Guerra de princesas
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Capítulo 5 Episodio 4

Las penumbras de la noche cubrían las paredes rocosas del castillo de Andaluz. Hombres con vehículos de carga subían mercancías para ser trasladadas a otras tierras.

Entre aquellos trabajadores, un hombre que usaba una capa gris para cubrirse del frío se coló dentro del cuadrado vehículo. Los transportes de carga eran naves enormes que flotaban pocos centímetros sobre el suelo hasta llegar al océano, donde se sumergían en dirección a su destino. Tenían diferentes departamentos, incluyendo recámaras y baños para la tripulación.

Una gran pantalla en el centro de la nave mostraba las coordenadas y los obstáculos en el camino; así también, la hora, la fecha, el clima y la temperatura. Los tripulantes llevaban una pulsera dorada que les daba pase a los lugares permitidos, siendo esa la forma de poder acceder allí.

Tres días después, la nave de carga ascendió en un puerto. El lugar era hermoso y rodeado de árboles, con arena blanca y un mar azul marino.

De inmediato, los cargadores empezaron a descargar la mercancía. El hombre de la capa gris se escabulló entre el tumulto, llegando a la imponente ciudad. Se dirigió hacia un establo para alquilar un caballo, donde dejó su identificación junto a una gran suma de dinero, siendo provisto de un ágil corcel.

Aquel palacio se erguía imponente; murallas poderosas en tonos dorados cubrían sus alrededores con guerreros por doquier, atalayas dentro de torres y jardines de ensueño. Un lago cubría sus límites, árboles frondosos y arbustos bien cuidados adornaban las orillas; así también, un puente fuerte de concreto, hermoseado con un blanco hueso y detalles dorados daba entrada a sus visitantes.

Después de dar la carta sellada a los guardianes y que estos la hayan revisado meticulosamente, a aquel hombre de capa gris le fue delegado el acceso. La belleza y el exuberante lujo de aquellos jardines quitaban el aliento a quienes tenían la dicha de admirarlos. Se decía, que el palacio de Ecrof contaba con el jardín más extenso de todos los reinos, con las flores más exóticas, hermosas y de perfumes exquisitos. Y no exageraban.

Después de pasar por varias revisiones rigurosas, aquel hombre llegó a su destino.

***

-Príncipe, sea gentil, por favor. -La chica se inclinó frente a él. Él suspiró del hastío, levantó su mentón y la miró a los ojos.

-¿Cuál es tu nombre?

-Soy Ada, señor.

-Ada... -Se quedó pensativo unos segundos-. Ada, ¿me amas?

La chica se mantuvo estática y en pleno mutismo ante su extraña pregunta. Al cabo de unos largos segundos, decidió romper el silencio. Con una sonrisa tímida respondió:

-Lo amo. Usted es mi vida, su majestad.

-¿Ah sí? ¿Cómo me describirías?

-Pues, es un príncipe muy apuesto y valiente. Hábil con las armas, respetado por los nobles, inteligente y encantador.

-Ya veo... -Se sentó en la cama para observar a la joven que aún se encontraba postrada frente a él-. Eso es lo que todos dicen; soy apuesto, valiente, poderoso y bla, bla, bla. Sin embargo, esa es solo la parte externa de mí, no yo. ¿Cómo puedes amar a alguien que no conoces?

La joven se quedó helada en su lugar. ¿Acaso eso importaba? Tuvo la dicha de ser escogida como la concubina del próximo rey que, para su suerte, era joven, encantador y buen amante. ¿Acaso podría pedir más?

-He soñado con usted desde la primera vez que supe de su existencia.

-Eso no es amor. Eres igual a todas, solo quieren una buena posición y riquezas. Es fácil tenerte; usarte como y cuando me plazca. No representas un reto, algo por lo que tenga que luchar; por tal razón, no te acepto. A menos que quieras ser una amante a quien yo acuda para saciar mis deseos carnales y que se largue de mi cama una vez esté satisfecho; de lo contrario, no me interesas. No quiero concubinas, no necesito eso en mi vida.

El príncipe salió de aquella recámara adonde se suponía debía tomar a su nueva esposa no legal.

-Príncipe heredero, el rey estará enojado cuando sepa que rechazó a la bella Ada. El padre de la chica tiene influencias con otros reinos y su sabiduría le sería útil a su reinado, señor.

-No quiero concubinas. Ya una esposa sería una carga insoportable, imagínate varias. No, gracias.

-Pero, su majestad...

-¿Osas refutar mi decisión?

-No, mi señor. -El subordinado se tiró al suelo como forma de disculpa ante su atrevimiento.

-No entiendo al rey -dijo con melancolía-. Él solo escogió a mi madre como su esposa y, después de su muerte, se quedó solo y no aceptaba ni concubinas ni amantes. Me enseñó el amor a una sola mujer, a la familia legítima; sin embargo, me manda concubinas. ¿Qué es lo que quiere probar mi padre? ¿Por qué ahora se empecina en dirigirme a un camino diferente? Seré esposo de la siguiente reina de Ecrof, de nadie más -sentenció.

***

-Padre. -El príncipe se arrodilló frente al rey de Ecrof.

-Raniem, hay rumores de que el rey Kan Culliver no dejó heredera. Sabes que él no fue afortunado en tener varón, por lo tanto, una princesa tendrá que tomar el reinado.

-No había escuchado, padre.

-Es información confidencial y valiosa, que me fue entregada por alguien de confianza y a la que ningún reino tiene acceso; puede que ellos hayan mantenido la situación en secreto. Sabes que Andaluz es un territorio codiciado, lleno de recursos y minas. Todos están locos por conquistarlo y explotar sus tesoros. He estado pensando...

Había algo en su mirada que preocupaba al príncipe. Después de la muerte de su madre, el rey se volvió ambicioso, calculador y con ansias de poder; ansias que le transmitió al primer príncipe Raniem, quien había sido coronado para heredar el trono.

-Sabes que el Rey Culliver era mi amigo y ambos nos apoyábamos y, gracias a eso, soy conocedor de las reglas de su gobierno. -El rey continuó-. Por tal razón, sé que una princesa sin marido no podrá heredar el trono. Entonces yo he estado analizando la situación; si nuestros reinos se unen, tendremos acceso a los tesoros y recursos de Andaluz y nuestro poder crecerá más que en todos los reinos.

-Padre... Sabes que la mayor está casada. Aunque no he tenido la oportunidad de compartir con las princesas de Andaluz, entiendo que la primogénita es la más adecuada para la corona.

-Sin embargo, ellos no la han declarado reina y tienen todo un misterio sobre quién debería gobernar. ¿No te parece sospechoso y una buena oportunidad para aprovechar?

-Yo no me haría ilusiones sin antes investigar, padre.

-Tienes razón. Investigaré más a fondo. Si las cosas en Andaluz están como sospecho, pronto haremos propuesta de boda a una de las princesas Culliver. Seremos esa salvación que ellos tanto necesitan.

El príncipe salió de la presencia del rey con una sonrisa en el rostro. Pese a que no quería ilusionarse con aquella posibilidad, era inevitable la alegría que esa información le causaba. Eso sería estar un paso adelante de sus enemigos, además de todo el poder y la riqueza que ese compromiso le traería a Ecrof. Empezar a reinar con tantos beneficios no estaba nada mal.

-Vernan.

-Su majestad. -Aquel hombre de cabello cobrizo y piel blanca se paró frente al joven pelinegro, una vez este salió del salón de su padre.

-Necesito que envíes a mis mejores espías a Andaluz.

-Sí, señor. -Asintió con la cabeza ante la sonrisa ladina del joven.

***

-¡Es tan hermoso! -Las jóvenes mellizas de cabelleras rojizas y rizadas suspiraron al ver pasar al general Jen, quien se dirigía al salón de los jefes de los guerreros.

-¡No sé qué le ven! -Rose espetó con desprecio. El general Jen detuvo su andar al escuchar a la segunda princesa y giró en su dirección.

-Su majestad. -Inclinó su cabeza como forma de reverencia, luego la miró a los ojos con una sonrisa ladina-. Sin embargo, para mí usted es la más hermosa de todas las princesas -dicho esto, volvió a inclinarse y retomó su camino. Por su parte, Rose se quedó en pleno mutismo y con el pulso acelerado. Odiaba las sensaciones que, aquel guerrero de cabello rubio y ojos azules, le provocaba con tan solo acercarse.

-¡¿La más hermosa de todas las princesas?! -Las mellizas espetaron al unísono con marcado desacuerdo.

-Debe estar padeciendo de alguna enfermedad que le afecte la visión -dijo Leah, la quinta princesa porque nació cinco minutos antes que su melliza.

-Concuerdo -corroboró Luna-. Nosotras somos las más hermosas de todas, por supuesto yo soy la que más destaco.

-¡Si son iguales! Asimismo, cuál de las dos más insoportable y bocona. ¿Cómo se atreven a coquetearle a ese hombre? ¡Cuánta falta de pudor! -Rose se quejó.

-¿No será que te molesta que le coqueteemos porque te gusta el general? -Leah la confrontó con una sonrisa pícara y acusatoria.

-¿Gustarme a mí? -Se apuntó con el dedo. Toda ella denotaba indignación-. Yo no me rebajo. El general Jen no tiene sangre real y es un tonto descarado que se acuesta con tantas mujeres se le ofrecen. Jamás caería tan bajo. -Sus hermanas se miraron tratando de no reír, puesto que su hermana tenía más autoridad que ellas al ser mayor. En los ojos verdes de la castaña se reflejaba el rencor, la tristeza y el dolor.

***

Darah estaba en el jardín trasero de su mansión cuando un mensajero de la tercera princesa Lorein se inclinó ante ella, con un sobre sellado extendido en su dirección. Con cautela y recelo, ella lo tomó. Al abrirlo, se encontró con un delicado papel, escrito a puño con letras doradas.

-La tercera princesa Lorein Culliver invita a su majestad a un almuerzo donde asistirán todas las princesas -informó el hombre que se mantenía inclinado. Darah se quedó pensativa por unos segundos mientras analizaba la situación. Entendía que algo tramaba su hermana.

Después de que se marchara el mensajero, Darah fue a conocer a los nuevos guerreros que Jafer estaba entrenando.

-¿Qué te parecen? -le preguntó mientras se quitaba la ropa que cubría su torso, dejando a la vista un cuerpo trabajado y atractivo; sin embargo, aquella imagen no provocó nada en su amiga, quien estaba acostumbrada a ver la desnudez de los guerreros.

-Espero que te estés refiriendo a los nuevos luchadores y no a tus músculos. -Ella bromeó con una sonrisa burlona, al captar el doble sentido en las palabras que su amigo emitió. Ya estaba acostumbrada a sus insinuaciones.

-A los guerreros, por supuesto. -Sonrió divertido. Se acercó a un tanque de agua y con una lentitud exagerada, empezó a rociar el líquido sobre todo su cuerpo. Darah siguió con la mirada el camino que las gotas recorrían, desde sus rizos hasta sus pantalones.

-Tienen potencial. -Se limitó a decir.

-Escuché que el rey de Ecrof ofreció una alianza de matrimonio. -Jafer cambió el tema.

-Así es. Pese a que hemos mantenido nuestro problema en secreto, la información se coló de forma sospechosa. No sólo el rey de Ecrof ha hecho oferta.

-Me imagino. ¿Tú qué piensas al respecto?

-Sabes lo que pienso. Odio esta situación tan machista y clasista. Mi hermana Mara es la indicada para tomar la corona, sin embargo, no lo puede hacer porque el general Ram no tiene sangre real. Mi cuñado ha sido un guerrero fiel en Andaluz y ha dado todo por este reino. Es injusto que sea menospreciado por su genealogía.

-Lo sé. Aunque si Mara no es "apta" -movió los dedos en ademán de comillas-, entonces la siguiente candidata es Kenia. No dudo que ella acepte la oferta de casarse con un príncipe, en especial, si es el famoso príncipe Raniem de Ecrof. Todas suspiran por él.

-He escuchado lo diestro en la batalla que es, mas no lo conozco.

-Tampoco te interesa conocerlo -dijo con una sonrisa socarrona.

-Para nada. Según tengo entendido, ese príncipe es codicioso, calculador y adicto al poder. No soporto a las personas que ponen mayor importancia al estatus y las riquezas, antes que, al honor, la lealtad y la vida de las personas justas e inocentes. Además, cualquier cosa que apoye a la maldita ley de que una mujer no puede gobernar por su cuenta, está en mi contra. Debe haber una manera de que las mujeres tengamos los mismos privilegios que los hombres en Andaluz. Debemos modernizarnos y ser más justos.

-A veces pienso que naciste en la nación que equivocada. Creo que encajas mejor en el reino Alesimad, donde solo las mujeres gobiernan.

-Te equivocas. No encajaría allí. Quiero justicia e igualdad; entre ese reino y Andaluz no hay mucha diferencia, ambos son sexistas. Ellas porque les dan privilegios a las mujeres, aquí porque les dan privilegios a los hombres.

-Por eso me gustas, eres justa. -Jafer se acercó de forma peligrosa, acortando la distancia entre ellos.

-Jafer, maldigo el momento en que empezaste a verme con otros ojos. Nuestra amistad era más sencilla antes de que te dejaras manejar por tu pene.

Jafer soltó una carcajada que irritó a la princesa, quién gruñó del hastío.

-Algún día cederás a mis encantos, Darah. Es más, creo que yo no te soy indiferente del todo, lo que sucede es que te aferras a la capa de hielo que has creado.

-¡Qué iluso! No confundas hermandad con romanticismo. Lamento informarte que yo no soy ese tipo de mujer, no suspiro por nadie.

-No sé qué demonios le dan a comer a las princesas de Andaluz que casi todas sufren del mismo mal.

-Déjate de tonterías y mejor mantén a tus hombres alerta. Dentro de unas semanas Lorein tendrá un almuerzo en su mansión a donde ha convocado a todas las princesas. Está de más decirte que prepares espías para esa celebración -dicho esto, se encaminó de regreso a su casa. Necesitaba un baño de agua fría para tranquilizar el calor que recorría su cuerpo, pese a que la solución a su calentamiento tenía nombre y apellido; no obstante, ella nunca lo reconocería. Asimismo, necesitaba prepararse para la invitación de su hermana, puesto que era obvio que algo tramaba.

                         

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