Necesitaba buscarlo cuanto antes para contarle las últimas novedades. ¡Lo había hecho! Había reunido el suficiente valor para informar a su padre sobre su relación. Más de una vez, Scott se había preocupado por la reacción de su familia. Con seguridad, se alegraría al saber que, a los Clark, no les importaba su condición social.
Envuelta en felicidad y pensamientos positivos, Madisson se cambió el vestido por uno más ligero y salió apresurada en dirección hacia la habitación de su madre. Victoria Clark se deleitaba con una limonada fresca, mientras una sirvienta le peinaba con sumo cuidado su melena abundante.
-Madre, no queda hilo de coser, saldré a comprar -mintió, sin el menor ápice de remordimiento.
-¿Cómo vas a salir de casa con el calor que está haciendo? -se escandalizó su madre al tiempo que posaba sobre ella una mirada reprobatoria-. Ya de por sí tu piel no es todo lo blanca que me gustaría, lo único que faltaría sería oscurecerse por el sol. Manda a Alma.
-Nunca me trae lo que quiero, ya lo sabe. Es preciso que me encargue en persona. Tengo varios vestidos descosidos, últimamente no encargamos nada nuevo -se quejó afligida, sabiendo que ante aquella punzante observación, su madre cedería.
-Vale, pero no tardes -claudicó Victoria-. En una hora que estés de vuelta, tu hermana ha pasado mala noche y necesita tu compañía. Sabes que solo contigo se reconforta.
La alegría de Madisson se ensombreció al pensar en su hermana mayor, Anet. Sufría frecuentes pérdidas de memoria y, por el momento, ningún médico había podido precisar un diagnóstico, ni encontrar cura a sus males. Estaba impaciente por compartir con Scott las novedades pero antes se detuvo para ver a su hermana. La ayudó a vestirse y peinarse y la convenció a salir en el atrio para respirar aire fresco. Una vez quedó satisfecha con el estado de ánimo de Anet se dirigió al campamento militar, citando a Scott en un parque cercano.
Al llegar al pequeño claro donde la esperaba Scott, los sentidos de Madisson se impregnaron con un aroma floral muy intenso. Él la recibió sonriente y le entregó un tallo ondulado, que se mecía bajo una multitud de florecillas blancas salpicadas de manchas violetas que adornaban sus ramificaciones. Inspiró el aroma que desprendía la planta y quedó maravillada ante el intenso y, a la vez, dulce perfume.
-Qué aroma tan... único. ¡Me encanta! ¿Qué planta es?
-Es una rama de cerezo -Scott le prendió la mano y la besó con galantería-. En el patio trasero del cuartel hay un cerezo. Esta misma mañana, al pasar por delante de él, su perfume me recordó a ti. Aunque tú... hueles mil veces mejor.
Ella se ruborizó y parpadeó complacida. Deseó agradecerle el gesto, pero su voz se quedó atrapada por la emoción del momento y el embriagador aroma que llenaba sus sentidos.
Scott tiró con delicadeza de su cintura y se sentaron en un banco. Cuando reunió el suficiente coraje, alzó la vista hacia él. Se quedó sin habla un buen rato, perdida en las lagunas azules que habitaban en sus ojos. Scott sonrió y el universo entero se tiñó de una multitud de tonos radiantes.
-Te he echado tanto de menos... Anoche no pude dormir, presintiendo que hoy estaría contigo -le declaró con fervor-. Sueño con el día que podamos vernos sin necesidad de escondernos.Quiero tomar tu mano sin temos que alguien nos vea. Deseo pasear por la calle y que tú estés colgada de mi brazo. Quiero gritar mi amor pot ti a los cuatro vientos y que el mundo entero lo sepa.
-Ay Scott, ¡seremos tan felices!¡Y lo seremos antes de lo pensado! -reveló Madisson con una amplia sonrisa de felicidad en los labios-. Le he hablado a mi padre de ti. ¡Ha aceptado conocerte!
Los ojos de Scott brillaron expectantes.
-¿Sabe que carezco de fortuna?
-Claro que lo sabe. Nunca mentiría a mi padre.
-Entonces, ¿lo nuestro es posible? -La expresión de desconfianza comenzó a borrarse del rostro del militar siendo reemplazada por una de júbilo.
Madisson asintió y se arrojó en sus brazos, presa de una alegría desbordante. Scott acortó la distancia entre ambos y se aproximó a sus labios. Selló su boca con suma delicadeza, al tiempo que sus dedos acariciaban un largo mechón que ondeaba sobre su espalda. Madisson disfrutó de aquella placentera sensación llevándose la impresión de ver pasar por delante de sus ojos una lluvia de estrellas. Se apartó ruborizada, refrenando el deseo de abrir sus labios y dejarlo profundizar. Sintió una leve decepción cuando él no trató de retenerla y se conformó con aquel beso dulce y fugaz.
-Te amo -Scott le acarició con suavidad la mejilla y, el deseo que vio reflejado en su mirada, la sacudió -. Solo a ti -recalcó con la emoción a flor de piel.
Una ola de felicidad inundó a Natalia.
-Te amo -declaró ruborizada a causa de la emoción y el sofoco que sacudía su interior.
Era el primer beso que experimentaba y hubiera dado lo que fuera por volver a repetirlo. ¿Quién habría imaginado que el amor fuera tan placentero? No añadió «solo a ti» ya que era impensable que alguna vez amase a otro hombre. La predicción de la madame Neen se cruzó por su mente. La desechó despreocupada. Su padre tenía razón, las videntes eran unas estafadoras. Como podría su línea del amor partirse en dos ¿cuándo su corazón estaba completo e irremediablemente entregado a Scott?