A pesar de todas las razones por las que no quiero ir a la escuela, finalmente me las arreglo para levantarme. Mamá no tiene idea de que todos me odian y me tratan como la basura en sus zapatos. Si ella lo supiera, estaría demasiado triste. Mamá tiene dos trabajos, una hija que mantener y un corazón que reparar luego del destrozo que dejó papá. No tengo ninguna intención de agregar más carga a sus ya cansados hombros.
Como todos los finales de verano, la ciudad está fría, así que me visto rápidamente y me pongo la chaqueta más gruesa que encuentro en mi armario. Quizá exagero, pero aquí es aun más frío que Quebec.
Mamá apenas alcanza a darme un beso de buenos días cuando bajo a desayunar y se va al trabajo. El hospital queda a las afueras de la ciudad y maneja su pequeño Chevrolet, una de las pocas pertenencias que tenía a su nombre y pudo conservar luego del desastroso divorcio.
Por mi parte, la escuela solo queda a cinco minutos caminando, y aprecio el calor que me da la caminata en la fría mañana, así que tomo mi desayuno, agarro mi mochila y emprendo camino al lugar más asqueroso de la tierra.
Solo por un año más.
Texteo rápidamente a Fred y le pido que me espere a las afueras para poder entrar con él. Fred también es un rechazado social, pero a diferencia de mí, su castigo se basa más en la indiferencia que el acoso constante. Él me responde afirmativamente y es la primera cara que busco cuando pongo un pie en terreno escolar.
No se me hace difícil encontrarlo. Sus lentes son más grandes que su cara y aún usa una maleta en vez de una mochila porque insiste en cargar su cámara, los lentes de su cámara y su computadora a todas partes en caso de que finalmente consiga captura de lo que él bautiza como "el momento perfecto de la vida".
-¡Blake! ¡Qué gusto verte! -me saluda y nos damos un abrazo-. Qué largo te ha crecido el cabello.
-Me alegro de verte también, Fred -digo y me toco el cabello-. Sí, he decidido no cortármelo este verano, y me ha gustado.
Lo que era una suerte, porque incluso cortarse el pelo en esta ciudad era un maldito privilegio.
-Pues te queda encantador. Me enteré por la página de la escuela que sacaste el primer lugar en un concurso de patinaje. Felicitaciones.
-Gracias -le sonrío y me siento un poco menos fría con la calidad en su voz.
Ganar un campeonato nacional de patinaje artístico es algo que le diría a mi único amigo enseguida, pero a Fred le gustaba adentrarse en el bosque durante tres meses en la cabaña de sus padres sin señal de internet ni de celular para poder sacarle fotos a la vida salvaje, por lo que saber de él durante el verano era casi una hazaña.
-Tengo ganas de ver el video de tu presentación.
-En realidad lo tengo en mi celular, ¿quieres verlo ahora?
-Claro. Muéstrame qué tienes.
Como aún es temprano, Fred ve relajado mi rutina de dos minutos y cincuenta y ocho segundos. Parece impresionado con lo que hago. Fred jamás me ha visto competir, solo entrenar.
-¿Esto es humano, Blake? Vaya, mírate, casi pareces una gacela.
-Tomaré eso como un cumplido -me rio.
-Lo es -confirma mientras me devuelve mi celular-. ¿Tendrás una competencia pronto? Me gustaría ir.
-Tenemos una el miércoles. Será en la pista local, recibiremos un montón de chicas y chicos de otras provincias. No es tan importante, pero podrías ir.
-Me encantaría. ¿Cómo te sientes para la competencia?
-Bien -me encojo de hombros-, aunque estoy un poco triste por mi vestuario. No pude juntar suficiente dinero para comprar uno nuevo, así que tendré que usar el mismo del año pasado.
-Lo siento mucho -hace una mueca.
-No pasa nada, es algo completamente banal. Puedo sobrevivir sin un traje nuevo -me encojo de hombros-. ¿Alguna novedad en la escuela?
-¿Escuchaste que tenemos un compañero nuevo? -pregunta.
-¿Compañero nuevo? -pregunto para confirmar. Fred asiente-. Vaya, eso es un hito aquí.
-Lo es, sobre todo en último año. Al parecer es primo de Hunter.
Mi estómago se revuelve con tan solo escuchar su apellido, pero intento no parecer como que voy a vomitar cuando le pregunto a Fred si sabe por qué vendría aquí.
-Según lo que escuché de papá, sus padres están teniendo un enorme conflicto legal con la empresa, algo así como muy grande. Están enfrentando tiempo en prisión y todo eso.
-¿Y tú como sabes eso?
-Ciudad pequeña. Además, en la tenencia se enteran de todos los trapos sucios -se encoge de hombros, como si fuera obvio.
Intento que la noticia no me afecte, pero estoy un poco perturbada. Un primo de Damon no puede ser mucho mejor que él, y eso solo significará una persona más en la escuela que hará mi vida miserable. Si Damon puede lograr que cada rincón de esta escuela me odie solo por su lealtad al hockey, no me imagino lo que haría su primo por él.
-¿Estás bien? Te ves un poco pálida.
-¿En serio? -finjo confusión-. Debe ser el frío, sabes que lo odio.
-Mala vida para vivir en Canadá -se ríe, y yo me río junto a él, pero no es nada gracioso.
Una mala vida por completo.
En cuanto entramos por la puerta principal siento el desdén en la mirada de todo el mundo. Las risas y los susurros llenan cada uno de mis sentidos, pero ya me he entrenado para poner la mejor cara de póker posible. Si me veo vulnerable, entonces ellos finalmente habrán tomado todo de mí.
No es hasta que me encuentro con Evangeline y sus secuaces que obtengo mi primera confrontación directa. Me mira de arriba hacia abajo y luego se ríe.
-¿Qué pasa con esa chaqueta, Blakely? ¿No te alcanzó para algo más decente luego de que papá te abandonara? -hace un puchero extremadamente dramático, y varias personas a nuestro alrededor se ríen.
Por supuesto, Damon le había contado a todo el mundo el secreto que había dicho llevaría a la tumba. No lo culpaba. La única culpable era yo por caer tan fácilmente ante sus ojos azules y su sonrisa de estrella de cine. Lamentablemente, era demasiado ingenua e inocente en ese entonces cómo para entender hasta qué punto podían llegar las actuaciones y la maldad de las personas como Damon.
Elijo no decir nada. No suelo hacerlo, porque tampoco se me ocurre algún insulto ingenioso. Siento que si digo algo solo me expondré, y prefiero que crean que me son indiferentes sus críticas a que escuchen cómo se me rompe la voz cuando intento pelear de vuelta.
-Lindos lentes, nerd -le dice Evangeline a Fred y finalmente sigue su camino.
Veo a Fred acomodarse los lentes a mi lado, incómodo.
-Qué víbora -menciona.
-Ni me lo digas -suspiro y sigo caminando.
-Al menos no les das la satisfacción de quebrarte. Cuando Evangeline dirige su mirada hacia mí te juro que tiemblo.
Lo que Fred no sabe es que yo estaba quebrada hace mucho tiempo, así que solo asiento.
Cuando llegamos al salón hay unas cuantas personas en la fila de atrás que nos miran con repudio antes de seguir en su conversación. Con Fred tomamos dos asientos de la primera fila y acomodamos nuestras cosas. Él está teniendo un momento duro tratando de acomodar su gran maleta, así que le sugiero ponerla entre nuestros asientos para que nadie tenga una razón para patearla.
Levanto la mirada cuando veo una figura alta en la puerta. Por un momento contengo la respiración, pensando que sería Damon. Es el único cuya altura suele ocupar toda la puerta, pero en cambio es un chico que luce sospechosamente parecido a él. Mismos ojos azules, mismo cabello negro, misma mirada socarrona, quizá unos pocos centímetros más bajo, pero hay algo más que no logro descifrar mientras lo veo caminar hacia el asiento de la esquina sin darle una mirada a nadie.
Fred se inclina hacia mí y su voz es un susurro.
-Ese debe ser el primo de Damon.
Me doy vuelta solo un poco para darle una mirada. Definitivamente los ojos son inconfundibles, pero no tiene aquel aire de grandeza que Damon siempre parece portar.
-Lo imaginé.
El equipo de hockey llega solo un minuto antes de que la clase comience. Es aquí cuando contengo mi respiración y mi corazón empieza a latir tan fuerte que siento que puedo desmayarme. Tal como temí, Damon viene con ellos, riendo y bromeando como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. En cuanto nuestras miradas se encuentran, su rostro cambia. Ya no hay felicidad ni sonrisa, sino la más pura amargura. Sus ojos queman con el fuego latente de su odio por mí y mi respiración se queda atascada entre mis tumultuosos pensamientos.
Que no venga hacia mí. Que no venga hacia mí. Que no venga hacia mí.
Por un momento pienso que seguirá su camino, pero a último minuto pone sus manos sobre la mesa de mi asiento, inclinándose hacia mí. Pegó un salto por el estruendo y la sorpresa, y no puedo evitar su mirada.
-Por un momento tenía la esperanza de que te había quedado claro que nadie te quiere aquí, Brooks.
Trago saliva y hago algo que no fui capaz de hacer en todo el año: responderle.
-Por un momento tuve la esperanza de que finalmente entendieras que me importa una mierda lo que pienses.
Varias personas a mis espaldas sueltan silbidos y gritos. Damon parece un poco sorprendido de que le haya respondido, pero en vez de afectarle, casi parece que le complace. Una sonrisa se curva en su rostro, una que nunca había visto dirigida hacia mí, ni siquiera por la mera satisfacción de hacerme sufrir.
-Lamento que mami querida tenga que estar limpiando inodoros en el hospital de la ciudad, quizá si tuviera algo mejor que hacer con su vida podría sacarte lejos de mi vista.
No me molesta en absoluto que Damon crea que decir eso es un insulto. Estoy orgullosa de mi mamá y de lo que hace por nosotras. Nunca en mi vida, ni siquiera cuando tenía el privilegio que tenía al vivir bajo la protección de mi padre he pensado que ciertos trabajos tienen menos valor que otro.
-Al menos se gana su dinero honradamente, Damon, a diferencia de otras personas en esta ciudad -me cruzo de brazos y miro hacia el lado, evitando su mirada.
Damon parece analizarme por un momento. Sabe que me estoy refiriendo a su padre, el médico de la ciudad que fue investigado durante seis meses por supuestos fraudes con recetarios médicos, pero nada fue comprobad, desvaneciendo toda acusación en el aire. Ahora es el director del hospital del pueblo.
Nadie se habría atrevido a mencionar el asunto, pero lo que Damon logró el año pasado fue quebrarme de tal manera que ya no tenía nada que perder. No podía hacer mi vida más miserable de lo que ya era.
-No sé que crees que haces, Blakely, pero no me está gustando -su mano coge mi mentón y me obliga a mirarlo. Evito soltar un respingo ante la sensación. Su mano es gélida contra mi cara, y envía mil mensajes encontrados hacia mi organismo. Damon jamás me había tocado, y definitivamente no hubiese esperado que lo hiciera, y menos que se sentiría de esta forma tan... abrumadora.
Su tacto frío me está quemando, y Damon parece notarlo, porque su sonrisa no hace más que agudizarse. En un acto de desesperación me sacudo fuera de su alcance y aprieto mi espalda contra el respaldo, un poco agitada. La piel de mi cara cosquillea y siento que mi corazón late con extrema felicidad. Yo, en cambio, estoy aterrada de las sensaciones nuevas y solo quiero poner mil kilómetros de distancia entre nosotros.
-Sé que crees que este año no puede ponerse peor que el anterior, pero ya verás lo equivocada que estás -dice y se aparta. Sigue a sus amigos a las últimas filas de asiento y continúa su conversación con ellos como si nada hubiera pasado.
Miro hacia atrás casi por instinto, pero Damon no está mirándome. Quien sí está mirándome con extraña curiosidad es su primo, e incluso en mi estado de shock, puedo notar que Damon ni siquiera le dirige una mirada.
-¿Blake? ¿Estás bien? -pregunta Fred.
Asiento rápidamente hacia Fred y me pateo mentalmente. ¿Cómo es posible sentir terror y atracción por el mismo hombre? ¿Cómo es posible siquiera pensar en lo bien que se siente el tacto frío de Damon cuando ha dedicado su vida a odiarme, a acosarme, y hacer que toda la escuela siga su juego? En este momento, creo que me odio más a mí misma de lo que odio a Damon, porque algo tiene que estar mal conmigo, algo así como psicológicamente mal.
Durante el resto de la clase me sumo en mis pensamientos de odio y de autodestrucción, pero ninguno tiene que ver con Damon, y todos tienen que ver conmigo y mi capacidad para ignorar todas las banderas rojas y sentir lo que siento. La misma razón por la que aún conservo esa flor es la misma razón por la que sentí tantas cosas cuando Damon me tocó: locura, porque cualquier otra explicación no estoy dispuesta a aceptar. Cualquier explicación fuera de esos parámetros solo significaría que soy masoquista, y me niego a aceptar eso.
Solo estoy loca.