Capítulo 4 Ep. 4: el camino a ser reina

La reina Letizia Agnes de Brudenell, no llegó a ese lugar por ser princesa heredera desde niña, tampoco por enamorarse del rey, mucho menos por mera casualidad o destino. Algunos se preguntan aún cómo es que se decidió.

¿Otra vez el mismo error? - gritó su madre golpeándole la mano con una regla de madera.

Letizia de 21 años, contrajo nuevamente la mano del dolor, ya tenía los nudillos rojos . Especialmente hoy estaba cometiendo más errores de los habituales, su madre creía que a gritos lograría la perfección de las notas, sin embargo, solo generaba ansiedad en su hija y todo resultaba peor. Era de lo más común este estilo de crianza, pero el ser común no significa ser correcto.

Lo siento, madre.

¿Cuántas veces más vas a decir que lo sientes? - la mujer muy enojada arrojó la regla hacia una de las ventanas, haciendo un ruido muy fuerte.

Letizia no dijo nada, solo bajó la cabeza y volvió a colocar sus manos sobre el piano, dispuesta a aguantar una ronda más de dolor y sermones.

Olvídalo, ya he tenido suficiente por hoy. Practicarás toda la noche, no hay cena para ti. Mañana tocarás esa canción y cualquier otra que yo te pida a la perfección.

Sí, madre.

Hmph, más te vale, no sabes lo que me costó arreglar este matrimonio para ti. Esfuérzate. Debes retribuir todo lo que he hecho y perdido por ti. ¿O acaso quieres que la gente diga que nuestra familia no sabe educar bien? ¿no te importa eso?

Sí me importa. Prometo lograrlo mañana.

Más te vale. - respondió su madre haciendo un gesto para que una criada que se encontraba parada en una esquina de la habitación, se acercase.

La muchacha solía ayudarla a ponerse de pie y andar, pues luego de dar a Luz a Letizia sufrió de una parálisis en la mitad del cuerpo, estuvo en cama mucho tiempo y con mucha disciplina, mejoró su condición, no obstante, hubo un límite para su progreso, desde hace muchos años no podía caminar sola, debía sostenerse de la pared o contar con asistencia de otra persona.

Letizia por su parte solo observaba mientras la criada ayudaba a su madre, desde la noche anterior no había probado bocado alguno, sentía su estómago crujir. Cuando vio que su madre dio algunos pasos, con mucho temor se atrevió a decirle algunas palabras.

Madre, por favor no sea injusta, desde anoche yo no he-

Silencio, ¿injusta? Querrás decir disciplinada. Haz lo que te dije sin protestar.

Pero yo-

Shh, a la madre no se le discute nada. Sigue en lo tuyo.

Sí... - respondió Letizia con una gran rabia en su interior.

Su madre era el tipo de persona extremadamente estricta, hermética y controladora. A veces quería odiarla con toda su alma, merecía que la odiase, pero, ¿cómo es que tenía la capacidad de llevarla tanto al infierno como al cielo? Era muy dura cuando cometía errores, pero también muy dulce y aduladora cuando hacía algo bien. Le decía que todo esto era por su bienestar, porque la amaba, es más, era dura con ella porque de verdad le importaba su hija, si le diera igual no estaría tan encima de todos sus asuntos. Aunque también destilaba frases como "por tu culpa estoy así", es tu deber hacer todo lo que digo" "no seas malagradecida" Para Letizia eran muy confusas todas las palabras y acciones de su madre, hasta a veces no sabía cómo sentirse respecto a ello; pero al final, terminaba concluyendo en que aún a pesar de todo, era su madre, había hecho mucho por ella y la amaba, aun si no lo mereciese.

Letizia pasó todo el invierno perfeccionando sus habilidades de música, canto, baile y estudiando diversas materias, debía ser una esposa digna de una de las familias más importantes del Reino, los Meyer. Era cierto que fue muy complicado lograr este acuerdo matrimonial, no tenían problemas de status o económicos, pero sí serios daños en su reputación. Letizia y su madre tenían en sus venas sangre real, lamentablemente, eran parte de las denominadas "serpientes traidoras". Si ella pudiese explicar su vida a través de un color, este sería el gris. Aunque el único arcoíris en su vida era su prima Adeline, le encantaba su compañía y que viniese a su casa, pues cuando ella estaba presente su madre se convertía en un ángel.

Llegó el día del matrimonio, sus hermanas le habían dicho a Letizia que al casarse sería finalmente feliz y libre, pues estaría fuera de las garras de su madre. Ella sabía que esto era cierto, sin embargo, algo dentro de sí la entristecía, era como si quedase un gran hoyo en su pecho.

Tuvo lugar la ceremonia, espléndida y repleta de lujos e invitados importantes. Realmente Letizia pudo sentir que comenzaría una vida nueva, una vida donde ella tendría el control total. Su esposo se comportó muy bien con ella durante toda la celebración, pero, las cosas cambiaron cuando llegó la noche y se encontraban solos en la habitación.

Seré claro, no te amo, pero tampoco te desprecio. Nos uniremos más adelante, cuando desee tener hijos. Y para tu tranquilidad, no tengo a nadie más, no te preocupes, jamás dañaría tu honor.

Esa noche, siendo ambos totalmente sinceros, acordaron no involucrarse carnalmente ni siquiera dormir juntos hasta que decidiesen tener un hijo. También estuvieron de acuerdo en llevarse cordialmente y no involucrarse con ninguna otra persona, coincidieron en que se podía ser leal y respetuoso sin necesidad de amarse. Letizia estuvo tranquila con esta decisión, aunque no fue lo que soñó, de todas formas desde que se le anunció el compromiso, no amaba a este hombre.

Pasaron 10 meses, tal como le dijeron sus hermanas, tenía una vida resuelta, libre y calmada, en teoría, la vida que toda mujer deseaba. Pero a pesar de toda la paz que la rodeaba, había un remolino en su interior, una opresión ocasional en el pecho, ella se preguntaba por qué se sentía así, cada noche buscaba la respuesta sin éxito. Algunos días estaba tan aburrida sin saber qué hacer, había estado muy acostumbrada a que otro dirigiera su vida, ella no tenía idea de cómo vivir por sí misma. Su madre le enviaba cartas y visitaba ocasionalmente, a veces le sentaba bien su visita, otras veces no, porque solo la criticaba o se inmiscuía en su vida personal.

Un día, Letizia creyó al fin hallar el remedio a su inexplicable angustia. Este remedio se llamaba Carlos, amigo y socio comercial de su esposo. Todo comenzó con charlas sobre temas interesantes, anécdotas personales, poemas, confesiones sinceras de amor y, aquella pasión a la cual su esposo se negó. Fueron perfectamente sutiles con su relación. Aún así, en el perfecto Reino de Brudenell, nada es infalible. Un día su marido descubrió algunas de sus cartas de amor.

¡Se acabó! ¿Qué podía esperar de la hija de un nido de serpientes? ¡Ni siquiera pudiste respetarme! Esta es la única evidencia que necesito. - dijo su esposo apretando con fuerza un conjunto de cartas.

Por favor, puedo explicártelo todo. - Gritó Letizia mientras corría tras de él, sabía cuál sería su castigo.

No hay nada que explicar. - respondió él bajando las escaleras.

Letizia aceleró el paso y lo tomó de la camisa, debía impedir a toda costa que se fuera, estuvieron unos segundos entre jalones y empujones, Letizia pidiéndole perdón y que lo conversaran, él negándose a cualquier trato posible. Ella con movimientos muy bruscos pudo quitarle las cartas, desafortunadamente, entre todo este caos el hombre tropezó y rodó por las escaleras, chocando finalmente con una estatua de mármol que cayó duramente encima de su cabeza. Letizia se quedó asustada mientras observaba la blanca estatua teñirse de rojo y no ver ninguna reacción en su esposo, lentamente ocultó las cartas en su pecho.

Vinieron los criados, aterrorizados por la escena intentaron asistir a su señor sin éxito, vino el doctor pero no pudo hacer nada, la muerte fue inminente. Llegaron los familiares, quienes culparon a Letizia de asesinato; ella intentó defenderse pero se concluyó que el asunto debía resolverse en un juicio. Muy asustada llamó a su madre, a quien le contó toda la verdad, le pidió perdón muchas veces por todo. Su madre estaba furiosa, pero luego de unos minutos, a diferencia de Letizia, quien pensaba confesar lo sucedido, le dijo con una inusual calma.

Escúchame, esto es lo que dirás en el juicio.

*****

Llegó el día del juicio, los criados dieron sus testimonios, Letizia era la presunta culpable del hecho y todos lo veían así, especialmente la familia de su difunto marido. Para sorpresa de los presentes, su respuesta desbarató cualquier acusación.

Mi señor, estoy siendo acusada injustamente, le contaré lo que en verdad sucedió aquel día. Primero me gustaría que los criados confirmasen algo. - dijo Letizia mirándolos.

El juez dio un visto bueno a esta petición.

¿No es cierto que el Sr. Meyer y yo jamás hemos dormido juntos? Ni siquiera en nuestra noche de bodas, jamás consumamos el matrimonio.

Todos los presentes en la sala estuvieron escandalizados, los criados no se atrevieron a mentir respecto a este asunto y le dieron la razón a Letizia, quien luego de esto continuó con su declaración

Ese día, yo descubrí que mi esposo tenía un romance con otro hombre.

¡Eso es difamación! - gritó el padre de su difunto marido

¡Silencio! - dijo el juez. - Si se atreve a hacer tal acusación, debe tener pruebas.

Las tengo. - Letizia mostró las cartas como evidencia de la infidelidad de su esposo. - Aquel día yo descubrí las cartas, las leí y me escandalicé porque claramente se trataba de una carta escrita por un hombre, basta leer su contenido. Entonces, yo entendí el motivo por el cual él jamás quiso consumar el matrimonio conmigo, por su pecado. Estuvimos casados 10 meses y yo, lógicamente por este motivo, no he quedado embarazada jamás. No lo negaré, estaba muy furiosa por esta humillación así que enfrenté a mi esposo y le reclamé por eso, discutimos mientras bajábamos las escaleras y tropezó accidentalmente, juro soy inocente, yo jamás mataría a nadie.

¿Y quién escribió estas cartas?

Letizia se puso nerviosa ante esta pregunta, Carlos también estaba presente en el juicio y temblaba de miedo, ¿iba a acusarlo? ¿iba a traicionar todo su amor? ¿no habían acordado ambos quemar todas aquellas cartas?

Responda. - insistió el juez.

No lo sé, señor. Yo solo encontré las cartas.

Allí concluyó la coartada de Letizia, Carlos también dio un testimonio en el cual apoyaba la idea de que su difunto amigo, en conversaciones íntimas con él, le confesó que jamás consumó el matrimonio y que nunca había cortejado o sentido atracción por ninguna mujer, lo cual le parecía extraño pero todo el tiempo lo había atribuido a que era un hombre muy serio.

Terminó el juicio, se declaró inocente a Letizia, y, además se la declaró nuevamente soltera, la insatisfecha familia Meyer insistió en que se considera inválido el matrimonio ya que jamás se consumó. Odiaban la idea de que se la recordara como "la viuda de Meyer", no había hijos ni nada que realmente los vinculase con ella, pero aún así les molestaba.

Ese día Letizia volvió a casa de sus padres, pensaba que su madre estaría aliviada luego de este evento pero fue todo lo contrario.

¡¿No te dije que debías acusar a Carlos?! Siempre estaba con tu marido, aunque cambió su letra en las cartas, con algo de investigación caería.

Pero madre, no fue necesario.

¡Cállate! - su madre le dio una bofetada y le quedó mirando a los ojos en silencio. - Ya veo por qué no lo culpaste, ni sueñes que seguirás en contacto con él.

Letizia nuevamente se sentía prisionera e infeliz en esta casa, pero, extrañamente, al estar aquí aquel remolino en su pecho ya no existía. Intentó hacerle llegar cartas a Carlos a través de criadas pero no tuvo éxito, igualmente, ninguna Carta de Carlos pudo llegar a manos de Letizia. Su madre siempre la descubrió y le dio duros sermones y castigos por esto, los cuales finalizaban en la frase "Eres un vergüenza para esta familia, ya nadie se querrá casar contigo, vivirás sola el resto de tu vida" Cada día moría de tristeza al no saber de Carlos, estaba sinceramente enamorada de él; y él de ella.

Pasó un mes y hubo otro escándalo, esta vez proveniente de la familia real. La princesa heredera fue acusada de infertilidad luego de que tras 3 años de matrimonio no había podido quedar embarazada, el príncipe Harold era el heredero a la corona y era sumamente importante tener descendencia. Todos pensaron que se trataría de un divorcio, pero luego la madre de la joven manifestó que en su juventud ella tuvo un accidente y tal vez esa fue la causa. Se tomó esto como antecedente de que la familia previamente conocía la condición de su hija y aún así la casaron. El resultado fue la anulación del matrimonio, parecía una buena solución. Mejor que quedar divorciada y sin capacidad de volver a casarse, pues al haber sido esposa de un príncipe, no podía involucrarse con alguien de menor rango que ese.

El escándalo trajo consigo el interés de muchos nobles, el príncipe heredero buscaba esposa ahora, sin embargo, no había damas solteras disponibles, y las que lo estaban, no tenían una jerarquía suficientemente alta, digna de un futuro título de reina. Aunque, sí que existían dos candidatas aptas: Adeline Becker y Letizia Müller. Ambas de la rama oscura de la dinastía Gruberg, por parte de sus madres. Cualquiera de las dos, al contraer matrimonio ostentaría un cargo de reina absoluto, capaz de tomar decisiones en el gobierno, no solo una reina consorte.

Esta situación desalentaba a la familia real, no querían otorgar este poder a las serpientes de la familia, aunque según las leyes vigentes, si tenían sangre real, tenían derecho a un cargo absoluto. No sabían qué decidir, traer una reina extranjera o tener una reina local de esa rama de la familia.

Tras un mes de considerado el asunto, el rey tomó una decisión. Habría unión con una de las dos candidatas locales, quería dar la imagen de que se perdonaban las heridas del pasado a través de este matrimonio y se pondría fin a esta rivalidad familiar, unificando ambas partes mediante el matrimonio, la familia Gruberg volvería a ser una sola ¿qué mejor que eso para endulzar al público? Aunque la verdad era que traer una reina extranjera tomaría mucho tiempo de preparación y no confiaban en ningún país aliado actualmente.

Cuando se anunció esta noticia la madre de Letizia no pudo estar más que contenta, tenían una oportunidad, aunque lo más obvio sería que quien fuese elegida sería su sobrina, Adeline. El juicio de Letizia había llegado a oídos del rey hace mucho, preferiría una chica sin antecedentes cuestionables, como Adelaine. Con ayuda de una criada su madre ingresó a la habitación de Letizia, quien se encontraba llorando desconsoladamente, pidió a la criada que se retirase.

¿Qué te pasa? ¿no has oído las noticias?

Las he oído...

Tsk. ¿Por qué lloras? ¿no será por ese idiota, no?

Madre, yo... - Letizia apretó los labios, sabía que lo que diría le traería mínimamente una sesión de golpes.

¡Habla!

Yo, creo que estoy embarazada

¡¿Qué?! ¿Cómo puedes hacerme esto? - Su madre le arrojó uno de los adornos que había cerca.

Letizia se encogió de hombros y mantuvo los ojos cerrados, se resignó a esperar su castigo.

¡¿Por qué siempre me arruinas la vida?! ¡Eres una desagradecida! ¡Una estúpida! Justo ahora, cuando se nos presenta la oportunidad de nuestras vidas.

Lo siento, madre.

¡Cállate! - Su madre se puso de pie pero se tambaleó al instante.

Letizia fue a ayudarla de inmediato, su madre volvió a sentarse, movió bruscamente su brazo bueno para apartar a Letizia - ¡Moriré por tu culpa!

Madre, buscaré ayuda.

¡No! Escúchame, no te casarás con Carlos.

Pero, ¿entonces qué haré?

Eso debiste pensar antes de actuar como una cualquiera. Tú... no tendrás a ese, esa cosa, y no le digas a absolutamente nadie que la tienes dentro.

No puedo hacer eso, si quieres échame de casa y quítamelo todo, pero no a mi hijo.

No estoy negociando contigo, tú harás lo que yo digo.

Siempre he hecho lo que tú me has dicho, jamás he sido libre.

No me hagas reír, Sería bueno si siempre hicieras lo que yo digo, o dime, ¿acaso fui yo quien te dijo que te metieras con Carlos? ¿Ves que tus propias decisiones son estúpidas? Debes escucharme, hacer todo lo que te digo, tu no sabes pensar por tí misma, solo te metes en problemas. Yo sí sé decidir, hazme caso en todo y serás feliz. ¿No quieres ser feliz acaso?

Sí...

Entonces obedéceme y no seas una sinvergüenza, atreviéndote a discutir conmigo. Por la noche, te dará algo que solucionará este problema, debes tomarlo. ¡Mercy! ¡Mercy!

Ingresó la criada a la habitación y se retiró con la señora. Tal como dijo su madre, por la noche le dio un brebaje a Letizia, era obvio para qué era. Letizia apretaba el vaso con fuerza, no quería beberlo, ella pensaba, ¿cómo podría matar a mi propio hijo? no paraban de caer lágrimas por sus mejillas, hoy su madre se había descuidado y pudo al fin enviar una carta a Carlos contándole este asunto, pensaba que él vendría por ella, huirían lejos y se casarían, pues de quedarse levantarían sospechas referentes al fallecimiento de su esposo. ¿él vendría? ¿podía confiar en su amor?. Comenzaron las dudas, las cuales se reforzaron por las palabras de su madre " ¿Ves que tus propias decisiones son estúpidas?" "Debes hacer todo lo que te digo, tu no sabes pensar por tí misma, solo te metes en problemas" "hazme caso en todo y serás feliz"

Letizia lloró aún con mayor desconsuelo, bebió el brebaje mientras en su mente repetía el "¿No quieres ser feliz?"

A la mañana siguiente su madre estuvo complacida, actuó gentilmente con ella, extrañamente amorosa. Letizia le dijo que se sentía destrozada, su madre solo le respondió mientras le acariciaba las mejillas "Cariño, a veces las decisiones correctas duelen, pero el dolor es temporal, no te preocupes, tu pronto, serás la reina de este lugar. Me alegra que hicieras lo que te dije, puedes pedirme lo que quieras hoy" Aquel día su madre cumplió su palabra, incluso la petición de Letizia de invitar a casa su prima Adeline, ambas eran primas, pero también buenas amigas, conversaron de cosas al inicio triviales pero que las entretenían, estaba siendo una reunión reconfortante, Letizia sonrió durante la charla, aunque no de forma muy sincera, seguía herida por lo ocurrido hace dos días.

La conversación iba por buen rumbo hasta que se llegó al tema del matrimonio del príncipe.

Sé que ambas somos las candidatas, yo, no quiero que nos distanciemos por esto, sea quien sea la que se case con el príncipe, prométeme que siempre seremos buenas amigas. - dijo Adelaine

Yo tenía la misma preocupación, aquí entre nosotras, no tengo intención de casarme con nadie ahora mismo. - dijo Letizia bajando la voz.

Bueno, tu corazón no está listo. Apenas murió tu esposo hace dos meses, fue terrible que te acusaran de matarlo, ¿Cómo se atrevieron?

Sí... fue lamentable. - respondió Letizia pensando en la palabra "matarlo" y recordó el asunto de la noche anterior.

Adelaine notó la tristeza de Letizia, pensó que debió tener mayor cuidado en sus palabras y quise repararlo animándola.

Si tú llegas a ser reina, invítame a todas las fiestas, ¿esta bien?

Jajaja, claro. Y si tú llegas a serlo, exilia a mi madre.

Jajaja, no digas tonterías, tu madre es tan dulce.

Sí... es solo una broma...

Ambas continuaron bromeando sobre qué harían en caso de que la otra fuese coronada. Letizia no tenía intenciones de casarse con el príncipe, rezaba porque no fuese así y la tranquilizaba el saber que Adelaine tenía mayor ventaja que ella. ¿no era obvio que no sería ella la elegida por el rey? la cuestionable muerte de su esposo hizo que su reputación decayera aunque fue declarada inocente, además, socialmente no les iba bien, sus padres apenas eran invitados a eventos del palacio dos veces por año. Mientras que Adelaine contaba con una reputación impecable. Su madre se casó con un respetado e importante funcionario de estado. Letizia en general, no tenía esperanzas ni aspiraba a nada ahora mismo. Aunque su madre volvió a torturarla con estrictas lecciones, incluso contrató maestros. Letizia obedecía, pero no entendía el por qué su madre siquiera lo intentaba,

Cuando ya casi llegaba el día en el que serían oficialmente invitadas al palacio por el rey, sucedió algo.

¡Madre! - entró Letizia corriendo a la habitación en medio de la noche

¿Qué sucede, Letizia?

¡Madre! ha venido el mensajero de mi tía, dice que hubo un incendio en su casa, Adelaine está muy mal, ¡El fuego ha quemado su cuerpo! quizá muera.

¡¿Qué?! - su madre se puso muy alerta. - ¡Llama a Mercy!, debemos ir de inmediato.

¡Si! - respondió Letizia y salió corriendo de la habitación.

Su madre se quedó mirando el techo de la habitación sin apartar la vista ni un instante, solo dejó de hacerlo cuando Mercy, la criada, ingresó.

Mi señora, ¿irá a visitar a su hermana?

Sí.

Con ayuda de Mercy la señora se sentó sobre la cama, abrió el cajón de su velador y sacó una bolsa con monedas de oro.

Estoy muy contenta con tu trabajo Mercy. - dijo entregándole la bolsa. - Ahora solo falta deshacernos de una sola persona.

*************

Gracias por leer mi historia, cuento con audiolibros narrados por mí en mi canal de Youtube: Alma Narrativa

                         

COPYRIGHT(©) 2022