Cuando se conocieron con Umma Salvatierra, ella estaba cursando su primer año de preparatoria, en tanto él el tercero. Sus miradas se encontraron aquel nueve de julio de dos mil siete cuando en Buenos Aires los sorprendía un evento como ningún otro, nevaba después de más de ochenta años. El amor surgió a primera vista y desde entonces nunca más se separaron. Hasta el día previo a su boda.
Hacía pocos días Bruno había sufrido una perdida muy dolorosa, la de su abuelo dejándole como herencia su patrimonio más preciado "Universo de Letras" una de las editoriales más importante de Latino América con franquicias en muchas partes del mundo. Pero esa no iría a ser el único golpe bajo que tendría esa semana.
Él no creía en las supersticiones, por lo que no quería perderse la oportunidad de ver a la novia antes de la boda. Justamente un día antes. Sabía que se hospedaba en el Palace Hotel, por lo que sin avisar fue a visitarla.
Al cruzar la gran puerta de vidrio y anunciarse en recepción le dijeron que su padre estaba con Umma desde esa mañana y a él le extrañó, dado que en ningún momento le había comentado que iría a verla por algún motivo en particular.
La relación que tenía con su padre era magnifica, tal es el punto que no había nada que le ocultase ya que luego de la muerte de su madre, hacía cinco años, se habían vuelto muy confidentes. De echo no había nada que le generara más felicidad que ver que él y su novia se llevaran más que bien. Pero ese día no le había avisado en lo absoluto y aunque no quería pensar lo peor, los recuerdos comenzaban a jugarle una mala pasada.
Cuando al fin llegó a la puerta sintió que su corazón se le quisiera salir por la boca y no comprendía la razón, de echo no se podía oír nada desde afuera y por primera vez en su vida, sentía pavón de encontrarse con algo que no espera allí dentro o quizás sí.
Luego de una gran bocanada de aire, tomó su tarjeta de acceso y la pasó por el lector, habilitándole la entrada y pese a que su corazón le gritaba huir del lugar, su cerebro lo obligó a quedarse.
Se podía sentir un ambiente pesado, un aroma asqueroso y unos movimientos que provenían de la habitación principal.
Las lágrimas comenzaron a caer sin que pudiera controlarlas y su respiración se volvía cada vez más audible. Temía encontrarse con una verdad que rompería su alma en un millón de pedazos, pero necesitaba ver aquello que muchos rumoreaban a sus espaldas, y que él no era capaz de ver.
Acercó su oreja a la puerta y sus gemidos eran inconfundibles. Largó un sollozo que cubrió inmediatamente con su mano, ¿Qué probabilidades de que solo se trate de un mal entendido entre su padre y su prometida? Claramente ninguno ¿Por qué iría a verla sin siquiera decirle nada al respecto? ¿por qué debería verla? ¿para qué?
Bruno recordaba que sus padres no tenían buena relación el ultimo tiempo previo a la muerte de su madre. De echo más de una vez él la ha escuchado reclamarle una infidelidad, pero por alguna razón siempre buscaba la manera de torcer la conversación y ser ella quien termine por pedirle perdón ¿es normal eso? Claro que no ¿quizás el error fue suyo al no intervenir en sus discusiones, al no querer saber sobre esa supuesta infidelidad? ¿será que su madre sabía algo al respecto? No lo sabía, pero la vida le estaba dando una dolorosa lección.
Él había quedado en tomar la presidencia de la editorial luego de su luna de miel, exactamente en dos meses, por lo que ninguno de sus empleados sabía quién sería su nuevo jefe y aunque muchos tenían una idea de que podía ser su nieto, es decir él mismo, nadie lo conocía presencialmente, sí al viejo Don Atiles que era como el abuelo de todos allí dentro por lo que, si él era así, su nieto, su sangre sería del mismo modo ¿verdad?
Umma y el señor Alfredo Atiles, el padre de Bruno, llevaban seis años en una relación de amantes, tal era la obsesión de ese hombre por esa joven que no le importó romper un matrimonio de más de cuarenta años y las ilusiones de su hijo. Es más, había sido tan imbécil de caer en los encantos de esa mujer al dejarle el setenta y cinco por ciento de sus bienes, desheredando a su propio hijo de sus patrimonios, por lo que lo único que tenía de la familia era la editorial y el veinticinco por ciento restantes que pertenecía a su madre, la señora Aurora Valverde de Atiles. Para él era muy difícil comprender el por qué su propio abuelo desheredara a su único hijo del patrimonio que estuvo en la familia Atiles desde décadas, pero nunca fue de meterse en sus asuntos, dado que siempre estaba en el quinto sueño, despierto, por culpa de su novia.
Estar allí parado oyendo los gemidos de Umma y temiendo encontrarse con una escena tan desagradable como traumática le estaba dando sentido a todo lo que había estado viviendo a nivel familiar en los últimos cinco años, solo que ¿estuvo tan cegado todos esos años como para no ver la realidad frente a sus ojos? Claramente el amor es ciego y nubla la vista a cualquiera y con él provocaría un tsunami destruyendo su vida por completo.
- Me vuelves loco. – y eso fue suficiente para abrir de un golpe la puerta, encontrando una escena asquerosa y comprobando, con sus propios ojos, que el amor de su vida lo engañaba con su propio padre.
Él se quedó inmóvil, en tanto ellos dos se cubrían en cuerpo con las sabanas y sus expresiones faciales sorprendentemente eran diferentes. Mientras Alfredo estaba lleno de vergüenza y suplicándole el perdón, ella solo cubría su rostro molesta por la situación.
El plan que había ideado Umma era el quedarse con todos los millones de la familia y sabía que para ello debía llevarse a la cama a su suegro y pese a que temía que las cosas le salgan mal, que termine por dejarla sin el pan y sin la torta, él logró sorprenderla porque lo que ella no sabía era que la deseaba en silencio desde que se había vuelto modelo de ropa interior.
Verla sexi y sensual había despertado el deseo por poseerla y sin importarle si quiera que destruiría más de cuarenta años de amor y fidelidad y el corazón de su propio hijo, terminó dejándose seducir por esa mujer, quien lo dejaría en la ruina, sin un peso y sin familia.
Umma no quería ser la esposa de un simple arquitecto, uno que siquiera tenía éxito en su trabajo y que era demasiado orgulloso como para vivir del patrimonio de sus abuelos, por lo que los últimos seis años habían sido un infierno para ella. No lo quería, solo permanecía con él por su apellido porque pese a ser un fracasado, su abuelo había sido un filósofo y escritor reconocido que con esfuerzo fundó Universo de Letras posicionándola en el lugar quinto de las editoriales más importantes con franquicias en todo el mundo.
Ella comenzó seduciendo a su suegro por una simple necesidad de adrenalina en su vida, sin pensar que Alfredo terminaría por obsesionarse con ella al punto de darle todo su dinero en bandeja de plata y oro y al enterarse de que su novio heredaría la editorial que movía millones y millones de dólares en todo el mundo, ¿qué mejor que proponerle matrimonio para quedarse con la mayor parte posible de ese dinero? El plan era redondo. Lo que ella no tuvo en cuenta que a su obra de teatro se le caería el telón justo antes de comenzar la función.
- Hijo. – dijo Alfredo envolviendo su cadera con su torso aun desnudo y queriendo acercarse a él.
- Aléjate de mí. – dijo con asco y sin quitarles la mirada de encima. - ¿cómo pudieron hacerme esto? – indago con lágrimas en sus ojos.
Ella no lo miraba, una parte suya moría de vergüenza y rabia porque las cosas no estaban saliendo como corresponde, como lo planeo durante años.
Bruno no sabía como podía mantenerse en pie, teniendo a su padre, el mismo que le dio la vida junto a su madre y la mujer que amaba, con quien tenía proyectos de una vida juntos, en la cama burlándose de él y de sus sentimientos. Los dos se rieron de él.
- Escúchame hijo... - su padre toca su hombro y sin pensar si quiera que algún día podría ser capaz de levantarle un dedo siquiera, le dio un puñetazo en el rostro rompiendo su nariz provocando que la sangre salpicara las sábanas y la alfombra en color blanco.
Alfredo se sujetaba la nariz mientras erguía la cabeza hacía atrás, intentando detener la hemorragia que no cesaba. En tanto Bruno miraba con asco a Umma que se cubría el cuerpo desnudo con la almohada.
- Cualquier ofensa que te diga sería menos para lo que te mereces. – dijo dándole la espalda para retirarse del lugar.
Ella creyó que le haría una escena, que le gritaría muchas ofensas y hasta que la golpearía y no porque él sea violento sino porque algo como lo que ella hizo saca lo peor de las personas, pero no, sorprendentemente nada de eso sucedió, pero como reaccionó con su padre fue algo que realmente no se esperó y como la situación podría provocarle algo de culpa se apresuró en detenerlo antes de que su plan, de quedarse con todo se le destruya por completo.
- ¡hijo! – grito Alfredo intentando correr tras de él, pero ella fue más ágil y sin importarle que estuviera desnuda lo detuvo.
- Espera. – le dijo ella sujetando su rostro con ambas manos.
- Mi hijo. – musito entre lágrimas, pero ella negó con su cabeza fingiendo estar apenada y aconsejándole lo mejor para esa situación.
- No mi amor, debes darle tiempo. Debe entender que nos amamos. – mintió, ella no quería a ninguno de los dos, pero debía fingir aquello para que Alfredo no le sacara todo lo que era suyo. Todo por lo que tanto se esmeró en conseguir en esos seis años.
- pero iban a casarse. – preguntó dudoso.
Ella en ningún momento le mencionó algo como aquello, si hasta donde sabía él seguiría siendo su amante hasta después de casados, pero ella debía ser más astuta y sabiendo que ahora todo se derrumbaría por lo sucedido, no podía quedarse con sus manos vacías. El dinero de Alfredo no era suficiente, ella quería más, lo quería todo.
Sabía que lo único que podía hacer era renunciar a sus planes con Bruno, no así a los de tener en sus manos la editorial y aunque casándose con su suegro no se podrá hacer de ella, pueden impugnar el testamento de Don Atiles para que, por lo menos, ella pueda quedarse con la mitad de ese patrimonio y quien sabe pueda hacerse del otro porcentaje también en un futuro no muy lejano.
- Tu sabes que las cosas estaban mal entre los dos. – se justificaba mientras acariciaba su rostro. – me he enamorado de ti mi amor y no sabía cómo hacer para ponerle fin a la relación con Bruno. – beso sus labios y continuó. – sé que esto es duro para ti, pero los dos nos amamos y nada debería triunfar más que el amor, nuestro amor. – pero para él no era suficiente, ya había perdido a su padre, quien murió luego de que se enterase de que su propio hijo desheredo a su nieto por una mujer y no cualquiera sino la prometida de su hijo.
- Lo he perdido todo por esto. – dijo llorando y soltándose de su agarre, pero ella fue rápida, el dinero se le estaba escurriendo de las manos y debía dar su última jugada.
- ¡espera! – lo sostuvo nuevamente. – no puedes tirar por la borda seis años de amor. – vuelve a tomar su rostro entre sus manos para besar sus labios. – yo te amo y si tu me dejas mi vida no valdrá sentido. – él suavizó su mirada ¿cómo era posible que un par de piernas pudieran manipularlo de ese modo? – Alfi, mi vida, quiero estar contigo hasta el último suspiro de mi vida. – actuó sus lágrimas y su actitud afligida y de sufrimiento. – yo sé que hemos herido a tu hijo, pero algún día lo entenderá. Te amo con mi alma entera y si me dejas me quitaré la vida. – Alfredo era tan imbécil que creyó en sus palabras y ella era tan astuta que sabía que eso no fallaría.
- No mi amor, no digas eso. – la abrazo al mismo tiempo que lo abrazaba con una sonrisa malévola en su rostro. – si tu te quitas la vida no podré vivir con ello. – ella se aleja de él y vuelve a tomar su rostro entre sus manos.
- Cásate conmigo. – los ojos de él se abrieron como platos, pero ella no le dejó pensarlo si quiera, porque lo llevó hasta la cama donde bastó un movimiento para que él le diera el sí.
- Te amo. – dijo él dentro de ella.
- Y yo a ti.... Y yo a ti bebé. – sonrió porque cuando una puerta se cierra, una ventana se abre y porque los gatos al final de cuentas siempre caen parados.
Muy en el fondo Bruno deseaba verlos correr tras de él, que le dijeran que lo que vio no es tal y que hay una explicación ¿pero cual podría ser esa si la imagen era mas que clara?
Se subió a su Ford Mustang de color negro y aceleró con todo sin detenerse en ningún semáforo. Sus ojos se le nublaban por las lágrimas y por sobre todo la rabia que le quemaba el cuerpo. Sus manos sudaban y apretaban con odio el volante. Sus gritos se oían por todos los recovecos de su auto y en su cabeza se repetía, cual disco rayado, los gemidos de ella y el "me vuelves loco" de su padre. La imagen de ambos desnudos en esa cama y sus sueños estallando por los aires como si se tratase de un frágil cristal al cual le han golpeado con un objeto con mucha fuerza.
Esquivaba los autos que tocaban bocina y lo insultaban por sus reiteradas maniobras peligrosas, pero a él no le importaba su vida y por consiguiente la del resto.
Aceleró con fuerza al oír el ruido de la bocina del tren. Sí, quizás acabar con su vida al ser arrollado por un tren no era una mejor opción, pero sí era la única que tenía, por lo que se posicionó en medio de las vías para que, de una vez por todas, acabar con la humillación de haber sido engañado por su padre y su novia.
Las personas vociferaban desesperadas desde sus autos, el maquinista intentaba frenar la formación a sabiendas que sería un acto peligroso para las casi ochocientas personas que llevaba en sus vagones, pero no podía arrollar una vida así eso signifique arriesgar otras ochocientas.
- Los odio. – eran las palabras que repetía una y otra vez, sin prestar atención a lo que le gritaban las personas y al maquinista que tocaba la bocina de manera desesperado, cuando a escasos centímetros de ser envestido por el tren, acelera dejando a la muchedumbre conmocionada por lo ocurrido y a tres patrulleros siguiéndolo.