-Especialmente talentosa-celebró el rey-, ¡La mejor en todo el reino!
-Maravillosa-confirmó otra voz.
-Magnífica.
-Muy buena intérprete.
Ni siquiera aparté la vista de la ventana mientras todo el ducado ofrecía sus halagos. La lluvia en el exterior era mucho más interesante y definitivamente un mejor sonido que escuchar en lugar de lo que pasaba en el salón.
Finalmente era la presentación oficial de Alecia Greft como la amante oficial del rey, en general, no se hacía más que una pequeña reunión y la noticia se esparcía por todo el reino por su propio peso. Pero el rey quería darle la bienvenida a lo grande invitando a todo el ducado, la nobleza y a todo el que fuera capaz de arrastrarse hasta el palacio.
En mi opinión no era más que una estupidez todo el asunto, pero, sobre todo el hecho de que teníamos que llevaba escuchando durante más de una hora lo que la señora Greft consideraba talento musical en cualquier instrumento.
Ella estaba más que satisfecha con todo la atención que recibía, se había vestido para resaltar y sonreía con medida como si quisiera verse interesante. Me irritaba su sola presencia, aunque me irritaba mucho más su carente talento.
La música suave que ambientaba todo el salón era suficiente para que la situación no fuera lo suficientemente irritante para salir a hurtadillas del salón, aunque, estaba segura de que notarían mi ausencia en cuando decidiera salir.
-¿Qué opina de esto usted, Princesa Dayra?
La pregunta vino de un marques cuyo nombre había olvidado, era mucho mayor que el rey pero definitivamente estaba mucho más emocionado con mi respuesta que con cualquier otra cosa. La pregunta atrajo la atención de todos, incluso del mismo rey que me regalo una mirada amenazante.
-Opinó que es buena-conteste cortante, volviendo la vista a la ventana-con los instrumentos que ha tocado hasta el momento.
Una mentira enorme, pero el rey ya me había advertido que debía comportarme tanto en la celebración como con su amante porque de no hacerlo las cosas se iban a poner muy feas. Lo que rey no sabía es que eso no podía importarme menos.
Se escucharon varios murmullos hasta que lo sentí antes que verlo. El calor abrazador de un contacto que yo no había pedido y que no parecía tener intenciones de alejarse. La mujer se acercó delicadamente a mí antes de ponerme una mano sobre el hombro mientras sonreía abiertamente.
Odiaba que me tocarán sin mi consentimiento, no me importaba que fuera mi hermano, Bastian o incluso cualquiera de mis doncellas. Había aprendido a tolerar el contacto en situaciones que era en extremo necesario, pero esto, definitivamente no lo era y no iba a permitirlo.
-La Princesa Dayra es una de las que más apoya-
Interrumpí la mentira divertida que estaba por salir de sus sucios labios zafándome de su agarre, el salón entero se quedó en completo silencio. Podía sentir las miradas clavadas sobre mí y el hecho de que había rechazado el contacto de aquella mujer.
Las personas me miraban con confusión dado que yo acababa de apartar a la amante del rey, se suponía según la tradición, que el anuncio de su nuevo estatus se hacía luego de que la familia real hubiera aceptado a la dichosa mujer, pero el rey se había pasado la tradición por donde había querido.
-Si vuelve a tocarme-susurré bajo mirando a la odiosa mujer-, en la situación que sea, voy a cortarle la mano.
La señora Greft se mostró asustada durante un corto pero delicioso segundo, antes de apartarse de mí con una mirada muy indignada mientras volvía a buscar refugio con el rey.
Me acomodé el vestido verde oscuro que estaba en perfectas condiciones antes de mirar a la ventana para ver como el carruaje de Atlas se acercaba.
-¿Princesa Dayra, por qué-
Interrumpí las palabras de algún noble que se había atrevido a preguntar lo que el rey gritaba con su expresión, girándome con la cabeza en alto y una enorme satisfacción en mi cuerpo.
-Si me disculpan, mi hermano acaba de llegar y eso, definitivamente es más importante que lo que está pasando aquí.
No había sido mi intención una batalla entre en rey y yo, pero yo ya había dejado muy en claro la posición que tenía la señora Greft en este palacio, ella había creído que yo no hablaba enserio. Era hora de que entendiera que el rey, no era suficiente para protegerla.
Salí del salón escuchando los murmullos a mis espaldas y me encaminé a la entrada, donde Bastian debía de estar esperando a Atlas, ya que ni Caius ni yo debíamos dejar la tonta celebración.
Al llegar a la entrada mi a mi hermano con sus hermosos rizos dorados perfectos y esa sonrisa abierta, dulce y sin restricciones que le ofrecía a Bastian. El pecho se me apretó y el corazón se me aceleró con fuerza, Atlas estaba creciendo tan bien que seguro mamá estaría orgullosa.
Ignoré el dolor que cada paso me causo hasta que me detuve un par de pasos atrás de donde Atlas sonreía dulcemente mientras comentaba con alegría:
-Me la pase muy bien.
-Me alegra mucho que lo hayas disfrutado, Atlas-confesé.
Bastian me miró con terror al ver que, había roto la orden del rey y él sabía que eso no era bueno, casi estaba suplicándome que volviera al interior del palacio para no tener que presenciar el enfrentamiento luego.
-Princesa-soltó mi hermano nervioso-. Perdón, hermana, no sabía que estabas aquí.
-¿Dónde más podría estar?-le pregunté con suavidad aunque ver sus ojos mieles me quemaba el alma-, tenía que estar aquí para recibirte.
-¿Enserio?
Su sorpresa me apretó el corazón. Tuve que tragar con fuerza para alejar las ganas de llorar que me golpearon, respiré profundo antes de asentir mientras apartaba la mirada de esos ojos dorados como el sol.
-Por supuesto, Atlas, eres mi hermano y-
Las palabras se me atoraron en la garganta cuando sentí a mi hermano rodearme la cadera con sus brazos. Miré su pequeño cuerpo estrechamente apretado al mío mientras que sus rizos era todo lo que podía ver de la cabeza de Atlas.
-Gracias por estar aquí para recibirme, hermana.
Desde que Atlas había crecido, no lo había abrazado ni una sola vez, él no había hecho el intento de acercarse a mí porque yo sola había creado una distancia tan enorme que parecía tenerme miedo en lugar de quererme.
A pesar de eso... aquí estaba. Abrazándome. La acción me dejó descolocada por un par de segundos, hasta que todo me cayó de golpe.
El tibio cuerpo de mi hermano me retrotrajo el pasado, cuando lo llevaba a escondidas a la puerta de la habitación de mamá para que ella le cantará y él pudiera dormir, eran apenas tarareos pero era suficiente para que el pequeño Atlas descansará.
La respiración se me atoró en la garganta mientras miraba su cabello rubio contra la tela que cubría mi cuerpo, el corazón me latió con fuerza en los oídos, la imagen de su cabello comenzó a verse borrosa mientras sentía que el cuerpo entero comenzaba a temblarme.
Bastian debió notar que estaba a punto de entrar en un ataque de pánico para marcharme a algún lugar del palacio para llorar hasta que pudiera alejar el pasado de mi cabeza por lo que tocó el hombro de Atlas para que me soltará.
-Príncipe Atlas, lamento interrumpirlo pero es mejor que entré al palacio a cambiarse porque el Rey está esperándolo en el salón.
Atlas me miró y ese brillo dulce de sus ojos se desvaneció para dar paso a un gesto de dolor y arrepentimiento que me caló hasta lo más profundo de mi corazón.
-Entiendo-susurró Atlas con tristeza-. Lamento haberte incomodado, hermana, prometo que no se repetirá.
Quise decirle que no tenía nada que ver con él, que lo último que quería era hacerle daño y que quien debía pedir disculpas era yo. Simplemente las palabras no me salieron, sentí que algo ejercía una enorme presión en mi garganta dejándome sin la más mínima posibilidad de respirar correctamente.
Atlas se alejó luego de hacer una corta inclinación de cabeza y yo sentí que el cuerpo entero actuaba en mi contra.
Sentí que la tierra bajo mis pies se movía con fuerza, las rodillas me temblaron tanto que Bastian tuvo que sostenerme para no caer, sentí las mejillas patéticamente calientes y húmedas, no podía escuchar nada más que el sonido de mi acelerado, una fuerte presión en la garganta que ya no permitía el ingreso de aire a mis pulmones y lograba que todo lo que viera fuera un manchón de colores.
-Majestad-susurró Bastian con preocupación-respire por favor. Respire.
Traté de cumplir su petición pero sentía que algo me obstruía la garganta con tanta fuerza que no un poco de aire entraba en mis pulmones, sentía que el pecho me quemaba y tenía la necesidad de abrirlo solamente para llenarme de aire.
Escuché la voz de Bastian como apenas un susurro mientras sentía que los recuerdos llegaban a mi mente de golpe, con fuerza pateándome una vez tras otra mientras yo trataba, en vano, de alejarme de ellos. El recuerdo de su voz era apenas un borroso sonido, su sonrisa empezaba a desvanecerse y los momentos que pasamos...
Sentí que el aire entraba con fuerza a mis pulmones, avivando el ardor y dolor en mi pecho. Respiré aceleradamente mientras el mundo a mi alrededor comenzaba a definirse, a tomar forma sólida mientras que mi corazón se aceleraba con mucha más fuerza.
El cuerpo entero me temblaba de una manera en la que yo misma no era capaz de controlarlo, sentí que me sentaba de golpe mientras escuchaba un golpeteo apenas audible por los latidos de mi acelerado corazón.
-Majestad-la voz de Bastian era apenas entendible-, quédese aquí. Concéntrese en mí.
El pecho me dolía, sentía que algo estaba quemándome la piel. Sentí que las lágrimas caían de mis ojos mientras trataba de alejar su recuerdo que era apenas una sombra, una...
»¿Dayra?«
No. No. No.
Alejé su voz de mi cabeza, alejé su recuerdo mientras el alma entera se me quemaba por ello. Sentí que algo me estaba cortando la piel de las palmas de mis manos y apreté los puños con más fuerza.
Me concentré en el dolor, en la voz suplicante de Bastian aunque eso era apenas perceptible si lo comparaba con cómo me sentía. Era como... si algo me estuviera arrastrando hasta lo más profundo de mis recuerdos, mientras que mi cuerpo actuaba en mi contra, sentía como si los huesos se me rompieran todos al tiempo perforándome la piel, cada centímetro de mi cuerpo temblaba sin control, sentía que me dolían hasta los dientes mientras un fuego abrasador me quemaba el pecho.
Los recuerdos pasaban por mi cabeza como si se tratará de un golpe tras otro a mi cabeza que me desestabilizaba y me confundía. ¿Alguna vez han tratado de alejarse de su propia mente?, es imposible pero tenía que hacerlo porque si no lo hacía...
-Majestad-escuché aquel grito como un susurró-. Abra los ojos.
Sentí que alguien me arrancaba la piel cuando traté de abrir los ojos. Tenía que salir de mi misma antes de que fuera tarde y me alcanzará. No podía..., no debía...
Un grito me rasgo la garganta cuando abrí los ojos para ver el suelo de alguna habitación del palacio y me sentí como si alguien me hubiera lanzado una patada al interior de mis pulmones. Me desestabilizó.
Tuve que sostenerme del suelo para poder tomar aire a bocanadas, aire que solo encendía más el dolor abrasador en mi pecho. Mis brazos temblorosos apenas podían sostener mi cuerpo mientras veía las lágrimas caer contra el suelo.
-¿Esta bien, Majestad?
Bastian apenas podía hablar. Asentí aunque no sabía en qué parte de la habitación estaba, me concentré en las gotas que caían al suelo para alejar su voz de mi cabeza como el llamado de una ninfa que iba a arrastrarte a las profundidades dolorosamente.
No es ella. No es ella.
Respiré con fuerza hasta que escuché el quejido de Bastian que me hizo levantar la mirada del suelo con rapidez para ver lo que le pasaba, sentí que el corazón se me detenía al verlo. Estaba colgando a varios centímetros del suelo por una cinta negra, sus manos estaban atrapadas por la misma clase de cinta que salía casi de la nada, creando marcas negras alrededor de la piel que la cinta apretaba.
-Lo siento-jadeé al verlo-. Lo siento Bastian.
Apreté los labios y me concentré en las cintas para desvanecerlas con un movimiento rápido de mis manos. Lo había vuelto a hacer, me había vuelto a pasar.
Bastian cayó al suelo levantándose rápidamente a pesar de que respiraba con fuerza mientras sus manos mantenían las marcas negras como muestra de lo que yo...
Era patética, no podía ni siquiera tener un mínimo de control cuando...
-Está bien-aseguró Bastian de inmediato-, no ha pasado nada Majestad.
-Pero pudo haber pasado.
Apreté mis manos con fuerza apartando la mirada de Bastian que se acercaba a mí, sentí que el rey tenía razón al decir que yo no era más que un peligro para todos los que me rodeaba que esperaba el momento para acabar con todo lo que me rodeaba.
Estaba tan jodida.
-Pero no paso-aseguró Bastian a quien vi arrodillarse frente a mí-, estoy bien y mucho más importante usted se encuentra bien.
-¿Por qué demonios mi vida va a importar más que la mía?-frente a Bastian, no me importaba que mi voz se quebrará-. Deberías tener sentido común y alejarte de mí. Sabes que no es la primera vez que sucede.
Porque estaba mucho más jodida de lo que el rey pensaba. Porque tenía tantas sombras respirándome en la nuca que solo era cuestión de tiempo antes de que todas se juntarán y acabaran con todo lo que era importante para mí.
-Debería.
Asentí antes las palabras de Bastian, pero él me tomó delicadamente de las mejillas dándome la oportunidad de apartarme. No lo hice. Lo dejé levantar mi cabeza para encontrarme con su rostro lleno de honestidad y preocupación.
-Pero no voy a irme, Majestad, yo decidí quedarme aquí con usted.
Sus ojos derrochaban esa honestidad abrumadora que me gustaba de Bastian. Desde que lo había conocido, no me había dicho una sola mentira respecto a nada pero no era justo que se quedará aquí aunque un día podía llegar a costarle la vida.
-Tienes tendencias suicidas-suspiré apoyando mi cabeza en sus manos-o por fin logré contagiarte mi locura.
-Probablemente-sonrió divertido Bastian mientras comenzaba a limpiarme las mejillas-. No ha conseguido que me vaya en seis años Majestad, este día no será diferente.
Deje que Bastian lentamente volviera a reconstruir los pedazos que conformaban mi triste y vacía alma. No iba a negar lo mucho que me alegraba que decidiera quedarse a pesar de lo que eso significaba o podía costarle.
Bastian era demasiado bueno para su propio bien.
En cuanto me sentí capaz de volver a ser la Princesa Dayra, heredera de la corona de Khelvar, salí de la habitación acompañada de Bastian que me informó que el rey y mis hermanos se estaban reuniendo en el comedor para almorzar en privado. Eso se traducía en un: El rey quiere decirte hasta de que te vas a morir.
Justo ahora eso no podía importarme menos. Sentía que la cabeza iba a explotárseme en cualquier momento lo que me daba a entender que mi nivel de irritabilidad estaba por las nubes.
Así que bueno, sería un almuerzo interesante.
Entré en el comedor para ver a Atlas juguetear con Caius, como si se estuvieran lanzando piedras imaginarias. Caius se lanzó al suelo dramáticamente mientras que Atlas se reía a carcajadas.
-Imagino que eso significa que Atlas es el ganador.
Atlas alzó la mirada de golpe completamente serio mientras que Caius, todavía en el suelo me miró con media sonrisa mientras estiraba sus brazos en el suelo.
-Es imposible defenderse a sus ataques-bromeó Caius.
Negué divertida mientras me encaminaba a mi lugar en la mesa. Atlas no dejaba de mirarme como si esperará algo más, una disculpa tal vez, si había alguien con quien tenía que disculparme en este mundo era con Atlas.
-Deberías levantarte del suelo antes de que entre el rey-dije en su lugar-, no debe venir de buen humor.
Atlas no tardó en sentarme mientras yo escuchaba a Caius levantarse del suelo. Miré al menor de mis hermanos removerse incomodo en su silla mientras miraba sus manos.
-¿Por qué saliste de esa forma del salón?-preguntó entonces Caius sentándose a mi lado-, sé que no te agrada pero esa no es la forma de comportarse.
-Alguien debía salir a recibir a Atlas-espeté sin dejar de mirar a Atlas que se sonrojaba-, él es parte de esta familia mucho más importante que ella.
-Ya se-soltó Caius en un susurró-, pero estábamos allí para darle la bienvenida a nuestras vidas, Dayra, no tenías por qué rechazarla.
-No iba a permitir que esa odiosa mujer me tocará sin mi consentimiento-miré a Caius que parecía preocupado-. Si te preocupa que la ira del rey te alcance, te aseguro que él solo desea desquitarse conmigo.
Caius abrió la boca para decir algo, pero se silenció cuando las puertas se abrieron otra vez. No necesitaba girarme para comprobar que el rey y su amante entraban justo ahora al comedor, Caius se sentó derecho y Atlas alzó la mirada para ver a la mujer como si no entendiera que hacía aquí.
-Me alegra que ya estén reunidos-soltó complacido el rey-, eso hará más fácil la charla.
Me alegró ver que aquella mujer respetó su lugar y no trató de sentarse en la otra punta de la mesa que pertenecía a la reina y nada más. Se sentí al lado del rey a su derecha mientras que Atlas estaba a su lado varias sillas apartado.
-¿Cómo te trató Anaí?-preguntó el rey a Atlas mientras ordenaba que nos trajeran la comida-, ¿Te sentiste cómodo, hijo?
-La tía Anaí me trató muy bien, padre-asintió Atlas mirando al rey.
El rey asintió mientras que los sirvientes dejaban frente a nosotros nuestra respectiva comida. Vi el plato lleno de comida perfectamente preparada y el estómago se me revolvió, no porque la comida estuviera mal preparada o tuviera mal olor.
Solamente no deseaba comer.
En cuanto los sirvientes se retiraron sentí la mirada del rey clavada sobre mí con todo le odio que sentía por mí. Lo ignoré con tranquilidad mientras tomaba el tenedor para tomar un trozo de comida solamente para no darle el gusto de que su mirada me afectará.
Mastiqué con tranquilidad porque estaba lista para recibir el ataque del rey, dado que yo había dado el primer movimiento en aquella fastidiosa celebración. Pero no fue la voz del rey la que llenó el tenso silencio que comenzaba a formarse, fue Atlas.
-¿Puedo preguntar algo?
Su dulce voz, llena de ternura mientras miraba al rey en espera de una respuesta me apretó el pecho al recordar la manera en la que lo había lastimado horas atrás. Debía disculparme con él, se lo debía.
-Adelante-concedió el rey sin dejar de mirarme-, pregunta lo que desees.
-¿Qué hace esta mujer aquí?-preguntó con verdadera confusión-, no entiendo porque hacemos una fiesta en su honor.
Cuando Atlas preguntó aquello sentí que la comida casi se me atoraba en la garganta. Miré a mi hermano que lucía verdaderamente confundido debido a que él no estaba cuando se anunció el cambio de estatus de la mujer invasora en la mesa pero aunque hubiera estado presenten dudaba que le hubieran explicado lo que ese título significaba.
Vi como el rey dirigía la mirada a Atlas con confusión mientras que la mujer a su lado lucía confundida y ofendida por partes iguales, cosa que me alegró. Caius a mi lado se tensó mientras miraba únicamente a su plato como si quisiera fingir que no escuchaba nada.
-¿A qué se debe esa pregunta?-preguntó el rey con ligera tensión.
-La mujer que te acompaña este día, padre, no pertenece a la nobleza porque he estudiado aquello en mis clases. Tampoco parece pertenecer a la nobleza en otro reino porque no presenta consejero o guardia propia, lo que me confunde porque no sé quién es ni con qué propósito te reúnes con ella.
Me sorprendió que esas palabras tan formales salieran de la pequeña boca de Atlas, que miraba al rey buscando una respuesta mientras que la odiosa mujer miraba el rey con reproche.
Caius debió de enterarse de que aquella mujer y el rey compartían la cama porque el rey confiaba plenamente en él. La forma en la que me había enterado yo no era importante. Lo verdaderamente importante es que esa mujer creyó que tenía la suficiente relevancia para ser tema de conversación cuando nos reuníamos a comer y por ende todos estábamos enterados de su relación.
La realidad la golpeó con fuerza, cosa que me causa una inmensa satisfacción. Así que me acomodé mejor para contemplar la manera en la que el rey iba a arreglar esa desastrosa situación.
-Ella está aquí porque es mi pareja-explicó el rey con completa tensión-, así que le veras con frecuencia de ahora en más.
Esas palabras no fueron suficientes para saciar la curiosidad de Atlas, quien miró a la mujer como si esperará encontrar una respuesta pero, al no conseguirla, volvió la vista al rey que estaba más tenso que antes.
-¿Pareja cómo?-preguntó más confundido mi hermano-, ¿Pareja de algún deporte o actividad?
Atlas debía conocer solo el concepto básico que representaba aquella palabra, así que había mirado a la señora Greft en busca de alguna señal de que practicará algún deporte además de la destrucción de tímpanos.
La cabellera rubia de esa mujer se movió al mismo tiempo que sus ojos se posaron sobre mi hermano como si él le debiera alguna explicación, me entraron ganas de enterrarle el tenedor en los ojos para que no lo mirará de esa manera
-¿Deizon no te ha hablado de mí?-preguntó confundida.
-Por supuesto que no-negó Atlas confundido-, ¿Por qué debería haberme hablado de usted?
Nunca me había sentido tan orgullosa hasta que Atlas de esa manera elegante e inocente dejo en claro que esa mujer era una completa extraña a la que no debía tratar con tanta confianza y que esperaba recibir lo mismo.
Caius se tensó y me tocó ligeramente la pierna para que interviniera, lo miré confundida al ver como apretaba los labios y me pedía silenciosamente que detuviera las preguntas de Atlas.
No iba a hacerlo. Definitivamente no iba a reprimir a mi hermano ni a salvar al rey de una situación en la que se metió solo.
Volví la vista a la mujer que abría la boca con indignación y miraba al rey que estaba tenso con su mirada fija en Atlas y no de muy buena manera.
-Hablaremos de eso luego-espetó el rey con firmeza-, ahora tenemos que hablar de otra cosa.
Atlas no iba a dejarlo estar. El tutor Harper no mentía al decir que Atlas era obstinado cuando quería, además de en extremo curioso así que, no iba a descansar hasta tener una respuesta.
-¿Por qué no puedes explicármelo ahora, padre?-preguntó confuso Atlas-, ¿De qué forma es esa mujer tu pareja?, y, ¿Por qué le permites llamarte por tu nombre?
-Si Deizon-espetó la mujer con notable molesta mirando al rey-, respondele a tu hijo.
El rey miró a Atlas con molesta mientras su cuerpo estaba tan tenso que parecía que deseaba romperse los músculos. Tomé mi vaso de agua para beber de él mientras veía la escena divertida.
-Detén esto-me pidió Caius en un susurro-. Dayra, hazlo por favor.
-¿Por qué lo haría?-pregunté de vuelta en el mismo tono-, el rey debe enfrentarse a situaciones más complicadas que explicarle a su hijo quien es esa mujer.
-Dayra por favor-suplicó Caius-, hazlo por Atlas. Yo debía explicarle la situación y se me ha olvidado.
Todas las conversaciones, o miradas se interrumpieron cuando el consejero del rey entró a susurrarle algo que seguramente no podía esperar. Miré a Caius que lucía culpable mientras que de su traje sobresalía una mancha bajo la tela, apenas oculta.
-¿Se te olvidó?-pregunté incrédula mirando la mancha en su cuello, Caius enrojeció-. Y aun así tuviste el valor de recriminarme mi actitud.
-Por favor, detén a Atlas-pidió Caius aprovechando la interrupción-. No lo hagas por mí, hazlo por él, si padre se siente acorralado lo va a lastimar.
Lo haría, estaba segura. No lo lastimaría físicamente, pero si lo haría sentirse tan mal que Atlas se reprimiría frente a él. No podía permitirlo, al menos no por el propio Atlas, ya me encargaría de cobrarle aquello a Caius.
El consejero se marchó al conseguir una respuesta, pero la situación no había terminado pues Atlas continuaba esperando al igual que la señora Greft.
-Ya dije que lo hablaríamos luego-espetó con firmeza el rey.
-Puedes explicárselo ahora-dictaminó la señora Greft muy ofendida-, anda, dile.
El rey miro a la mujer de cabello rubio con irritación y pronto volvió la vista a Atlas paciente una respuesta del rey.
-Atlas.
Mi interrupción a lo que fuera que iba a decir fue mal vista por la mujer que me miró molesta y seguramente resentida también por lo que le había hecho en su celebración pero eso no era de mi importancia.
Los ojos dorados de mi hermano se posaron en mí con nerviosismo mientras esperaba a que yo dijera lo que fuera a decir.
-Ya te explicaré yo misma la situación luego. Por ahora comamos.
El rey apretó los labios porque lo ayudará mientras que la mujer de cabello rubio me asesinaba con la mirada. Caius soltó un contenido suspiro mientras que yo me limité a volver a tomar de mi vaso de agua.
-¿Podrías explicármelo ahora, hermana?-pidió con nerviosismo-, es que me resulta incómodo comer con una completa desconocida.
El agua se me atoró en la garganta por lo que tuve que toser un poco, la señora Greft soltó un sonido de disgusto y el rey se tensó con más fuerza que antes mientras me miraba fijamente.
-Eso no es posible ahora-expliqué a Atlas con suavidad-, pues el rey no quiere hablar de ello en la mesa.
Sentí la mirada incendiaria del rey cuando Atlas se giró a verlo con una pregunta escrita en los ojos, cuando la señora Greft se giró a verlo con completa indignación y se vio acorralado. Entonces explotó.
-Esta mujer está aquí en la mesa porque es mi pareja, porque va a dormir en mi cama y a vivir en el palacio hasta el día que yo me muera. ¿Están satisfechos todos?
El rey me miró con odio mientras que la mujer hacía su berrinche cruzándose de brazos por el tono que usó el rey para referirse a ella. El rey se puso de pie con molestia y me señaló.
-No creas que me he olvidado de lo que hiciste-espetó molesto-, ¿Qué esperabas conseguir?
-Demostrarle a ella que no me importa que comparta la cama con el mismo rey. Si vuelve a cruzar mis límites no seré tan delicada.
-¿Y se supone que eso era una advertencia?-soltó entre dientes el rey-, ¿Con quién crees que tratas, Dayra?
-No era una advertencia-respondí con suavidad-, era la única vez que iba a pasarle algo. La advertencia se la hice hace muchos años, supongo que no habrá necesidad de repetirla.
-¿Estas amenazándola?-el rey dio un paso furioso-, ¿Y te atreves a hacerlo frente a mí?
-Si gustas puedes reunir a todo el ducado para repetir la amenaza-solté con cinismo-, eso no me va a hacer retirarla, ni siquiera aunque compartiera la cama con alguno de los mismísimos ancestros.
El rey abrió la boca seguramente para insultarme, pero no pudo llegar a decir nada porque Atlas lo silencio con un dulce susurro que nos heló a todos más que el mismísimo invierno.
-Padre, se supone que la única persona con la que deberías compartir tu habitación es con mi madre. ¿Por qué vas a meter a esa mujer en ese lugar?
Durante un segundo nadie dijo nada. La molestia en el rostro del rey se desvaneció y yo sentí que mi cuerpo se congelaba ante su mención en voz alta. Hacía años que ninguno de nosotros hablaba de ella en voz alta, ni siquiera el día de su conmemoración. Ni una palabra al respecto.
Miré a Atlas que seguía pareciendo confundido, miré a Caius que lucía asustado y miré al rey que miraba al suelo sin ningún tipo de expresión. El silencio que se estaba formando era mucho más pesado que cualquiera que hubiera experimentado en esta habitación.
Mamá era un tema delicado para cualquiera de nosotros, Atlas nunca había preguntado directamente a nadie sobre ella a excepción de Caius.
El corazón se me enterneció al ver que, aunque Atlas no la recordaba, quería que conservará el lugar que le correspondía como la única mujer capaz de entrar en la habitación real donde ella había...
-Pues ella ya no está-espetó molesta la mujer-, solo estoy yo.
-Pero tú no eres mi madre-soltó Atlas confundido mirando a la mujer de arriba abajo-, ni siquiera te pareces a ella. No entiendo porque-
-¡Basta de una maldita vez Atlas!
El grito del rey dejo a Atlas completamente rígido, mirando al rey como si lo hubiera descubierto cometiendo el peor de los delitos. Los ojos hermosos de mi hermano se llenaron de lágrimas mientras que su labio comenzó a temblar.
-¡Te dije que dejaras el puto tema!, ¡¿Qué tan difícil puede ser seguir una orden?!
Atlas no dijo nada y yo sentí que un fuego abrasador me llenaba el cuerpo entero al ver a mi hermano bajar la cabeza mientras que se esforzaba por no ponerse a llorar.
-¡Ahora te vas a tu habitación a comer ahí!
Atlas se levantó sin decir nada y vi bajar por sus mejillas un par de lágrimas mientras que detrás de él la mujer sonrió con plena satisfacción. Tuve que respirar profundo para no lanzarle nada punzante a la cabeza.
-Atlas no se va a ningún lado-dije con firmeza deteniendo los pasos de mi hermano que me miró confundido-, si alguien tiene que irse de este lugar es ella.
Me levanté bajo la mirada sorprendida de mis hermanos mientras miraba el rey llegar a un punto de molestia que antes no le había visto pero que poco me importaba. ¿Qué no se daba cuenta de cómo estaba tratando a Atlas?
Si había alguien que merecía ese trato era yo, no él y mucho menos por esa maldita mujer.
-¡¿Y quién te has creído tu para quitarme autoridad?!, deja de darte poder que no te corresponde, Dayra, porque la realidad puede golpearte con fuerza.
Me alejé de la silla y comencé a caminar en dirección al rey que estaba tenso mientras se mostraba completamente furibundo. Atlas estaba estático y sentía la mirada victoriosa de la mujer.
-Como no borres esa estúpida sonrisa voy a quitarte la maldita cara-advertí girando la cabeza para ver a la mujer, deteniéndome a varios pasos del rey-. Te aseguró que me voy a encargar de hacer tu maldita vida en mi palacio un infierno con o sin el rey aquí.
La sonrisa se le borró de golpe mientras que miraba al rey como si esperará que saltará a defenderla. Patética.
-¡Amenazala una sola vez más y-
-¿Y qué?-interrumpí al rey encarándolo-, ¿Qué pretendes hacer?
Esperé a que el rey dijera algo, pero se mantuvo en silencio, así que, me preparé para dejarle muy en claro lo que pensaba de todo este asunto porque, el rey y yo habíamos dejado de tener una relación civilizada desde hacía muchos años ya.
-No voy a permitir que humilles a mi hermano solamente porque a esa mujer se le viene en gana. ¿Quieres saber una cosa?, ella nunca va a llegar ni al dedo meñique del pie de mamá, no es más que una puta y voy a recordárselo todo el maldito tiempo que quiera mantenerse en mi palacio.
-Este no es tu palacio-espetó el rey con furia, con los dientes apretados-y te prohíbo que hables así de ella.
-Tú a mí no me prohíbes nada-aseguré con confianza-, y no voy a permitir que ella saque provecho de la situación para rebajar a mi hermano de lugar. Así que aquí, frente a usted rey Deizon, les advierto abiertamente a ambos que si esta situación se vuelve a repetir les voy a mostrar que clase de persona puedo ser para proteger a los míos. ¿Acaso la vagina de esa mujer te tiene tan enloquecido que-
No pude terminar de hablar porque la mano del rey me golpeo con fuerza la mejilla, era un golpe que definitivamente no esperaba. Sentí la sangre llenar mi boca al cortar el interior de mi mejilla con el impacto, sentía la piel hormiguearme por la fuerza del impacto y aun así levanté la cabeza para verlo de inmediato de nuevo.
El rey estaba más furioso de lo que lo hubiera visto con los labios apretados, el cuerpo temblando por la tensión en sus músculos y esa mirada rabiosa dirigida a mí. Aun así alcé la mirada, con la cabeza en alto porque ese golpe no me importaba, el dolor no me importaba. Ese golpe solo significaba que al rey le había afectado que le dijera la verdad.
Miré su rostro rojo de rabia mientras mantenía la cabeza en alto, con firmeza, con satisfacción y superioridad.
-Golpearme no va a cambiar la verdad.
-No te permito que digas una palabra más-espetó furioso.
-Tu permiso no me interesa-solté con burla-, yo no tengo que pedirte permiso de nada. Solo voy advertirte que deberías esforzarte en mantener el amor del único de tus hijos al que la verdad no le importará.
-Cállate-siseó entre dientes.
-Porque los secretos no se pueden mantener ocultos para siempre-continúe ignorando su orden-, rey Deizon, y cuando la verdad te explote en la cara voy a disfrutarlo.
-¿Qué no escuchas que te calles?
El rey estaba temblando mientras se tensaba con mucha más rabia. Nadie se en esa mesa se iba a atrever a interrumpir al rey, nadie se iba a parar a hacerle frente sin importar lo que hiciera pero yo sí que lo haría.
-Si vuelves a tratar de esa manera a Atlas-advertí con firmeza-, me voy a encargar personalmente que sea el primero de tus hijos en odiarte.
-¡Cállate!
-Porque no dudes en que Caius será el primero en-
-¡Qué te calles!
Mi rostro volvió a mirar al suelo de un movimiento brusco, sentí un líquido caliente y metálico salirme de la boca y manchar mi labio. Sentía la cara entumecida por el nuevo golpe en la misma zona, el dolor me punzó con fuerza al interior del cráneo pero permití que una lágrima se formará en mis ojos, solamente volví a alzar la cabeza.
-¡Padre!-gritó Caius asustado-, por favor comportate.
El rey apartó la vista de mi para posarla en Caius para gritarle que no era asunto suyo y poder reafirmar la autoridad que estaba quitándole, pero de su boca no salió una sola palabra, solamente retrocedió en la boca apenas abierta, con el rostro pálido como si estuviera viendo un fantasma.
Me tragué la sangre que acababa de acumularse en mi boca y me pasé la mano por el labio para confirmar que me lo había quebrado. Estaba segura de que su mano estaba completamente marcada en mi piel junto a sus numerosos anillos.
Miré a la mujer de cabello rubio que estaba igual de sorprendida y asustada, me miró en cuanto sintió que la veía y palideció todavía más.
-Podrás revolcarte con el rey todo lo que se te dé la gana-advertí con frialdad-, pero vuelves a tratar a mi hermano de esa manera y voy a cumplir aquella promesa que te hice hace tanto así el mismísimo rey me condené por ello. ¿Ha quedado claro?
La mujer asintió asustada. Atlas estaba llorando en silencio mientras me miraba con arrepentimiento, seguramente culpándose porque todo esto hubiera sucedido a causa de sus preguntas, él no merecía sentirse así. Caius miraba preocupado en mi dirección y en dirección a la puerta, no necesitaba girarme para saber de quien se trataba.
-Rey Kalias, Príncipe Ascian. Lamento en nombre de todos en esta habitación que hayan tenido que contemplar esta escena.
Me giré para ver el rostro lleno de sorpresa del Rey Kalias que me miró el rostro como si allí hubiera la muestra de la peor de las deshonras. El Príncipe Ascian solamente tenía el rostro inexpresivo.
-Les doy mi palabra de que esto es un evento aislado y no se repetirá. Ahora me retiro.
Como nadie decía nada, solamente me giré a la segunda puerta de salida que se abrió para mí seguramente por Caius y salí para ir a mi habitación a esperar a que el golpe desapareciera, no tardaría más de un par de minutos.
-¡Dayra espera!
No detuve mis pasos para ir a mi habitación mientras escuchaba a Caius correr para alcanzarme, lo último que me faltaba era sumar una discusión más a este magnífico día.
-¿Cómo te sientes?, ¿Quieres que-
-Estoy bien, Caius-espeté interrumpiéndolo mientras buscaba en algún lugar a Bastian-, no hace falta preocuparse por ello.
Caius detuvo mis pasos de golpe, tomando mi brazo con fuerza para que lo encarará, sus ojos eran de un profundo azul lleno de preocupación mientras miraba la marca rojiza en mi piel y se tensaba.
-¿Qué fue lo que pasó adentro, Dayra?-cuestionó Caius volviendo a mirarme la marca-, ¿Qué puedes saber que moleste tanto a nuestro padre?
-Al rey lo molesta que yo sea un recordatorio constante de lo inferior que es-espeté mientras zafaba mi brazo de su agarre-. Y no pienso volver a repetirte que ese hombre no es mi padre.
Caius apretó los labios y soltó el aire con fuerza antes de volver a repetir aquello que había ignorado.
-¿Qué sabes que él no quiere que se sepa?
-Las cosas al final saldrán por su propio peso-puntualicé mientras me cruzaba de brazos-, si tanta curiosidad tienes preguntale a él, aunque dudo que vaya a decirte nada.
Caius apartó la mirada y miró hacia algún punto en el muro detrás de mí, sentí la necesidad de pasarme la mano por la cara por el dolor punzante en mi mejilla pero me contuve.
-¿Qué amenaza le hiciste a la amante de nuestro padre?
-Eso no es asunto tuyo-puntualicé-. Caius, te voy a dar un consejo y quizás el único que vaya a servirte: si decides investigar algo, asegurate de que el rey no lo noté porque entonces vas a saber qué clase de hombre es.
Caius me miró como si quisiera saber algo más pero fuera incapaz de preguntarlo.
-¿Y si lo que quiero saber es sobre ti?
-Asegurate de estar completamente seguro de querer saberlo, porque si lo que quieres revolver es mi pasado puede que lo que encuentres no sea lo que pensabas.
Me giré para alejarme, Caius no me dijo nada más y permitió que me marchará, no tardé en encontrar a Bastian que miró de inmediato la marca en mi rostro y casi soltó un grito del susto mientras me seguía a la habitación.
Al llegar a la habitación, podía ver la mancha roja en mi mejilla, la marca de sus dedos y las líneas de sus anillos al igual que la marca en mi labio de la que ya solo quedaba sangre seca.
-Hay que admitir que el rey se ha contenido demasiado-murmuré mientras tomaba una toalla de papel para limpiar la sangre seca de mi rostro-, creí que me golpearía en el momento en que amenacé con hacerle daño a su amante.
-¿Necesita que llame a un médico, Majestad?
-No es necesario, Bastian-solté con calma mirando su reflejo lleno de preocupación-, sabes que solo es cuestión de minutos antes de que mi piel vuelva a estar como nueva.
Respiré profundo mientras humedecía la toalla con perfume para limpiar la sangre en mi mentón y labio. El dolor físico era algo que era capaz de controlar y soportar pues no llegaba a durarme más de unos minutos.
Hace un par de años descubrí que en mi sangre corría un ingrediente poderoso que era muy raro de encontrar si vivías muy lejos de la montaña blanca, lo que lograba que cada herida que le hiciera a mi piel sanara en cuestión de minutos como si nada hubiera pasado.
Bastian mantuvo su gesto de preocupación mientras miraba como lentamente la marca comenzaba a disminuir su tamaño y color.
-¿Qué ha pasado esta vez?-preguntó Bastian en un susurro-, no es tan frecuente que el Rey pierda su control de esa manera.
-Sabes que tengo una habilidad sorprendente para hacerlo perder el control-solté divertida tomando uno de los bálsamos con sabor a frutas-, mi sola presencia lo lleva a desear querer golpearme.
-No debería hacerlo.
No me pasó desapercibido el tono de reproche y molestia de Bastian. Miraba al suelo como si deseará que se abriera para regalarle esa mirada al rey directamente.
-El rey hace muchas cosas que no debería hacer, no veo porque esta situación debería ser diferente.
-Majestad, es usted su hija tanto como el Príncipe Caius y el Príncipe Atlas-me miró a través del espejo-, debe de tratarla de la misma manera.
-Los lazos sanguíneos que compartimos el rey y yo no son los suficientes para que él me consideré su hija y yo lo considere mi padre.
Me negaba a volver a llamarlo de esa manera. Ese hombre vacío había dejado de ser mi padre en el momento en que la vida de mi madre le importó tan poco que...
-Además, no importa que tanto me golpeé-espeté poniendo el bálsamo de moras en mis labios-, el día que decida devolverle el golpe entonces se dará cuenta que es inferior a mí de la última manera que le faltaba.
Bastian tuvo la intención de decir algo, pero se escucharon golpes en la puerta. Apartó la mirada para ir a enterarse de quien deseaba entrar en mi habitación, aunque el golpe no había desaparecido del todo, podía ver que ya no era tan rojo como antes y las líneas de los anillos estaban desvaneciéndose.
-Majestad, el Príncipe Ascian desea hablar con usted.
Dejé el bálsamo en el tocador y me giré a ver a Bastian, tenía la puerta cerrada y miraba al suelo como si aquello fuera a darle una respuesta.
Había pasado al menos una semana desde la última vez que lo había visto y le había advertido a Bastian que entre menos supiera de su vida mejor me encontraría. Así que no entendía que estaba haciendo aquí.
¿Había terminado los asuntos en su reino así de rápido?, porque de ser así me encargaría de buscar la forma de mantenerlo tan lejos como fuera posible.
Respiré profundo antes de asentir como única respuesta. Me giré al espejo y respiré profundo mirando la marca en mi rostro, sintiendo el picor que me generaba y el color rojizo que aún conservaba.
No tenía sentido tratar de cubrirlo cuando él había sido testigo de lo que había sucedido en el comedor, así que solamente me limité a esperar a que Bastian abriera la puerta para dejar entrar al Príncipe e irse.
El Príncipe Ascian entró en la habitación mirándola con atención, estaba segura de que no había entrado antes y ver la habitación de paredes completamente negras por el fuego debía de ser impactante.
-¿A qué ha venido?-pregunté al ver no hacía nada más que ver la habitación-, porque seguramente se dio cuenta de que tengo otras cosas de las que preocuparme.
El Príncipe apartó su mirada de las paredes para verme como si de repente fuera la cosa más frágil del planeta y quisiera asegurarse de que no estuviera quebrada.
-Vine a ver como se encontraba.
-Si le preocupe que deje de respirar, le aseguró que no tiene de que preocuparse.
El Príncipe me miró como si fuera algo sumamente extraño, entrecerró los ojos en mi dirección y guardó sus manos en sus bolsillos antes de hablar.
-¿Cómo puede tomarse a la ligera una situación como esa?
-¿Si me tiró al suelo y lloró desconsoladamente cree que consiga algo diferente?-cuestioné encarnando una ceja-. Que no me encuentre llorando como si la vida se me fuera en ello, no significa que ignoré la situación, solamente tengo asuntos muchos más importantes que la débil masculinidad del rey.
Como por ejemplo, lanzarme desde lo alto del palacio solamente para terminar con esta extraña conversación que definitivamente no llegaba a ningún lado.
El Príncipe Ascian, nuevamente me regalo esa mirada que parecía estudiarme detenidamente como si buscará alguna diferencia que justificará mi actitud. El hecho de que le rey me golpeará ocasionalmente cuando sentía que lo superaba no me importaba, hacía años que me daba igual porque sabía que era cuestión de tiempo antes de que todo explotara.
Eso no significaba que de una manera retorcida yo me acostumbrará a eso. No. Lo único que significaba era que en el momento en que yo fuera coronada, me encargaría de hacer que el rey desapareciera y deseará la muerte muy lentamente y solo cuando estuviera satisfecha se la daría.
-¿Leyó mi carta?
Fue como si me hubieran vuelto a bofetear. La carta estaba sobre mi mesa de noche sin abrir y había considerado tirarla esta misma mañana, no había tenido intención de abrirla.
-¿Debí haberla leído?-pregunté con calma-, no he encontrado el momento adecuado para hacerlo.
-Le aconsejo que lo haga-murmuró con media sonrisa-, después de todo esa era la razón de mi vista.
Giré la cabeza para ver la carta sobre la madera marrón, el sobre que había estado tentada a cortar en pedacitos para pasar el insomnio. El Príncipe tomó aquella mirada como una señal pues se acercó a mi mesa de noche y tomó el sobre para tendérmelo.
-Estaré en la biblioteca, si en esta ocasión no la encuentro ocupada.
Era echarme en cara lo que había encontrado a mi hermano haciendo aquel día que había tenido que darle un recorrido por el palacio, aunque ahora que lo pensaba un poco. Nunca había llegado a enseñarle mayor cosa y él tampoco me había mostrado nada en su palacio.
-Un guardia podrá confirmarle aquello-contesté tomando el sobre-. La leeré de inmediato.
El Príncipe mantuvo la sonrisa antes de salir de la habitación, tomé el tonto sobre y lo abrí. Era una carta con perfecta caligrafía y ortografía, no podía esperar menos del Príncipe de un reino.
«Apreciada Princesa Dayra:
Seguramente el hecho de que le envié una carta le resultará desconcertante dado que todavía no hemos iniciado nuestras negociaciones y el tema no ha sido tocado, pero es un asunto de suma importancia.
Mi reino tiene importantes relaciones con Fhreyx, y hemos sido invitados a la celebración de renovación de votos de los reyes. Tanto usted y sus hermanos son esperados en la celebración dado que pronto pertenecerán a mi familia, mi padre y el suyo se quedarán en Khelvar para mantenerse al tanto del avance de Morthem pues mi padre es consciente de su preocupación con su pueblo. No esperamos que este viaje la haga sentir incomoda.
Y, aprovechando la situación, considero que el largo viaje nos servirá para comenzar con lo que serán unas largas e interesantes negociaciones.
A la espera de una respuesta pero consciente de que no la obtendrá,
Príncipe Ascian»
Tomé el odioso trozo de papel y lo arrugue con tanta fuerza que deseaba que desapareciera entre mi mano. Lo que me faltaba, tener que aguantar el tonto capricho del Príncipe Ascian y marcharme de nuevo del palacio para ir a conocer más personas.
Para cuando me volví a ver en el espejo la marcha ya se había borrado de mi piel, la cortada en mi labio tampoco estaba y las ganas de lanzarme de la ventana eran enormes.
~ 🧚♀️ ~
Yo siempre he pensado que el Rey Deizon tiene los días contados. ¿Qué opinan de este capítulo?, ¿Por qué creen que Caius no parecía sorprendido con el hecho de que el rey golpeara su hermana?, ¿Por qué no entró a defenderla?
No odien a Caius, que aquí el único que merece su odio es Deizon y Alecia, nadie más. ¿Qué opinan del pobre Atlas y la familia que tiene?