La noche estaba oscura y desierta. Cerrando las puertas de su barbería estaba Gaspar. La hora había avanzado y él tenía que irse a su casa que le quedaba al otro lado del palmar. Gaspar era el barbero del lugar y todos los días tenía que trasladarse al pobladito donde tenía su barbería. Algunos de los clientes hablaban sobre el fantasma de doña Dorotea, Gaspar acostumbraba a salir de su trabajo todos los días a las seis de la tarde, pero ese día salió un poco más tarde porque había tenido muchos clientes.
Gaspar era de aspecto sencillo y vestía decorosamente, era gordito, de color claro, su cara era redonda, y era bajo de estatura, después de cerrar su barbería tomó el angosto camino que se dirigía a su casa, y mientras caminaba iba diciendo en voz baja: ¿Será cierto que en el palmar salen por las noches algunas apariciones? Que según la gente del poblado, dicen que han visto a Dorotea andando por ahí, pero ella hace más de veinte años que murió.
Negros pensamientos pasaban por su mente, pues él tenía que atravesar el palmar para llegar a su humilde hogar.
Gaspar estaba muy nervioso y para calmar sus nervios empezó a silbar una tonada; y así quitarse de su mente esos malos pensamientos que le llegaban de aquella difunta, que según la creencia todo el que la veía caía al suelo en estado de inconsciencia, y Gaspar no quería que eso le sucediera. Al llegar al palmar se detuvo. Frente a él estaban los gigantescos árboles con sus grandes ramas que llenaban de temor a los caminantes. Se quedó un momento pensativo, y dijo: ya es muy tarde y la noche está envuelta en tinieblas, ¿qué haré? Dijo: Pero pensando en su familia, Gaspar decidió emprender nuevamente la marcha, su familia lo esperaba al otro lado, y así comenzó a atravesarlo, aunque con un poco de miedo. Al llegar a la mitad del camino vio una figura de una mujer vestida de azul, que se movía de un lado para otro, se detuvo absorto y comenzó a sudar. Su cuerpo estaba frío y pálido.
Sus dientes tropezaban unos con otros por el miedo que sentía, y con voz trémula exclamó: iPor las ánimas del Purgatorio! ¿Quién anda por ahí? Nadie le contestó; sólo se escuchaba el fuerte silbar del viento y el fuetear de las ramas de las palmeras. De pronto salió corriendo despavorido tomando la vereda por las orillas del estrecho arroyo, pero cómo se iba a imaginar que aquella vereda también terminaba dentro del mismo palmar.
A poca distancia alcanzó a ver nuevamente la macabra figura, y con gran temor se escondió detrás de un gigantesco árbol de flamboyán. Gaspar estaba exhausto y jadeante, y dijo: ¿Qué hago? El poblado está muy lejos para volver.
De pronto, una voz detuvo su hablar interior, y le dijo: Compadre, ¿qué hace usted ahí? El terror inundó su mente y cayó sin conocimiento, doña Bonifacia sacó un pote del macuto y se lo pasó dos veces por la nariz al barbero. La partera era una mujer solitaria y de aspecto siniestro. Gaspar que estaba tendido en el suelo volvió en sí. Pero más grande fue su sorpresa cuando abrió los ojos, los cuales tenía borrosos; vio que estaba en los brazos de aquella mujer que se le parecía al fantasma de Dorotea, y aterrorizado gritó iAy! No me lleve Dorotea, entonces la partera con voz suave le dijo: No tenga miedo compadre, soy yo, su comadre Bonifacia. El barbero exhaló un suspiro de aliento, y se tranquilizó, mientras ella le preguntaba: -¿Qué le pasó compadre? Está usted frío y pálido, además está temblando. Pero Gaspar solamente atinó a preguntarle ¿qué hace usted por este lugar y a estas horas de la noche? Entonces, el barbero desesperado le dijo a doña Bonifacia: Salgamos de aquí rápido!, Mientras Gaspar y la partera caminaban, él le contaba lo que había visto en el palmar, y ella le dijo: No se lleve de esos vagos del pobladito, ellos siempre están hablando de que en el palmar sale el fantasma de la difunta Dorotea.
¿Y para dónde va usted, estando la noche tan oscura?, le preguntó a su comadre Bonifacia. Voy para la casa de mi comadre Pancracia que esta noche va dar a luz y tengo que hacerle el parto, le Contestó ella.
Entonces la partera tomó el camino hacia la casa de Pancracia donde la esperaban, mientras que Gaspar, se dirigió a su casa, y al llegar le contó a su mujer todo lo que había sucedido en el palmar,
Entonces su mujer le dijo: Eso dicen por ahí sobre ese fantasma, pero eso no es cierto.
-Eso me dijó la comadre Bonifacia, me la encontré en el camino, cuando venía por el palmar-.
-¿La comadre Bonifacia?, no puede ser, ella murió en la tarde...