Capítulo 3.
Si estas inocentes jóvenes hubiesen sabido con anticipación el dolor que sentirían, la muerte pudo haber sido la mejor opción. Pero esto era breve, no significaría nada con lo comparado que se aproximaba. Era el comienzo del verdadero infierno que prosperaba para un nuevo jardín del Edén.
*
Miedo. Miedo y desesperación. Eso fue lo que recorrió en nuestros cuerpos en ese momento, el escandaloso abrir de la puerta nos alertó nuestro fin, lo único que pudimos hacer fue ocultarnos debajo del escritorio para esperar cautelosamente, así, precipitábamos nuestros movimientos para evitar cualquier imprudencia. Antes de nuestro pequeño escape, no pude deshacerme del diario así que lo escondí rápidamente dentro de mi sudadera negra.
Me encontraba en un estado de parálisis o algo así, porque básicamente quien actuó fue Daiana empujándome entre farfullos, me costaba entender que acaba de leer o que loco tenía esos planes; destrucción y sacrificio para un bien común. Sí, eso fue lo que percibí en sus notas, usar lo prohibido como esperanza a las inquietudes del planeta. Arriesgar para ganar, no importase el precio que se pusiera por delante, la cuestión era ¿Podrá lograrse? Sin respuesta alguna, como dijo el anónimo.
No son planes para enriquecer la economía mundial, tampoco son ideas para aumentar la demanda de trabajadores en empresas y locales, suficientes para acabar con los altos niveles de desempleo que hay; ni siquiera son proyectos ecológicos para salvar la vida de los ecosistemas y mejorar la calidad del aire o salvar a los osos polares del derretimiento de los polos; Y mucho menos, algunas aspiraciones para fomentar la paz y la igualdad en muchos países que se encuentran en conflictos sociales o guerras armadas. Nada de eso, que decepcionante, pero alarmante a la vez. Lo que esta persona, o personas, incluyendo a los Peskov, están tramando es un verdadero terror ante mis ojos, la idea de usar personas como solución es algo siniestro, muy en contra de todo lo agraciado que hay.
En el usar personas no me refiero a alguna práctica de ética y conciencia, sino algo en el que la voluntad humana jamás participaría:
Entregar tu vida, por otras.
El mayor precio que me puede ofrecer el,
En sus sueños me propuso la salida de mis mayores dudas,
Pero ¿Se refirió a mi vida? ¡Ha! Por supuesto que no,
Él no me necesita como un seguidor.
Él quiere que sea el líder.
Busqué y busqué a mis fieles subordinados,
Su fe a él y a mí, están grande que no dudaron entrar en esta gran travesía
En busca de la solución a la paz.
¿Y qué llegamos con eso?
Podemos aprovecharnos de lo que está mal,
De lo pecaminoso y promiscuo de esta tierra,
Usarla en beneficio de acuerdo a nuestros planes.
Él me envió a cada uno de sus ángeles a mi merced,
Y ahora su versículo tiene sentido:
«Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeñitos»
Y lo haré de esta manera
No perderé a ninguno de tus hijos,
Porque sé que tú me los has enviado con un propósito;
El propósito de salvarnos del mal,
Del maldito, vil y mentiroso juicio,
En el que muy pocos seremos aprobados, pero
No te preocupes mi señor, yo haré que nadie se preocupe por su final,
Claro que no habrás más injusticia en tus reinos,
Seré tu mecías, tu salvador.
El precio es lo que menos importa,
Agradezco en mis oraciones que me envíes a tus fuertes hijos,
A aquellos que se ahogaran en la tiranía pero resistirán a todo lo que les venga por encima,
Porque si tú me salvaste aquella vez, lo salvaras a ellos y les darás tu fuerza.
Me dijiste que solo necesitaría un ingrediente,
Ese ingrediente sería producido por mis manos
Y ahora todo está hecho,
Tengo todo de ti
Ahora nadie podrá olvidar tu nombre en alto, mi señor.
La manera en que se expresó en sus versos es prometedora y abrumadora. Dar, para recibir. Habla de ángeles e hijos con propósitos, cosas inexistentes ¿Desde cuándo el altísimo se comunica directamente con las personas? O mejor aún, ¿Quienes en su santo juicio ofrecen a sus hijos, si es que a eso se refiere, a unos desconocidos como un casi sacrificio? Claro que nadie.
Y si esta persona no va a "dar su vida" ¿Quiénes lo harán? Porque suena muy intenso decir que alguien dará algo importante para otras. No es egoísmo, solo que es algo que no se toma a la ligera, pero para que me preocupo si tal vez no signifique nada y solo es otro charlatán hablando con metáforas.
Salvación y fe como pretextos para llevar a cabo sus planes. Un alguien llamado o titulado como "mesías" fue puesto como líder, ¿Pero que lidera? ¿Quiénes son sus seguidores? Y otra pregunta mejor, ¿Quiénes son todos ellos...?
-No escuchó nada...
-Yo tampoco -eché un vistazo-, al parecer solo echó ojo y se fue.
-No estoy muy segura -dudó.
Nos mantuvimos en susurros esperando cualquier cosa. Los ojos de Daiana se comunicaban conmigo diciéndome «estemos alertas» yo sabía que no estábamos solas; la presencia y la tensión eran muy perceptibles. Ese particular perfume no se esfumaba, eso solo quería decir una cosa: Gasha.
-Sé que están aquí, queridas -nos miramos preocupadas-. ¿Ustedes creen que yo lo sé todo? -Continuó- No soy solo una cara bonita, somos mujeres y les conozco, ser frágil para engañar -no podía verla por la altura, pero su tono dibujaba una sonrisa-, muy buena jugada querida Daia.
Daiana presionó sus ojos con frustración, quizás maldiciendo lo descuidada que fue. Aun así, no es su culpa, es la mía, como siempre.
Sus pasos repicaban por todos lados, el espacio libre era muy poco, por lo que pude suponer que ella iba y regresaba en dirección opuesta a la puerta.
-Pero no tan buena como para engañarme -añadió con rudeza.
« ¡¿Que hacemos ahora?!» preocupó Daiana, con un gesto de su cabeza.
Estúpida.
Arruina todo...
Problemática...
Lo único que pude responderle con vergüenza fue una encogida de brazos, me escondía en los bordes libres de mi camiseta blanca. Podía ver la decepción de ella, y no es que me importe ni nada, solo que los veo a ellos; pude hacer más y no lo hice, me metí en donde no me llamaron, una entrometida sin oportunidad de algo bueno.
Me sumí en mis negativos pensamientos sin darme cuenta de lo que estaba sucediendo. La culpa y la confusión eran inevitables siempre en cada situación mía, puede que no he aprendido a acostumbrar tales remordimientos, incluso con los del pasado, pero es eso que no puedo olvidar, lo que soy yo. Ser algo frágil para engañar... Es algo distinto a fingir lo que otros quieren. Quien es el que me habla cada vez que no quiero estar con el pesimismo, no lo pregunto por qué no hay respuesta. Me hace actuar sin pensar siempre, tal vez el intruso de mi conciencia o quizás el intruso soy yo. Todo están complicado, si quiera yo me entiendo.
Luego, la asfixia llegó acompañada con el ardor.
El aire era mínimo y lo busqué rápidamente, mi vista se tornaba en nublado, sentí que perdía la movilidad en cada extremidad de mi cuerpo, la comezón en mi garganta dolía y después... Me fui apagando. Me caí sin poder detenerme. Todo se volvió oscuro.
***
Estoy muerta ¿Cómo? Ni idea, solo sé que fue una muerte lenta con muy poco dolor. No lo esperaba, menos de la forma más absurda del mundo. Si encuentran mi cadáver y a aquellos mal nacidos, espero que el título de la noticia sea tipo así: "Falsos padres matan con intoxicación a una joven desdichada".
Quisiera reírme en sus caras cuando eso pase, pero creo que mi alma estará ocupada en el infierno como para poder ver el espectáculo. Hay el infierno... No sé si exista, ojalá que si y mi estancia sea eterna, lo suficiente para pagar mis penas en culpas torturantes, quemarme en el fuego del diablo como en las películas, una sentencia de mortales y...
Esto es frío. Muy frío. ¡Espera! ¿Pero qué-
Desperté.
Por una maldita razón no estoy muerta como quería. ¿En serio? Todo eso para nada...
-Ya era hora, Primera -el eco masculino se extendió por todo el lugar solitario.
El espacio en el que me aguardaban como prisionera era como un témpano de hielo, no sé cómo explicar lo frío que era pero creo que las pestañas estaban hechas casi una piedra, necesitaba calor. Justo cuando dispuse a envolverme con mis brazos estos no me respondieron. Manos y pies sujetos a una lámina plateada, que si tiraba más de ellos para moverlos me marcarían la piel. Me di cuenta que estaba atada por cada parte de mi cuerpo; podría decirse que exageradamente querían impedir cualquier acción mía, solo podía buscar en todas direcciones al dueño de la voz. No había mucha diferencia entre la altura de la plataforma y el lejos del piso, pero era lo suficiente alto como para bajar sin evitar caer de ella.
Yo no podía ver a nadie, pero estaba segura de que me veían a mí. Una inquietud recorría por mi cuerpo al sentir ese gran tamaño de miradas enclavadas. Podía decirse que la visión no ayudaba mucho, todo alrededor era de matices negros grisáceos, el único haz de luz apuntaba a mi dirección, siendo el centro de atención de a saber quiénes.
-Creí que este día nunca llegaría, señorita Danae -dijo el masculino.
Genial, sabe mi nombre. Esto si es algo sospechoso, y sé que nada bueno podría justificar este suceso.
-Tarde o temprano tu progenitor cumpliría su promesa, Primera. Tarde o temprano llegarías... -cambio su tono tranquilo a uno más serio- a casa. Por fin, todos aquí.
»Tu padre aprieta, pero no ahorca, ¿no es cierto? -Escucho detenidamente buscándolo- Lo sé. Sé que para ti es algo confuso por ahora, pero no te preocupes, todo estará bien. Cuando vuelves a nacer es imposible recordar tu vida pasada, ser mortal no es fácil. Y por eso yo estoy aquí, para ayudarte a comenzar de nuevo. Así debe ser...
Arrastró las últimas palabras con una pizca de rudeza en su voz, asimismo logré visualizar la dirección correcta de él. Estaba a unos cuantos metros a la izquierda del límite iluminado; este estaba sentado en un banco elegante con la pierna derecha encima de la otra, sus brazos descansaban sobre el soporte del asiento, ambas manos situadas a las fueras de la misma dándole una postura y expresión relajada.
Era un hombre mayor no tan lejos de los cuarenta años, su porte y rasgos maduros le daban la impresión de ser una personalidad muy distinguida, pero no tanto como para ser figura pública. Sus ojos negros de gran profundidad, su muy bien peinado cabello y su piel blanca me indicaron que era extranjero, y su acento inglés lo delataba. Una expresión tranquila irradiaba en su rostro, nunca se apartó de nuestro tenso contacto visual, como si tratase de leerme sin algún éxito.
No negaré que entré en pánico, no obstante, si mostraba vulnerabilidad era como darle oportunidad a cualquiera retorcida intención conmigo. Lo menos que quiero es que me maten con satisfacción, primeramente les daré dificultad. Las mejores defunciones son las más complicadas. Es inevitable estos pensamientos casi suicidas, todo ha sucedido tan rápido que parece un filme en el que el desenlace no es de lo más atractivo, por lo menos déjenme divertirme sintiéndome la protagonista.
-Puede entender tu desconcierto, pero te encuentras muy callada -levantó la mirada.
Es demasiado obvio que estoy en un gran desorden, me habla con naturalidad y no sé quién es. Tampoco tengo intenciones de saberlo, solo necesito saber más o mejor, no saber nada de este lío.
Daiana...
- ¿Dónde está... ella? -dije con dificultad. Mi mente está bien, aun así mi cuerpo no conectaba bien con ella.
- ¿De quién hablas, Primera? -Se notaba que fingía- ¡Ah! -"recordó"-Tú hablas de Segunda. Ella está bien, solo está descansando en paz.
-Descansando... ¡¿En paz?! -levanté la voz con malestar.
Soltó una carcajada. El maldito desgraciado estaba riéndose -No te alteres, Primera. No hablo en metáforas, así lo que haya pasado por tu mentecita hazme el favor de borrarlo.
Ahora a la que le dio gracia fue a mí.
- ¿Qué es gracioso? -preguntó seriamente.
-Me pide que no piense mal de usted, míreme -dio vistazo-, estoy "descansando en paz" al igual que ella. Si esto se le llama descanso no me imagino lo que es ir a echar la siesta de las cinco -sonreí-. No sé porque no nos mataron en ese momento, iba a hacer un asesinato más sencillo y limpio, ahora he visto su rostro al igual que el de sus cómplices. -Me sentí toda una tonta al darle críticas a un posible maníaco que posiblemente le ayude a razonar mejor sus cometidos, bueno, ya estaré bajo tres metros cuando eso pase.
-Mira, Primera -se levantó-, tú los has dicho muy bien. Desde antes pude matarlas a ambas, pero no es lo que quiero, ni necesito -replicó-. Ustedes deben estar vivas, es su destino estarlo y mantener la vida en la humanidad. Eres importante, Primera -un destello de esperanza apareció en sus ojos.
No le dije nada.
-Bien, prosigamos, que el tiempo es muy valioso en estas épocas -se desplazó sonriente a una mesa que hace unos momentos no estaba.
Habían artilugios fabricados de distintos metales, entre ellos divisé la plata, estos tenían como un molde en forma de crucifijos, otros, solo eran simples cruces. El hombre los analizaba a cada uno con cuidado, como si tuviera que elegir con precaución cada uno de sus utensilios para usarlos adecuadamente. Por fin, después de unos segundos se decidió por tomar una de las cruces de hierro que era un poco más grande que las demás, de veinte centímetros para ser más exactos; lo acerco a una pequeña cacerola que sostenía la fogata recién encendida y lo dejó hundido en las flamas.
Se giró acercándose a mí. Sin darme cuenta ya estaba lo suficiente cerca como para invadir mi espacio personal, me atemoriza. Su simple y dominante cercanía me incomodaba, sentía su respiración un poco pesada en mi frente, la plataforma nos hacía estar casi a la misma altura y era inevitable apartar mi mirada de él.
De repente, mi piel advirtió un aire gélido un poco arriba de mi vientre; el hombre apartó su vista de mi cara y se centró en levantar más mi camiseta. Me puse nerviosa, quería gritar o defenderme, pero era imposible debido a mis circunstancias. No haría notar mi inquietud así que guarde silencio por otro pequeño momento sino hasta que la prenda llegaba a inicios de mi pecho, fue que interrumpí:
-No va a matarme, ¿acaso, quiere «probarme»? -hablé con atrevimiento. No piensen mal, solo que en estas situaciones no hay lugar para la debilidad.
-¿Qué quieres decir? -se apartó.
-No se haga el que no sabe -bufé-. Este descaro no es de asesinos, es de pervertidos. Podrá tener la pinta de alguien poderoso pero solo es otro enfermo pedófilo.
-Tú no sabes nada... -murmuró.
-Por supuesto que lo sé -impuse-, usted, junto a esos lunáticos, les gusta privar de su libertad a los huérfanos para tratarlos a su antojo -forcé una sonrisa de boca cerrada-. Claro, como no tenemos a nadie que pueda protegernos abusan de ello para complacer sus sucias necesidades que no pueden encontrar con otros adultos. Me dan asco.
El hombre me miró unos cuantos segundos sin reacción. Metió una de sus manos a su bolsillo de su traje sacando una venda delgada de color negro.
-Verás Primera, solo dices esas cosas porque estas muy confundida -estiró los brazos y puso la venda en mis ojos ajustándolos muy bien. Ahora todo era oscuro de nuevo, la diferencia era que podía apreciar todo con mis demás sentidos-. Después de esto te sentirás mejor, todo estará más claro para ti, muy pronto vas a ver como yo.
Y sin dar respuesta, grité como nunca antes lo hice.
La ardiente cruz no rozaba mi piel como una quemadura normal, era agonizante como tortura infernal. Esto es peor que morir, era calma y tormento en repetición. El encendido metal carbonizaba mi abdomen que ni siquiera la sangre podía brotar, todos mis músculos estaban tensos en dolor, llegó el momento en que ya no sentí funcionar nada de mí. Era inevitable sostener más el sufrimiento, me quería ahogar en el mar de mis calcinantes lágrimas de ira, deseaba lastimar mi garganta por los incomparables gritos que se iban apagando en sollozos. Debajo de aquella tela, debajo del ardoroso fuego, debajo del vigoroso sujeto todo era tan turbulento. Me maldigo al querer un final como este, pero esto no es un final. No quiere matar, quiere martirizar a los inocentes.
No sé cuándo fue el momento en que todo se detuvo, en el que me sumergí a la nada, me desmayé. Ni alivio ni dolor, solo era eso, nada.
En aquella nada despegué un buen recuerdo con una buena persona. Podría decir que fue una de las pocas que les di mi verdadera confianza, pero la distancia y el destino nos separó. Él era un casi sol en aquellas noches hundidas de tristeza, aquellas altas horas en la que mis amigas toxicas llamadas culpa y remordimiento me incitaban a lo peor. Alguna que otra vez me pregunté como él podía mantenerse tan positivo, digo, después de haber perdido a su madre en el derrumbe de un edificio provocado por un temblor no es nada fácil; quedarse tan joven solo y presenciar la muerte de la única persona que te quiere es hiriente, sin embargo, nunca dejó que nada de eso lo lastimara más. Envidié y odié –de buena manera- su forma de ser, tan único.
Las locuras que alguna vez cometimos vuelven a mí, como si fuese necesario de acordarse de él ahora. Querer regresar a aquel día en el que ambos lloramos por nuestra despedida, el día en el que fue primero con otras personas, cuando habíamos hecho una promesa de hermandad que duraría siempre, el día que cada quien tomó su camino. Tan distintos han de ser... Una persona como yo termina así, y personas como el siguen adelante. Pensar que un día te acostumbras a la calidez de las personas y al siguiente se va para siempre es mortificador, inclusive al hacerle frente una última vez para solo decir Adiós. Ese adiós lo encuentro muy cercano todavía.
El tacto suave de una mano en mi mejilla me regreso de la nada, estoy malditamente con vida aún.
Lo primero que vieron mis cansados ojos me hicieron romper en un nuevo llanto, un llanto de emoción mezclado con amargura. El dolor de la crepitante herida en mi panza era una de las razones, aunque no se compara con la herida que me había dejado la soledad de mi querido hermano. Aquel chico que brillaba como el sol en mi vida estaba aquí de nuevo; en este vacío cuarto en el que permanecía acostada, sus tiernos ojos transmitían tristeza al verme en este estado, con una manta cubría con delicadeza mi cuerpo semidesnudo tratando de no lastimarme más de lo que ya estaba.
Quería hablar, pero simplemente con una acción de silencio en sus manos me detuvo. Sabe que no estoy bien, que entre mis desaires sollozos el hablar era imposible. Lo extrañé demasiado, demasiado como para olvidar el lugar y el momento para volvernos a ver.
-Hola pequeña -susurró intentando no quebrarse.
-Te odio. Egoísta -dije con esfuerzo.
Él sonrió.