Capítulo 2 Dos

Capitulo dos.

-Las normas o reglas. ¿Qué haríamos sin ellas? -la profesora se dirigió al grupo. Un silencio reinó: -Claro, no haríamos nada. Caos, solo caos habría en nuestra sociedad -alzó la mirada hacia un punto cualquiera-. En el reglamento, aquellos mandamientos componen la postura y el comportamiento de un individuo -por supuesto, nos mantienen en cautela a todas horas- y en él, toda acción o causa tiene también una consecuencia.

»Díganme, ¿Creen que las reglas son muy importantes? ¿Por qué? -La mujer se dirigió a su asiento que estaba en frente de la pizarra, dándole la espalda a esta- por favor escriban una reflexión en sus libros contestando estás preguntas, lo quiero bien redactado para mañana.

Todos los jóvenes con cara de aburrimiento asintieron en silencio guardando sus cosas. Cualquiera podría decir que era la misma clase sin gracia que tenían todos los días. Aunque Civismo era una materia sencilla de entender, la profesora Aleisy lo ponía complejo, sus largas definiciones o exposiciones con análisis las hacían cansadas y poco interesantes. Creo que aprendí más sobre la estructura de un texto que los valores, pero bueno, con el hecho de que te portes correctamente e hicieras caso al reglamento era suficiente.

Sus palabras siempre me hicieron pensar, no solo de manera educativa, sino, ¿En verdad, necesitamos de las normas? Los describe como los «mandamientos que componen la postura y el comportamiento de un individuo» y es incorrecto. Unos simples mandatos no nos controlan al margen como títeres y esas cosas. Son las situaciones, experiencias o decisiones que nos hacen actuar correctamente, a veces no de una buena manera, pero de manera asertiva.

Una postura y comportamiento adecuados a las situaciones, experiencias o decisiones.

Sí. Así está mejor.

Así que, ¡Que las reglas se vayan a volar, he dicho!

*

-No puedo hacerlo.

-Oh, que si puedes.

-No.

-Sí. Lo hiciste antes -me crucé de brazos- y puedes hacerlo de nuevo.

-Pero la situación fue distinta -Daiana intentaba convencerme-, además, no creí que en verdad tomaras esta iniciativa.

En verdad, no la tomé.

No creí sus suposiciones casi conspirativas. Tal vez pudo ablandarme el corazón con la trágica historia de su familia pero eso de creer que esta pareja se trae algo entre manos ya está muy loco. ¿Por qué creo eso? Pues, no es mi primera vez el tener que escuchar a una hija celosa de su nueva hermana; el hecho de que al principio me recibiera con una cortesía muy forzada, me dijera que no me hiciera ilusiones, y por si fuera poco, de que el trato que me dieron es parejo y no selectivo entre nosotras dos me hace afirmar que yo le consterno, le enfado.

Decidí mejor seguirle la corriente comiéndome el cuento de "hay que descubrir lo que estos dos adultos traman al adoptar a dos chicas que perdieron todo, lo único que ofrecen es una familia. Muy sospechoso, ¿no?".

Entonces seguiré con esto de que yo le creo a mi hermanita recién conocida para ver hasta dónde pueden llegar sus mentiras, no tengo nada que perder además de que mi honestidad y fachada de chica buena e inocente, porque si creyeron eso están muy equivocados. Yo siempre tuve que estar un paso delante de los demás para que no me vean la cara, así que la mejor manera es hacerse de la confianzuda con las personas y tomar el papel de la desentendida en cualquier conversación para que después de un cierto punto, pueda tener la certeza de que son personas con las que pueda tener una buena relación. Recuerden que no podemos dar nuestra amistad o cariño a cualquier persona, porque la daga puede atravesarnos en el corazón del alma y no volvemos a ser los mismos después de eso. Puedo confirmarlo a través del empirismo de mi vida. Las personas tienen muchas mascaras por cualquier parte por lo que es importante usar esas mascaras en uno mismo para desenmascarar la verdadera cara.

-Bien -sonreí-, lo haré yo entonces. -Bajé las manos tomando un poco de aire y sostuve la mano derecha en el frío pomo plateado, me quedé viéndola un rato pensando si debo seguir con eso o no.

- ¿Qué esperas, Dana? -la volteé a ver. Estaba con los brazos cruzados alzando una ceja esperando una respuesta o acción.

Le volví a sonreír un poco nerviosa - ¿Aún estas segura de esto? Digo, porque debemos bajar a cenar, ellos dijeron que no tardáramos tanto.

Daiana entrecerró los ojos.

-Por otra parte -continué devolviéndome a mi lugar-, ellos se darán cuenta y nos descubrirán, lo que implica un plan fallido y tú... -corregí- nuestro intento se irá a la borda. Piénsalo por un momento.

Los ojos de Daiana se movían a todas las direcciones como procesando y analizando las opciones que teníamos para llegar a una decisión.

-Tienes razón, bajemos -relajó los hombros en forma de derrota-, después hablaremos de esto.

Por fin, un descanso.

-Pero sigo insistiendo que no te fíes tanto. Solo come un poco y trata de vomitar el resto cuando termines.

-Estás loca, ¿cómo se supone que voy a hacer eso? -La miré estupefacta- Me estas pidiendo que me vuelva una bulímica.

-Te necesito bulímica, no envenenada -dijo dirigiéndose a las escaleras-. Al menos ambas viviremos -quedé más incrédula y lo entendió-. No te preocupes, cuando regresemos a lo nuestro te daré mis barritas de cereal que tengo escondidos.

Ambas bajamos en silencio y nos sentamos en la mesa. La expresión seria de Daiana cambio de un momento a otro a una más divertida y genuina, como si el límite de las escaleras fuera la división de personalidades de esta chica, quedé más sorprendida. Yo soy capaz de cambiar para acoplarme a las actitudes o maneras de pensar de otras personas, así sería más fácil de encajar –otro consejo de Amanda- sin tener algún problema o morir de vergüenza en el intento.

Divagando en los diversas enseñanzas de la señorita, me di cuenta que es un fiasco seguirlas. Es el primer día ¡El primer día, caramba! Y ya debo ayudar a una casi desconocida, porque eso es lo que es ahora. Al parecer tener una familia no es nada sencillo. ¿Qué sucede realmente? ¿Una señal divina de su parte, mamá y papá? ¿Siempre me quieren complicar, verdad?

Bien. Así es como siempre se ven estas cosas. Las cosas buenas siempre duran muy poco. Mis pequeños momentos agradables nunca duran ¿Por qué a mí? pienso, mi mañana había comenzado con una sorpresiva noticia, ahora mi noche estaba culminando con dudas y engaños. Todo es tan confuso.

Tranquila, Danae. Ya deberías estar acostumbrada a estos golpecitos que te llegan, nada es perfecto, recuérdalo. Solo debes adecuarte y seguir.

Escuché en mi mente la voz de ella, esa dulce voz. Mi madre.

Mientras miraba a Daiana, un destello de agrado con un poco de admiración se desprendió de mí; a lo mejor no es falsa, bueno, en el sentido de que no está mintiendo, porque si lo pienso mejor ella no tendría que montar todo este escenario e inventos solo por envidia. Quizás debo hacerle caso, y no acomodarme con ilusión a esta pareja, ayudarla a ver que más esconde esa oficina, traducir todos esos archivos y documentos, descifrar esos mensajes ocultos, eso significa una cosa... Debo dejar este teatrito para creer. Creerla a ella.

- ¡Oh, querida! -Gasha alegremente me sacó de mis pensamientos- Casi no has comido mucho, ¿acaso, no te gustó la cena? -su expresión cambió a una desanimada.

Decidí tomar la palabra de Daiana para contribuir a nuestras sospechas, por lo que tuve que rechazar lo más bonito de mi vida, la comida. Ver esas papas cocidas, las albóndigas rellenas de queso, un arroz blanco cocido perfectamente, todos bañados en una buena salsa roja condimentada que estaba para chuparse los dedos. Tenía que comer muy poco de eso, y eso poco luego lo desecharía por medio del vómito, nada agradable para esos sagrados alimentos. Ósea, imagínense por un momento toda esa divinidad hecha un revoltijo con mis jugos gástricos, ¡wacala!

-No es eso, solo que... -intercambie mirada con Daia rápidamente- Creo que las galletas, que por cierto eran deliciosas -sonrió-, me quitaron la mayoría de mi apetito.

Daiana seguía mirándome con la cuchara en la boca. Ya era momento de la retirada.

Me levanté apresuradamente cogiendo de la mesa mi plato y cubiertos-. Uffff vaya que si eran deliciosas -fingí tener el estómago lleno-, supongo que no debo forzar a mi cuerpo con más calorías, ¿verdad?

-Tienes razón niña -Nikolai cerró su periódico. Este hombre le gusta comer en silencio, como yo, por cierto-, eso sería considerado un ejemplo de la gula, que como sabemos es un pecado capital que conlleva a actos viciosos. Una blasfemia para el señor.

Sí. A estos rusos no les gusta que profanen sus creencias cristianas. Los Peskov eran muy religiosos en cierto sentido, rezar al dormir, rezar al despertar, rezar para arreglar problemas, rezar para terminar y comenzar a desayunar, almorzar y cenar. Rezar para, y por todo. Sus paredes estaban decorados por diversos cuadros con escenarios de algunas historias de la biblia; desde Adán y Eva hasta el asesinato de Goliat por David, el vivo suceso de la resurrección de Lázaro, y sin faltar, Jesús de Nazaret crucificado de una manera atroz que la que está escrita.

Yo siempre me mantuve firme en las creencias, no apoyo al ateísmo pero tampoco estoy en la vida proclamando la palabra de Dios. Porque cuando eres huérfana y pasas de familia a familia, conoces diversas religiones o tradiciones, por lo que aprendía ser tolerante y respetar los distintos cultos de las personas.

Después de retirarme de la mesa, recorrí de lado a lado la habitación ideando con más ingenio nuestros planes para descubrir de una vez por todas todo este misterio de los papeles. El estómago y la garganta me ardían; producto de los diversos intentos para devolver la comida hicieron que vomitara de una manera bárbara, tan así que, creo que además de las miserias que ingerí hacía unos momentos, expulse mis vísceras y todos los fluidos gastrointestinales de mi cuerpo. En pocas palabras: vacié mi interior, literalmente.

Daiana estaba sentada en su cama, me miraba con esos ojos oscuros parecidos a los míos. Podrían pensar que somos hermanas en verdad, salvo por todos los rasgos faciales que teníamos de distinto. Nunca tuve una hermana, y ella tampoco. Al fin y al cabo, tener el mismo cabello, la misma piel, los mismos ojos puede ser una coincidencia. La sangre no fluye en nosotras, yo lo sé. Es inusual el parecido y la diferencia entre nosotras. Su pasado y el mío. Su presente y mi actualidad. Y puede que también, el porvenir.

-Vas a seguir dando vueltas como pirinola -miró a otro lado- o ¿vamos a hacerlo?

-Aun no sé -me detuve-, parece más difícil de lo que creía. No solo puedo llegar como Pedro por su casa para tomar todo lo que no nos incumbe -al fin me senté en la cama vecina y suspiré.

-Hey D podremos hacerlo. Juntas -dijo segura.

- ¿En serio? ¿Y si nos descubren?

-No lo harán -negó ligeramente con la cabeza-. Ellos recién terminan de cenar, por lo que tenemos exactamente -elevó los ojos calculando algo- 15 minutos ahora antes de que suban. Así que ¡adelante, vamos! -se paró y jaloneó mi brazo para seguirla.

-Está bien...

Y aquí estábamos de nuevo: incapaces de abrir la puerta.

- ¿Ambas? -tragué saliva.

-Ambas -me asintió. Juntamos nuestras manos en el pomo plateado y dimos un pequeño respiro.

- ¿Por qué tiene que ser difícil? -la miré con inseguridad- En parte yo te convencí, pero creo que este... me surgen algunas dudas.

-Vamos, terminemos con esto.

Giramos la manilla y entramos.

- ¡Santa madre! -Exclamé con ambas manos al aire- ¡Dios! ¡Como Judas pudiste escabullirte aquí! -le dije exaltada.

Eso no era una oficina. Papeles y papeles por doquier, nada de orden en absoluto, como si un torbellino pasara por allí para arrasar con todo. Se sentía la suciedad en la habitación, como si nadie entrara en años o simplemente estas personas mostraban en sus espacios la falta de higiene.

- ¿Eres responsable de este desorden?

-Por supuesto que no -murmuró.

Daiana se acercó a la pila de documentos, y yo le seguí sentándonos en el suelo para revisar el contenido de cada uno; todos eran escritos o impresos viejos, nos dábamos cuenta por las orillas amarillentas o esquinas rotas de las mismas. El polvo de los anticuados estantes estaba presente al igual que mis alergias, no dejaba de estornudar por lo que ya era muy molesto, incluso cuando debemos guardar silencio para no levantar sospechas.

- ¿Te sientes mejor, Dana? -Daia me ofreció un pañuelo.

Lo tomé para sacudir mi nariz muy fuerte, lo suficiente como para poder respirar -Estoy bien, gracias. Solo que el polvo y yo no somos unos buenos amigos -dije guardando la sucia servilleta en mi bolsillo trasero.

Tomé una de las carpetas para revisar y comencé a hojearla.

-Casi todo es inútil -me quejé mientras leía.

- ¿Por qué lo dices, D? -preguntó sacudiendo un libro.

-Casi todo habla sobre estadísticas de población -alcé la hoja-, así como la tasa de natalidad y mortalidad en muchos lugares. No creo que tenga nada que ver con ese mensaje -cambié de hoja-. Este de... -entrecerré los ojos- Habla sobre las condiciones de vida y la pobreza mundial.

-Parece que no será nada sencillo de comprender.

-Vaya -continué-, es increíble que en la actualidad haya guerras, sus causas son muy conflictivas, es triste saber que el mundo viva así. La desigualdad en todos los ámbitos, es una repugnante consecuencia de la codicia -hice una mueca de disgusto.

- ¿La codicia? -me miró confundida.

-Evidentemente, mi estimada. La codicia es una verdadera bazofia para este frágil mundo -suspiré de mala gana-, el simple deseo excesivo por poseer todo a su alrededor sea lo que sea, es una basura, Daiana. Me enferma el hecho de que haya personas que, teniendo lo suficiente, quieran más y más sin importarle si se lo quitan a alguien que en verdad lo necesite o se pierdan en ese camino envilecido -cerré los ojos apretando los puños, estaba furiosa, en solo pensar en las mentes débiles que se desperdiciaron en ese entorno-.

-Por favor cálmate Danae, sé que está mal y tienes mucha razón en lo que dices, pero no debes ponerte así -la mirada de esta me transmitía extrañeza.

-Lo sé, una disculpa Daiana -inhale y exhale profundamente-. Solo que es deprimente lo sucio que es la sociedad, y el no poder hacer o cambiar algo me frustra.

-No te preocupes Danae -me sonrió-, anímate.

Le devolví la sonrisa y regresamos a los archivos.

- ¿Sabes? -Continuó- Si estas contribuyendo algo para la sociedad como tú dices, me estas ayudando a saber que esconden estas «perfectas» personas.

»Al principio, antes de conocerte personalmente, claro, ya que por estos -alzó unas cuantas hojas- me hicieron saber que venias. Ahí es dónde supe que muchas cosas no comenzaban a cuadrar en este hilo ¿verdad? -Levantó una ceja- Ya cuando llegaste hoy a esta casa sabía que no podía a esperar para interactuar contigo de manera muy familiar o esas cosas, etcétera. El caso es que debías saberlo, porque te leí -le miré extrañada-, leí sobre lo que te pasó a ti y a tus padres. Lamento lo que sucedió, por eso... por eso, sentí una verdadera necesidad de contarte mi pasado. Creía que tomarías una actitud de "¿Me estas tomando el pelo, o qué?" -Hizo una fingida voz mía- si te contaba mis dudas así nada más, pensé que no me creerías.

Pues sí, querida. Espero y no me tomes el pelo, que yo te lo tomo de la raíz.

-Y, ¿Quieres saber otra cosa? En cierto punto me agradas, no suelo confiar a primera vista con las personas, pero tú -miró directamente mis ojos-, sé que tú eres de mi confianza. Quiero pensar que no me equivoco, y si lo hago, perdóname por meterte en esto.

Quedé paralizada por quien sabe dios cuanto tiempo, esto era una verdadera confesión sobre ella. Como si hubiera entrado a mi mente para saber mis cuestiones y en ese momento responderlas. Sus argumentos eran válidos, me quedo más tranquila porque al decirme esto, aquellas pequeñas desconfianzas que aún me surgían se han desaparecido completamente. Y como dice ella, si se equivoca, le perdonaré. Quiero creer esta vez en mi instinto, no me miente y algo en mi interior lo dice.

-Te creo -sonreí.

-Gracias D. Me gusta romper las reglas de esta manera. -Nos reímos casi a carcajadas, cuando nos dimos cuenta del ruido que nos callamos rápidamente con una sonrisa todavía.

Y con eso, pasamos otro rato en ese lío de papeles tratando de encontrar más.

-Oye D, ¡Hecha un vistazo! -Me pasó el libro- No entiendo casi nada de lo que dice, pero esas imágenes ¿te dicen algo? -me apuntó al conjunto de imágenes.

Estas estaban pegadas a la página con cinta transparente, estaban casi caídas de la hoja por el tiempo, aun así se mantenían intactas. Las escenas en cada una de ellas eran como pruebas o evidencias que complementaban lo antes mencionado en las demás carpetas, problemas sociales, sus causas y sus supuestas soluciones para cada una. Era espantoso ver como hay personas tan jóvenes muriendo hoy en día, un dolor y sufrimiento, peores de los que nosotras hemos padecido.

Había anotaciones debajo de cada una, los trazos eran finos y perfectos. Una buena caligrafía a base de tinta negra que llenaron mis ojos de preocupación; al comenzar a leer me di cuenta que era una especie de diario el cual el autor se mantenía en el anonimato, sin embargo, parece conocer a los Peskov y es muy cercano a ellos. Sus escritos eran solo quejas y quejas sobre la sociedad –concuerdo con el sujeto- pero, sus anotaciones, sus ideologías, sus creencias, eran muy locas y macabras.

-Debemos irnos de aquí -fue lo único que pude decir.

- ¿Qué?

- ¡Ahora! -tomé su brazo para levantarnos.

Un ruido, más bien, el crujido de algo.

Se abre una puerta.

Y dos gritos ahogados escapan de nosotras.

            
            

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