Capítulo 5 Un nuevo amigo

Sara despertó la mañana siguiente con dolor de cabeza. Gruñó, enderezándose. Podía sentir también la hinchazón en sus ojos, la cual la hizo maldecir cuando se vio en su espejo.

No solía maquillarse mucho, pero esa mañana intentó dar un poco de color a su mirada, utilizando sombras brillantes y rímel para disimular su mal dormir de la noche anterior. Una vez que estuvo satisfecha con el resultado, terminó de prepararse, dio de comer a su mascota, y fue hacia su facultad.

Ese día, tendría otra clase de artes, por lo que al llegar a su salón, al primero que vio fue a Emmanuel.

-Hola. -Sara lo saludó mientras tomaba asiento a su lado.

Él se giró hacia a ella, y le sonrió con amabilidad, antes de devolver el saludo.

-Me gusta tu maquillaje -expresó, sacándole una sonrisa.

-Gracias, no suelo usarlo seguido -confesó Sara, apenada-, no soy la mejor con las sombras de ojos.

-Aun así, se ven bien.

La clase comenzó, y su profesora no olvidó mencionarles que su trabajo se entregaba la semana siguiente.

Al salir del salón, se encaminaron hacia una mesa libre en el campus para seguir trabajando. A lo lejos, pudieron ver a Samara y a Noé, quienes estaban desocupando un espacio.

-¡Sara, hola! -Samara se acercó a la morena con alegría-. Te iba a preguntar... ¡oh!, ¡me gustan tus ojos!

La aludida rio por el cumplido.

-Gracias, ¿qué querías preguntarme?

-Cierto. Iré con unas amigas mías de la preparatoria a bailar la próxima semana. -Noé no parecía muy feliz ante lo dicho por su novia, pero Samara lo ignoró, mientras tomaba las manos de su amiga, y la miraba con ojos brillando de emoción-. ¿Quieres venir?

Sara titubeó. Nunca salía como Samara lo hacía, y la idea siempre la había parecido atractiva, pero si era honesta... no estaba de ánimos.

-No creo poder.

Samara arqueó las cejas, la alegría había desaparecido de su rostro.

-¿Segura? -Su tono de voz indicaba preocupación-. Creo que te haría bien despejarte un rato, bailar...

-Segura, no te preocupes. -Sara realmente no tenía ganas de discutir con ella.

La joven aperlada apretó los labios. Obviamente no le había gustado la respuesta, pero no iba a insistir.

-De acuerdo, pero si cambias de opinión avísame. ¡Nos vemos luego!

Sara se despidió de ella y la observó mientras se marchaba junto con Noé.

-Creo que debiste haber aceptado.

Sara volteó hacia la mesa, donde Emmanuel situaba su proyecto sobre la mesa.

-¡Caray, que preguntona amanecí!

Emmanuel puso los ojos en blanco ante su reacción, mientras sacaba las pinturas y los pinceles.

-¿No dijiste que te gustaba bailar?

-No es lo mismo bailar en una presentación que en una discoteca -señaló ella-. Además, no mentía, no estoy de ánimos.

Emmanuel alzó una ceja.

-Bueno, no me meteré en donde no me llaman.

Dicho esto, el moreno le ofreció un pincel, y ella lo tomó gustosa, antes de comenzar a pintar.

-Pero...

Habían sido unos cinco minutos de silencio muy buenos, pensó Sara, algo irritada.

-¿Pero qué? -cuestionó, observándole con impaciencia.

-Pero no entiendo, ¿por qué nunca has salido a bailar?

Sara parpadeó, confundida.

-¿Cuándo dije eso?

Emmanuel titubeó por unos segundos antes de responder.

-Lo supuse por tu respuesta a Samara.

-Oh... -Sara lo miró extrañada, pero no dijo nada más-. Bueno, no tengo unos padres muy permisivos que digamos, y no estoy muy acostumbrada a ir a esos lugares, aunque me gustan.

-¿Y entonces por qué no quieres ir...?

-Ya has preguntado mucho sobre mí, ¿no crees? -Sara le miró de reojo, cansada de la conversación mientras daba una pincelada a la pintura-. Es mi turno.

Su compañero, sin despegar la vista de su trabajo, alzó una ceja.

-De acuerdo. -Sonrió-. Pregunta lo que quieras.

Sara no era muy buena iniciando conversaciones, sin embargo, decidió comenzar con lo más simple del mundo.

-¿Cuál es tu color favorito?

Emmanuel rio.

-Me gustan todos.

-Esa respuesta no es válida -rezongó la estudiante-. Vamos, debe haber uno al que le tengas más cariño.

El joven se quedó pensativo un momento, mientras daba suaves toques a su trabajo. Sara iba a insistir cuando, finalmente, obtuvo una respuesta.

-El azul -dijo él-. Si tuviera que elegir uno sería ese.

Sara alzó una ceja.

-¿Por qué el azul?

El moreno sonrió suavemente.

-Es el color del mar -contestó, antes de alzar sus oscuros ojos hacia ella.

-Oh, ¿te gusta el mar?

-Mucho. -El joven sonreía abiertamente-. Me trae paz, y me ha ayudado a pensar.

-Qué envidia -dijo Sara en un leve suspiro-. Yo nunca he ido al mar.

Sara, por un momento, creyó ver una ligera mueca en el rostro del moreno.

-Créeme, no quieres tenerme envidia. Ya irás algún día. -Él la miró- ¿Y bien?, ¿qué hay de ti?

-¿Eh?

-¿Cuál es tu color favorito?

Sara frunció el ceño.

-Era mi turno de hacer preguntas.

-Si una persona pregunta a otra sobre su color favorito, lo ideal es que luego se le pregunte lo mismo.

La joven, algo entretenida, puso los ojos en blanco ante el razonamiento del chico.

-Supongo que eso tiene sentido.

Sara suspiró. La tierna sonrisa de una joven junto con las ondas de su cabello apareció en su cabeza, seguidas de su pequeño, rosado y privado cuaderno.

-Rosa -respondió sin chistar.

-¿Por qué?

-Es un color tierno -dijo, sin querer profundizar mucho- Otra pregunta.

-Te escucho.

-¿Canción favorita?

Él apretó los labios.

-Te voy a decepcionar, no tengo.

-¡Oh, vamos!, ¡debe haber alguna!, ¿al menos tienes un género de música favorito?

-Eh...

Sara bufó.

-Intenta pensar en uno.

-¡Vaya que eres insistente! Bien... si tuviera que elegir uno, creo que serían las baladas.

-Ah, ¿eres un romántico entonces?

-Algo así. -Él sonrió nervioso-. ¿Qué hay de ti? ¿Canción favorita?, ¿género favorito?

-No hay un tipo de música que me guste más que otro, pero si tengo una canción -dijo ella, deteniéndose un momento para ver su trabajo-. ¿Crees que estoy haciendo el pan muy oscuro?

Emmanuel puso una mano en su barbilla, evaluando su trabajo.

-Un poco, intenta aclarar el color. -Enseguida, el joven volvió al tema principal-. ¿Y bien?, ¿qué canción es esa?

-«A thousand years» de Christina Perri -respondió ella, sonriendo dulcemente mientras pintaba con suavidad-. Era la favorita de mi mejor amiga.

-Oh. -Hubo un momento de silencio en el que Emmanuel pareció titubear antes de realizar su siguiente pregunta-. ¿Puedes decirme por qué ya no lo es?

Sara salió del trance en el que se hallaba mientras trabajaba. Le tomó un momento comprender la pregunta, y le tomó otro poder responderla.

-Falleció durante el verano -susurró, lo suficientemente alto para que él pudiera escucharla.

Emmanuel frunció los labios y bajó la mirada.

-Lo siento.

-Oh, no te preocupes por eso. -Sara pudo controlar el nudo en su garganta y el picor de sus ojos-. No es tu culpa.

Su mente ya no podía estar en la pintura.

-Tomemos un descanso. -Era obvio que Emmanuel había notado su estado de ánimo-. No has almorzado, ¿cierto?

Sara, ante la repentina pregunta, simplemente negó con la cabeza.

-Solo tomé un licuado.

-Con mayor razón hay que conseguir algo para comer. Una princesa no puede quedarse con hambre.

Sara alzó una ceja ante el apodo.

-¿Princesa?

-Eso significa tu nombre, ¿no lo sabías?

-No, no sabía que tenía tan lindo significado -admitió ella, sonriendo ligeramente-. ¿Qué significa el tuyo?

-¿Por qué no lo buscas tú?

-Pero... si me acabas de decir el mío.

-No puedo hacer todo por ti, ¿cierto?

-Supongo que tienes razón. -Sara, curiosa, ladeó su cabeza hacia él-. Tu nombre es algo largo, la gente suele acortarlo. ¿No te llaman de otra forma?, ¿no tienes un apodo?

-La gente me llama de muchas maneras -Él le sonrió-. Puedes usar el nombre que gustes.

-Solo era una pregunta. -Sara se encogió de hombros-. Supongo que te seguiré llamando así.

Guardaron sus materiales mientras seguía discutiendo y, con él rodeándola por los hombros, se encaminaron hacia un pequeño puesto de comida.

                         

COPYRIGHT(©) 2022