperar la calma. – tienes una rebaja del treinta por ciento del sueldo. – dijo finalmente para girar sobre su eje y emprender el camino hacia su oficina en el último piso.

- ¡Usted no puede hacer eso! - Se expresa con su voz en gritó Santiago, en tanto Bruno se detiene justo antes de abrir la puerta. - ¿Cuál es su motivo para hacer eso? Si intento decirle que fue un reconocimiento que me han hecho mis compañeros a mí. – defendió completamente desconforme con esa quita en su sueldo, entonces Bruno sonrió de lado.

- Bien. – hablo calmo acercándose a él. – Nombres. – una palabra, cuya contextualización no comprendía del todo.

- ¿Cómo? ¿Qué nombres? – él dio los últimos pasos para quedar frente a su empleado y le dio la respuesta que necesitaba.

- Deme los nombres de los culpables y cobrará su sueldo íntegro. –

Santiago frunció el ceño ¿Le estaba pidiendo que sea un delator? Él podría ser un descarado, a veces algo egocéntrico, cargoso y hasta un poco insoportable, pero jamás un delator. Se enojo tanto que esta vez si tuvo que callar y bajar su mirada, acto que respondió su jefe con una gran sonrisa y un "Lo sabía" para retirarse, no sin antes recordarle una cosa.

- Ahora que lo pienso bien, dos meses con la quita del treinta por ciento de su sueldo sería un excelente escarmiento para todas las estupideces que viene haciendo desde hace tiempo. – y soltando una carcajada es que se retiró.

- ¡MALDITO IMBECIL! – Gritó con tanta frustración que terminó por patear una de las sillas que tenía en frente.

Dos años habían pasado para Bruno. Dos años de angustia, de ir guardando rencor por Umma y su padre, quién pese a dejarle en claro que no quería saber de él, no dejaba de llamarlo y pedirle perdón y por sobre todo, que se relacione con su hijo, porque aquella mujer no había perdido el tiempo y no solo tuvo el apellido y los millones de Alfredo Atriles, sino que se encargo de atarlo con un hijo. Un hijo que tiene un año y un par de meses. Aunque ella aún no podía lograr su cometido, el ser parte del directorio de Universo de Letras. Ella siempre le decía a su esposo que por derecho él debía ser el director y no Bruno, que debía impugnar el testamento para poder desheredar a Bruno. Más no ha querido hacer eso, ya que se siente culpable de haberse enamorado de la prometida de su propio hijo y peor aún, el último año ha querido obtener su perdón pero no lo ha conseguido.

Bruno aún sangraba por la herida ¿Cómo podía olvidar esa traición? Eso era imposible y peor aún, enterarse que dos semanas más tarde ella estaba contrayendo matrimonio con Alfredo le partió el corazón en mil pedazos. Lo mismo ocurrió al enterarse del embarazo. De echo no tardó nada en embarazarse y según dicen ya lo estaba de su padre incluso antes de darle el sí, aunque no quería pensar en eso. Visualizar esa imagen de ellos dos teniendo sexo le producía asco. Pero aunque intentará aborrecerla y tuviera rencor de lo que le ha hecho, se odiaba a sí mismo por seguir amándola.

- Señor. –

Florencia, su asistente, llevaba rato tocando su, pero no había logrado obtener respuesta alguna, por lo que se tomó el atrevimiento de ingresar a su oficina.

- Sí, lo siento ¿Sucedió algo Será. Quispe? – y ella le extendió sus brazos mostrándole tres carpetas, cuyo contenido era un resumen de cada capítulo de las novelas que habían calificado para la final.

- Traje lo que me solicitó. – dijo tímida.

- Oh, por supuesto. Ven, pasa y déjamelas sobre el escritorio. –

El concurso consistía en escribir una novela, de drama y romance cuyo primer premio era el pago de cien mil mil dólares más la impresión, publicidad y distribución del libro y el último beneficio que se otorgó, es el de firmar contrato como escritora exclusiva de la editorial por el tiempo de un año.

- Desátame. – leyó en voz alta mientras observaba la portada con la cual la autora había enviado el manuscrito. – Ayla Wilver veintiséis años, oriunda de Barracas, Ciudad Autónoma de Buenos Aires Argentina. Escritora amateur, preparatoria completa, empleada en una tienda de venta de artículos para mascotas en el barrio porteño de la boca..... - comenzó a leer cada párrafo detenidamente, deteniéndose en su perfil. La carta de presentación de su perfil. – Soy una mujer que ha sufrido perdidas irreparables, que se ha perdido en el camino pero que ha encontrado su lugar en las letras, en las historias que voy creando día a día, donde puedo sentirme libre de ser quien quiero ser cuando necesito serlo.- abrió sus ojos y asintió con su cabeza interesado en esas palabras.

Si había algo que le interesaba a Bruno, era la forma en la cual cada uno de los participantes se definía y entre los tres finalistas, esa chica era la que más llamaba su atención. Comenzó a leer su trabajo, el resumen que le habían echo su equipo de edición y la verdad que le parecía bastante interesante. La manera en la que los personajes de Alina y Marco se conocen y él lucha por su amor, como ella intenta encajar en ese mundo en el que no pertenece... y el final era maravilloso. Simplemente se sintió atraído por la manera en la que redactó cada uno de sus capítulos. Se sentía seducido y fascinado con esa historia. No necesitaba leer más, aunque lo tenía que hacer, ya sabia quién iría a ser la ganadora.

                         

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