Mi papá era el hijo pequeño de una familia grande, el a diferencia de mi mamá era el consentido de la familia sus padres siempre lo apoyaron, siempre buscando lo mejor, los hermanos siempre dándole todo. Mi papá nunca tuvo que ganarse nada solamente estiraba la mano y todo se lo daban en bandeja de plata.
Con el paso de tiempo el creyó que merecía todo lo que quería, siendo muchas veces egoísta con la gente que estaba a su alrededor.
Mi papá era alto, piel blanca, unos hermosos ojos café claro que enamorarían a cualquier chica, cejas semi pobladas, cabello castaño y quebrado y delgado. Tal vez no era el más guapo, pero tenía ese algo que llamaba la atención de todas. Todas menos una mi mamá.
A pesar que le daba todo su familia y jamás le exigían nada, no termino la escuela solo disfrutaba su tiempo con amistades que no le hacían bien.
El creció creyendo que se merecía el mundo y que merecía todo lo que quería, jamás nadie le prohibió nada. Jamás nadie le negó nada. Tal vez no creció en una cuna de oro, pero tampoco tuvo las carencias que hacían que valoras tu vida.
Para mi papá la vida era fácil, mientras en la vida de mamá nada lo fue. Y no es que no la quisiera su familia es solo que ella no entendía porque tenía que estar atada a su casa. Porque tenía que dedicarse a una vida que no la llenaba.
Mamá y papá siempre fueron almas libres esperando por su encuentro, pero con vidas atadas a diferentes caminos.
Tal vez eran muy diferentes, y tal vez tenían solo una oportunidad para ser felices. Tal vez la vida les puso pruebas a los dos para poder estar juntos. Y solo hasta que se vieron en ese momento se reconocieron.
Lo que no sabían que el mismo destino que los unió fue el mismo destino cruel que lo separó.