Fuga a sangre y fuego
img img Fuga a sangre y fuego img Capítulo 2 Sábado 22 de noviembre de 1986
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Capítulo 6 La vida no es sólo un sueño img
Capítulo 7 Domingo 23 de noviembre 1986 img
Capítulo 8 La Calma presagia tempestad img
Capítulo 9 Jueves 25 de julio de 1974 img
Capítulo 10 El palacio negro de Lecumberri img
Capítulo 11 En el mismito infierno img
Capítulo 12 El Rutas, camino a la perdición img
Capítulo 13 En las fauces de "la ley" img
Capítulo 14 Ora la bebes, o la derramas img
Capítulo 15 El que la hace, la paga img
Capítulo 16 Venganza policiaca img
Capítulo 17 ¿Victima o victimario img
Capítulo 18 Lunes 27 de diciembre de 1982 img
Capítulo 19 La desesperación, mata img
Capítulo 20 Ya les pagué... ¿dónde está mi hijo img
Capítulo 21 Esperando un milagro img
Capítulo 22 Sábado 25 de diciembre de 1982 img
Capítulo 23 Del purgatorio al infierno img
Capítulo 24 Una herida que nunca sanará img
Capítulo 25 Esto aún, no se acaba img
Capítulo 26 Una hiena sanguinaria y rencorosa img
Capítulo 27 ¡Y me mató...! img
Capítulo 28 Una herida que nunca sanará img
Capítulo 29 ¿Quién es quién img
Capítulo 30 Una entrevista, una charla img
Capítulo 31 ¡El gran día! img
Capítulo 32 A contra reloj img
Capítulo 33 El que espera... img
Capítulo 34 El tiempo sigue corriendo... img
Capítulo 35 Y ahí estábamos... img
Capítulo 36 Sin Caretas img
Capítulo 37 Y comienza el mito, o la leyenda... img
Capítulo 38 Y a torcer el destino... img
Capítulo 39 Las primeras fugas de prisión img
Capítulo 40 Ningún plan es perfecto img
Capítulo 41 Atrapado, encerrado y fugado img
Capítulo 42 Una fuga anunciada img
Capítulo 43 En 4 hasta los ratones caen... o se escapan img
Capítulo 44 Las rutas de escape img
Capítulo 45 Nada puede fallar img
Capítulo 46 El momento de la verdad img
Capítulo 47 ¿Y ahora qué sigue img
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Capítulo 2 Sábado 22 de noviembre de 1986

El día por fin se había llegado, todo estaba listo y nada ni nadie iba a impedir que, el plan que se había trazado durante varias semanas, se llevara a cabo. Alfredo Ríos Galeana, el peligroso asaltante, llamado el enemigo público número uno por las autoridades, fue sacado de la celda de máxima seguridad, en donde se encontraba recluido desde su captura, para ser trasladado al 33o juzgado penal donde se le seguía un proceso en su contra.

El peligroso hampón, se veía tranquilo, relajado, luciendo esa cínica sonrisa que lo caracterizaba y lo hacía más temible, caminaba en medio de dos custodios y eso provocaba que su figura destacara aún más.

Con su uno noventa de estatura y casi cien kilos de peso, no se podía negar que se veía imponente, moreno, con un hirsuto bigote bien arreglado sobre el labio; se había operado la nariz y la mandíbula: "para verse más guapo" según sus propias palabras, cabello ondulado, bien cortado, peinado hacia atrás, sus ojos entrecerrados, de mirada penetrante, que lo mismo podían ser amables que fríos, duros y despiadados.

Su mirada calculadora y atenta a su alrededor, imponía respeto y temor entre propios y extraños.

Conducido por los custodios Ríos Galeana, caminó por los túneles oscuros que comunican los dormitorios, con los juzgados del Reclusorio Sur, de la Ciudad de México, túneles habitados por prostitutas y vendedores de drogas, así como uno que otro "chalan", como se les llama a los que realizan mandados o encomiendas para los que pagan por ello, al fin y al cabo, aunque todos son cómplices en el delito, hay categorías, dentro de un recinto que tiene como norma, castigar estos ilícitos.

Al verlo pasar, con un leve movimiento de cabeza los traficantes lo saludaron, una de las pirujas que taloneaba en ese lugar se le acercó sin importarle la presencia de los guardias y sonriente le dijo:

-¿Quieres que te aliviane para que llegues tranquilo ante el juez, mi rey?

-Voy más que tranquilo... pero, de todos modos, gracias.

-Cuando quieras... yo estoy puesta y a lo mejor hasta te hago un buen descuento o te anda tocando cachuchazo.

-Lo tendré en cuenta para la próxima...

La sexoservidora se quedó en el túnel volviendo a instalarse en su lugar de espera y Alfredo, siguió a los custodios hacia su destino, en realidad, sí, se sentía relajado y su mente completamente alerta.

El reo y sus acompañantes llegaron a la rejilla de prácticas del juez y se acomodaron a esperar instrucciones, la sala del juzgado estaba medio vacía y los funcionarios de la audiencia se instalaban para iniciar con el proceso.

A un lado de Alfredo, se encontraban sus coacusados, miembros de su peligrosa banda, todos se vieron en silencio por unos segundos, ninguno hizo ni dijo nada que pudiera delatar sus pensamientos. Los custodios también se acomodaron y esperaron a que el juez comenzara.

Por el otro lado de la rejilla de prácticas, de la calle y caminando por los pasillos, llegaron cuatro hombres y tres mujeres, avanzaban sin prisas, con paso firme y seguro, en sus ojos se podía ver la determinación.

Sus gestos serios y duros no delataban sus intenciones. No veían a nadie en especial y, ya habían contemplado todo el panorama a medida que iban avanzando dentro del recinto sin prestar atención a nadie en especial.

Ordenadamente se abrieron en abanico en la sala del juzgado, todos listos y preparados para lo que se avecinaba, fue así que, de pronto "el Popeye", uno de los que iba al frente, sacó de entre sus ropas una granada de fragmentación -le encantaban las granadas y no perdía la oportunidad de utilizarlas- con un firme movimiento mordió la espoleta y con los dientes la extrajo para luego, arrogar la destructiva "piña" hacia el muro de la rejilla.

Alfredo Ríos Galeana, que no había perdido movimiento alguno de aquel comando, comprimió su estatura con un hábil y ágil movimiento, al agacharse, y sintió la lluvia de piedras, vidrios y polvo alrededor, algunos cayendo sobre su cabeza otros chocando contra la pared de manera escandalosa.

Cuando la neblina de polvo y humo se disipó, el enemigo público número uno, el asaltabancos más peligroso de la década, el asesino despiadado, como lo llamaban los diarios sensacionalistas, había desaparecido.

Nadie había sido testigo de que, segundos después de que estallara la granada, Alfredo, se había incorporado con agilidad y pasando por el boquete que le habían hecho para que escapara.

Comenzó a avanzar, al salir de la rejilla de prácticas, Yadira, una de las mujeres del comando, le aventó una pistola escuadra .9 milímetros que, Galeana, sujetó con habilidad en el aire, estaba cargada y lista para utilizarse y aun así, sin detener sus apresurados pasos, la revisó con rapidez y precisión.

Sus coacusados, también se movieron de prisa y salieron por el mismo boquete, todos corrieron con un arma en mano y dispuestos a enfrentar a cualquiera que intentara detenerlos, era el momento de jugarse el todo por el todo.

De sobra sabían que si los volvían a capturar su sentencia aumentaría por lo que se llamaría, un intento de fuga.

En ese momento, los pocos asistentes al juzgado, también se movían corriendo, buscando en donde esconderse ya que tenían que se produjera una nueva explosión y ninguno de ellos quería salir herido.

Sin dejar de avanzar a grandes zancadas, el comando, que ejecutó la fuga, y los evadidos, se perdían en el amplio patio del Reclusorio Sur y se dispersaron de manera sincronizada, poco después, todos sabían exactamente hacia dónde dirigirse.

Por eso fue que avanzaron hasta donde cuatro autos los esperaban con el motor encendido y el camino despejado, listos para salir a toda velocidad.

Esa misma noche, todos los medios, impresos, radiales y televisados, comentaron la sensacional noticia, las versiones que se presentaban fueron: desde las que se acercaban a la realidad, hasta las más fantasiosas, en las que se decía que se había utilizado una bazuca para ejecutar la fuga, sin faltar las que decían se había empleado dinamita para abrir un boquete en la rejilla de prácticas.

A partir de ese momento y durante los siguientes días, los diarios se dieron vuelo y sus ventas se incrementaron con los diversos informes de la sensacional evasión.

De nueva cuenta, el delincuente más peligroso del país, Alfredo Ríos Galeana, se encontraba libre, armado y peligroso, lo cual representaba un grave peligro, para la ciudadanía, aunque principalmente para las sucursales bancarias y los negocios de empresarios que manejaban fuertes cantidades de dinero.

Todos sabían que al encontrarse libre aquel peligroso delincuente, en cualquier momento volvería a poner en jaque a las autoridades judiciales, como ya era su costumbre, a partir de ese momento los bancos y los comercios estaban en peligro, en cualquier instante la banda de Galeana iría por sus dineros.

La fuga se había realizado en cuestión de minutos, de una manera limpia, sin disparar un solo tiro, con una precisión y una coordinación realmente sorprendentes y eso era lo que más tenía confundidas a las autoridades.

Los investigadores oficiales, no contaban con una sola pista que los llevara a la recaptura de ese delincuente que ya había mostrado su ferocidad y eficacia.

A partir de su fuga, las historias sobre Ríos Galeana, aumentarían de manera absurda y con tintes de leyenda urbana, nadie podría precisar dónde terminaba la fantasía y comenzaba la cruda realidad.

Unos días después de la sensacional fuga, fueron recapturados algunos de los evadidos, así como varios de los integrantes del comando que intervino en el "granadazo" como se le conoció a la fuga, sólo Alfredo, seguía prófugo y no se tenía noticia alguna sobre su paradero.

La prensa a todos los niveles seguía con interés el desarrollo de las acciones, a medida que los días se fueron acumulando y después de que se llevaran a cabo las recapturas y las detenciones, vino un silencio total sobre Alfredo Ríos Galeana, que invadió las redacciones de todos los medios, no se publicaba nada, no se comentaba sobre lo que no se tenía idea, la velocidad a la que se maneja la información no daba tiempo para mantener una noticia vieja.

Día a día los sucesos del mundo entero acaparaban los titulares de los periódicos, tanto radiales y televisivos, como los impresos, las revistas después de haber agotado el tema, ahora daban paso a nuevos acontecimientos que resultaban más relevantes e interesantes, ya no se podía seguir hablando de un personaje que ya se había burlado de la justicia una vez más y de manera sensacionalista.

Las hipótesis de lo que sucedía en torno al peligroso asaltabancos, eran variadas y diversas, igual que las que se formaron en torno a su evasión, por un lado, se hablaba de sobornos a los directivos y custodios del Reclusorio Sur, por el otro se hablaba de amenazas hacia sus familiares más cercanos, aunque nadie tenía una clara realidad que pudiera sustentar y asegurar que así había sido.

Y aunque no se decía abiertamente, ni se publicaba en algún medio, para muchas personas, Ríos Galeana, había sido ejecutado por las autoridades para que no contara la verdad sobre su fuga ya que muchos funcionarios serían perjudicados.

Para otros el enemigo público número uno, por fin se había burlado de la ley y se encontraba prófugo en el extranjero, huyendo en tierras lejanas y fuera del alcance de las leyes mexicanas.

Para los menos, el azote de los bancos y los policías seguía delinquiendo, retando a la justicia, no sólo a que lo atraparan sino a que impidieran que él siguiera haciendo fortuna con el dinero de otros, aunque tampoco eso se había podido confirmar ya que no había noticias de que la banda de Ríos Galeana, hubiera vuelto a atracar.

Lo verdad indiscutible era que, nadie estaba capacitado para decir con certidumbre ¿qué había sido del evadido? ¿Dónde se encontraba escondido? ¿Seguía vivo o realmente ya lo habían matado y escondido su cadáver? ¿Se habrá ido del país para nunca más volver?

Nadie podía contestar a todas esas interrogantes, ni los mismos integrantes de su banda sabían dónde se había metido o si seguía con vida, un hermético misterio se ceñía sobre el singular personaje por el que se gastaran miles de litros de tinta para los titulares de los diarios.

Todos los recursos policiales se empleaban para su recaptura, lo único que faltaba es que en cualquier momento diera señales de vida. Los investigadores aseguraban que, era cuestión de tiempo para que lo volverían a tener entre las rejas de una celda.

Incluso aseguraban que lo volverían a atrapar y lo encerrarían con una cadena perpetua que sirviera de ejemplo a otros que quisieran seguir sus pasos.

Fuera de todas las preguntas que formulaban en torno al peligroso delincuente y que quedaban en el aire sin respuesta, había un par de cuestionamientos que realmente inquietaban a todos los involucrados en el asunto de Alfredo Ríos Galeana.

¿Volvería a aparecer asaltando?

¿Ya nunca más se volvería a saber del evadido?

            
            

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