CUANDO LLEGASTE TÚ.
img img CUANDO LLEGASTE TÚ. img Capítulo 4 Después del dolor, se vuelve a empezar.
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Capítulo 6 Renaciendo como el ave Fénix. img
Capítulo 7 El "papelito" de la suerte. img
Capítulo 8 Un primer encuentro erróneo. img
Capítulo 9 ¡Qué pequeño es el mundo! img
Capítulo 10 Cuando el pasado toca la puerta. img
Capítulo 11 Entre el odio y la pasión. img
Capítulo 12 Eres veneno. img
Capítulo 13 Conociendo el nuevo trabajo. img
Capítulo 14 Una niñez atormentada. img
Capítulo 15 Una llamada inesperada. img
Capítulo 16 Disculpas aceptadas. img
Capítulo 17 ¡P*** suerte! img
Capítulo 18 Un mal día. img
Capítulo 19 Un mal día (parte 2) img
Capítulo 20 Amenaza inminente. img
Capítulo 21 Sangre sucia. img
Capítulo 22 Respira . . . y continúa. img
Capítulo 23 El infiero cerca. img
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Capítulo 4 Después del dolor, se vuelve a empezar.

Las sirenas sonaban aturdiendo a las pocas personas que, gracias a dios, participaron en el accidente. El humo que podía verse en la calle producto de la volanteada que Bruno dio a su auto para evitar chocar a alguien, sin darse cuenta que ya tenía encima el taxi y que era completamente inevitable el impacto.

Ayla estaba tan sumergida en su propia tristeza, que no vio venir el desastre que se avecinaba a la vuelta de la esquina y fue sólo sentir el impacto, que cerró sus ojos y dejó que los recuerdos la abrazaran y se dejó ir.

- Eres lo más hermoso que tengo en la vida y no hay un día en la que no sienta que todo esto es un sueño. – le decía Sergio en el altar mientras sujetaba con fuerza sus manos y las besaba. – siento que soy el hombre más afortunado de esta tierra por tenerte a mi lado. – acaricia su rostro y se pierde en el claro de sus ojos.

Los invitados miraban la imagen con sus manos entrelazadas en su pecho y hasta se podía ver a algunos lagrimear un poco; es que muchos de los presentes envidiaban, en el buen sentido, el amor que se tenían y verlos cellar su amor ante los ojos de Dios era algo que les generaba mucha felicidad a todos y cada uno de ellos.

- Quiero prometerte fidelidad y amor hasta el último suspiro de mi vida. Quiero que sepas que nunca voy a dejarte sola y que, aunque no me necesites ahí estaré para ti. - prometió ante los ojos de dios y las decenas de personas que eran testigo de ese gran amor entre los dos. – te amo, hoy, mañana y siempre. – concluyo dándole un gran beso y abrazándola.

...

- Tengo miedo. – le dice ella deteniendo sus manos que viajaban hasta el doblez de su pollera.

- No tienes que. Te amo y eres lo más preciado de mi vida. – intenta calmarla.

Ayla es de esas mujeres que todavía creen en los amores para toda la vida y por eso se guardó para aquel hombre que este destinado a compartir sus días hasta el último. Se habían conocido en el quince de su hermana y el flechazo fue mágico, es como si por tantos años ambos estuvieran esperando a que el otro llegara a su vida.

Sergio tenía más experiencia en el campo sexual que ella y aunque soñaba con perder su virginidad con alguien que también se haya guardado para su primer amor, agradecía que ese hombre que la coronara fuera él.

El cuerpo le temblaba y sus mejillas eran del color de la manzana, roja. Cuidadosamente él la depositó sobre la cama y sin dejar de mirarla fijamente, fue subiendo a la misma, al mismo tiempo que rosaba su cuerpo con el suyo y cerraba sus ojos para sentir más profundo aquel mágico contacto.

- Te amo. – dijo al llegar a sus labios y entre besos y caricias la coronó aquella noche.

. . .

- Ten cuidado no te vayas a caer. – dijo entre risas mientras la guiaba por aquel camino arenoso.

- Tengo miedo de caer. – contestó ella de la misma manera, muy nerviosa por tener inhibida la función de la vista.

Sergio había estado todo el fin de semana planeando ese día. Quería que el momento de pedirle matrimonio fuese mágico, por eso eligió las arenas de una playa casi desértica. Quería experimentar lo que se siente hacer el amor a la luz de las estrellas y como ella era muy vergonzosa para admitir que también le gustaría experimentar aquello, se dejó llevar por sus deseos.

- Esto es.... – no tenía palabras para describir la belleza que tenía ante sus ojos. – hermoso... simplemente hermoso. – sonrió.

La noche estaba completamente estrellada y no había nada de viento, por lo que las velas encendidas mostrando el camino hacía la gran tarima con tules blancas y azules con estrellas doradas, donde reposaba una hermosa mesa ratona transparente y a cada lado unos almohadones plateados con varios pétalos de rosas rojas sobre ellos. Era una escena muy romántica, sin mencionar que las luces led blancas entre las los tules daban una iluminación perfecta allí dentro. Todo era magia.

- ¿Qué significa esto? – pregunto con un brillo en sus ojos que él no vio jamás.

- Es el universo que quiero regalarte esta noche. – respondió tomando su mano y besándola, para luego llevarla consigo hacía dentro de ese "espacio"

. . .

- Si pudiera darte el cielo y las estrellas juro que te lo daría. Quisiera llevarte a la luna para que puedas ver la inmensidad que eres en mí, que mires desde lo más alto del cielo cuanto llenas mi alma, cuanto es lo que te amo. No puedo darte un universo de galaxias enteras, pero puedo darte este pequeño universo lleno de estrellas artificiales y coronarte con esta pequeña galaxia en uno de tus dedos... -

Sergio no gustaba de lo tradicional a la hora de pedir la mano en matrimonio, por lo que había elegido hacerlo desde la comodidad del almohadón mientras bebían una copa de vino. Él realmente se sentía enamorado de ella y tenían planes juntos, por lo que, aunque no podía darle una vida de lujos, podía entregarle su amor y una vida llena de felicidad.

- ¿Qué? – ella no podía creer lo que estaba viviendo.

- ¿quieres ser la reina de mi universo? – dijo entre lágrimas y susurrándole un "Por favor" y ella solo tuvo que asentir con su cabeza al mismo tiempo que miraba como él colocaba el anillo en su dedo de la mano derecha.

- Prométeme algo. – hablo de repente antes de que él la besara. – nunca me harás llorar. – necesitaba que se lo prometiera.

- Te lo prometo. – concluyó para poder cerrar esa noche con broche de oro.

El conductor del vehículo que la llevaba, realizó una maniobra abrupta y aunque pudo evitar el choque de frente con aquel auto, no pudo prevenir estrellarse contra una de las rejas de una casa.

El ruido de las sirenas de algunos patrulleros y ambulancias que se acercaban a al lugar lograron despertarlo ¿Cuánto había pasado? ¿diez minutos? ¿veinte? ¿quizás más? No lo sabía y todo a su alrededor la confundía aún más.

- ¿ella? – dice uno de los paramédicos cuando logra correr el cabello de su rostro y visualizar perfectamente su rostro.

- ¿la conoces? – indaga curioso uno de sus compañeros.

- Claro, hace unos días le salvamos la vida luego de un intento de suicidio y justamente en el día de hoy le dieron el alta. – respondió sorprendido.

- Oh. – dijo apenado su colega. – pobre mujer. – y comenzaron a intentar reanimarla y para su suerte y a diferencia de la otra vez, inmediatamente recobro su consciencia, pero hasta para despertar aquellos recuerdos la atormentaban.

- Lo prometiste. – dijo muy despacio que apenas si podían entenderla.

- ¿señora? – se acercó uno de los paramédicos para comenzar a tomar los signos vitales. – están bien. – dice luego de tomarlos. – pero llevémosla a la clínica para que le hagan una resonancia y descartar posibles sangrados internos. – indica el jefe de ambulancia y sus súbditos acatan sus órdenes. – tranquila, estarás bien. – le hablaba mientras la colocaban sobre aquella madera fría y dura. -¡vamos! – ordeno una vez que la colocó dentro de la ambulancia.

Cuando Victoria recibió el llamado del hospital sintió que el corazón se le detenía de repente y lo primero que pensó, incluso antes de saber qué había sucedido, era que había intentado quitarse la vida de nuevo, pero para su calma eso no había ocurrido, por eso, cuando llegó a la clínica y la vio sentada con una venda en su cabeza se asustó.

- ¡Ayla! – hablo a viva voz y con lágrimas en sus ojos.

- Estoy bien. – dijo seria rechazando su abrazo.

- Creí que... - dijo casi sin pensarlo al sentir la frialdad de su mejor amiga.

- ¿qué intentaría quitarme la vida de nuevo? – ella no dijo nada y solo bajo la mirada sin esperarse lo que ella tenía para decir a continuación. – ojalá ese accidente hubiera acabado con mi sufrimiento. – concluyó con mucha ira mirando hacia la ventana.

Vicky se "aguantó" durante todos esos días que ella se lamentara el estar viva y que no tomara los remedios ni hiciera lo que le indicaron los médicos porque quería acabar con su vida por culpa de la traidora de su hermana y el canalla de su esposo. Y aunque comprendía el dolor por el que estaba pasando, le dolía en el alma ver como por culpa de aquellos dos se estaba dejando morir. Necesitaba hacerla entrar en razón.

- ¡bueno basta! – dice realmente enfadada y poniéndose de pie y ubicándose lejos de ella. - ¡estoy harta que te sigas revictimizándote! – habla casi sin pensar, pero realmente esta harta de verla sufrir como alma en pena.

- Déjame sola. – dijo ella dándole la espalda.

- ¿eso es lo que quieres? – pregunta, pero Ayla no le responde. - ¡te estoy hablando a ti! – pero ella seguía sin mirarla. – vas a mirarme. – sujeta sus hombros y la obliga a darle toda su atención. – comprendo la decepción que sientes, entiendo que te sientas dolida porque el amor de tu vida, con quien soñabas miles de cosas te ha decepcionado y te ha dejado por Aymee, y aunque entienda el dolor que sufres por la perdida de tu hijo y quizás no llegue a comprender ese dolor, no puedes seguir revictimizándote. Tienes que salir a la vida, ponerle el pecho a la realidad que te toca vivir. Nada de lo que te diga hará cambiar las cosas por las que has pasado, pero sí puedo ayudarte a cambiar lo que está por venir. –

Tenía razón, debía darle vuelta a la pagina y continuar. No le pedía que olvidara lo que le habían hecho, sí que llorara todo lo que necesitaba llorar y saliera a pelearle a la vida. No podía quedarse una eternidad lamentándose por lo que le tocó vivir. No podía y no la dejaría.

- Comprendo que tienes el alma desecha, pero la vida continua y lo que hoy crees es cruel, mañana entenderás el por qué te lo he dicho. – y la dejó sola, pensando en qué sería de su vida de ahora en adelante.

. . .

- ¿qué ha sucedido, Bruno? – pregunto Daniel Asis, su abogado quien había sido contactado desde la seccional para informar lo del accidente y que Atiles estaba demorado. – Bruno. – insistió, pero él si quiera lo miraba. – bien. He pagado tu fianza y en breve podremos irnos.

Daniel Asis no solo era su abogado, sino su tío abuelo y aunque tenía muy buena relación con él, se sentía tan abatido que no quería oír a nadie.

El fiscal de la causa se había contactado con él, dado que eran amigos de la infancia y le comentó sobre la alternativa de la fianza que, si bien en el accidente hubo heridos, en este país la corrupción va de la mano con el dinero y como la familia Atiles nadaba en mucha plata no le fue difícil fijar un monto y pagar la libertad de su sobrino, nieto y de paso, unos cuantos dólares más que ayuden a borrar ese antecedente de su legajo.

- Vamos. – le dice dándole paso. – por suerte ningún herido ha sido de gravedad. – dijo creyendo que eso le importaba, pero lejos estaba de sentir empatía por alguien.

Ni bien estuvieron fuera de la seccional policiaca Daniel lo invitó a llevarlo a su casa, a la casa que compartía con Umma pero no quería verla, sentía que si sus ojos se encontraban con ella de nuevo, esta vez sí que no sabría contener su furia hacía la misma.

- Por cierto ¿No deberías estar ultimando los detalles para tu boda mañana? – y al ver que a penas sí lo miraba dio por hecho que ya se enteró. – oh... te ha golpeado la verdad. – dijo tomándolo por sorpresa.

- ¿qué? – preguntó Bruno incrédulo. - ¿qué acabas de decir? – se detuvo y regresó donde él.

Lo cierto es que Daniel sospechaba de la relación entre Umma y su sobrino, el padre de Bruno, porque una vez los vio demasiado cerca y juraría que, dándose un beso, solo que ella intento seducirlo para comprar su silencio y aunque éste le hizo creer que lo había logrado, la realidad es que jamás lo hizo y que siempre buscó la manera de hacerle entender a su sobrino nieto que esa mujer no era la mejor opción para formar una familia.

- ¿tú lo sabías? – dijo entre dientes y él solo asintió - ¿qué clase de monstruos inescrupulosos y sin alma llevan mi propia sangre? – preguntó incrédulo, pero Daniel debía ser honesto y por eso le explicó el por que no fue sincero de entrada.

- Comprendo tu decepción, pero siempre te eh dicho que esa mujer no era para vos. Y aunque hubiera sido mejor contártelo, ¿me hubieras creído? La verdad es que no. Sé que te duele, pero me alegra saber que has abierto los ojos, aunque eso signifique tener que soportar que me odies. – dijo seguro de cada palabra.

Bruno estaba decepcionado y por sobre todo dolido, muy dolido con el engaño. Se sentía el hazme reír de la familia y no quería saber nada con nadie, ni con la casa, ni con Umma, ni con su padre, ni con su tío. Detestaba a todos y solo quería desaparecer de la fase de la tierra.

- ¡recuerda que tienes una editorial qué manejar! – Daniel se caracterizaba por lo frío que podía ser, pero tenía razón, el trabajo lo ayudaría a no pensar en todo lo que le han hecho y a formarse en una persona diferente a la que engañaron su sangre y la mujer que amaba.

Dos años más tarde, sus vidas... habían dado un giro de ciento ochenta grados y posicionándolo en el inicio de una historia que los volverá a poner a prueba.

            
            

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