Capítulo 4 Corazón roto.

*Gabrielle*

Desde que ví a Sam y a Lana besándose la semana pasada, nada me ha ido como quiero. Me desconcentro en clases, por la noche lloro -y ya no sé si es por Sam o por lo tonta que soy-, he perdido el apetito; no sé cómo, pero lo he perdido.

Ahora estoy haciendo todo lo necesario para recordar los contenidos de las clases. Tan solo falta una semanas -llena de exámenes- para las vacaciones de verano.

Ya son las cuatro de la tarde y no tengo deseos de ir a casa, no quiero encontrarme con Sam. Se puede decir que lo he evitado, aunque él no se ha dado cuenta de eso, piensa que es por los exámenes. Y es mejor así. No quiero que sepa de mis sentimientos por él.

Me dirijo a el aula de literatura, donde van a estar los profesores dando actividades para el estudio independiente. Abro la puerta y me siento en la tercera fila, donde no hay nadie sentado.

Todos están al frente, para escuchar mejor.

Acomodo mi mochila en el asiento de al lado y saco el cuaderno para comenzar a apuntar los ejercicios que hay en el pizarrón.

Dos horas más tarde salgo del aula de literatura y saco mi teléfono que ha estado vibrando una infinidad de veces dentro de mi mochila.

Desbloqueo la pantalla y veo ocho llamadas perdidas de Sam.

Suspiro pesadamente y cuando lo apago para volverlo a guardar vuelve a sonar, apareciendo en la pantalla una foto de Sam.

Tomo aire y contesto.

-¡Hey, Sam! -saludo, mientras camino hacia la salida.

-¿Dónde estás? Llevo dos horas buscándote -habla, desesperado.

-Pues parece que no buscaste bien. Estaba en el aula de literatura -digo con diversión en la voz, aunque con un poco de inri.

Escucho del otro lado una voz que conozco y no me cabe duda de cuál fue la razón por la que no me encontró.

-Si, eh, ¿vas a venir a mi casa hoy para estudiar? -le noto nervioso.

-No, tengo que ir con mamá a una reunión por el trabajo. No te preocupes, pásalo con Lana para que no estés solo -invento una escusa, barata, pero es una escusa.

-Esta bien, cualquier cosa me llamas.

-Mhm. Cuídate.

-Tu también, Gab.

Cuelgo el teléfono y lo guardo en la mochila.

Miro al frente, en el estacionamiento de la escuela y ahí están Sam y Lana besándose.

No aguanto esto.

Y lo que más me duele es que Lana no me ha dicho nada. Piensa que nunca me voy a enterar.

Duele que a quien llamo mi amiga me oculte algo como ésto.

Giro el rostro, con una lágrima bajándome por la mejilla y me topo con un rostro familiar.

-Hey, ¿Estás bien? -me pregunta el chico que me escribió la otra vez y que tiene por nombre André.

Niego y otra lágrima sale de mis ojos. Bajo el rostro porque no quiero que me vean así, pero se me hace inevitable cuando los veo.

-Shh, tranquila. Sé lo que se siente -susurra sobre mi cabeza, atrayéndome contra su pecho.

Rodeo su torso con mis brazo.

-No puedo más. No sé que hacer... -no sé porqué le cuento...

Levanta mi rostro por la barbilla y me mira a los ojos.

-Mira, sé que piensas que soy un idiota por los mensajes de la otra vez, solo era guasa, me disculpo por ellos -limpia mis lágrimas con sus pulgares y me da una pequeña sonrisa-. Si quieres, estoy aquí para tí -frunzo un poco el ceño-. No voy a intentar nada, soy gay, aunque no lo ande exclamando por todos los lugares.

-Oh...

-Y estoy seguro de que el idiota que te defendió la otra vez, cuando quería que fueras mi amiga no es tu novio, ¿verdad? -habla con diversión y me es inevitable no soltar una pequeña risita.

-No, es mi mejor amigo y de quién estoy enamorada -suelto con burla y él borra su sonrisa.

-Joder -mira en la dirección que yo estaba mirando, yo no me atrevo a girarme y observar esa escena-. Yo pensé que...

-¿Podrías no hablar de ellos, porfa? -suplico y él asiente.

-¿Quieres tomar una malteada de chocolate?

-Claro. Siempre viene bien.

Cuando llegamos a una cafetería que está cerca de la escuela pedimos nuestras malteada y comenzamos a charlar de cosas triviales.

No pensé que fuera gay, sinceramente. No tengo nada en contra de los gays, cada cual tiene sus gustos y para gustos los colores y sabores; cada uno de nosotros merecemos respeto por eso.

-André, mira la hora -miro mi reloj y abro un poco los ojos-. Son las ocho, tengo que irme ya.

-Te llevo. En el estacionamiento de la escuela está mi moto -asegura y no le niego.

-Va.

Caminamos al estacionamiento de la escuela y en ese momento estaban cerrando, menos mal que el guarda nos conoce y nos deja pasar a buscar la moto.

André me entrega un casco y el se pone otro.

Se sube y enciende la moto. Yo también me subo y el comienza a manejar hacia mi casa.

Quince minutos después tengo la adrenalina a mil por hora y una sonrisa en el rostro por culpa de André.

Aparca frente a mi casa y me bajo de la moto. Él se quita el casco, dejándolo en sus piernas.

-Gracias -le entrego el casco-. Por todo, me has hecho reír y olvidar...

-No es nada. Sabes cuál es mi número, solo tienes que desbloquearlo -sonríe y yo también lo hago.

-Ok. No vemos luego.

-Nos vemos. No me llores más por ese imbécil, ¿Ok? -asiento y él se vuelve a poner el casco, lléndose en la misma dirección por dónde vinimos.

Camino hasta la entrada de mi casa, con una sonrisa en los labios y abro la puerta, adentrándome en casa.

-¿Dónde estabas? -doy un pequeño brinco en el lugar y me giro hacia la voz de Sam.

-Joder, Sam. Casi me matas del susto -me toco el pecho y respiro pausadamente, dejando la mochila en el sofá.

-Y tú a mí casi me matas de la preocupación -se levanta del sofá individual y se para delante de mí, intimidante-. ¿Por qué estabas con ese chico? -mira hacia la puerta y nuevamente a mí.

-Estabamos charlando, ¿Qué tiene eso de malo? -me encojo de hombros y lo rodeo para dirigirme a la cocina.

-No jo... -suspira y viene detrás de mí- es el chico que te escribió, diciéndote que ibas a ser su novia -me recrimina y yo funzo el entrecejo, girando sobre mis talones para encararlo.

-¿Qué tiene de malo? -el alza las cejas en sorpresa porque no le doy la razón-. Era una broma lo que escribió. Además, es gay...

Me giro hacia el refrigerador, dejándolo con la boca en forma de o.

-Eso no...

-Si tiene que ver -le interrumpo-. ¿Por qué no quieres que hable con él? ¿No te gusta para mí o alguna mierda de esas? Si te dijera lo que me gusta y no me gusta... -me calló y saco la jarra de jugo, dejándola en la encimera.

-Si tan solo eso no hubiera pasado... -suelto una risa cínica y me cruzo de brazos, mientras lo miro.

-¿Te refieres al beso?... Wow...

Camino hacia los estantes para agarrar un vaso.

-Joder, si... Me confundió y...

-Estas saliendo con Lana, no tiene porqué confundirte -trato de sonar serena.

Me sirvo el jugo en el vaso y le doy un sorbo, mirando a Sam por encima del vaso.

El camina hasta quedar frente a mí y me quita el vaso de los labios, dejándolo en la encimera.

-Ella no tiene nada que ver con esto, moi petite -cambia el tono de voz a uno más bajo y que me llame como solía hacerlo me eriza la piel.

-No me llames así. Así es como le dices a Lana ahora que es tu novia.

-Pero a tí fue a quien primero llamé así y lo voy a seguir haciendo porque eres mi pequeña -se queda mirando mis labios y toma mi rostro entre sus manos.

Cierro los ojos porque pienso que me va a besar. Mas, no es así. Bueno, si me besa, pero en la frente, quedándose más tiempo del debido, como si se estuviese conteniendo.

-Creo que es mejor que me vaya -se separa de mí, pasándose las manos por el cabello.

-Si, eso creo.

Me mira dolido y con tristeza se gira para marcharse y no le detengo.

No creo que sea correcto que se quede después de tantas cosas.

Es fin de semana y no tengo planes para salir de mi cuarto. Solo leer y comer helado o chuches.

Me levanto de la cama y voy a mi estantería de libros, buscando alguno que no haya leído aún.

Al final me decido por uno que me regaló mi mamá, que se llama: Afuera acechan los demonio. Es de un escritor cubano. Mamá me dijo que era de humor y lo que necesito ahora es leer algo divertido.

Doce del día, o sea, dos horas más tarde luego de comenzar a leer, tocan el timbre de la casa. Espero unos minutos y vuelven a tocarlo.

Mamá no está.

Bajo con toda la pesadez del mundo las escaleras que llevan a la sala y abro la puerta.

Me quedo quieta en el lugar por quién es.

-Hola, Gaby. ¿Puedo pasar? -me aparto de la puerta.

-Claro, Lana. Pasa.

Cuando ella entra, cierro la puerta y me siento en el sofá en el lado opuesto a Lana.

-Eh, Gaby. Quería decirte algo...

-No te preocupes, ya lo sé -finjo normalidad.

En esta si que me voy a secar de tanto llorar.

-¿No te molesta? -niego, aunque yo y André somos los únicos que sabemos que esa noticia me está consumiendo.

-No. Sam fue el que te lo pidió, es decir, que el quiere estar contigo -ella intenta hablar pero me le adelanto-. Sé que te dije qué me gustaba, mas, ahora creo que se me está pasando, que solo era atracción por él -me encojo de hombros.

-Pero...

-Pero nada, Lana. Disfruta tu relación con eyl, ¿sí? -asiento y ella suspira ruidosamente.

-Esta bien, Gaby. -finjo una sonrisa y ella sonríe también, aunque la de ella es genuina.

No nota nada extraño en mi rostro como lo haría mi mamá o André, a Sam lo excluyo de la lista porque tampoco se ha dado cuenta.

-Bueno, ya que aclaraste... me voy a leer -pronuncio y me levanto del sofá y ella también.

-¿Me estás echando?

-Tu que crees, voy a leer -digo obvia y ella sonríe, yo no.

-Es que amas más los libros que a tu amiga.

-Ajá -le doy la razón y ella niega lentamente.

-¿Sabes? Sam y yo estamos leyendo Boulevard. Está precioso. Voy por el capítulo veinticinco. A veces no soporto la actitud de Luke.

-Yo tampoco.

-Pero cuando cerró el cine por Hasley, eso fue increíblemente romántico.

-Lo malo es que no lo podemos sacar del libro.

Lucho contra mi cerebro que me dice que le dé un pequeño spoiler del capítulo treinta y uno. Mi mente dice que sí y yo que no. No sería justo... bueno sí.

-Bueno, ya me voy a ver a mi novio. Nos vos luego.

-Si, nos vemos.

Pasa hacia la puerta y creo que cuando pasa por mi lado pisa los trozos de mi corazón que no había recogido de la vez que Sam me dió el friendzonazo.

Voy a la cocina y agarro uno de los paquetes de gominolas, llevándolos conmigo hasta mi cuarto.

Me siento en la cama y mi teléfono se enciende con un nuevo mensaje.

André: No vas a quedarte en casa hoy. Vamos a ir a un río que no está muy lejos. No hay pero que valga.

Yo: No. Ni se te ocurra venir, André. Estoy bien.

André: Ni creas que te vas a quedar llorando como una mocosa en tu casa. Te veo en media hora.

Yo: Eres insufrible y te estoy odiando un poco, ¿Ok?

André: Si, lo tengo claro. Avisa a tu mamá, no quiero que me apresen por secuestro. Necesitas un descanso.

Es verdad lo que dice André. Necesito un descanso de todo lo que me rodea.

Empezando por Sam.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022