Capítulo 3 El italiano de allá

Emily lo miró, sorprendida ¿Estaba hablando en serio?

¿Almorzar con él?

-¿Usted siempre invita a almorzar a todas las chicas nuevas? -Curioseó Emily. No pudo evitarlo. Él sólo sonrió.

-No a todas -admitió él mirando sus propios pies.

No, nunca había hecho algo así. Bueno a excepción de Patrice, que fue muy insistente en salir con él y, a decir verdad, hubiese sido mejor nunca acceder a que la frívola rubia entrara a su vida.

-Pero tú... tú eres diferente -Respondió.

Emily lo miró arqueando una ceja y cruzándose de brazos... y allí está otra vez. Se veía tierna. Ese sentimiento con el que se sentía tan poco familiarizado y que, sin embargo, era tan conocido, tan familiar y cálido.

-¿A si? ¿Y por qué soy yo la diferente? -quiso saber ella con la evidente curiosidad femenina-. ¿Por qué no es usted él que es diferente?

¿Por qué? No lo sabía, pero quería almorzar con ella.

Tenía que improvisar una respuesta inteligente ¡ya!

Nunca le había pasado y las ideas se le estaban terminando, adoptó una expresión seria para enfatizar su respuesta.

-Tú eres la diferente y quiero comer contigo porque... porque... trabajas para mí, en la misma planta y quiero que sepas cómo funcionan las cosas aquí... ya sabes... como se maneja la información, los aspectos que más importan y...

-Señor Carmichael -interrumpió ella sonriendo al oírlo balbucear sin mirarla a la cara- firmé un contrato en donde se me explicaba cómo se... como se maneja todo esto.

-Lo sé, lo sé -dijo el mostrando las palmas de las manos en alto-. ¿Te molestaría almorzar conmigo sin ningún motivo?

Emily no pudo evitar sonreírle. Su nuevo jefe era... no sabía cómo describirlo. Era «lindo». Era cierto era muy atractivo, cabello castaño claro, unos labios gruesos y ojos azul claro, parecía una persona cálida, una persona que hacía que se sintiera bien, sin tener que fingir. En realidad no le molestaba nada compartir algún tiempo con él, de hecho se moría por compartir tiempo con él.

-No, claro que no -le dijo Emily con su característica voz suave-. No me molestaría almorzar con usted.

-Tengo mesa permanente en L'blue. Me gustaría que vayamos ahí. Espérame en la entrada e iremos hasta allí andando, no queda lejos y te gustará el paseo. La zona es muy interesante.

-De acuerdo -dijo Emily, agradecida de llevar el vestido que llevaba puesto. Uno de su propia creación-. Acepto comer con usted.

Axel sonrió mostrando una atractiva hilera de blancos dientes y un ligero brillo en sus ojos. Si él mismo se hubiera visto a un espejo jamás habría creído que su rostro era la viva expresión de la felicidad, de la normalidad. Del antiguo Axel Carmichael.

-Muy bien. Entonces nos vemos más tarde. No lo olvides, si lo haces, pasaré a buscarte hasta que digas que sí. Puedo ser muy insistente cuando algo realmente me interesa.

Y ella no lo dudaba.

-Muy bien... -respondió ella. Sin la menor duda; cuando Axel Carmichael quería algo, lo conseguía.

Axel salió silbando de la oficina de Emily Walker y entró en la suya propia, Patrice lo miró desde su escritorio y preguntó con cierta antipatía:

-¿Se puede saber de dónde vienes tan... contento señor Carmichael? La bolsa está cada vez peor y no quieren el contrato de Suiza... esta mañana no hay por qué sonreír.

La rubia lo observaba desde la puerta de su oficina mordiendo un lápiz, como siempre, enviando mensajes sugerentes que él no quería volver a responder.

-Patrice, me tomaré la tarde libre después del almuerzo. Ya que tengo solucionado lo más importante de la semana y el que no esté no afectará a nadie -Informó-. No todo es como parece y para mi hoy todo está mejor que nunca.

Patrice arqueó una ceja, incrédula.

-Aún queda la reunión con el General Marshal, por tus días en las Fuerzas -le recordó su secretaria repasando las llamadas-. Ha insistido mucho en hablar contigo.

-Jeremía Marshal sabe que me niego en redondo a lo que me está pidiendo. Así que cuando te pregunte si dejé algún mensaje dile que no acepto. Y si llama Nick dile que me llame al celular.

Patrice esta vez frunció el cejo con total desconcierto, pero antes de que pueda preguntar algo Axel la frenó.

-No pongas esa cara Patrice y limítate a hacer tu trabajo, para eso se te paga.

Entró a la oficina y cerró la puerta, se sentó en su escritorio y tomó los papeles que correspondían a una reunión que iba a tener lugar en Miami. Al ver que todo estaba en orden, pudo respirar con más calma. Una cosa menos y una larga y relajante tarde libre.

Emily se pintó los labios con un brillito y se puso unas gotitas de perfume. Eran las once cincuenta y dos y ya tenía que bajar para esperar a su jefe para ir a almorzar.

Se sentía extrañamente animada ante la comida que iba a tener lugar, eso era raro porque últimamente se sentía de todo menos animada. Cuando se subió al ascensor se vio en el espejo. Sobre el vestido tenía un torerito blanco de mangas muy cortas y se fijo en sus pies adornados con unos zapatos negros de tacón. Al llegar al lobby, que estaba solitario, miró hacia todos lados esperando... a que apareciera.

En realidad no estaba segura de que Axel Carmichael bajara para llevarla a almorzar y no estaba segura de porque ella misma había bajado. Todos con los que se había topado en los últimos días decían que Axel era un buen jefe, pero que estaba en una relación intermitente con Patrice, su secretaria.

Era trillado y obvio, pero a nadie parecía caerle bien la frívola rubia.

Se enderezó cuando escuchó las puertas del ascensor abrirse y vio como Patrice y Axel salían de él, Patrice lo estaba rodeando posesivamente del brazo y ambos pasaron por su lado sin reparar en ella. ¡Qué tonta al pensar que él se iba a acordar de ese supuesto almuerzo! Negó con la cabeza. Un plato de gnocchi con salsa de queso le vendría bien, ya que ese día no hacía tanto calor y el gnocchi era bueno para sanar orgullos heridos.

Con una pequeñita herida en su orgullo femenino y dispuesta a sanarlo a toda costa, avanzó hasta la salida y tomó rumbo hasta el italiano en donde había almorzado los últimos dos días. Mientras pensaba en como volver a la empresa sin sonrojarse por ser tan estúpida, no vio que la estaban siguiendo.

-¿A dónde crees que vas, preciosa señorita Walker? -La voz familiar detrás de ella salió de la nada y la asustó. Entonces volteó y Axel estaba allí- No pensarás que me había olvidado de nuestra comida ¿Verdad?

Axel intentó mantener un tono neutral en su voz, pero jamás pensó que Emily Walker evadiría el almuerzo que tenían juntos. Cuando la vio en el lobby hizo todo lo que pudo por separarse de Patrice, pero luego entendió que la secretaria estaba marcando el territorio ante una posible rival. En cuanto pudo deshacerse de ella mintiéndole sobre un posible cliente, se giró para ver a una erguida señorita Walker ir en dirección contraria al restaurante de su amigo.

-Pues me pareció que... -dijo ante la sonrisa de Axel.

-Tenía que deshacerme de Patrice de algún modo -se encogió de hombros-. Es como una lapa... esas que se aferran a los cascos de los barcos...

-Sé lo que es una lapa señor Carmichael... -dijo Emily aferrándose al asa de su bolso.

-¿Sigues queriendo ir a L'blue? -preguntó mirando hacia todos lados. Esperaba no volver a ver a Patrice, sino todo sería un desastre y le haría muy complicada la vida a Emily.

-En realidad la pregunta es si usted quiere almorzar conmigo... al parecer está muy interesado en el paisaje urbano ¿Es que acaso no quiere que lo vean con alguien... inferior?

Axel se puso rígido.

Esa pregunta le dolió y no sólo por el tono de su voz, sino por sus ojos, los cuales, tenían tristeza, como si esperara una respuesta afirmativa, como si ya le hubieran hecho eso.

-No eres inferior. Es sólo que...

¿Es solo que qué?

¿Es solo que no quería que Patrice lo viera porque le iba a armar un escándalo y era capaz de cualquier cosa, hasta hacerle daño a ella?

¿Es solo que se moría por llevarla a otro lugar y quitar de sus ojos ese brillo triste?

Es solo que... cuando estaba con ella se sentía... se sentía bien.

Se sentía normal.

Se sentía como el viejo Axel.

-Yo pensaba en sumergirme en un plato de gnocchi con salsa de queso. En el italiano de allá -dijo Emily con los brazos cruzados-. Es un buen lugar y tiene bebidas variadas de muy buena calidad. La verdad me gusta bastante comer ahí.

-Muy bien, señorita Walker -dijo tomando su mano con delicadeza- Vamos a cambiar la comida francesa por la italiana. Andiamo...

Una sonrisa, en sus serios labios se dibujó una sonrisa y él se sintió estúpido y feliz. Miró sus manos unidas y que ella no había hecho nada para alejarlo, su pequeña mano se hundía en la más grande, unas manos manchadas de sangre... él sabía que esas bonitas manos no debían estar en unas tan sucias como las propias, pero no podía evitar sostenerlas y acariciarlas, le cautivaba esa piel tan suave y dulce...

Ya dentro del restaurante, los ubicaron en una mesa alejada de las ventanas y cerca del aire acondicionado.

-¿Ha comido aquí alguna vez? -preguntó Emily estudiando a los comensales que concentrados en lo suyo no habían levantado la mirada de sus platos en ningún momento.

-Me temo que no. Un amigo muy cercano es dueño de L'Blue y tengo mesa permanente allí, además de ser el conejillo de Indias de sus nuevos platos -se encogió de hombros-. A veces me da miedo, ahora, sobre todo, que está de moda la comida sensorial.

-¿Comida sensorial? -preguntó con interés.

-Entra por los ojos... Se supone que es una cosa, pero en realidad es otra. Recuerdo que el sábado pasado comí una maceta.

Emily no pudo disimular su sonrisa. Ahora sabía cuál era esa comida.

-Fue muy divertido en realidad. Porque la planta era una planta real, de flores de color azul y muy dulces, la "tierra" un bizcocho de café y mousse de leche chocolatada.

-Me encanta el chocolate -confesó Emily deslizando el dedo índice por la base del pie de una copa que estaba dada vuelta- mucho más que a cualquier chica...

Hablaba en voz baja y sin mirarlo a los ojos. Como lo haría una niña contando un secreto.

-¿Que tanto? -preguntó el con sincero interés.

-Tengo una caja de bombones escondida en la mesa de luz y siempre tengo que estarlos reponiendo...

Un camarero se acercó con la carta y ambos pidieron su comida. Él unos spaguetti con bolognesa y ella gnocci con salsa de quesos.

-Hace mucho que no me como un chocolate -confesó bebiendo una copa de un excelente vino.

-¿Por qué? -preguntó ella en voz baja.

-Cosas de la vida -«porque la última vez que lo comí fue con mi hermano y al día siguiente lo mataron»- ¿Escuchaste decir que el chocolate produce endorfinas que, se supone, te deben hacer sentir feliz? Bueno a mí me produce todo lo contrario. Me lleva a un mundo de recuerdos que no son gratos.

-Pero siempre las cosas pueden cambiar... siempre hay más que sólo una opción ¿No sabías eso? Con el tiempo todo cambia -dijo ella con sabiduría.

-Han pasado años y las cosas no han cambiado -se encogió de hombros restándole importancia-. Seguirán así. Dudo mucho que eso cambie a esta altura de la vida.

-El cambio siempre empieza por uno mismo -razonó ella, como recordando algo-. Los demás no cambiaran por usted, primero se empieza por casa...

Cierto. Era lo que él había hecho la semana anterior y poco a poco iba liberándose de algunos pesos del pasado. Aunque el dolor era igual de intenso. Quizás a veces peor que antes, pero quería liberarse de todo.

-Está muy rica la comida -dijo ella para aligerar el ambiente- Por eso me agrada este sencillo lugar. Limpio, callado y de comida rica... es mi trattoria favorita.

-Es cierto. Es una comida deliciosa -dijo después de limpiarse la boca con una servilleta-. Tiene un buen gusto, Emily Walker -dijo sonriéndole- propongo un brindis por un excelente paladar.

Emily le regaló una sonrisa y elevó su copa que chocó con la de él cerrando un maravilloso almuerzo.

Los dos rechazaron el postre, puesto que se estaba haciendo tarde para regresar a sus actividades laborales correspondientes. Cuando Axel dejó a Emily en la empresa ella se sintió ligeramente decepcionada al verlo marcharse.

-Tengo el resto de la tarde libre -informó Axel-. Me gustaría que hiciéramos esto por lo menos tres veces a la semana, claro, si tú estás de acuerdo.

-¿No se aburrirá conmigo? -preguntó ella-. ¿No se aburrió hoy conmigo?

-¿Aburrirme con usted? No. No me he aburrido hoy. Me siento normal -se encogió de hombros-. Como hace mucho no me sentía.

Emily se sintió halagada y aceptó que ella también se sintió como hacía tiempo no se sentía: respetada.

-Entonces señor Carmichael, acepto comer los lunes, miércoles y viernes con usted ¿Le parece bien?-preguntó con una sonrisa.

-Me alegro Emily Walker. Me alegro mucho que hayas aceptado. Va a ser muy agradable terminar la semana en su compañía -El aparcacoches de la empresa le entregó las llaves de un Audi R8 color negro.

-Nos vemos pronto -dijo ella para aligerar el silencio y que él no se fuera tan rápido. Necesitaba poder verlo, aunque sea, dos segundos más.

-Adiós -Dijo el rodeando el auto para subirse. Abrió la puerta y se montó dejando a una Emily Walker deseosa de pasar más tiempo con él.

-Esa sonrisa estúpida en tu cara quiere decir que hay un hombre en tu vida... -se burló Martina, Emily cerró la puerta del departamento y después de dejar la torerita y el bolso en el sofá, se sentó ante la inquisitiva mirada de su prima hermana Martina Walker.

-Hola Martina. Si, me fue bien Martina. No, Martina a ti te tocaba comprar azúcar... hay otras cosas más que preguntarle a tu prima cuando regresa de su trabajo.

La prima de Emily blanqueó los ojos y le sonrió con su característica simpatía, luego tocó el espacio del sofá a su lado y ella no tuvo más remedio que acercarse para lugar y recibir un «Buena Chica» como recompensa antes de un dulce beso en la mejilla.

-Basta de ceremonias -dijo dando una palmada al aire-. Cuenta... ¿Por qué esa sonrisa en esa cara tan bonita? -preguntó abrazando un almohadón de peluche.

-Imagínate esto: conoces a un hombre que es simpático y habla bien contigo sin intentar impresionarte, sólo lo hace porque si y además es amable y... y muy dulce.

-Sí. Me lo imagino. Bueno, eso creo -dijo frunciendo el ceño-. Cuenta ¿Qué libro estás leyendo? -preguntó.

-Bueno, eso me ocurrió hoy... y no, esta vez no es ningún libro, prima. Es un hombre de carne y hueso y de sangre muy caliente.

La cara de Martina delató una enorme sorpresa.

-¿Hoy? -preguntó mordiéndose la uña del dedo pulgar.

-Bueno él..., es la segunda vez que lo veo y... -balbuceó.

-¿Te gusta? -preguntó con las manos en la boca sofocando una carcajada.

-Es atractivo, pero...

-¿Pero...?

Emily se puso de pie, pero había algo en el que delataba una enorme tristeza. Sus ojos azules eran fríos y al mismo tiempo tan calientes. Sus manos... sus manos eran suaves y protectoras. Parecía muy solo al otro lado de la mesa a pesar de algunas sonrisas que le regalaba y a pesar de tomar su mano para saludarla al final del almuerzo.

Instintivamente se miró las manos y se le aceleró el pulso ¿Habrá sentido él la electricidad que sintió ella cuando se tomaron de las manos? ¿Habrá sentido él el calor que sus palmas desprendían?

-Hay más en él, Martina... no sé, hay algo... algo que...

Martina se puso de pie con las manos en alto. Había señales muy claras de que su querida prima podía meterse en problemas.

-Un momento. Emily recuerda lo que pasó la última vez que ayudaste a un problemático -le recordó su prima-. Saliste muy herida, no sólo en el alma...

-No, no es como él -afirmó Emily, muy segura de Axel.

«Axel no puede ser como él»

-La mitad de los abusadores esconden su verdadera personalidad hasta que se desencadena un problema -le advirtió su prima.

-Martina, solo almorzamos -dijo con la voz temblorosa y a punto de llorar-, no tienes porque recordármelo cada vez que hago un nuevo amigo.

Martina se maldijo y volvió a su sitio en el sofá.

-Lo siento pero...

-Lo siento pero nada. Martina... merezco un poco de paz, además ni siquiera salimos, solo vamos a ir a almorzar juntos, nada más. Es un compañero de trabajo.

-¿Qué pasa si quiere algo contigo? -preguntó su prima.

Emily miró a Martina ¿ahora cuál era el problema? No siempre se iba a tener que ocultar porque un hombre la haya agredido.

Ella quería salir, conocer gente... curarse.

Encerrada en una jaula iba a ser imposible hacerlo y ella ya estaba harta de estar encerrada en una jaula.

-Confiaré en el destino, Martu. Mientras tanto ¿Quieres comer algo? Estoy hambrienta -sonrió dejando el tema de lado-. Me parece que esta noche podremos salir ¿Qué piensas?

La muchacha negó con la cabeza mientras que la otra se hacía un sándwich de jamón, queso y verduras. Su prima había cambiado mucho con el paso de los meses desde su agresión y Martina se sentía feliz por sus progresos, pero ahora era cuando realmente se asustaba porque no quería que nadie quebrara la estabilidad emocional que Emily había construido de a poco. La quería demasiado como para verla sufrir.

-¿Como dices que se llama el galanazo? -preguntó Martina sentándose sobre un taburete del desayunador.

-No te lo dije... -le sonrió ella.

-¿Me lo dirás? -preguntó mordiendo una manzana.

Emily negó con la cabeza mientras engullía con una sonrisa ¡Una sonrisa!

-¿Sabías que puedo sacar información a cosquillas?

La otra soltó una carajada alejándose muy despacio.

Las primas tenían una diferencia de edad de cuatro años, pero las guerras de cosquillas funcionaban cuando Emily tenía diez años, no a los veintitrés, aún así había guerras de cosquillas a diario.

-Esta vez no va a funcionar -le dijo, ufana.

-Puedo hacerte cosquillas hasta que te hagas pis... -dijo la otra encogiéndose de hombros.

-Aun así no va a funcionar... -le advirtió con el dedo acusador.

-Muy bien -dijo la otra-. Tengo que viajar la semana que viene y estaré fuera ¿Podrás sola con todo? -preguntó la otra, preocupada.

-Por supuesto que sí. Pan comido -dijo chasqueando los dedos.

-¿Me llamarías si tuvieras algún problema? -preguntó Martina anotando un número de teléfono y pegándolo en la heladera.

Emily puso los ojos en blanco. Siempre le hacía la misma pregunta y siempre podía con todo. En el último tiempo había crecido mucho más que en los otros veinte años.

-Eres mi ambulancia personal, claro que te llamaré si te necesito -dijo sin embargo para que Martina no se fuera intranquila-. Pero tienes que confiar más en mí, Martu. Has tu vida... yo puedo sola...

-Por supuesto que confío en ti, pero no lo olvides... jamás voy a abandonarte, somos familia, tontita

-Jamás olvidaré algo así, prima. Eres la mejor prima del mundo.

Las mujeres hablaron de temas sin importancia hasta que se hizo la hora de irse a la cama.

Cuando Emily estuvo sola pensó en Axel Carmichael hasta que lentamente quedo dormida.

            
            

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