Capítulo 5 El Roble y el Leñador malvado

El Roble y el leñador malvado

Era una fría mañana. En la pequeña casa junto al fogón estaba el leñador calentando su cuerpo que titiritaba por el fuerte frío invernal. Mientras que el leñador decía: el invierno está muy frío y la leña se me ha terminado, se paró en la puerta y a lo lejos divisó el inmenso bosque con sus imponentes árboles. El estruendo del viento cantaba entre sus ramas, el leñador era un hombre musculoso y fuerte; tenía sus cabellos y barbas largas y vestía con ropas harapientas y mugrosas. El leñador dijo: Ahora tendré que ir al bosque a buscar leña para poder calentarme durante todo el invierno. Luego tomó su hacha y su machete, y se dirigió al bosque, al llegar, un viejo roble le preguntó: Leñador ¿Qué buscas en el bosque tan temprano, y en una mañana tan fría? El leñador le contestó, pues vengo en busca de leña, necesito calentarme, el invierno está frío y no tengo leña en mi hogar.

iQué desgracia!, exclamó el viejo roble, y con pena dijo al leñador, no nos hagas daño, nosotros somos quienes les damos vida al río, sin nosotros no puede haber lluvia, convertimos el anhídrido carbónico en oxígeno y así todos pueden gozar de buena salud. Además, en nuestras ramas se anidan las aves, en los troncos más grandes las ardillas construyen sus casas. iPor favor!, no nos corte leñador, pero el malvado leñador no hizo caso al viejo roble, y sacando su hacha dijo: ibahi con tu lamento no me vas a convencer.

De inmediato hundió la filosa hoja del hacha en el gigantesco roble hasta darle muerte, mientras el roble en su agonía decía: Malvado, estás destruyendo tu propia vida, pero el leñador siguió derribando no solo al roble sino que al paso de los días el bosque quedó triste y desolado. En la orilla del pequeño riachuelo solo quedaron unos retoños de caobas, pinos y mangos.

Pasaron los meses y el invierno pasó, el candente sol quemaba la tierra, mientras que el leñador sentado en su silla, dijo: El calor me está matando, ahora iré al arroyo, buscaré agua, calmaré mi sed, y su fría agua refrescará mi cuerpo. Salió hacia el destartalado bosque, y frente a él estaba un retoño del antiguo e imponente roble que le dijo: Leñador, ¿qué buscas entre los árboles muertos? El leñador contestó, busco agua, sombra y un poco de frutas. Mi cuerpo se está quemando por el fuerte calor y el candente sol. Pues, el arroyo está seco, contestó el retoño del roble, míralo tú mismo. Y ¿cómo puede haber frutas si tú mismo destruiste el bosque que daba vida a todo? Entonces el leñador, se encaminó hacia el arroyo y con voz trémula dijo: iOh! se ha secado.

Y ahora, ¿Que haré? Y después de meditar por largo rato, oyó la voz de una pequeña caoba que decía: Leñador infame, tanto que te rogó el más viejo de los árboles y no hiciste caso, porque más pudo tu avaricia que el amor a tu propia vida y la de los demás. Ahora no tienes agua, no tienes árboles ni frutas y las aves se han ido. El leñador se fue a su casa sin nada de lo que fue a buscar, muriendo a la vez de sed y hambre.

            
            

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