INSPIRACIÓN
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Capítulo 2 Parte Dos

CAPÍTULO 2

Iban a dar las diez de la mañana cuando Octaviano -un peón de la hacienda Los Moró y mano derecha del dueño, don Jacobo-, llegó al despacho del viejo.

-Don Jacobo le traigo la correspondencia directo de la oficina de correos. Pasaba por ahí cuando Ramiro el encargado, me dijo que habían matado al cartero y que tenía cartas que no había podido traer hasta acá.

-Deben ser de mis acreedores, arrójalas a la basura.

-Pero la mayoría son de un Instituto Franco alemán...

-¡Pero como! ¡De la escuela de mi sobrina...! ¡No encuentro mis lentes! ¡Pronto! ¡Lee una hijo! ¡Deben ser noticias suyas!

-Esta es sobre el adeudo que tiene con la escuela... Son casi los 900 pesos.

-¡Pero no puede ser...! ¡Eso es lo único que yo pagaba puntual! Es la escuela de mi sobrina. ¡Debe haber algún error yo...!

Entonces el viejo Jacobo sintió una gran opresión en el pecho, al imaginar a su sobrina necesitada. Octaviano le ofreció un asiento, aflojó la corbata del hombre y le sirvió un vaso con agua.

-Tranquilícese don Jacobo.

- ¡Esto también debe ser obra de ese maldito de Úrsulo Jaquez...!

-¿A qué se refiere?

- Yo le daba cada vez la mensualidad de la escuela de mi sobrina y el muy infeliz...

-Se quedó con el dinero... No cabe duda. Ese malnacido de Úrsulo le robó hasta el último peso que pudo.

- Con razón nunca me entregaba recibos. Me decía que ya los había archivado. ¿Cómo no desconfié de él? ¡En mala hora lo hice mi administrador!

-No se preocupe don Jacobo. No está solo.

-Gracias muchacho. Eres tan noble como tu padre el buen Evaristo que dios tenga en su reino... Pero no puedo aceptar tu ayuda. La hacienda ya no da para más. Tuve que despedir a casi todos los peones. Y a ti dentro de poco no voy a poder pagarte. El banco me va a embargar, lo resguardarán todo hasta que mi sobrina cumpla la mayoría de edad, luego la despojarán de todo... Y tú tienes pues dos bocas que alimentar.

- Pero si usted nos ha dado techo y comida. No se apure por los centavos. Debe haber alguna manera para hacer que se ponga al corriente.

-No cabe duda que llegaste en buena hora hijo.

-Usted me tendió la mano cuando hice mi tontería de robarme a Rosalidia ¿no lo recuerda? Así que el que está en deuda soy yo... -luego mirando los otros sobres-. Mire. Estás son tres cartas de su sobrina, la señorita Inspiración.

-¡Pobre hija mía! ¿Qué dice la carta?

-La última es de hace quince días... Dice que planea venir para... ¡Hoy! ¡A esta hora debe de estar llegando ya a la estación del tren!

-¡Por favor hijo ve a recogerla a Cuatro caminos! Esa sobrina mía es muy impulsiva y necia, se puede meter en aprietos. Ah y tenle paciencia es muy testaruda. De que algo se le mete en la cabeza, nadie la hace cambiar de parecer.

- No se preocupe. Yo sabré tratarla.

- Pero te suplico que no la alarmes. No le cuentes nada. Ella es mi responsabilidad, me la encargaron sus padres. No se debe de enterar de esto. Espero que se no quede muchos días. En cuanto ella regrese al instituto, también nosotros nos iremos. Luego te daré algo de dinero para que puedas irte a algún lado con tu mujer y con tu hijo.

-Por eso no se preocupe. Primero voy por la señorita al pueblo.

Octaviano se acomodó el sombrero, subió al carruaje y salió rumbo al pueblo. No se imaginaba que su vida iba a cambiar justo al conocerla.

Ya en el lugar, en un trozo de cartón Octaviano escribió "hacienda Los Moró", esperando que la joven lo mirara. De pronto de entre la multitud, apareció una hermosa y delicada joven rubia, de unos ojos color marrón y de una piel tan tersa cual porcelana. De inmediato Octaviano supo que ella debía ser la sobrina de don Jacobo. Cuando la joven se acercó a Octaviano, él pudo ver el brillo especial en sus ojos y algo dentro de ambos aceleró sus corazones. A él se le dificultó pasar saliva, y a ella el soltar la respiración. Para el hombre fue una sensación de deseo y admiración hacia la mujer. Mientras que para ella la simple postura de hombre recio de Octaviano, la hizo sentir insegura y a pesar del frío, con cierto calor. Se podría decir que ambos fueron gratamente sorprendidos. Ella era muy bella y él era buen mozo. De pronto Octaviano reconociendo que era un hombre casado, intentó negar ese sentimiento y la trató con cierta frialdad y brusquedad.

- ¿Inspiración Moró?- dijo un tanto seco y fijando altivo y con indiferencia la mirada entre la gente que pasaba.

-¡Señorita Moró para usted! - correspondió ella de una manera altanera, al sentir su aparente indiferencia.

-Me envió su tío... Soy Octaviano Aguirre y...

-¡No me importa quien sea usted! ¡No acostumbró hablar con los peones...! Fue entonces que Octaviano soltó un suspiro de resignación, y guardó silencio.

- ¿Como se enteró mi tío que yo vendría? Pero es que entonces ¿si recibió mis cartas? Pero Octaviano callado, sólo la miraba por momentos para luego fingirse desinteresado en las palabras de la joven.

- Hey. Psst. Oiga. ¿No me diga que se volvió mudo de repente?

- Pues como usted dijo que no habla con peones...

-Pero... Entonces ¿no me va a responder? Y Octaviano con cierta sonrisa de burla, continuó en silencio y negó despreocupado con su cabeza un par de veces. Entonces ella sintiéndose indignada y aprovechando que Octaviano estaba desprevenido, pensó en vengarse.

-¡Con que muditos a mí! - dijo Inspiración que se alzó un poco el vestido y le dio un tremendo pisotón con el tacón de su zapato.

- ¡Con mil diablos! Pos ¿qué le pasa oiga? - gritó Octaviano dolorido saltando en un pie.

- ¡Pos no que muy mudo "oiga"!

- ¡Me lleva la... que me trajo! - volvió a gritar Octaviano frotándose el pie.

-Tan grandote y tan llorón... ¿Dónde está mi carruaje?

El hombre hizo el intento por ayudarle con su maleta a la joven, pero ella se negó.

-Permítame oiga - dijo molesto.

-Yo puedo sola "oiga" -dijo ella rehusándose a entregarle su equipaje.

Pero Octaviano apretando su boca le quitó la maleta con brusquedad.

-Es mi trabajo... señorita.

-¡Sepa que tiene unos moditos que no me gustan señor...! ¡Y en cuanto llegue a la hacienda le voy a pedir a mi tío que lo eche! ¿Me oyó?

Octaviano lanzándole una mirada de burla e indiferencia, echó a andar rumbo a la carreta.

-¡Pelado! -dijo Inspiración indignada yendo tras él-. ¡Mira que dejarme a mí con la palabra en la boca! ¡Ah pero encima se burla usted!

Él subió la maleta al carruaje, luego le abrió la puerta y le extendió la mano para ayudarle a subir.

-¡Ahora sí muy galante! Pues sépase que yo puedo sola -dijo la joven molesta. E intentó subir pero resbaló del estribo y fue a dar a los brazos de Octaviano.

Fue en ese momento que ambos casi pudieron sentir el aliento del otro. Él la había tomado por su pequeña cintura y ella pudo sentir los fuertes brazos y el ancho pecho de él.

-Ya puede soltarme -dijo Inspiración tímida mirándolo a los ojos, para luego molesta entrar a la carreta con el corazón a punto de estallarle. Mientras Octaviano al cerrar la puerta, giró soltando un silbido y limpiando el sudor en su frente.

Ya en el camino, Inspiración frotaba su mano dolorida por el brusco jaloneo de Octaviano al quitarle su maleta. No sabía porque tenía unas ganas de sacarle los ojos, aunque a la vez soltó un suspiro pensando en la cara del atractivo mozo y en sus fuertes brazos.

-¡Es un odioso! -dijo molesta para sí misma-. Ni está tan guapo... Es un chocoso y arrogante. Muy creidito para ser un peón... ¡Ay, pero que peón!

Por su parte Octaviano mientras se acomodaba su sombrero y su jorongo para cubrirse de la fría ventisca, pudo sentir el olor de su mano; se había impregnado con el perfume de ella.

-¿Inspiración? Pero ¿qué nombre es ese? - se dijo suspirando -. Pero a ella le va tan bien.

            
            

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