Acero y carne, 9002-9027
img img Acero y carne, 9002-9027 img Capítulo 4 El sol múltiple
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Capítulo 6 Vida (I) img
Capítulo 7 Vida (II) img
Capítulo 8 Vida (III) img
Capítulo 9 Vida (IV) img
Capítulo 10 Vida (V) img
Capítulo 11 Vida (VI) img
Capítulo 12 Vida (VII) img
Capítulo 13 Ojos Absortos (I) img
Capítulo 14 Ojos Absortos (II) img
Capítulo 15 Tierra Blanca (I) img
Capítulo 16 Tierra blanca (II) img
Capítulo 17 Tierra blanca (III) img
Capítulo 18 Tierra blacna (IV) img
Capítulo 19 Tierra gris (I) img
Capítulo 20 Tierra gris (II) img
Capítulo 21 Tierra gris (II corregido) img
Capítulo 22 Tierra gris (III) img
Capítulo 23 Tierra gris (IV) img
Capítulo 24 Tierra gris (V) img
Capítulo 25 El tránsito de los esclavos (I) img
Capítulo 26 El tránsito de los esclavos (II) img
Capítulo 27 El tránsito de los esclavos (III) img
Capítulo 28 El tránsito de los esclavos (IV) img
Capítulo 29 El tránsito de los esclavos (V) img
Capítulo 30 Protocolo secreto número 25 (I) img
Capítulo 31 Protocolo secreto número 25 (II) img
Capítulo 32 Protocolo secreto número 25 (III) img
Capítulo 33 Protocolo secreto número 25 (IV) img
Capítulo 34 Protocolo secreto número 25 (V) img
Capítulo 35 Protocolo secreto número 25 (VI) img
Capítulo 36 Protocolo secreto número 25 (VII) img
Capítulo 37 Protocolo secreto número 25 (VIII) img
Capítulo 38 La gente de hielo (I) img
Capítulo 39 La ente de hielo (II) img
Capítulo 40 La gente de hielo (III) img
Capítulo 41 La gente de hielo (IV) img
Capítulo 42 La gente de hielo (V) img
Capítulo 43 La gente de hielo (VI) img
Capítulo 44 La gente de hielo (VII) img
Capítulo 45 La gente de hielo (VIII) img
Capítulo 46 La gente de hielo (IX) img
Capítulo 47 La gente de hielo (X) img
Capítulo 48 La gente de hielo (XI) img
Capítulo 49 Un beso vacío (I) img
Capítulo 50 Un beso vacío (II) img
Capítulo 51 Un beso vacío (III) img
Capítulo 52 Un beso vacío (IV) img
Capítulo 53 Un beso vacío (V) img
Capítulo 54 Un beso vacío (VI) img
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Capítulo 4 El sol múltiple

En Marte había cuarenta y nueve colonias, todas ubicadas sobre las orillas de los grandes lagos que aparecieron durante la terraformación. Cada una de estas colonias consistía en enormes construcciones en forma de domo y bóvedas de cristal, concreto y acero, poblados que en realidad eran grandes marañas de pasadizos subterráneos y superficiales. Algunas pocas dependencias se encontraban exentas de estos sistemas principales.

La conquista de este planeta fue un proceso difícil y largo que había tomado más de cuatro mil años para ese entonces; sin embargo, aún la atmósfera no era totalmente respirable, por cuanto fina y pobre en oxígeno. En efecto, siempre generar un aire adecuado era la parte más compleja en el proceso de terraformación de cualquier astro, e introducir los microorganis¬mos apropiados y esperar a que estos produjeran lentamente lo que hacía falta era todo lo que se podía hacer. Sin embargo, la percepción de lentitud en tal proceso era algo relativo, advirtieron algunos, pues los ciclos naturales que conllevaron a que la Tierra tuviera una atmósfera adecuada para la aparición de la vida tomaron millones de años, pero los seres humanos, en cuatro mil, ya habían logrado que Marte estuviera prácticamente listo.

Muchos tipos de plantas y algunos anfibios, reptiles y peces ya crecían con relativa facilidad allí. Incluso, ya se había logrado imitar un estrato atmosférico protector similar a la capa de ozono que poseía la Tierra de forma natural. En efecto, la composición del aire no era ideal, pero ya se estaba en camino de lograr esa meta. En tiempos cósmicos el lapso ocupado por el hombre para lograr aquello había sido muy corto, así en tiempos humanos esos cuatro mil años hubieran representado varias generaciones.

Para cuando llevaba alrededor de ochocientos años asentado en Marte, el hombre veía con ojos acuosos el brillante astro celestial en el que se había convertido la Tierra como quien ve pasar cerca de sí a un amor perdido, ese que ha impuesto al desdichado amante que ha cometido una terrible falta una dura ley del hielo y que, por tanto, le voltea los ojos con desprecio al encontrarle en la calle, provocando al condenado hondos sufrimientos, todos ellos provenientes del remordimiento de saberse culpable de su propia tortura.

Antes de aterrizar en Marte, los primeros hombres que regresaron al sistema solar luego del Éxodo visitaron la Tierra. Habían escuchado, quizá cientos de veces, aquella famosa grabación de Yuri Gagarin, el primer hombre en ver el mundo desde el espacio.

-¡La Tierra es azul, es azul! -Escuchaban absortos la grabación-. ¡Y es hermosa!

Las imaginaciones de esos hombres, que eran más del espacio que de los planetas, podían comprender la emoción que aquel ruso, del que solo quedaban pruebas documentales, debió sentir al momento de que sus ojos fueron los primeros y los únicos en conocer la verdadera apariencia del mundo. A medida que se acercaban al Sol en su viaje, podían casi visualizar la Tierra que tantas veces habían detallado en fotos y videos; la esperaban aún azul. Les emocionaba ver la luz de esa estrella lejana llamada Sol hacerse cada vez más intensa, pues sentían que viajaban hacia el pasado, hecho curioso, pues sabían que los hombres, cuando vivían en la Tierra, sentían que iban hacia un mundo desconocido en el futuro en la medida que la luz solar era cada vez más pálida. Y tan curioso como eso les parecía a ellos sentirse a lo mejor más emocionados por acercarse a un sistema solar que el hombre conocía muy bien, pero al que no había vuelto desde hacía demasiado tiempo. Serían los primeros en ver de nuevo su mundo original.

Pero nada pudo ser más decepcionante; fue como volver al hogar natal y encontrarlo en ruinas. Era blanca... la Tierra era blanca, nada más que una esfera de blancura impenetrable, casi sin detalles o textura alguna, la ya descrita esfera de vidrio al ácido, como una bambalina de hielo que viajaba en el vacío en medio de una indiferencia total. Su gruesa atmósfera era tan transparente que apenas se podía percibir como un leve brillo a su alrededor, como un resplandor mágico. Además, dada su densidad y grosor, dicha atmósfera había protegido aquella prístina superficie de cualquier impacto luego de la glaciación, razón por la cual conservaba aún lisa toda su extensión. No obstante tanta belleza astral, ver la Tierra les contrajo el corazón, pues supieron que estaba tan muerta como el Yuri Gagarin que la vio azul un día, quedando de ambos tan solo una débil voz documental, contenida en grabaciones y fotografías que habían logrado atravesar el tiempo.

De esta forma, sin mucho afán, estos pioneros de la reconquista solar vieron la Tierra, la fotografiaron y filmaron, a fin de registrar su experiencia de reencuentro humano con su viejo hogar, y luego se fueron a Marte para comprobar la obra que durante cientos de años habían ejercido las bombas. Ya era un mundo cálido y con agua, pero sin plantas y sin vida de ningún tipo. Lograr los primeros avances al respecto les llevaría otros quinientos años.

Siglos después, cuando ya las cuarenta y nueve colonias habían logrado sumar una población entre todas ellas de un millón de habitantes, se hizo una gran fiesta mundial. Sentían estos pioneros -ya para ese momento, dicha sea la verdad, los descendientes de los verdaderos pioneros- que el sistema solar se había reconquistado y que muy pronto la humanidad podría regresar a su antigua casa a vivir bajo la luz amarilla de su añorado Sol. No eran malagradecidos con Wolf y mucho menos con Novaterra, a la que también consideraban suya y muchos no estaban dispuestos a abandonarla, pero un espíritu de melancolía aún recorría los corazones de algunos, no obstante el hombre había conquistado con el tiempo otros mundos y creado colonias artificiales en otras partes.

Por eso no fue tan extraño que a medida que el éxito de la terraformación de Marte se hacía más notorio, comenzaran a hacerse escuchar ciertas opiniones que insinuaban que, si bien habitar en dicho planeta podía ser muy bueno, lo más natural para el hombre sería regresar a la Tierra. Las primeras voces que abogaban por terraformar la Tierra -por irónica que pareciese la expresión- se levantaron seriamente cinco mil años después del Éxodo. Ese mundo, desde entonces, había estado muerto, pero tenía todo lo necesario para renacer, por tanto, muchos se preguntaron «¿por qué no habríamos de revivirlo?».

Así, por primera vez en miles de años, la Tierra pudo ver de nuevo la tecnología humana actuando sobre ella. En el horizonte oscuro se levantó un día un sol pequeño, intenso y radiante, cuyo amanecer no distaba mucho de los amaneceres corrientes; sin embargo, algo extraordinario pasó esa mañana en particular, pues luego de unas horas el Sol verdadero se elevó sobre el hielo. El pequeño sol antecedente había sido solo el primero de muchos miles de reflectores poco a poco colocados alrededor de la Tierra, cuya finalidad sería subir la temperatura del planeta por insolación. Sería, entonces, un proceso más lento que el de Marte, pero la humanidad tendría paciencia.

Luego de unos pocos años, en toda la superficie del planeta era un día perpetuo, pues miles de soles pequeños -o el mismo Sol miles de veces- iluminaban con insistente violencia al mundo. El calor y el frío luchaban constantemente y por primera vez en mucho tiempo la atmósfera de la Tierra, pocas veces agitada en esos miles de años, se vio forzada a arremolinarse ante la lucha de voluntades entre un mundo muerto y los hombres que querían revivirlo.

            
            

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