- Oliver luces muy bien- adula la bruja muy sonriente con sus labios exageradamente rojos.
- Tu luces... hermosa- aseguro mientras me acerco y beso la comisura de sus labios, ella dió un pequeño salto sorprendida y se sonrojo apenada. - vamos - la ayudó a subir al auto y regreso a conducir.
- Oliver... Hablame de ti ¿de dónde eres? ¿a que te dedicas? - la bruja estaba comenzando a asegurar su futuro.
- Me alaga tu interés - sonrío extensamente. - mis padres son estadounidenses pero he vivido la mayor parte de mi vida en Europa, nosotros somos dueños de una cadena hotelera, Shooting Star ¿Lo conoces? - sus ojos se agrandaron y brillaron al mismo tiempo.
- si por supuesto que los conozco, siempre que salgo al extranjero me he hospedado en esos hoteles, son los mejores, además de su arquitectura-
- Si, también somos los dueños de internados con la más alta tecnología para discapacitados, por cierto ahí fue donde conocí a Santiago - la bruja borró su sonrisa y comenzó a tocarse el cabello, lucía nerviosa.
- ¿Son amigos? ¿Dónde está él? - pregunta con discreción, de la nada solté una sonrisa burlona.
- Ese idiota enfermo jamás sería mi amigo - ella voltea a verme sorprendida - lo conocí en el internado cuando iba con mi abuelo, siempre estaba distante, nervioso y todo el tiempo hablaba de una bruja.
- ¿Que decía de la bruja?
- Que era mala, una vivora y tonterías como esa, siempre pensé que estaba mal de la cabeza, después de que escapo del internado jamás supimos de él hasta hace un par de meses que llegó a pedir ayuda, me ofreció sus acciones con la única condición de enterrar su cuerpo cuando muriera... Cuando lo ví él lucía muy mal, se arrastraba por el piso y con la mente ausente, no quiero sonar como un patán pero acepte sus acciones, esa misma semana el murió y tal como lo prometí, le di un buen entierro... Perdón debí hacer más -. La bruja sonrío como solo una bruja lo sabe hacer ante la desgracia de los demás.
- No te disculpes, él se lo merecía... siempre fue muy malo conmigo y mi hija, su padre siempre tuvo dudas de lo que yo le dices pero al final me dió la razón - maldita despiadada ¿Cómo puede ser tan maldita? Mi sangre hervía mientras apretaba con fuerza el volante.
- ¿Qué es lo que Santi hacia? - pregunto sin parecer interesado en el tema, la bruja suelta una risa antes de hablar.
- Era un niño malo, siempre me quiso atacar y hacia rrabietas para que su padre le hiciera caso, en una ocasión quiso matar a mi niña.
- ¿De verdad? - cuestionó interesado.
- Si, fue cuando mi pequeña cumplió 4 años, su padre le regaló una enorme muñeca, y a Santiago le dió papeles, fue tanta su rabia que entró a la habitación de mi hija y le puso un cojín para asfixiarla, cuando entre el lloraba y gritaba de manera exagerada, logré hacerlo a un lado y él corrió a su habitación donde tiro todo y al final termino lanzándose por la ventana, y todo eso con el objetivo de decirle a su padre que fui yo quien lo hizo- sus ojos se llenaron de lágrimas, es una maldita loca, ahora entiendo porque mi padre nunca creyó en mi, quería sacar toda mi irá en ella pero aún no era tiempo, tuve que tragarme mi rabia y fingir una sonrisa.
- La has pasado muy mal- susurro acariciando su mejilla. - pero ya te diste cuenta que al final todo tiene su recompensa, el murió de una manera terrible y tú sigues aquí, la vida es justa y se encarga de que ni una mentira quedé escondida, la verdad siempre hace justicia... Llegamos - la lleve a uno de los mejores restaurantes del país, ella sonreí a mi lado, y yo solo quería fulminarla de este mundo, comimos de la mejor y más costosa comida, brindamos con el vino más caro, y al final la invite a bailar, envolví mis brazos a su cintura y la acerque de manera exagerada a mi cuerpo, ella temblaba en mis brazos, parecía nerviosa. -Me siento orgulloso de bailar con la mujer más hermosa de este lugar- susurro a sus oídos haciendo erizar su piel.
Después del baile la lleve a su casa y la despedí con un beso en su mejilla, la bruja parecía decepcionada, quería algo más que un simple baile.
Cuando llegue a casa en la sala estaba sentada Alexa, sus ojos rojos me indicaban que había llorado, fui a ella y la habrace fuertemente.
- Hueles a perfume de zorra- asegura mientrase me empuja con fuerza. - ¿ya vas a empezar? - reclama con la voz cortada y lágrimas en sus ojitos azules.
- Alexa - respondo con voz suplicante combinada con cansancio.
- pensé que aquí sería diferente, creí que dejarías de ser un casanova.
- Alexa no por favor - susurro suplicante una vez más mientras masajeo mis Sienes con los dedos - no hagas las cosas difíciles, soy un hombre libre entonces puedo hacer lo que a mí me de la gana, con quién a mí se me antoje - gruño enfadado, luego entro a mi habitación y cierro la puerta con brusquedad, a la única persona a la que no quiero lastimar es a Alexa pero pareciera que en vez de adorarla la odiara.
Los siguientes días me puse al tanto de todo el trabajo, conocí al personal y la manera de trabajar, Alexa trataba de evadirme todo el tiempo, siempre la buscaba pero ella prefería huir de mi, ya por toda la empresa había corrido el rumor de que ella era mi hermana y el idiota del abogado comenzaba a venir a buscarme con el pretexto más tonto solo para poder ver a Alexa, eso me molestaba pero no tenía derecho a reclamos.
Llegó el viernes y como siempre la bruja pasaba a mi oficina para saludar y despedirse, la manera en la que se ofrecía era vulgar cualquier otro en mi lugar no la haría sufrir tanto, para su desgracia yo no quería tirarmela, yo buscaba algo más que solo su cuerpo. Ante ella me comportó como un verdadero caballero y estos días he estado distante, ella ruega por atención y se la daré, estaba esperando la hora en la que se fuera a despedir hasta que por fin llegó, como buena zorra no se tomaba la molestia de tocar antes de entrar.
- Oliver, ya es hora de ir a descansar - dice con voz melosa mientras entra, se sienta frente a mi y se cruza de piernas.
- Me tomé el atrevimiento de comprarte un pequeño obsequio - respondo con una sonrisa para luego levantarme y rodear mi escritorio, ella sujeto su cabello y yo puse en su cuello un costo collar de oro blanco, su piel se erizaba cuando mis dedos rosaban por su cuello.
- ¿Cómo podré agradecerte? - musita sonriente mientras se pone de pie y voltea hacia mi.
- No tienes nada que agradecer, cualquiera en mi lugar trataría de halagar a tan distinguida dama, que derrocha belleza y educación - susurro a sentimetros de su rostro.
- Oliver- susurra mientras traga saliva - me vasto conocerte una semana para descubrir lo grandioso que eres.
- Victoria tu eres más que grandiosa - aseguro acariciando sus cabellos ondulados.
- Lo siento - susurra en un suspiro para luego sujetar mi rostro con sus frías manos y besar mis labios, dentro de mi estómago sentía un asco, una repulsión que jamás había sentido ni siquiera con la mierda de los animales.
Mis ojos la observaban mientras ella estaba concentrada disfrutando de mis labios, respire profundo y me concentre, era momento de tener la cabeza fría.
La envolví en mis brazos y la senté sobre el escritorio, intensifique mis besos hasta explorar su boca, ella jadeaba y de su garganta salían pequeños sonidos de placer, mis manos hacías contacto contra su piel y ella se excitaba más, estaba justo donde la quería tener, pero aún no era el momento.