- Vaya... Estoy de suerte. Así que hoy llega tu sobrina a la hacienda. Habrá que recibirla como se merece.
- Ella ya no vendrá, la envié con un peón lejos de aquí.
Arnulfo que no creyó en la palabra del viejo, envió a uno de sus hombres al pueblo a investigar el paradero de la joven.
Justo al atardecer y antes de llegar a la propiedad, Octaviano y la joven bajaron del caballo ocultándose entre unos matorrales.
Desde allí pudieron ver a los hombres de Arnulfo sobre el techo, en la entrada principal, así como en los alrededores. No hubo duda. Tenían sitiado el lugar.
-Escuche señorita. Va a tener que esperar aquí mientras yo voy a echar un vistazo.
- ¡Yo no puedo esperar aquí sola! ¡Voy a ir con usted!
-¡Eso es muy riesgoso comprenda! ¡Podemos ser descubiertos!
- ¡No me importa voy a ir!
- ¡De esto depende la vida de su tío caramba! Voy a ver si lo puedo traer conmigo. Y usted como buena niña va a esperarme aquí tranquilita.
- ¡No soy una niña fijase!
- Se va a quedar aquí ¿me oyó? - dijo con más autoridad-. Esto no es un juego Chihuahua. Debo ir por don Jacobo.
- ¡Caray pero que carácter! Está bien. Esperaré aquí ¡Pero debe traerlo me oye! - dijo Inspiración tornándose angustiada y tomándolo de la camisa -. ¡Prométame que lo sacará de allí!
- Voy a hacer todo lo posible.
- Mire si usted lo trae... -dijo sacando el anillo de su abuela del bolsillo de su abrigo -... Esto es lo único que poseo. Se lo doy en cambio.
- No hace falta. Guarde esa sortija.
- ¡Pero si es valiosísima oiga y...!
- No si no lo dudo. Pero resulta que lo que yo hago por usted y por Don Jacobo no es porque espere un pago. Es porque... - dijo tomando el anillo para luego guardarlo de nuevo en el abrigo de la joven.
- ¿Por qué...?
- Porque aprecio mucho a su familia.
Luego le dio un arma y le pidió usarla sin ninguna duda si llegaba a estar en peligro.
- Pero ¿cómo cree que voy a usar esto oiga? Si está pesadísima - dijo la joven apuntándole a Octaviano.
- ¡Epale! ¡Epale! - dijo quitándole el arma -. Si soy de los buenos oiga.
-Pues disculpe "oiga"... pero estoy muy nerviosa y soy muy bruta para las pistolitas estas.
- No si ya veo.
- ¿Me está diciendo bruta?
- Quiero decir que ya veo que está muy nerviosa.
- Ah vaya...
- Vamos a hacer una cosa - dijo Octaviano quitándole las balas a la pistola-. Tómela. Así por lo menos le va a meter un buen susto a quien se le quiera acercar.
Después sigiloso se dirigió a la hacienda. Él, que conocía a la perfección la propiedad, pudo llegar fácil hasta los ventanales que daban al despacho. Y escuchó la conversación.
- Yo sólo quiero mi dinero Jacobo. Págame con lo que tengas... Aunque también con El Pénjamo me daría por bien pagao.
- Escuche. Yo no puedo vender nada. Soy albacea de todo esto... La única dueña es mi sobrina.
Justo en ese momento llegó el pistolero enviado al pueblo, pero no venía solo. Lo acompañaba Úrsulo Jaquez.
-¡Tú maldito ladrón! - dijo el viejo Jacobo queriendo golpear a Úrsulo.
Pero los hombres de Arnulfo lo sometieron.
-Patrón le traigo noticias de la sobrina del viejo - dijo el pistolero-. Aquí Úrsulo sabe qué pasó con la chamaca.
-Habla Úrsulo - ordenó Arnulfo.
- Sólo sé que la sobrina del viejo llegó hoy al pueblo, y según me contaron, vino a la hacienda acompañada por un miserable peón.
Octaviano supo que al parecer ya estaban descubiertos, y que la vida de Inspiración corría peligro.
-Entonces esperaremos a que llegue la señorita Moró no faltaba más- dijo Arnulfo-. Ya verá la fiestita que le tengo preparada.
- ¿Qué piensas hacer Arnulfo? - preguntó Úrsulo.
- Me voy a quedar con todo esto, incluso con la sobrina de este- respondió Arnulfo echando a reír.
-¡Desgraciado! - gritó don Jacobo.
- ¡Ya cállate viejo zorro! - gritó Arnulfo-. Lleven a aquí a mi suegro a alguna habitación y ténganlo bien vigilao.
Luego de que se llevaron a Jacobo, Úrsulo se puso a las órdenes de Arnulfo.
- Yo te puedo ayudar a administrar la hacienda ahora que sea tuya.
- Yo no confió en las sabandijas como tu Úrsulo... Pero si quieres trabajar para mí, vas a tener que empezar desde abajo. Serás mi recadero.
Octaviano tomando todas las precauciones llegó a la ventana enrejada de la recamara de don Jacobo. Tocó muy despacio hasta que el hombre abrió.
- ¡Hijo eres tú! - dijo sorprendido-. ¿Y mi sobrina? ¿Dónde está Inspiración?
-Ella está bien, en un lugar seguro... Lo importante ahora es sacarlo de aquí don Jacobo.
- Estos infelices van a tratar de dar con ella. ¡Si Inspiración está en el pueblo corre peligro! ¡Protégela Octaviano!
- ¿Que haré con ella? No sé a dónde llevarla.
- Llévala a la cabaña de la barranca Encinosa. Allí nadie podrá dar con ella. Arnulfo planea...
- Si lo sé todo... La llevaré allí y luego volveré por usted.
- Por mí no te preocupes Octaviano. Ya estoy viejo y la muerte pronto me encontrará. Sólo prométeme que cuidarás de ella. Los documentos de todas las propiedades están en el despacho, detrás del cuadro de los padres de Inspiración. Los escondí allí. Cuando mi sobrina cumpla los dieciocho años debe firmarlos y se convertirá en dueña legal de todo, pero si Arnulfo o quien sea la obligan a casarse antes de su cumpleaños de mayoría de edad el 10 de diciembre, el esposo se adueñará de todo. Por eso te pido que me la cuides mucho.
- Claro que voy a cuidarla, pero voy a regresar por usted... No lo voy a dejar aquí palabra.
Cuando Octaviano se marchaba del lugar, escuchó un par de disparos. Entonces regresó a la habitación de don Jacobo. Lo que vio le estrujó el alma. El hombre que había sido como un padre, cayó muerto a manos de Arnulfo.
-¿Qué paso? - preguntó Úrsulo llegando a la habitación.
- El viejo zorro que no me quiso decir donde tenía los documentos de posesión que me dijiste Úrsulo. ¿Dónde crees que puedan estar?
- No lo sé Arnulfo. El maldito viejo nunca me lo dijo... Pero deben estar en algún lugar de la casa... O tal vez le pudo decir al pendejo de Octaviano.
- Habrá que dar con ese tal Octaviano y con la sobrina de Jacobo. Debo casarme con ella antes de que firme esos papeles.
Octaviano se marchó del lugar jurando vengar la muerte de don Jacobo. Ya con Inspiración, la convenció de ir a la cabaña de cacería que su familia poseía en la barranca Encinosa. Este era un lugar muy seguro, ya que debido a lo accidentado de la zona, sería imposible que alguien que no conociera el rumbo, llegará hasta allí. La joven se opuso en un principio a ocultarse pero terminó aceptando.
Octaviano sin más remedio no le reveló la muerte de su tío, pues pensaba que él mismo vengaría al viejo Jacobo; e iba a tratar a toda costa de evitarle un dolor a la joven.
En el camino Octaviano pudo matar un jabalí. Y así después de llegar a la cabaña, preparó la comida. Al poco rato se dispusieron a comer.
- ¿Qué es lo que le piensa Octavio? Ha estado muy callado... Dígame ¿qué fue lo que sucedió allá en la hacienda?
- Nada señorita.
- Entonces ¿por qué volvió sin mi tío?
- Fue más difícil de lo que creí... Debo planear algo para sacar a esos malditos de la hacienda.
- ¿Y si vamos con los gendarmes?
-Ahorita como está la cosa de caliente en todos lados, no creo que siquiera nos escuchen... Esos animales de Arnulfo y sus cuatreros se escudan en ser revolucionarios para hacer su santa voluntad.
- ¿Usted sabe por qué mi tío nunca respondió a mis cartas?
- Pos... La mera verdad yo no sé.
- Yo sé que si lo sabe. Dígamelo.
- Don Jacobo tuvo un administrador, Úrsulo Jaquez, un maldito indio ambicioso que le robó a su tío durante muchos años. Lo llevó a la quiebra sin que él se diera cuenta. Pidió varios préstamos a nombre de don Jacobo. Deudas que no se pudieron pagar en su momento. Cuando llegaron los acreedores ya era tarde...
- Y usted ¿no se dio cuenta de nada?
- Yo llegué a la hacienda hace casi dos años... Justo meses antes que don Jacobo echara a Úrsulo a la calle. Su tío me dio techo cuando... pues cuando me casé. Yo no tenía a donde ir, ni sabía a quién recurrir. Me había robado a Rosalidia, y su padre y sus hermanos me querían matar. Yo recordé que mi padre antes de fallecer había trabajado en la hacienda Los Moró, por lo que sin otro remedio le pedí ayuda a don Jacobo.
- Mi pobre tío... ¿Y cómo se llamaba su padre?
-Evaristo, Evaristo Aguirre.
- ¿Pero cómo? ¿Evaristo era su padre?... Mire que cosas. Yo lo conocí cuando era niña. Cuando solían mis padres traerme de vacaciones a la hacienda. Era un buen hombre. Me paseaba a caballo y me hizo un columpio en uno de los jardines...
- Ese era mi viejo.
- Siento mucho que haya perdido a su padre Octavio.
En eso el hombre esbozó una sonrisa.
-¿Y por qué sonríe Octavio? ¿Pero es que cree que me burlo de su dolor? - dijo ofendida.
- No señorita que va. Es sólo que usted me hace recordar a mi madre.
- Oh es una distinguida dama - dijo Inspiración sonriendo afable tomando asiento a su lado.
- Ella era la única que me decía Octavio.
- ¿Y su madre? ¿Qué es de ella?
- Ella también falleció... Yo tenía como diez años cuando le dio pulmonía. Fue una gran mujer.
- Gracias.
- ¿Como?
- No le había agradecido. Usted ha hecho mucho por mí desde un inicio y yo he sido muy bruta. Figúrese cuando estoy nerviosa me da por hablar y hablar y...
- Si ya veo.
- Y también tengo un carácter medio odioso...
- No me diga.
- Pues si le digo... Por momentos soy medio difícil y otras medio odiosa.
- Si también lo veo.
- ¿Ah, pero es que me quiso decir odiosa?
En eso mirándose a los ojos, los dos rieron en complicidad.
- Pero fuera de broma no se crea Octavio... Si tengo un genio de los mil diablos. Medio atravesado. A veces creo que quiero algo y luego de repente ya no. Soy muy terca y testaruda. Cuando una idea se me mete en la cabeza pues...
- No hay poder humano que la haga desistir.
- ¿Como lo supo?
- Su tío me lo dijo.
De nuevo volvieron a reír.
-¿Sabe? - dijo Inspiración suspirando-. Rosalidia es una mujer muy afortunada por tenerlo a usted.
- ¿Como dice señorita? - dijo él aflojando el paliacate en su cuello algo apenado.
-Me refirió a Rosalidia y a su hijo - respondió nerviosa y también apenada-. Son afortunados de tenerlo... Así como yo a mi tío.
El hombre tan sólo sonrió haciendo una mueca; mientras, la joven soltó un suspiro y hurgó en el bolsillo de su abrigo pudiendo sentir el anillo de su abuela.
Durante esa noche ambos se dispusieron a dormir. Inspiración durmió en la pequeña recamara, mientras Octaviano se acomodó en un sillón cerca de la chimenea; pero recordando lo vivido en ese día, sintió que la camisa le estorbaba, por lo que se la quitó y se cubrió tan sólo con una cobija.