NEÚGIER
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Capítulo 4 3

SEGUNDA SEMANA

Y esa noche en sus sueños lo vio. Tal cual había imaginado después de ver a su amiga tirada boca abajo rodeada de sangre, por un segundo se molestó porque no fuera cierto. Ella lo quería ver muerto, lo ansiaba. Pero hubo algo más que la perturbó al amanecer, no fue el solo hecho de que Mary Mary esté en cuidados intensivos, sino la marca que había amanecido impregnada en ella.

Una fina línea rosada rodeaba su cintura, se asemejaba a una gran cicatriz.

Se tensó al percibir las sensaciones que emanaban de ella al posar sus dedos por encima. Sus vellos se encresparon y el bombardeo de su corazón aumentó.

Cogió el liguero de su pantalón de dormir, quería creer que tenía que ver con la marca, pero no. Estaba más ancho por la vejez de la prenda.

-Desaparecerá luego, desaparecerá.

Se mantuvo todo el día con aquel pensamiento, hizo sus quehaceres diarios sin darle más atención.

Su vieja amiga no despertó en todo el día, fue lo que le dijeron al llegar al hospital, donde coincidentemente un grupo de policías aguardaba otra vez por su manifestación.

-Les he dicho ya que el infeliz desapareció cuando me vio llegar -respondió a las mismas preguntas de la noche anterior-. Traía una polera beige y un pantalón azul desgastado.

-¿Se podría decir que fue un ajuste de cuentas? -preguntó un agente, logrando que el rostro de Sonya se tornara pálido.

-¿Qué está insinuando? -mantuvo su voz firme. Sus ojos inyectados de una creciente furia lo inspeccionaron.

-Como sabrá, la señora, madre del presunto agresor, fue quien hace unos meses dio por muerto a su hijo, no solicitó ayuda de búsqueda a ninguna institución. ¿Cómo estuvo tan segura de que estaba muerto sin registro del cadáver? -prosiguió argumentando-. Ahora usted me dice que lo vio, que el autor de la agresión fue su propio hijo. ¿Ellos tenían conflictos muy a menudo?

La mandíbula de la muchacha se desencajó, no estaba preparada para este tipo de cuestionamientos.

-Él la golpeaba cuando no le daba dinero. Tiene denuncias de las cuales debe estar usted enterado si hace bien su trabajo.

Se ganó un asentimiento de cabeza por parte de los compañeros de este.

-¿Hay algún otro familiar de la señora Anderson?

Negó.

-Solo a Camillo, los demás residen en otro país.

-¿Cuál fue el motivo que la impulsó a ir por ella el día de ayer?

Sonya se impacientó.

-¿Y es que ayer no apuntaron lo suficiente en su libreta? ¿Tan poca retención de información tienen? No volveré a repetir el cuestionamiento, no soy su loro. ¿O es que soy sospechosa? Si es así yo sé que debo contar con un abogado para el procedimiento legal.

Ellos ni nadie tenían permitido a poner en cuerda floja su poca paciencia.

-No se la está acusando de nada. Una última pregunta y será todo por hoy, por favor.

La chica soltó una risa sin ganas, ya hasta le resultó inútil molestarse.

-O sea que mañana habrán más. Como sea, dígame.

-¿Ha tenido comunicación hoy con el joven Camillo?

Su frente se le arrugó al terminar de escuchar la pregunta.

Por su bien, esperaba que no se le apareciera en frente, sino lo iba a matar como diera lugar.

-No, y es mejor que ni se le ocurra acercarse -demandó.

-El joven fue encontrado sin vida en las horas de la tarde, al parecer lo asesinaron ya que tiene un corte en la yugular.

***

Muerto.

Causa: corte profundo en la yugular.

Es probable que haya tenido largos minutos de agonía.

Una verdadera sonrisa se pintó en los labios de Sonya al salir del hospital. Le había resultado un poco difícil evitarla cuando escuchó la noticia.

Una escoria menos. Tranquilidad infinita para Mary Mary.

Un merecido festejo es lo que se debía.

Se burló de su discurso patético que dio con los policías encima.

-Que Dios padre lo perdone y lo mantenga dentro de su manto sagrado, que su alma sea bendecida y encuentre el camino de la luz.

Que idiotas.

A Sonya le sobraban buenas palabras de misericordia, no necesitaba ensayar, le era natural.

-Y es que casi me atrapan -se escuchó decir más tarde, estaba en una llamada telefónica con Celestino-. Ese policía me las va a pagar, se la quiere dar de investigador profesional y no es más que un mequetrefe que anda bebiendo café pasado en su oficina.

La risa a través de la línea disipó su furia contenida al uniformado, él era el único que le entendía.

-Piensa en su castigo mi queridísima, a ver si me haces parte.

-Oh no, esta vez lo haré sin ti, sueles ser egoísta.

-Mi queridísima, tú sabes que no puedo obligar a que cumplan ciertas tareas si así no lo quieren.

-Yo lo hubiera hecho por ti.

Y era cierto, el límite de Sonya para Celestino no existía, solo contaba con un par de excepciones.

El padre ya sabía que anteriormente la había cagado de forma fenomenal al no cumplirle el capricho en su última visita, por eso se prometió en tratar de resarcir su error.

-No merezco perdón, pero lo quiero ¿Qué debo hacer?

Celestino le temía, y es que quien te da todo, también te lo puede quitar. El amor de Sonya hacia él rozaba lo enfermizo y viceversa. No había nada que no pudiera hacer el uno por el otro.

-Mi padre ya lleva mucho tiempo desaparecido, si está vivo es mejor que ya no lo esté más.

Y es que apenas por la noche que regresó del hospital había presenciado como su madre se ahogaba en llanto, uno crudo, desolado, que por más que buscase amortiguar el sonido no lo conseguía. Esa fue la gota que derramó el vaso para Sonya, Kaela era la persona más sagrada para ella, la mantenía en un pedestal y quien atreviera a dañarla debía pagar con creces.

Su papá.

»Hazlo sufrir.

No merecía menos.

Él no le enseñó a manejar bicicleta.

»Que se retuerza de dolor.

Jamás la llevó a la escuela.

»Que aclame piedad.

No recordaba con exactitud su fecha de cumpleaños.

»Que pida perdón por todos sus pecados.

Nunca recibió una muestra de afecto por él.

»Y por último dale un beso que lleve mi nombre.

Kaela seguía amando a su marido aunque no pareciese, con un temple serio y recto solía mantener reprimidos todos sus sentimientos y a veces por las noches era otra historia, rompía a llorar. Los años le pasaban factura ahora que era la única que mantenía su hogar, si bien era cierto que los gastos no eran muchos para ella y su hija, de igual manera un peso extra se coló en su espalda. No tenía profesión, por lo cual tampoco un trabajo estable; cocinaba en la iglesia y hacia los quehaceres para poder recibir alimentos que le sirvan durante la semana en su hogar, también se ofrecía a lavar la ropa sucia de algunos vecinos ganando lo suficiente para cubrir los gastos en la universidad de Sonya.

Se mantenía en pie por ella, su único sustento a la vida era su hija, daba lo que fuese para que ella sea una chica feliz y viviera tranquila, en paz.

Claro estaba que ambas no se conocían del todo.

***

Sonya tuvo una larga noche entre sueños con el policía, de quien había prometido vengarse por ser tan entrometido. Se divirtió como niña en un parque de diversiones. Todo lo que había imaginado con hacerle horas antes de caer dormida, lo había realizado.

Por eso, al despertar y ver entre sus manos la placa de ese agente con su nombre impreso, ya no temió.

Enloqueció.

            
            

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