Skyscraper © - Parte I
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Capítulo 3 NATHANIEL

Había aprendido que la puntualidad era un hábito que en ocasiones podía intimidar al contrincante cuando este no lo era, y la ventaja de esta ciudad es que aquí era muy difícil serlo. Pero no para mí. Aunque era un hábito que tuve que adherir a mi vida a regañadientes, resultaba que ahora era amante de la puntualidad porque aquello me hacía poder analizar a las personas desde el momento en el que llegaban al lugar donde habíamos acordado.

Y había comprobado que aquello era verdad, pues al verme ya en aquel lugar podía mirar las miradas nerviosas y el encogimiento de hombros que trataban de ser ocultas debajo del poder y dinero de aquellas personas que pensaban que lo era todo en este mundo.

Sin embargo, aquella noche no iba a encontrarme con una de esas miradas pues no era la primera vez que nos encontrábamos para un acuerdo. Vi a Stone entrar por la puerta de aquel café, había sido un nuevo lugar para encontrarnos, algo bastante diferente a lo que estábamos acostumbrados. Lo había visto desde el momento en el que bajó del auto acompañado de aquel gran hombre que siempre iba con él a todas partes, le dio ciertas indicaciones que hizo que este solo asintiera sin decir ninguna palabra y se quedó fuera del café junto al auto mirando a todas partes con aquel disimulo que tenía un guardaespaldas. Miré como Stone me buscó con la mirada ya dentro del café y al encontrarme sonrió victorioso mientras caminaba hacia la mesa donde estaba sentado.

-Nathaniel -dijo ya estando lo bastante cerca de la mesa para después sentarse frente a mí-. Sabía que no me fallarías.

-¿Alguna vez lo he hecho? -dije automáticamente mirándole serio.

-Nunca, muchacho -contestó con aquella sonrisa aún con orgullo quitándose los guantes de piel dejándolos sobre la mesa-. Hace mucho no nos encontrábamos, ¿cómo has estado?

-¿Por qué mejor no empezamos por la razón por la que me has pedido encontrarnos? -dije evadiendo aquella pregunta que sabía perfectamente que no le interesaba del todo, sólo era una máscara para ocultar que lo único que le importaba era el dinero.

-Tienes razón -dijo borrando la sonrisa llevándose con ella aquella máscara mientras apoyaba su espalda sobre el respaldo del asiento-, necesito que hagas un trabajo por mí.

Le miré atento analizando cada facción de su rostro. En aquel momento supe que había mucho dinero de por medio, no era la primera vez que trabajaba para él, mucho menos habiendo una gran cantidad de dinero involucrada.

Tomé el café que había pedido minutos antes de que llegara y lo llevé a mis labios dando un sorbo a este desviando la mirada por la ventanilla mirando hacia la calle, sin dejar de mirar por el rabillo del ojo como este esperaba ansioso a que yo dijera algo como respuesta a sus palabras.

-Necesito saber cuánto es y el nombre -dije como siempre volviendo a mirarle a los ojos, percibiendo aquella sonrisa arrogante en el rostro de Stone.

-Doce millones. James Cook.

Mierda.

-¿Me estás jodiendo? -pregunté apartando el café de mis labios volviéndolo a dejar sobre la mesa, pero sin apartar mi mano de este-. Es una gran cantidad.

-Por eso mismo te necesito a ti -dijo con orgullo mientras sacaba de su abrigo la cajetilla de cigarros y sacaba uno colocándolo entre sus labios. Extendió la cajetilla hacia mí y yo me negué.

-¿Por qué estás tan seguro de que puedo ganar aquella fortuna? -pregunté colocando ambas de mis manos sobre la mesa entrelazando estas sin dejar de mirar cada una de sus acciones mientras este sacaba el encendedor y prendía fuego al cigarrillo en su boca, ignorando el hecho de que estábamos en una cafetería libre de fumadores.

-Siempre lo has hecho, ¿no? Eres mi mayor arma, es una gran fortuna y no pienso arriesgarme a darle este trabajo a un estúpido que pueda hacerme perder tal cantidad -dijo sin mirarme guardando el encendedor y la cajetilla dentro de su abrigo, dio una calada al cigarrillo y después liberó el humo por la boca hacia otro lado.

-¿Y conmigo sí piensas arriesgarte?

-¿Alguna vez has perdido, Nathaniel?

Y la verdad es que no. Nunca lo había hecho, y era bueno. Bastante bueno. Entre la gente que se bañaba en dinero me consideraban el mejor apostador de la ciudad, casi después de un año que llegué a la ciudad. Era una ironía que la gente que más tenía dinero era la que siempre andaba buscando más y más, sin nunca tener suficiente. Yo me aprovechaba de aquello, cómo no hacerlo cuando recibía una gran cantidad de dinero a cambio. Sin embargo, siempre tenía cuidado de donde me metía.

De todas las personas para las que había trabajado a lo largo de estos años, Stone era el más apasionado por el dinero y el poder, si aquello se pudiera considerar como una pasión o más bien una obsesión con siempre tener más. Empecé a trabajar para él hace tres años, había investigado sobre él antes de comenzar a hacerlo, sabía que este mundo podía tornarse peligroso si no lo hacía con las personas correctas. La verdad es que no había encontrado mucho más que era dueño de dos casinos en Nueva York, uno en Las Vegas y uno en Los Ángeles, de ahí porque poseía tanto dinero y cierta fama. Ciertamente nunca había podido entender por qué teniendo tanto siempre quería más a tal punto de hacer apuestas en sus propios casinos por una gran cantidad de dinero: la única respuesta era la obsesión por él.

Le miré por unos segundos serio sin cambiar ninguna facción de mi rostro. Entrecerré mis ojos mientras este trataba de averiguar qué era lo que pasaba por mi mente en esos momentos, pobre que no tenía ni puta idea.

-¿Tienes información? -pregunté volviendo a hacer mi cuerpo hacia atrás imitando su acción de apoyar la espalda sobre el respaldo.

Este sonrió de lado volviendo a sacar el humo de sus pulmones esta vez soltándolo por la nariz. Metió la mano dentro de su abrigo y sacó una carpeta dejándola en la mesa. Sin despegar mi mirada de la suya me incliné un poco y tomé la carpeta abriéndola después leyendo el nombre ahí.

-Británico -dije leyendo la nacionalidad del hombre con que el que Stone había apostado una fortuna y miré la foto que había adjuntado en aquellos papeles.

-Viene desde Londres -dijo dando otra calada al cigarrillo mientras me miraba sin poder borrar aquella sonrisa, como si ya pudiera ver el dinero entre sus manos-. Viene a hacer unos negocios conmigo, aprovechará el tiempo para pasar un buen rato jugando.

-¿Perdiendo el dinero? -pregunté con ironía mientras tomaba de nuevo el café y daba otro sorbo sin dejar de leer toda información de aquel hombre.

-Piensa que tiene al mejor apostador de su lado -dijo despreocupado encogiéndose de hombros.

-¿Cómo sabes que no es mejor que yo?

Yo sabía que no lo era, nadie era mejor que yo.

-Lo he investigado es un novato de veintidós años, ha perdido en cuatro ocasiones -justo cuando dijo eso vi unas cuantas hojas atrás la información del chico que decía-. Pan comido para ti.

-Yo también fui un novato de veintidós años.

-¿Y cuantas veces has perdido?

Ninguna.

Cerré la carpeta sin terminar de leer toda información, le dedicaría una noche entera a aquello.

-¿Cuál es el porcentaje? -pregunté volviendo a apoyar mi espalda sobre el asiento mientras llevaba el café a mis labios y bebía de este.

-Pensaba darte el quince por ciento.

Yo sonreí casi aguantado las ganas de querer carcajear en ese momento. Estaba loco si pensaba que sólo me daría aquello. Dejé el café sobre la mesa volviendo a incorporarme un poco hasta inclinarme lo suficiente para colocar mis manos entrelazadas sobre la mesa, sin dejar de mirarle notando como este se ponía serio ante aquello, sabía lo que pasaba por mi mente solo porque yo le había permitido que lo supiera con aquello que había hecho.

-Veinte -dijo esta vez.

Entrecerré mis ojos esta vez mirándole mientras ladeaba un poco mi cabeza.

-Veinticinco.

Me quedé quieto, sin cambiar mis facciones dándole a entender que seguía sin aceptar aquel trato. No lo haría hasta que el número subiera, no era estúpido y sabía como aprovecharme de aquella situación. Había tratado a Stone años para saber hasta que punto accedería por mi trabajo, por supuesto que haría lo que yo le pidiera pues no tenía a nadie mejor que yo, por muy arrogante que aquello sonara, pero era la verdad.

-Vamos, Nathaniel. Son tres millones de dólares -dijo casi riendo, pensando que aquello me sería suficiente.

Seguí sin decir nada y sin apartar la vista de él. Me sostuvo la mirada, apostaría que para él fueron eternidades, pero para mí solo fueron segundos. Después de dar una larga calada al cigarrillo y liberar una gran cantidad de humo me miró sonriendo mientras negaba.

-Treinta -dijo por fin llegando un poco más arriba de mi objetivo.

-¿Cuándo es? -dije como aprobación ante aquel acuerdo.

-En dos días -me contestó.

De pronto vimos alguien acercarse y era el chico que había estado en el mostrador minutos antes. Justo el que había tomado mi orden cuando pedí el café.

-Disculpe, este es un área libre de fumadores -dijo con educación mirando a Stone.

Este ni siquiera lo miró. Sonrió como si aquello no le hubiera importado hasta que asintió.

-Descuide, ya me iba -comentó como respuesta mientras apagaba el cigarrillo en la carpeta sin importar si había dejado alguna marca de ceniza en los documentos. A mí no me preocupó, había leído lo esencial de la primera página.

Stone se levantó sin dejar de mirarme y sacó una tarjeta de su abrigo la colocó en la mesa y la deslizó hasta mí sin apartar la mirada ignorando por completo al chico que aún seguía ahí.

-Jhon te estará esperando en el hotel para llevarte, aquí está la tarjeta de la habitación -dijo sin más tomando los guantes de piel y colocándoselos de nuevo. Se giró hacia el chico y le dedicó una sonrisa de esas que yo ya conocía que sabía que para cualquier otra persona hubiera sido amable, para mí era falsa-. Una disculpa... -se detuvo entrecerrando los ojos mientras miraba el gafete en el uniforme del chico-, Jack -completó la oración con una sonrisa y después se dio la vuelta yendo directo hacia la puerta.

El chico me miró algo confundido y pude percibir cierta pena en su rostro, quizá pensaba que lo había molestado y por eso Stone se había ido.

-Así es él, no te preocupes -dije mirándole mientras volvía a tomar del café dando otro sorbo, el chico miró la colilla del cigarrillo ya apagado sobre la carpeta-. Tranquilo, yo lo limpiaré.

-¿Se te ofrece algo más? -preguntó con educación con su mirada esta vez en dirección al café a pocos centímetros de mi mano.

-No, así estoy bien, gracias -dije sin más con el fin de que este se fuera y en efecto, este lo hizo volviendo al mostrador en cuanto me escuchó.

Abrí de nuevo la carpeta dejando de lado la colilla, apenas había cruzado a la primera hoja por lo que seguí escaneando con mis ojos alguna otra información general que pudiera servirme, hasta que escuché la pequeña campana de la puerta, supuse que Stone entonces ya se encontraba cruzando la acera para ir hasta su auto donde su guardaespaldas lo esperaba. Cuando levanté la mirada por el cristal de la ventana no lo miré, aquello me extrañó así que miré hacia la puerta. Noté que este seguía ahí de pie, junto a la puerta mientras sostenía esta, lo vi decir algo que no pude escuchar con certeza y entonces entró una chica casi corriendo con una maleta a su lado como si tuviera mucha prisa y desesperación en entrar. Tembló al entrar mientras se acercaba al mostrador y enseguida sonrió.

Tenía el cabello castaño y le llegaba unos cuantos dedos más abajo de los hombros, no era baja, pero tampoco era alta, tenía una estatura promedio. Me fue imposible no mirarla de pies a cabeza. Siempre que miraba a una mujer lo primero que trataba de analizar eran sus acciones y las palabras que salían de su boca, con ella me había sido casi imposible no contemplarla desde aquel ángulo, el cual no estaba tan cerca pero no tan lejos como para no poder fijarme en que a pesar de aquella ropa que llevaba podía decir que hacía ejercicio, aquello le favorecía.

Miré su perfil y me incliné sobre la mesa juntando mis manos sobre esta para poder escuchar lo que hablaba con el chico que antes había venido a decirle a Stone sobre el cigarrillo. Jack era.

-Fui a pasar las fiestas a California con mis padres, ¿Thiago no te lo dijo? -dijo la chica aún sosteniendo la maleta a su lado.

Aquello que había dicho me hizo deducir y enlazar la información, seguro venía del aeropuerto y por eso llevaba la maleta con ella. Volví a mirarle de pies a cabeza, no de una manera morbosa, sino que trataba de buscar algo que ni siquiera yo me convencía de saber qué era, había algo en ella que me causaba cierta curiosidad e incertidumbre.

Sin darme cuenta ella ya se encontraba yendo del lado opuesto del mostrador arrastrando la maleta, sacó su celular y automáticamente sonrió mientras tecleaba algo en él, me preguntaba que era lo que la había hecho sonreír, o más bien quién. Miró hacia afuera y detecté cierta preocupación en su semblante, el cual fue reemplazado cuando de pronto desvió la mirada de ahí mirando dentro de la cafetería corriendo la vista por todos lados como si estuviera buscando algo. Hasta que su mirada topó con la mía.

Mierda.

Nunca me había pasado aquello. Siempre que miraba a las personas con el fin de analizarlas, estas nunca se percataban de mi mirada en ellas, pero ella lo hizo. Aquello por un segundo me extrañó y me sacó de mis estándares, pero no aparté la mirada. Tomé el vaso de café llevándolo a mis labios y dando un sorbo sin dejar de mirarle. Me sostuvo la mirada sin mostrar ninguna señal de miedo y yo me mantuve firme. Hasta que frunció el ceño y arrugó la nariz como forma de enfado, aquel gesto me hizo sonreír y después reír bajo sin poder evitarlo volviendo a colocar el vaso sobre la mesa. Pareció enfadarle aún más porque parecía que iba a decir algo, pero entonces se giró cuando alguien en el mostrador la llamó era Jack.

Decidí apartar la mirada esta vez, mirando hacia afuera olvidándome por completo de Stone. Su auto ya no estaba. Apreté mis labios volviendo a concentrarme en los papeles dentro de la carpeta leyendo esta vez más de la segunda hoja, pero no podía concentrarme. Cuando la pequeña campana de la puerta volvió a sonar automáticamente subí la mirada hacia la puerta y vi a Jack sosteniendo la puerta mientras la chica le sonreía y le decía algo, el chico rió mientras le decía algo cuando esta ya se encontraba fuera del local caminando por la acera arrastrando la maleta, la miré hasta que ya no pude pues había desaparecido de mi panorama.

Segundos después miré a mi alrededor en el local, había solo dos personas y una de esas era yo. Jack se acercó a un señor que se encontraba en las primeras mesas cerca de la entrada, le dijo algo y el señor asintió. Después se acercó a mí y yo di otro sorbo al café.

-Hey, disculpa que te moleste de nuevo, pero, la cafetería ya va a cerrar en diez minutos.

-No te preocupes, haces tu trabajo -dije mientras cerraba la carpeta y tomaba una servilleta limpiando las cenizas que había dejado Stone con el cigarrillo.

-¿Correr a la gente? Creo que eso no es algo que sea parte de mi trabajo -bromeó a lo que yo sonreí un poco alzando la mirada hacia el chico.

Cabello negro, ojos verdes y bastante alto, quizá un poco más que yo lo cual era sorprendente a lo alto que yo era.

-La chica con la que hablaste antes -hice un ademán con la cabeza indicando al mostrador y después a la puerta por donde segundos antes la castaña había salido-, es tu amiga.

Aquello lo dije casi afirmando y no como una pregunta, una táctica que había aprendido durante los años para hacer que las personas solamente me confirmaran lo que yo preguntaba.

-Algo así, digamos que es una buena relación de cliente a trabajador -dijo casi riendo mientras se cruzaba de brazos sin apartar la mirada de mí.

Asentí ante aquello, sonreí de lado negando y relamí mis labios, aquel gesto lo hizo hablar automáticamente:

-Viene mucho y cuando lo hace la mayoría de las veces estoy yo atendiendo.

-¿Te gusta? -pregunté sin rodeos sin importar que aquello fuera bastante extraño que un cliente preguntara a un trabajador que no conocía en lo absoluto.

Lo tomé por sorpresa por supuesto, frunció el ceño algo confundido y después negó carcajeando, miró hacia el mostrador por unos segundos y después volvió a dirigirme una mirada llena de diversión.

-Val no puede gustarme -dijo sin borrar aquella sonrisa y fruncí levemente el ceño.

Val. Pensé. ¿Su nombre era Val o era un apodo?

-¿Porque es una cliente?

-Porque no es un hombre.

De pronto entendí la diversión en sus ojos y aquello casi me hace carcajear por unos segundos, pero no lo hice, solamente sonreí de lado negando y volviendo a tomar un sorbo del café.

-No te preocupes, no pienses que te estoy coqueteando o algo. Me gustan los rubios -dijo antes de que por mi mente pasara que estaba haciendo algo más que solo responder a mis preguntas, igual no era algo que hubiera pasado por mi mente porque de ser que lo estuviera haciendo yo lo hubiera detectado enseguida.

-Val -dije a propósito mirando hacia la puerta mientras volvía a dar otro sorbo al café.

-Valet en realidad -contestó justo lo que esperaba que hiciera y sonreí sin poder evitarlo, había funcionado aquello para que me confirmara que aquello solo había sido una abreviatura a su nombre.

Asentí dándole a entender que aquello no era tan importante para mí, volví a dar otro sorbo al café sin dejar de mirar aquel punto en la entrada por donde minutos antes había salido la castaña.

-La próxima semana vendrá por acá -dijo alejándose, volviendo al mostrador, pero antes de alejarse por completo se giró y me miró-. Casi siempre viene los lunes, eso es seguro -me dijo aquello último con cierta diversión de nuevo en sus ojos.

Sonreí sin mostrar mis labios y alcé el café un poco hacia él con un 'gracias' en mi mirada. Este sólo alzó su mano con el pulgar arriba y fue hacia la puerta cambiando el letrero a 'cerrado', di un sorbo más al café mientras me levantaba y tomaba la carpeta en mis manos junto con la servilleta con la que había limpiado las cenizas. Me dirigí a la puerta del local y salí por esta. Al hacerlo el frío golpeó mi rostro, miré en la dirección por donde la castaña había desaparecido de mi vista momentos antes.

-Valet -pronuncié aquel nombre y una sonrisa de lado apareció en mis labios.

Me acerqué a mi auto el cual había dejado unos metros más lejos, saqué las llaves y oprimí el botón para que este pitara desactivando la alarma. Abrí la puerta del Audi negro y subí dejando la carpeta en el asiento del copiloto. Encendí el auto junto con la calefacción y esperé unos segundos ahí pensando en lo que dentro de dos días pasaría. Ganaría y me llevaría conmigo el treinta por ciento de aquella fortuna. Tres millones seiscientos mil dólares. Aquellas eran las ventajas de tener el don de ser un buen apostador, y yo nunca perdía.

Arranqué hacia mi apartamento y después pasé la noche entera leyendo aquellos documentos, el día siguiente pasaría rondando por la ciudad siguiendo cada paso de aquel chico con el que me enfrentaría.

            
            

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