Bajo la atenta mirada del señor Santorini, bebí a sorbos lentos mi café, y podría jurar que lo sentí gruñir cuando mordí una esquina del pequeño bombón de chocolate que me habían puesto.
Se levantó bruscamente y comenzó a colocarse bien la camisa, llevando las mangas a su sitio y acomodando unos gemelos que parecían de oro blanco en los puños.
Sus sensuales tatuajes ya no estaban a la vista.
- Necesito que me ayudes con la corbata - abrí mucho los ojos y el lo notó, pues sonrió y explicó enseguida - normalmente eso lo hace mi secretaria pero, si estás aquí y te vistes tan elegante, asumo que sabes anudar una corbata.
Haciendo un gesto un poco maleducado dejé lo que quedaba de bombón sobre el platillo.
Limpié mis dedos en la servilleta y me acerqué a él, que me entregaba una hermosa corbata azul.
Se recostó sobre su escritorio con ambas piernas abiertas, postura que me indicaba que debía pararme entre ellas para hacerle el dichoso nudo.
Cuando me ví entre sus piernas, inclinandome sobre su cuerpo para alcanzar su cuello y colocar la corbata, me sentí estremecer.
Dejó reposar sus manos sobre el cristal de su escritorio,a cada lado de su cuerpo, mientras yo trataba de no pegar el mio al suyo, pero no era fácil.
- Que bien hueles, Melody - dijo bajito llamando la atención de mis ojos que se chocaron con los suyos de color tan raro.
- Gracias , señor. - casi le reclamo por hablarme así, pero es que me sentía fascinada por el y en realidad, solo lo vería algunas pocas horas al día y tampoco sería todos los días.
Terminé mi trabajo con la presión de sentir aquel hombre tan cerca , con su tremenda personalidad.
- Ya podemos irnos - dijo y yo, me dispuse a recoger mis cosas cuando lo ví llevarse a la boca, el pedazo de bombón que yo había dejado a medio comer.
Madre mía.
Esto era demasiado para mí.
Me sentía arder la piel entera. El lo estaba haciendo todo a propósito, no creo que pudiera trabajar con un hombre así.
En el fondo no hacía nada malo, pero me sentía la presa suculenta de un lobo hambriento. Solo me faltaba echar a correr, con el detrás enseñando sus colmillos.
- No pienses tanto Melody- parecía leer hasta mi mente.
Sin contestar, me encaminé hacia el resto de mis cosas, que estaban en la pequeña oficina de la secretaria.
- Vuelvo en dos horas máximo Lina, cualquier cosa importante me llamas al móvil.- le informó a la secretaria y justo cuando nos íbamos a ir, está le dijo...
- ¿Y si viene su novia señor Santorini, que le digo?
Aquello me dejó fría, y a él se le veía molesto.
¡Así que sí, tenía novia!
- No vendrá Lina, sabes que no vendrá. - contestó molesto, y no se porqué me dió la impresión que la chica había mencionado aquello más para mí que para el, pero en el fondo se lo agradecía.
Ahora era bien consciente de que el, no podía ponerse en plan seducción conmigo, si tenía novia. Así que sería más fácil trabajar con aquel hombre tan extraño.
En silencio bajamos hacia el estacionamiento y me guió muy callado hacia su coche.
Un Mercedes negro que brillaba como si fuera nuevo.
Un chófer nos esperaba y abriendo las puertas para ambos,entramos en el vehículo, y luego nos encaminamos hacia el sitio donde se encontraría con su cliente.
Dentro del auto yo me senté lo más alejada posible de el, mientras que por su parte, el hizo lo mismo que yo.
Todo el camino fue en silencio y no se porqué me daba la impresión, que detrás de nuestro auto, venía otro que nos seguía. Cada cierto tiempo yo me giraba a comprobar que seguían allí, justo detrás de nosotros.
- Es mi equipo de seguridad Melody, para trabajar conmigo necesitas ser muy callada. No me gustan las preguntas ni las personas curiosas.- dijo de pronto en un tono de voz, que desvelaba su notoria molestia.
¿Por qué estaba molesto?
- ¿Acaso no estoy callada, señor? - pregunté sin mirarlo, mantenía mi vista al frente.
- Demasiado, para mi gusto.
No le respondí nada, decidí guardar silencio, hasta que llegara mi hora de preguntar, que, evidentemente era en la noche. El día que el avisara.
Una vez en el lugar nos sentamos ambos uno frente al otro, a esperar al cliente del señor Santorini.
Pedí un vaso de agua fría, ya se que para desayunar no es lo ideal, pero me sentía sedienta y acalorada.
- ¿Vuelves a tener calor Melody?- maldito sea este hombre, me ponía nerviosa cada vez que decía mi nombre para todo, era sobre todo la manera de hacerlo.
- Sí, señor. Tengo muchísimo calor.- ya no disimularía más, estaba en todo mi derecho de sentir calor.
- Me gusta que ahora sí, seas sincera. No me mientas nunca Melody. Detesto eso - tenía su mano abierta sobre su mentón y boca, mientras hablaba y me miraba serio.
No sé porque ya no reía tanto como hace un rato. Algo lo había molestado.
- ¿Puedo saber que lo molestó?- me atreví a preguntarle.
- ¿Por qué asumes que algo me molesta Melody? - ah, maldición. Era la cadencia de su voz lo que me ponía ardiendo. Una manera de hablar tan siniestra que me erizaba la piel.
- No me responda señor, ha sido inapropiado de mi parte preguntar algo así - me disculpé porque era verdad. No debí haber preguntado aquello.
Nos habían traído varias cosas para desayunar, cortesía de la casa. No se que tenía el, que me obligaba a verlo constantemente.
- ¿Crees que estoy molesto porque mi secretaria hablo de mi novia, verdad? - dijo nada más irse el mesero y sentí mi rostro enrojecer.
- Déjelo estar señor, no era una pregunta correcta y yo no lo conozco lo suficiente, como para juzgar su actitud.- traté de apartar de una vez el tema.
- Si me molestó Melody, me molestó mucho lo que dijo mi secretaria - ay dios, lo había aceptado. Eso supongo yo que quería decir, que en serio estaba coqueteando conmigo y le molestó verse descubierto ante mí, como un hombre mujeriego.
- Señor Santorini, creo que será mejor que lo dejemos hasta aquí, yo buscaré otro empresario. No creo que sea correcto que trabajemos juntos - me levanté para marcharme, pues ya había dicho lo que pensaba y evidentemente, no me equivocaba pues el no me refutó nada.
Cuando voy a pasar por su lado me tomó de la muñeca nuevamente y traté de tirar de ella, pero su agarre era fuerte.
- Quédate, por favor. - lo miré hacia abajo y se levantó para estar a mi altura, quedando muy cerca de mi rostro y boca.
- No debemos Marcelo - lo llamé por su nombre, y le regresó esa sonrisa tan hermosa que tenía.
- Quédate y prometo no volver a comportarme así, no acostumbro seducir mujeres, pero no sé que me pasó contigo. Por favor quédate, has tu trabajo y déjame ver un poco más de esa inocencia que tan ajena a mi vida es. Hace unos años no veía a alguien tan dulce como tú, pero por favor perdóname.
Su mano acariciaba la mía mientras hablaba, y aunque sabía que esto no iba a salir bien, asentí y decidí quedarme esos cinco meses. Hacer lo mío y luego si te he visto no me acuerdo.
- De acuerdo señor Santorini, me quedo a hacer mi trabajo, pero imaginemos que esto no pasó.
- Melody, imagina lo que tu quieras, que no querrás saber lo que imagino yo, que me hubiese gustado que pasara. Pero...- enseguida rectificó cuando vió la expresión de mi rostro - prometo comportarme. Y por favor dime Marcelo. Me encanta como suena en tu boca.
Me solté de su mano y volví a mi asiento. Ya estaba otra vez, dejando caer comentarios incorrectos.
Cuando miro hacia la puerta veo a mi ex novio y su hermana, que vienen hacia nosotros.
La que me faltaba, encontrarme con Cameron y Xenia aquí.
Pero lo peor fue cuando vinieron a saludarme.
- Hola Melly, ¿Cómo estás?- dijo mi ex besando la comisura de mi boca.
- Muy bien Cameron, que bueno verlos. - respondí poniendo mi mano en su pecho para apartarlo.
Mientras yo trataba de soltarme del abrazo de Cameron, Xenia le daba un beso en los labios a Marcelo, dejándome completamente en shock.
- ¿De que conoces a mi chico, Melly? - preguntó mi ex cuñada, la chica que tanto quería y que ahora era, justamente la novia de Marcelo.