El hacendado y la hechicera
Había una vez una próspera sección en la cual vivía un hacendado. Casi todos los moradores del paraje trabajaban en su finca, él era un hombre muy rico, y su casa era inmensa y tenebrosa. El paraje mismo causaba una rara congoja. Un paso siniestro había en el camino que iba al paraje y que los caminantes preferían eludir. Todos los años celebraba rituales satánicos donde daba a la multitud comida y bebidas alcohólicas, acompañadas de tambores.
Una de las jóvenes más elegantes del paraje era escogida para ser la reina de esas fiestas diabólicas y era dedicada a un petró llamado Ogún Fegay, que el hacendado veneraba, pues él era aficionado a ese tipo de pringue.
Primitivo, uno de sus trabajadores, aprovechó esas fiestas, y una de esas noches se metió en una de las fincas y sustrajo el becerro negro que el hacendado tenía para sacrificárselo a los demonios el último día de las fiestas.
Primitivo era procaz vivía solo en un cuarto del barracón del batey, además nadie conocía sus familiares. Un día muy de mañana el hacendado se levantó y llamó a su mayoral y le dijo: vamos a ver como están los novillos, y al echar una mirada vio que le faltaba el becerro negro. De inmediato le dijo al mayoral: falta el novillo negro ¿Acaso se habrá salido del corral? No es posible señor, todo el corral está muy bien construido, no hay posibilidad de que se haya salido.
Entonces, ¿En dónde estará? Bueno señor, lo mejor es que avisemos a los demás empleados para que lo busquemos. Vamos, dijo el hacendado, incómodo y asustado, ya que ese era la primicia de las crías del año. Animal que iba a ser sacrificado a Ogún Fegay, demonio del cual él era su fiel servidor.
Llegó a su casa y llamó a todos sus empleados y les comunicó lo que había sucedido en el corral, y todos se preguntaban, ¿Quién habrá sido el ladrón? Primitivo se puso muy nervioso y dijo: vamos enseguida a buscarlo, y todos juntos se fueron a la finca en busca del becerro. Recorrieron la finca durante todo el día, pero todo fue inútil, el animal no apareció, a lo que uno de los empleados dijo en voz baja: Bueno... parece que fue el mismo diablo que se Io llevó.
Se fueron a la casa y se sentaron en la enramada, mientras el hacendado decía: ¿Y qué haré? Mañana es el último día y ese era el anirnal del último ritual. El hacendado estaba muy preocupado, por lo que no quiso comer ese día. Al entrar la noche llegó a la casa una extraña mujer de color claro, vestida con un vestido rojo y sobre su cabeza llevaba un enorme pañuelo azul, además se estaba fumando un túbano, y con ella llevaba una pequeña maleta. Buenas noches señor, dijo la desconocida. Y todos asombrados voltearon la cabeza, a lo que el hacendado contestó, buenas noches. ¿Qué desea? Busco empleo, entonces el mayoral dijo: necesitamos una persona para los quehaceres de la casa. Tomo el empleo señor, dijo la mujer.
Entonces el hacendado le dijo al mayoral: da le de comer y después llévala al barracón y acotéjala en una habitación. La orden fue cumplida al instante. Después que la extraña cenó, fue llevada al lugar que dijo el patrón, el mayoral le dio las buenas noches a la que ésta no contestó. El mayoral al llegar a donde su patrón le dijo: esa mujer es muy extraña señor, entonces vigílala, contestó el hacendado. Esa noche el mayoral cumpliendo las órdenes de su amo, se fue de madrugada a merodear por los alrededores del barracón, y al acercarse a la habitación de la supuesta empleada, y mirando por una de las rendijas del cuarto en donde estaba ella, vio que sacaba unos muñecos de diferentes colores y todos estaban pinchados con alfileres, los cuales colocaba en un rincón del cuarto, además estaba colocando un espejo encima de la mesa. Luego sacó una campanita y sonándola varias veces comenzó a entrar en trance.
El mayoral lleno de miedo salió huyendo y casi sin poder hablar le dijo al hacendado: esa mujer es una hechicera, se ha transformado y tiene unos muñecos en un rincón del cuarto y sobre la mesa un espejo, y está llamando a los demonios. En seguida el hacendado dijo: vamos para allá quiero saber quien se robó el becerro.
El hacendado y el mayoral salieron hacia el barracón, lugar donde estaba la hechicera y cuando asomaron a la puerta, la vieron arrastrándose por el suelo como una culebra pasándose por los barrotes de la silla y con una voz del más allá dijo: entreee que lo estoy esperando. El hacendado tomó una silla y se sentó frente a la bruja y le dijo: quiero saber quien me robó el becerro, y quitándole el paño rojo al espejo ésta le presentó la cara de Primitivo.
Entonces el patrón dijo: el petró tiene que cobrarle su becerro, a lo que la hechicera contestó claro que le cobraré. Y al terminarse mi fiesta su voz será la del bramido del becerro y las uñas serán como las del guaraguao. Esta siniestra mujer practicaba el vudú, que es una especie de rito diabólico.
Después de echar su maleficio a Primitivo, el hacendado le dijo: ¿y qué vamos a hacer mañana? Pues no tengo el becerro, a lo que la hechicera contestó busque un cerdo negro y que sea grande, mañana daremos de comer a los demonios, así lo hizo e hacendado. Al otro día en horas de la madrugada hechicera sacó de su maleta una sábana de color azul y con ella arropó al cerdo. Y luego de rociarle un pote de agua perfumada de diferentes colores, se montó sobre él, y después de hacer su invocación diabólica, hundió el cuchillo por el costado izquierdo del animal, y a lo poco comenzó a beberse la sangre del cerdo. Entonces la gente sorprendida decía: iVámonos de aquí! esa mujer es el mismo demonio. Y todos muertos de miedo salieron huyendo. Mientras que el hacendado y el mayoral se quedaron en la enramada, como también unos borrachos que solamente decían, ¿y la carne del cerdo? ¿Acaso no la van a cocinar? Pero cuando vieron que de la boca del cerdo salían llamas de fuego, salieron huyendo bien asustados y mientras huían, por el camino decían: Bueno... el hacendado tiene pacto con el diablo. Mientras que Primitivo desde esa misma noche comenzó a bramar como un becerro. Entonces ese mismo día al entrar la noche la hechicera se fue sin dejar rastro.
La gente del paraje comenzó a aterrorizarse y ya no podía dormir por los bramidos que emitía Primitivo. Luego se fueron yendo del lugar, y el hacendado ya no encontraba quien le trabajara en la finca por lo que tuvo que venderla. Primitivo salió huyendo, loco y desesperado y la gente al verle en la condición en que estaba dijo: iCorran, que ahí va Primitivo! iAgárrenle! Antes de que se lance por el precipicio, pero todo fue inútil, al llegar al despeñadero se lanzó, y al caer se mató. Entonces en la sección se comenzó a hablar de lo que había sucedido a Primitivo, mientras el barracón quedó sin nadie que lo habitara, y la gente del paraje le bautizó con el nombre de "el barracón de los demonios".
Al paso de los meses se supo la noticia de que el antiguo hacendado había perdido toda su fortuna y los moradores del paraje dijeron: el diablo le dio riqueza y también se la quitó. Y peor aún, el hacendado al verse en tan mala situación, se ahorcó.