Bastian retiró el sello de sonido de la puerta y se ofreció a caminar a mi lado pero podía sentir su mirada cargada de preocupación sobre mí a cada paso. En general no me molestaba porque sabía que conversación seguía, porque con Bastian, era siempre lo mismo.
-Deja de mirarme así, Bastian-pedí sin mirarlo-. Sabes que no tienes que hacerlo.
-Lo sé, Majestad-confirmó todavía preocupado-. Elijo hacerlo.
-Entonces no entiendo a qué viene tu preocupación-bufé.
Pero mentía, si sabía a qué se debía su preocupación. Si alguien se enteraba las consecuencias serían desastrosas para ambos, Caius definitivamente estaría más al pendiente de lo que hacía con Bastian y seguramente el rey aprovecharía la situación para culpar únicamente a Bastian, lo sacaría del palacio y con las palabras del rey seguramente nadie querría contratarlo de nuevo.
-Majestad-susurró con temor-, sabe que alguien podría darse cuenta.
-Nadie lo notará, Bastian.
Suspiré mientras me detenía a mitad del pasillo, a varios metros de la puerta del comedor. Bastian tenía el rostro llenó de preocupación mientras que se rascaba la nuca con nerviosismo.
-Majestad, hoy fue...-miró a ambos lados antes de bajar todavía más la voz-arriesgado, el príncipe Atlas pudo haberlo notado.
-Mi hermano estaba más desesperado por alejarse de mí que por mirarme-recalqué-. ¿A qué viene tanta preocupación ahora?, sabes que no es la primera vez que me ayudas con esto, Bastian.
-Ya se-sacudió la cabeza antes de pasarse la mano por el cabello con frustración-, pero no creo que sea prudente que muestre signos frente a los invitados del Rey.
-¿Desconfías de mí, Bastian?
-En lo absoluto, Majestad-negó Bastian apresuradamente-. Pero lo mejor sería que...
No fue capaz de decirlo, pero, me sorprendió demasiado que él, quien estaba constantemente diciéndome que hacer esto no era correcto para mi salud, ahora quisiera que lo hiciera.
-Vaya, vaya Bastian-me burlé viendo como su rostro enrojecía-. ¿Ahora quieres que la reprima?
-Sería lo mejor, Majestad-susurró avergonzado-, al menos hasta que los invitados del Rey hayan dejado el palacio.
La vergüenza de Bastian logró que me entrarán unas inmensas ganas de sonreír, pero, no lo suficiente para que lo hiciera. Odiaba sonreír.
-Muy bien, Bastian, tu ganas esta vez-murmuré divertida logrando que él bufará divertido-. Ahora por favor asegurate de que Atlas haya llegado al salón.
-Me informaron que el señor Harper estaba en los establos-susurró mirándome con confusión-, ¿No lo sabía el príncipe Atlas?
La verdad es que no estaba al pendiente en el momento en que acompañaba a Atlas de a dónde se encaminaba, ¿Y si no lo sabía?
-Por favor ve a buscarlo Bastian-pedí-, no sé si mi hermano era consciente de donde se encuentra el tutor.
-Lo haré de inmediato, Majestad.
Con una reverencia que me hizo poner los ojos en blanco se retiró. Miré las puertas del comedor y quise que se me cayera el piso superior encima solamente para no tener que aguantar más al Rey Kalias y a su hijo.
Aunque ahora que lo pensaba el príncipe de Aphud no había dicho nada especial durante el almuerzo, de hecho, se había mantenido en tanto silencio como yo.
Respiré profundo antes de encaminarme hacía el comedor que encontré completamente vacío. Genial. Como si Caius no estuviera esperando pacientemente a que estuviéramos solos para soltarme una reprimenda por ir a la cueva de la viuda, ahora, tendría que aguantarme las quejas del rey por haber dejado a sus invitados solos.
Solté un bufido porque definitivamente no había tardado tanto, me giré y tuve que detenerme en seco al verlo allí, con la espalda contra la pared al lado de la puerta y la mirada fija en la ventana.
De todas las personas que se podían quedar esperando, justo, tenía que ser él maldito príncipe.
Parecía no tener ni una sola intención de mirar en mi dirección cosa que agradecí y, aprovechando que no me veía lo examine.
Era alto como su padre, su cabello completamente negro adornado con una corona de la mitad del tamaño de la que usaba el Rey Kalias. No podía ver más que su perfil pero seguro se consideraba atractivo.
¿Por qué quería casarse conmigo?, seguro en su reino o en muchos otros habrían un montón de candidatas que estarían más que dispuestas a ofrecerse al príncipe y darle tantas conexiones políticas y sociales al príncipe como quisiera.
¿Por qué quería elegirme a mí?, ¿Qué tenía yo de especial?
-Supongo que entonces no ha muerto.
Su voz fría como el hielo del pico de las sombras atravesó el silencio del comedor. Miré en su dirección solo para asegurarme de que no me miraba.
-¿Por qué debería haber muerto?-espeté.
-Es la única razón por la que el Rey Deizon encontró para que tardará tanto.
Claro, y, sería para él todo un alivio que eso pasará porque entonces no tendría que estar buscando la maldita aprobación de su consejo todo el tiempo. Aguanté las ganas de encogerme de hombros porque el príncipe eligió ese momento para girarse en mi dirección.
-Lamento decepcionarlo, pero no he muerto aún-ganas no faltaba, claro-. ¿A dónde ha partido el rey?
El príncipe me prestó, quizás, demasiada atención al ver cómo me refería a ese hombre.
-Tenían asuntos que resolver junto con mi padre-me evaluó pero eso no me interesaba-, así que se han marchado al ver que no volvían.
El estudio real, claro. Seguro allá tendrían privacidad suficiente para arreglar los detalles del baile de compromiso que llevarían a cabo en unas cuantas horas.
-¿Y mi hermano?
-Al parecer también tenía otros asuntos que atender-susurró con burla-, así que abandonó la habitación tan pronto los reyes se marcharon.
Y una mierda. ¿Caius se atrevió a dejarme sola con... este solamente para ir a la cama de la sirviente?
Lo peor de todo es que Caius sabía que yo no quería nada de lo que él rey había planeado. ¡Era muy consciente de eso porque me había enviado la maldita carta!, y aun así tuvo la previsión de dejarme sola con este ser humano solo por la necesidad constante de saciarse de ella.
Asentí con indiferencia aunque tenía unas profundas ganas de atravesar el palacio para golpear a mi dulce hermano en su cara. Al menos por ahora, eso tendría que esperar hasta más tarde.
-Supongo entonces, que le debo un recorrido-espeté con un odio profundo a cada palabra-, ¿Le parece si le enseñó el lugar?
El príncipe parecía ligeramente divertido con la situación, pero, esos ojos dorados estaban estudiándome, podía sentir como evaluaba cada parte de mi lo que estaba comenzando a irritarme.
Respiré profundo para alejar esos sentimientos y me adelanté a caminar, lo escuché seguirme en silencio con su mirada clavada en mi nuca a cada paso.
Seguramente el rey en su profundo odio por mí había decidido que yo no tenía nada más interesante que hacer que, jugar a la guía turística con mi futuro prometido del que no sabía nada y quería saber todavía menos.
Ahora mi copa de mercurio para acabar con ese sufrimiento llamado vida tendría que esperar.
De la manera más vaga le mostré las principales cosas que ver en el primer nivel del palacio: el salón principal, el estudio que me había pertenecido pero había abierto para que cualquiera entrará a hurgar información si gustaba, la cocina, los baños y los jardines.
-¿Por qué el jardín sur no tiene ninguna entrada?
La pregunta que venía de mi espalda hizo que cada musculo en mi cuerpo me doliera por la ligera tensión a la que los había sometido.
-Por qué es un lugar que seguramente nadie quiera ver-murmuré la excusa que había dicho Bastian alguna vez al consejo-, la tierra se secó y ninguna planta crecé en el terreno actualmente.
Claro que eso tenía una explicación. Yo.
Yo misma había envenenado la tierra misma, las plantas, las flores y cualquier cosa con vida no crece en ese lugar en ningún centímetro. Había dado la orden de que nadie entrará cosa que el rey se tomó la molestia de respetar y ahora era un lugar seco, llenó de arbustos de espinas y... dañado.
Justo como yo.
El príncipe no comentó nada al respecto pero sabía que se había dado cuenta que el tema no me gustaba.
-¿Desde hace cuánto se edificó el castillo?-preguntó divertido-, desde el exterior luce muy antiguo.
-Desde el año 1023, siglo IV.
Harper nos había enseñado todo lo que necesitábamos saber de cualquier rincón del reino, desde su constitución hasta las reformas que habían sufrido cualquier casa importante en ellas. Caius y yo éramos capaces de mantener una conversación sobre la arquitectura y decoración del palacio o cualquier otro palacio de ser necesario.
-Realmente antiguo-murmuró el príncipe con poco interés sobre el tema-, ¿Alguna razón para que la familia real se estableciera en este palacio en particular?, según escuche el palacio del este es mucho más hermoso.
Lo peor es que tenía razón, el palacio real del este era simplemente hermoso, pero como todo lo hermoso lo odiaba profundamente. No podía siquiera verlo sin querer quemar cada centímetro de la propiedad.
Pero esa no era la única razón por la que la familia real estaba en este palacio en específico, claro.
-Fue el primer palacio que se construyó para la familia real en cuanto se constituyó el reino-murmuré encaminándonos a la biblioteca-, seguimos aquí por tradición.
Una sucia mentira que él seguramente no podía descubrir.
En cuanto entramos al pasillo de la biblioteca tuve unas enormes ganas de arrancarles la cabeza a las dos personas dentro de la biblioteca.
-Un palacio definitivamente encantador-se burló el príncipe-, por supuesto.
Necesite profunda concentración para no saltar sobre las puertas cerradas de la biblioteca. Los gemidos claros de una mujer atravesaban la madera y el guardia junto a la puerta hacía su mayor esfuerzo por ignorarlos.
Solo por eso sabía quiénes estaban dentro de la maldita biblioteca.
Respiré profundamente antes de girarme hacía el príncipe que, por supuesto, estaba encantado con el espectáculo. Las ganas de saltar sobre él para borrarle la estúpida sonrisa del rostro fueron grandes.
-¿Le molestaría volver al salón?-siseé cada palabra-, hay algo que debo resolver antes de continuar con el recorrido.
-Lo haría con gusto, princesa-la forma en la que dijo mi título, de esa manera tan burlona, me molestó todavía más-, pero no recuerdo el camino hasta el salón o a cuál de los tres debo dirigirme.
Soberano imbécil.
Me giré frustrada hacía la puerta de la biblioteca, el guardia cerraba los ojos con fuerza.
-Guardia.
Mi voz atravesó el espacio que nos separaba y él abrió los ojos para verme con sorpresa y temor, se apresuró a hacer una reverencia antes de acercarse a donde estaba, al llegar volvió a inclinarse.
-Majestad.
-Lleve al príncipe al salón principal-el guardia asintió ante mi orden-y dígale a Bastian que lo quiero en la biblioteca ahora.
-De inmediato, Majestad.
El guardia se inclinó y yo me acerqué a las malditas puertas de la biblioteca que separaban el espectáculo de los ojos burlones del príncipe de Aphud. Solo cuando se alejaron por el pasillo solté el aire con brusquedad.
Puse mis manos sobre las puertas que de inmediato se abrieron con fuerza. Quisiera decir que la imagen me escandalizó, pero fue todo lo contrario porque me era asquerosamente familiar.
Miré los cuerpos desnudos que ignoraban mi presencia o el simple hecho de que alguien había abierto las puertas y apreté las manos para resistir el impulso de saltar sobre ambos para golpear sus cabezas repetidas veces contra el suelo.
Hum, una escena mucho mejor seguro.
-Sepárense-espeté con firmeza haciendo que se detuvieran completamente tensos-, ahora.
Ambos cuerpos desnudos, llenos de una capa de sudor por lo que habían durado mucho tiempo haciendo, estaban tan tensos que por un momento sentí pena por ellos.
Miré esos ojos azules que se habían posado sobre mí como si quisiera asegurarse de que era yo antes de soltar la cadera de la chica sobre su regazo. Le encarné una ceja.
Pero pasaron varios segundos antes de que alguno se moviera, cosa que estaba irritándome porque en general me irritaba con facilidad.
-Alexandra, por favor-espeté con fastidio-. Respeta tu maldito trabajo. Alejate de mi hermano y vuelve a hacer lo que te pago por hacer o lo siguiente que harás será buscar un nuevo trabajo.
La mujer de piel morena, de caderas anchas y cabello rizado se apresuró a alejarse del cuerpo de mi hermano, mirando al suelo mientras se apresuraba a tomar su ropa.
-L-Lo si-siento mucho, Ma-Majestad.
Ignoré las palabras de la chica que se vestía apresuradamente.
-No tienes que disculparte con ella, Alexa-espetó mi hermano asesinándome con la mirada-, ¿Quién te crees que eres para interrumpirnos?, te dije muy claro la última vez que dejarás de meter tus narices en mis asuntos.
-Recuerdo decirte lo mismo y verte ignorándolo-espeté molesta al ver que no se movía del sillón-. Haz el maldito favor de vestirte antes de que alguien vea el maldito espectáculo que ambos-clavé mi mirada en la chica que estaba medio vestida-estaban montando.
Mi hermano no hizo nada más que cruzarse de brazos así que, sin pensarlo demasiado y con algo de esfuerzo hice que la camisa que había tirada en el suelo le cayera en la cara sin moverme un centímetro.
Escuché que bufaba y maldecía mientras por fin se levantaba del sillón a vestirse. La chica que se arreglaba el cabello me miró muerta de arrepentimiento.
-Lo lamento mucho, Majestad, de verdad.
Hizo una reverencia ante mí sin mirarme a la cara. Claro que no hacía falta, conocía de esa chica mucho más que sus ojos y no porque yo así lo hubiera querido.
-Largate de mí vista-espeté moleste-antes de que reconsidere la opción de echarte del palacio.
La chica solo asintió, vi sus ojos llenos de lágrimas antes de alejarse apresuradamente por el pasillo. Mi hermano soltó otro bufido de molestia.
-Sabes que no tienes el poder para echarla solo por esto, Dayra.
La ira estaba presente en cada palabra que soltó Caius. Entré completamente en la biblioteca y miré las puertas abiertas. Respire profundo porque definitivamente no iba a montar un espectáculo como ese y con mucho más esfuerzo del que recordaba las puertas se cerraron.
Me sentí ligeramente mareada y la garganta se me secó. Era lo que pasaba siempre que soltaba cada gota de magia que tenía en la cueva y luego trataba de usarla, sentía que era como nadar en un lago que se congelaba a cada movimiento que daba. Me dejaba exhausta.
-Es mi palacio, por ende, mi personal-espeté girándome de nuevo hacia mi hermano que se abrochaba el pantalón-. Puedo hacer lo que me plazca.
-Sabes bien que el palacio le pertenece a nuestro padre.
-Al rey-puntualicé-le pertenecen el palacio este y sur. Este palacio es mío y voy a hacer con él lo que se me plazca.
Claro que eso no era del todo cierto. El rey tenía la autoridad para reformar el palacio entero si se le antojaba, pero, al menos había acordado silenciosamente dejar mi espacio como yo quisiera, al menos, hasta que me coronarán y entonces el poder sobre los palacios sería completamente mío.
-Pero no vas a hacerlo-aseguró Caius igual de molesto sin preocuparse por ponerse una camisa-, ¿Verdad?, no te conviene tenerme en el lado malo de la historia.
-¿Crees que estas en condiciones de amenazarme, Caius?
Di un paso al frente retándolo. Mi hermano midió la distancia que nos separaba antes de volver a mirarme directamente a los ojos, todo mi cuerpo se tensó ante esos ojos azules y sentí que la cabeza me dolía. Un dolor punzante que me obligué a soportar mientras miraba fijamente a mi hermano.
Lo sentí tambalearse al mismo tiempo que cerré los ojos con fuerza para evitar el dolor de cabeza que eso me había causado, me llevé los dedos a las sienes sintiendo de nuevo mi cuerpo completamente adolorido y agotado.
Para variar, Bastian tenía razón al decir que debía reprimirla.
-No olvides con quien tratas Caius-murmuré aguantando la punzada en mi cabeza para eliminar las imágenes que llegaban a mi cabeza-. Eres mi hermano y te aprecio mucho pero no voy a dejar que manches la imagen de la familia.
Bastante me costaba a mí mantenerla para que Caius en un solo momento les diera tema de conversación al Rey Kalias y su hijo.
Sacudí la cabeza alejando las imágenes que le había extraído a Caius y abrí los ojos, las manos de mi hermano estaban contra el sillón dándome la espalda completamente agitado.
-No vuelvas a hacerme eso de nuevo-espetó Caius furioso-. Ni siquiera se te ocurra-
-¿No te gustó?-solté con ironía-. ¡Pues así me sentí yo cuando me dejaste sola con ese imbécil solo para venir a cogerte a la sirvienta esa!
Caius se levantó de golpe, se giró y por la mirada mortal que me ofreció supe que había dicho cosas que no debía. Pero me fue imposible controlarlas porque, me dolía la cabeza, el cuerpo volvía a dolerme y sabía que Bastian no me ayudaría con lo mismo dos veces en el mismo día.
-¡Ese no es mi problema!, ¡Al final de cuentas tendrás que acostumbrarte a su maldita compañía porque vas a tener que casarte con él!
Sus palabras tuvieron el impacto que Caius esperaba pero no lucia satisfecho por eso.
No era su problema, lo sabía y aun así me había molestado que simplemente me... abandonará de esa manera. Alejé el dolor que me estaba apretando el pecho al sentir mis manos enfriarse rápidamente.
Miré esos ojos azules que había visto toda mi vida llenos de profundo arrepentimiento, yo no le demostré nada.
-Ese no es tu problema, tienes razón.
Asentí y vi que Caius apretaba las manos. Me giré y me encamine a la ventana al otro lado de donde Caius se encontraba, miré le jardín este que tenía un árbol de cerezo cuyas hojas comenzaban a brotar por la llegada de la primavera.
-Lo siento, Dayra-susurró Caius-. Me molesté y-
-Déjalo Caius-lo interrumpí-. No debí meterme en tu mente, no fue correcto pero no me arrepiento-traté de no pensar de nuevo en esas imágenes que vi-. Así que si no quieres que vuelva a hacerlo será mejor que no me interrumpas de nuevo.
El silencio llenó la biblioteca, sentía la mirada de Caius sobre mí. No lo veía claro, pero sabía que me miraba cautelosamente como si fuera otro de sus oponentes de batalla que tanto lo atormentaban.
-Mi futura relación con el príncipe no es tu problema, pero-murmuré viendo movimiento en el jardín-lo será cuando el príncipe tenga la amabilidad de comentarle al rey lo que ha escuchado en el pasillo.
Vi al mismo guardia que había enviado con el príncipe cruzar el jardín con gesto preocupado, en compañía de Bastian que caminaba de la misma manera.
¿Qué había pasado al interior del jardín?
-¿Qué?
La pregunta de Caius cargada de sorpresa llenó el silencio, distrayéndome de los gestos que había visto en el jardín, me giré para ver a mi hermano completamente pálido.
-No creas que me hacía ilusión venir justo hoy a interrumpirles su diversión-Caius se tensó pero sabiamente no dijo nada-, pero estaba haciendo lo que el rey ordenó cuando escuchamos todo su... espectáculo.
Casi podía ver de nuevo su rostro llenó de burla mientras escuchaba los gemidos de placer de la mujer a quien Caius disfrutaba de visitar.
A mí en general me daba igual si mi hermano quería tener sexo con ella o con cualquier otra mujer del servicio del palacio, pero, lo que me molestaba demasiado era encontrarlos en lugares de acceso público como si ninguno de los dos tuviera una maldita habitación, como si el palacio no tuviera exceso de ellas tampoco.
-¿Es enserio?
-¿Por qué jugaría con eso?-espeté incrédula-, no me apetecía venir a ver una muestra en vivo del acto de apareamiento, si es lo que pensaste.
Eso claro, consiguió que las mejillas de mi hermano se tornaran completamente carmesí. Sabía yo que una cosa era que lo descubriera yo, que, a final de cuentas no haría nada encontrá suya o de la sirviente. Distinto sería que el rey se enterará, claro, porque lo más probables es que asesinará a la chica solamente para que nadie se enterará que el príncipe favorito del rey se había enredado con cualquiera.
-Mierda-jadeó dejándose caer sobre el sillón-, ¿Qué voy a hacer si nuestro padre se entera?
Decidí no decir nada porque sabía que podíamos terminar de nuevo discutiendo y era lo último que quería. Al menos había alejado el dolor de sus palabras anteriores de mí, pero, no podía olvidarlas del todo.
Caius estaba entrando, al igual que yo, en ese momento de la vida en que teníamos que buscar otras preocupaciones más allá de la familia y que yo me negará a esa realidad que estaba a solo horas de golpearme, no significaba que mi hermano hubiera pensado lo mismo.
-¿Podrías hacer que-
-No.
Lo corté de inmediato porque sabía lo que iba a pedir. Aunque lo intentará de nuevo, seguramente me desmayaría por exigirme demasiado en la condición que tenía. No había practicado eso desde hace años, y, apenas había tolerado unos pocos segundos en la mente de Caius.
Aunque quisiera ayudar a mi hermano, que lo quería, no podía hacerlo porque no conocía al príncipe. Y si, a lo mejor si no me hubiera encerrado en una burbuja por años podría ser capaz de revolver su cabeza solamente con mirarlo, pero ahora no podía.
Caius era mi hermano y en el pasado había practicado con su mente cuando me interesaba aprender a controlar la magia que me corría por la venas, por eso podía entrar cuando me viniera en gana. Porque era un lugar que conocía.
-¿Por qué?-preguntó Caius mirándome con confusión-, ¿Por qué a mí sí y a él no?
-Es diferente Caius, a ti te conozco y a él no-vi la intención que tenía de replicar así que me adelante-. Además sabes de donde acabo de llegar, Caius, no estoy en condiciones de hacer o intentar algo como eso.
Lo vi apretar los labios con arrepentimiento por haber ignorado aquello. Más cuando seguramente vio el dolor en mi rostro por lo que le había hecho a él momentos antes.
Fui impulsiva sí, pero, era necesario para no tener una discusión más profunda con Caius. Amaba a mi hermano pero sabía lo hiriente que podía ser cuando estaba furioso.
Tampoco podía dejarlo hundirse, al rey le daría igual que le llegará ese rumor sobre mí, al menos, en otro momento de mi vida claro, pero de Caius no. No podía permitir que Caius sufriera de esa manera.
-Igual trataré de ayudarte-susurré al final encaminándome a la puerta-, solo si me prometes que buscarás ayuda.
Caius sabía de lo que hablaba y estaba segura de que se había tensado.
-No necesito ayuda-espetó a la defensiva.
Abrí una de las puertas porque definitivamente no iba a esforzarme de más ahora, cuando lo hice mire sobre mi hombro a mi hermano que me miraba alerta.
-Sabes que no puedes mentirme a mí, Caius-se tensó más-. Esa es mi oferta, Caius, busca ayuda o arréglatelas solo en el problema que tú mismo te buscaste.
-¿Por qué todo contigo termina siendo una negociación a tu favor?-espetó irritado.
Casi sonreí ante sus palabras y seguro Caius vio esa intención porque cambio su mueca de irritación por una de sorpresa. Alejé la diversión de mi rostro antes de agregar:
-Nadie en este mundo hace nada gratis, Caius, ¿No lo sabes tú bien?
No me quede a ver la mueca que puso. Solamente salí para encontrarme a Bastian al otro lado del pasillo mirándome, como siempre, lleno de preocupación.
-Majestad-jadeó preocupado-, ¿Se encuentra bien?, ¿Qué ha hecho?
Fue entonces que sentí el sudor frío sobre mi frente, que sentí el dolor de mis huesos al caminar y la punzada en mi cabeza.
Sacudí la cabeza mientras respiraba profundo para alejar el cansancio que me golpeó con fuerza. Bastian siguió alerta todos mis movimientos y luego suspiro.
-No puedo hacerlo otra vez-susurró Bastian muy bajo-, no por su salud, Majestad.
-Lo sé.
Era consciente de lo peligroso que era que desarrollará una adicción a aquello, estábamos caminando sobre una línea muy delgada que no podíamos atrevernos a cruzar.
-Solo necesito descansar, Bastian. Solo eso.
Parecía dudarlo y yo sabía que dormir no ayudaría mucho, pero, era lo mejor que tenía a la mano.
Bastian me permitió apoyarme en su brazo para llevarme a mi habitación me ayudó a quitarme las joyas que me habían puesto en la mañana, a quitarme el incómodo peinado y a aflojar un poco las tiras que sostenían y ajustaban el vestido a mi cuerpo.
-¿Necesita algo, Majestad?
El tono de preocupación de Bastian fue palpable cuando me recosté sobre el cómodo colchón. Miré el techo carbonizado desde hace tiempo y sentí otra punzada en la cabeza que me llevó a cerrar los ojos.
-Majestad-insistió Bastian casi asustado-. Hable conmigo, por favor.
-¿Recuerdas-me dolió incluso pronunciar cada palabra-lo que hiciste esa noche?, cuando nos conocimos.
-¿Cómo iba a olvidarlo, Majestad?-susurró con ligera diversión para esconder el temblor en su voz-, era la primera vez que veía a una chica llorar.
-Cantame-pedí sintiendo que la espalda me dolía solo del peso de sostener mi cuerpo-. Cantame la misma canción que hizo que dejará de llorar.
Bastian se quedó en silencio, había cantado para mí solo 3 veces y, parecía avergonzarle a pesar de que tenía una voz muy linda. Esa noche en particular, cuando nos conocimos yo simplemente no dejaba de llorar, Bastian no sabía qué hacer y cómo era natural en él estaba preocupado, casi entrando en pánico.
No importaba lo que él me dijera yo simplemente no me tranquilizaba y Bastian se desesperó a tal punto que hizo completo silencio, después de eso nunca lo vi de nuevo en ese... silencio extraño. Al no saber qué hacer para que me tranquilizará y como él se estaba asustando también, comenzó a cantarme.
Nadie nunca había cantado para mí antes y que él lo hiciera simplemente me sorprendió lo suficiente para que dejará de llorar. Fue entonces que me di cuenta que lo necesitaba, Bastian tenía la habilidad natural de tranquilizarme y eso era justo lo que necesitaba ahora.
Mientras Bastian se decidía, otro dolor punzante en mi espalda me llevó a soltar un quejido y moverme sobre la cama quedando sobre mi costado. Me dolía el peso de mi propio cuerpo, quería encogerme o suspenderme en el aire para tranquilizarlo.
Bastian vio eso y finalmente comenzó a cantarme con la preocupación aún en su voz.
Para cuando abrí los ojos me sentía mucho más cansada de lo que me había sentido en toda mi vida. Bastian había desaparecido y la habitación era iluminado por el candelabro suspendido en el techo.
Me senté en la cama y el cuerpo entero me sonó, como si llevará una vida entera en la cama y no solo unas pocas horas. Mover los brazos me causaba un dolor punzante en la espalda pero podría soportarlo.
Me levanté sintiendo un ligero mareo que se me pasó rápido. Tenía la garganta seca y la intención de ir a buscar algo de comer cuando dos golpes se volvieron a escuchar en la puerta. Ya sabía yo que quienes eran.
Había anochecido hace pocas horas seguramente y el rey había enviado a mis doncellas para prepararme. No quería ir a ese baile y mucho menos quería comprometerme con el odioso príncipe, pero no tenía otra opción. Por mi pueblo tenía que hacerlo.
Suspiré antes de abrir la puerta dejando que Katrine y Dinrya me alistarán para el dichoso baile. Cambiaron todo lo que había llevado ese día.
Ahora usaba un vestido blanco que caía en degradé a gris oscuro, este también dejaba mis hombros libres pero las mangas solo bajaban hasta mis codos sin ajustarse a mi piel y luego la tela caía hasta lo largo del vestido.
El vestido llevaba un cinturón decorativo en la cintura con una hebilla de plata reluciente que juntaba dos tiras que caían delicadamente perdiéndose en los pliegues del vestido. Además tenía pequeñas hojas de plata unidas a la tela en el borde del escote y bajo mi busto de una manera delicada.
Una especie de capa cubrió mis hombros. Se ajustaba en mi cuello cubriendo toda la piel, de mi cuello pero sin cubrir del todo mis hombros que dejaba al descubierto sutilmente con una abertura entre la tela.
Decidieron dejar mi cabello suelto, solamente hicieron unas trenzas delgadas a mis costados para evitar que el cabello me viniera por la cara al soplar el viento, pusieron una delicada diadema de plata que parecía hecha de hojas a juego con el vestido.
-El Rey ha insistido en que portara una corona hoy-murmuró Katrine algo nerviosa-, pero suponemos que su Majestad no lo quiere así.
-Tiene toda la razón, Katrine-asentí mirando el joyero abierto frente a mis ojos-. Quiero llevar el collar de luz de luna.
Ambas se miraron entre si ante mi petición, en general nunca pedía nada y dejaba que ellas me vistieran como quisiera, pero, ahora no era posible de hacerlo.
El collar había sido un regalo de mi madre cuando cumplí 6 años, me hizo prometerle que lo llevaría conmigo cuando la extrañara y, aunque siempre era si, quería enviarle un mensaje a quien creó todo este teatro.
Con cuidado pusieron el collar que simulaba una lágrima, era completamente blanco a juego con mi vestimenta y emitió un débil brillo cuando tocó mi piel.
Terminamos de prepararme y cuando las doncellas se fueron me mire en el espejo. Pureza era lo que estaba aparentando, pureza, sumisión y un amor que no sentía para nada hacia el príncipe.
Pero mi pueblo no tenía que saberlo, no sabría nunca el sacrificio que significaba el título de princesa heredera, el peso de la corona sobre mi cabeza y de la sangre que corría por mis venas.
Respiré profundo antes de salir de la habitación con la fría máscara que iba a portar de ahora en adelante mientras imaginaba todos los escenarios posibles de hoy para no descolocarme frente a ninguno.
Bajé las escaleras y me encaminé al salón principal, desde el que escuchaba voces. Al entrar confirme la presencia de mis hermanos, mi consejero y los invitados del rey, pero, no eran las únicas personas dentro de la habitación.
Miré a los cinco intrusos en mi palacio. Ninguno de ellos me agradaba, el título me importaba todavía menos cuando di la expresa orden de que ninguno de ellos entrará sin autorización, todos los guardias lo sabían así que los había invitado el rey, otra vez.
Al entrar todos los ojos se posaron en mí, unos evaluando mi atuendo, otros mirando de otra manera diferente la ropa que me cubría, otros con indiferencia y otros dos con preocupación.
-Duques de Sxceat-saludé casi de mala gana-, no sabía que nos acompañarían esta noche.
Los duques de Sxceat eran una familia verdaderamente desagradable, prejuiciosa, superficial, pretenciosa y vanidosa. Odiaba con fuerza a cada uno de sus cinco integrantes, en especial a la bastarda que faltaba para completar a la familia Thyeran.
-Majestad.
En una sincronía desastrosa los cinco invasores frente a mí se inclinaron en una reverencia que disfrute.
La cabeza de la familia era Adeus, un hombre de cabello canoso y mirada demasiado morbosa para que quisiera tenerlo cerca. Su esposa Adele era todavía más insufrible, encontraba defecto en cualquier cosa menos su disfuncional familia, no toleraba que ningún sirviente la hablará pero no podía vivir sin ellos. Sus hijos Phaye, Asper y Adelaine, ordenados de mayor a menor, era igual de vanidosos y vacíos a sus padres, Adelaine no soportaba estar cerca de mí y sus dos hermanos querían estar demasiado cerca para mi gusto.
Todos a excepción de Adeus tenían el cabello castaño lacio, ojos marrones y un rostro en exceso repleto de lunares.
-Nos han sorprendido con su visita-habló el rey con una sonrisa acercándose al mayor de los Thyeran-, querían saludar.
-Saludar-repetí con escepticismo-, ya veo.
No tenía ninguna intensión de saludar a esa familia y sabía que ellos no habían venido por eso. Adeus y Adele duraron toda nuestra infancia metiendo a sus hijos en las vidas de Caius y la mía, anhelando tener el poder de decir que su hijo o hija iba a convertirse en el consorte de la reina o en una princesa.
Caius disfrutaba de la compañía de la familia tanto como yo, sentí su mirada sobre mí pero no se la devolví.
-Y a presentar nuestro alivio en el bienestar de la familia real-habló en tono venenoso Adele-, han pasado por tanto y ver que se sobrepusieron tan rápido al luto es la más grande señal de fortaleza.
-Seguro-respondí mirándola con firmeza, la vi temblar-que somos la única familia en el reino que tuvo que sobreponerse al luto por la guerra que continúa.
Adele apretó la mandíbula con fuerza antes de mirar a su esposo en busca de ayuda, pero, el mayor de los Thyeran estaba ocupado viendo algo más que su esposa para enterarse de nada.
-Mi madre no ha querido decir eso, Majestad-intervino Phaye-. Hablaba sobre la fortaleza que muestra la familia real para con el resto del reino.
Vi que el más alto de ellos daba un paso en mi dirección con una sonrisa que se me antojó borrar de un golpe. Hacía tanto que no golpeaba algo que seguro lo disfrutaría.
-Agradecemos sus palabras-intervino el rey atrayendo las miradas-, mi hija solamente tuvo un mal despertar.
Miré esos ojos azules que odiaba con tanta fuerza. Esos ojos que me habían mirado de todas las formas posibles a lo largo de los años menos con la dulzura que fingía justo ahora.
Sentí una punzada en mi cabeza cuando forcé un tono dulce, bajo y casi sumiso al hablar.
-Lamento mi actitud, majestad-lo vi tensarse y bajar la mirada al colgante en mi cuello-. No se repetirá, se lo prometo.
Palabras vacías, irónicas y que le llegarían al rey de la manera que quería. Su tensión aumentó y él único que lo notó fue Bastian. Repetí perfectamente esas palabras que él había dicho una vez y yo tuve la mala decisión de creer.
Durante largos segundos nadie dijo nada, Bastian llamó mi atención discretamente y señaló a los invitados del rey que estaban bastante pendientes de la conversación que llevaban.
Respiré profundo antes de tener que hacer de anfitriona, aunque quería sacarlos a todos justo ahora de mi palacio.
-Supongo que nadie ha tenido el placer de presentarle a nuestros invitados. El Rey y Príncipe de Aphud.
De inmediato me pareció escuchar el sonido de monedas de oro rebotando en la cabeza de la señora Adele Thyeran al girarse a ver a los invitados, vi como descaradamente Adelaine apartaba el cabello de su hombro para despejarse el cuello y clavícula que dejaba al descubierto su vestido carmín mientras subía sus pechos.
Hice una mueca que el príncipe notó, lo supe por la sonrisa que me ofreció directamente, logrando que los ojos de los hermanos Thyeran cayeran sobre mí casi con indignación.
-Rey Kalias-susurraron Adele y Adeus al tiempo-, Príncipe Ascian.
Todos les hicieron una reverencia que el Rey Kalas aceptó con una sonrisa mientras que el príncipe las ignoraba mirándome directamente, tuve la tentación de golpearlo pero entonces, Asper se giró en mi dirección mientras el Rey saludaba y dejaba que el rey presentará a los miembros presentes del ducado.
-Supongo que no tiene pareja para el baile, Majestad.
Lo vi dar un paso en mi dirección. Miré los seis pasos que nos separaban y volví mi vista a su cara para darme cuenta que daba otro paso más con una sonrisa.
-No tenía conocimiento de que se realizaría un baile hoy-espeté con frialdad-, así que no. No la tengo.
-Una pena, dado lo magnifica que se ve, Majestad, si puedo decir.
Dio otro paso y quise retroceder de inmediato, pero, iba a convertirme en la reina y no iba a retroceder ante nadie, menos antes un duquecito sin relevancia.
-Gracias-solté con indiferencia-. Supongo que usted tendrá una pareja para la velada.
Como me pida a mí que lo acompañe en este baile, voy a mandarlo a sacar con los guardias ahora mismo de mi salón sin importarme lo que rey pensará al respecto.
-Oh no-sonrió más abiertamente-, de lo apresurado que se realizó el baile no me dio tiempo de nada.
-Ya veo.
Dio otro paso y respiré profundo para no mandar a llamar a los guardias, enserio. Miré a Bastian sobre el hombro de Asper y lo vi hablar con Caius, ignorándome profundamente.
-¿No cree que sea una señal de la diosa?
-¿Una señal?-repetí incrédula-, seguro es una señal para quedarnos justo como estamos ahora.
-Yo creo que es una señal para que asistamos juntos, ¿No lo cree, Majestad?
Vi la intención de dar otro paso por lo que me apresuré a hacerlo yo. Asper pareció sorprendido de mi movimiento más cuando puse una mano sobre su pecho y lo empujé ligeramente. Me miró como si le hubiera propuesto ir a mi habitación y yo bufé.
-Creo que no quiere descubrir, señor Thyeran-lo empujé con más firmeza al ver que no se movía, retrocedió un paso sorprendido-, lo mucho que odio que invadan mi espacio personal.
-¿Está amenazándome, Majestad?
Tuvo la ligereza de sonreír divertido, cosa que no devolví y pareció preocuparlo todavía más cuando encarné una ceja y ladeé la cabeza en su dirección.
-Podría llamarlo una advertencia-espeté-. Estoy segura que lo último que necesitan usted o su familia es perder el favor de la familia real, Asper. Así que piense mejor lo que hace y dice o podría estar más cerca de esos lugares de lo que le gustaría.
El trabajo de Bastian, además de encargarse de mi agenda, debía mantenerme al tanto de los movimientos del ducado y los nobles del reino, el manejo de propiedades, recursos públicos y armamento del palacio. Nunca había agradecido tanto esa información como ahora.
Asper junto a su hermano mayor Phaye tenían la costumbre de ir a gastarse el dinero familiar en casinos al sur de la ciudad y en mujeres. Pasaban bastante más tiempo del recomendable en ese lugar y los duques comenzaban a sospecharlo. Demasiado lentos para mi gusto.
Asper palideció y retrocedió dos pasos más para verme como si fuera un fantasma, relajé mi rostro y sentí una profunda satisfacción por quitarlo de mi camino de una vez.
-Así es mucho mejor, señor Thyeran, ¿No lo cree?
Antes de que Asper recuperará la capacidad de hablar, sentí a alguien moverse para llenar la distancia que nos separaba a Asper y a mí. Un traje negro a medida y con detalles dorados que reconocí.
-¿Interrumpo algo?
La voz del príncipe llenó el silencio entre Asper y yo, este pasó a mirarlo casi como si fuera un monstruo todavía peor que yo. Dirigí mi mirada hacía el príncipe que lucía ahora una corona negra y tenía esa estúpida sonrisa burlona.
-Si-respondió Asper tenso-, la princesa Dayra y yo estábamos hablando.
-Lamento interrumpirlo, duque Asper-susurró el príncipe con burla-, pero quisiera hablar con mi acompañante.
Que los ancestros me llevarán de una vez, por favor.
Miré con incredulidad las palabras del príncipe que tenía una sonrisa casi angelical que no quedaba nada bien con él. Escuché a Asper susurrar algo pero yo solamente busqué a Bastian para arrastrarlo por el suelo por no tener la gentileza de ponerme atención.
-Parece que necesitaba ayuda-las palabras del príncipe me confundieron, volví a mirarlo para ver que sonreía con malicia-, con el duque.
-El título solamente se le da a la cabeza de la familia-corregí de mala gana-. Y no, no necesitaba su ayuda Príncipe Ascian-su nombre resultaba extraño dado que hasta ahora lo pronunciaba-, soy capaz de lidiar con estos problemas sola.
-Princesa-de nuevo ese tono burlón para referirse a mí que me molestó-no tiene que estar a la defensiva todo el tiempo.
-Y no lo estoy-bufé-. Solo no me gusta salir del palacio.
-Parecía pasarla bien afuera antes de nuestra llegada-ironizó ante mi tardanza en el almuerzo, apreté los puños-, ¿Es que acaso le molesta salir en nuestra compañía?
Sabía que se refería a su padre y a él mismo. Claro que me molestaba salir con ellos porque yo no había pedido nada de esto, pero, no iba a darle más razones para que se entretuviera.
Entonces, recordé lo que había pasado esta misma tarde en un pasillo y era un buen cambio de tema, además, me encargaba de guardar el secreto de Caius.
-Lamento mucho el inconveniente de esta tarde-murmuré mirando esos ojos dorados-, debido a eso no pude terminar el recorrido por el palacio.
-No se preocupe por eso, princesa ya tendremos tiempo para terminar el recorrido. Mucho tiempo-enfatizó.
Claro que lo tendríamos gracias al rey y su estúpido consejo. Respiré profundo antes de asentir.
-Le agradecería que no comentará nada de ese inconveniente al rey-susurré de mala gana-, lo último que espero es que se lleve una mala impresión del lugar.
-Le aseguró que una mala impresión no fue lo que me dejaron-sonrió burlón-. No se preocupe princesa-odiaba que me llamará así, en ese tono burlón-, pero la tranquilizaré diciéndole que no diré nada solo con una condición.
Nadie hace nada gratis, ¿Ven?, nunca me equivocó.
-¿Y eso que sería?
-Qué me permita el placer de una pieza-un baile, casi bufé-, me da la sensación de que no disfruta de ese tipo de eventos.
Y no se equivocaba, pero lo disfrutaría todavía menos si tenía que obligarme a bailar. Seguro que había olvidado la mecánica del asunto. A pesar de eso me obligué a asentir con hipocresía.
-Será un placer, Príncipe Ascian.
Antes de que el príncipe tuviera la oportunidad de decir lo que sea que pasaba por su cabeza, Bastian interrumpió todas las conversaciones informando que los carruajes ya estaban listos.
¿Lo bueno?, por fin pasaría un rato lejos del príncipe y su mirada burlona, ¿Lo malo?, en mi carruaje junto a Bastian iba Adelaine, la insufrible de los Thyeran.
Miré a Bastian por esta repartición asquerosa pero él se disculpó con la mirada y me informó en un susurró que había sido el rey quien había dispuesto los carruajes de esta manera.
Era una venganza, lo sabía. Una calculada venganza por mis palabras en el salón y la gema en mi cuello.
Pensé por un segundo que iba a ser un viaje tranquilo, pero, a los pocos minutos su irritante voz llenó el carruaje.
-Así que sales con el Príncipe Ascian, ¿Hum?
Miré a Adelaine con la poca paciencia que no tenía y le encarné una ceja incrédula.
-¿A ti que demonios te importa?-espeté de mala gana-, lo último que faltaría es que yo tuviera que rendirle cuentas a alguien tan inferior a mí.
Sus ojos marrones como la mierda recién puesta de una vaca me miraron con todo el odio que podían reunir al recordarle su maldito puesto en la escala del reino.
-Supongo que mis hermanos eran muy poquita cosa para ti-espetó seguramente con la intención de herirme-, la gran heredera al trono necesitaba alguien con más clase, ¿No?
-No solo la falta de clase me disgusta de tus hermanos-y de su familia en general-, además, ¿Por qué conformarme con un duque cualquiera cuando puedo tener un príncipe?
Y una mierda. Preferiría a un granjero humilde antes que a cualquiera de esas opciones, pero, eso no iba a decírselo a Adelaine. La conocía desde que éramos niñas y aunque era dos años menor que yo a veces se le daba por creerse la ama y señora del mundo.
-Siempre fuiste una maldita perra-espetó molesta-, ¿Solo nos odias por ser inferiores a ti?
Bastian trató de intervenir pero le ordené con la mirada no hacerlo. Estaba harta de esta situación y Adelaine tuvo la mala idea de meterse en mi camino como el irritante ser que era, por desgracia no sabía que tenía mucha irritación acumulada.
-No te veo a ti besándole las patas a las cucarachas-ladeé la cabeza-, ¿Por qué tendría que hacerlo yo?
-Serás zorra-siseó entredientes.
Vi que tenía la intención de lanzarse sobre mí como si quisiera hacerme daño, pero fui más rápida. Tomé sus muñecas entre mis manos y las apreté con fuerza, viendo como abría los ojos tanto como podía llena de sorpresa y temor.
-Cuidado con esa lengua, Adelaine-susurré con malicia-o podrías perderla.
Mi molestia por la situación, la irritación acumulada y mis manos sobre su piel fueron suficiente para que pudiera entrar en ese lugar vacío y sucio que ella conocía como su consciente. Pude verme a través de sus ojos, pude sentir su furia que era menos que el temor que sentía justo ahora.
-No me conoces Adelaine-vi por sus ojos que mi boca no se movía pero ella me escuchó, la sentí temblar del pánico-, puedo hacer muchas cosas peores que estas.
Solté sus manos y sentí que el mundo entero me daba vueltas, el dolor en mi cuerpo aumentó mucho más de lo que ya estaba antes de ir a mi habitación, el estómago se me revolvió y los huesos me dolieron solo por estar sentada. Pero me obligué a mostrarme seria.
Me tomó un par de segundos definir el mundo a mi alrededor y cuando lo hice, los ojos de Adelaine estaban llenos de lágrimas, apretaba sus manos en su regazo y miraba con temor por la ventana con labios temblorosos.
-Supongo que no tendré que repetirte de nuevo que te alejes de mis hermanos ni que no quiero ver tus manos sobre el cuerpo de mi hermano Caius-ella sacudió la cabeza frenética-. Me alegra que hayamos conversado, Adelaine.
Bastian me miró preocupado, no por lo que había hecho porque eso no le sorprendía, sino por el esfuerzo al que me estaba sometiendo. El cuerpo se me estremeció todo el camino e incluso cuando llegamos a un enorme jardín en la ciudad que era usado para reuniones de cualquier tipo.
Había muchas personas que parecían sorprendías al ver a los invitados del rey, pero aumentaba su sorpresa al verme. No salía del palacio para nada como las fiestas que organizaba el rey o el ducado, nunca, así que les sorprendía verme en esta fiesta sin motivo aparente.
Durante las primeras horas, el ducado, el rey Kalias junto al rey y mi hermano estuvieron conversando, yo estuve apartada, saludando a las personas que tenían la valentía de acercarse a mí y aguantando los intentos de Bastian porque comiera algo junto al dolor de mi cuerpo a cada respiración.
El lugar no contaba con sillas, al menos, no hasta el momento y no enviaría a Bastian a buscar una solo para no darle justo al rey de recordarme lo patética que era.
-Arregla todo para ir a hacer las visitas a las familias mañana mismo-le ordené a Bastian al verlo acercarse a mí con un postre diferente-y las compensaciones correspondientes.
-No creo que se prudente, Majestad-susurró Bastian mirándome como si suplicará que aceptará el plato en sus manos-. El Rey planeó-
-¿Volviste a meterte en su estudio?
Casi sonreí al ver el rostro rojizo de Bastian. Le avergonzaba admitir todas las cosas que hacía por mí y, eso solo me hacía apreciarlo más.
Cuando comenzó en su trabajo como mi consejero, el consejero del rey y los guardias no le decían nada, por ese tiempo estaba todavía demasiado... ida para tomar las riendas del palacio. Bastian necesitaba reunir información tanto para mí como para él así que en un acto desesperado irrumpió en el estudio real para conseguir tanta información como le fuera posible.
-El Rey planea-repitió ignorándome-citar a los miembros del consejo de guerra y al parlamento para informarles su nueva... situación.
-Querrás decir para complacerlos-Bastian apretó los labios y bufé-. No me importa el plan del rey, tengo una agenda que seguir y si no le gusta puede irse-
-Princesa-la voz burlona del príncipe me obligó a apartar la mirada de Bastian para verlo, sonreía abiertamente-, vengo a cobrar ese baile que me prometió.
Aguanté las ganas de correr y lo acompañé al centro del jardín, bajo la mirada atenta de todos. Sabía yo que era lo que seguía a este baile y, saberlo solo hacía que mis ganas de decir no.
El príncipe me sostuvo de la cintura mientras mantenía una de mis manos sobre la suya. El contacto de su piel, su solo calor me causo un dolor profundo que estuvo por hacerme caer al suelo, pero, tenía demasiados ojos sobre mí como para demostrar algo como eso.
La música comenzó y el príncipe bailaba con tanta soltura que yo debía verme fatal a su lado tratando de imitarlo. Sus ojos dorados estaban sobre mí pero yo solo miraba a las personas a mí alrededor, no a los nobles pretenciosos si no a las personas humildes que confiaban en mí, que contaban conmigo, con mi sacrificio.
Miles de familias, de niños, de jóvenes y ancianos contaban con que en el momento en que el príncipe dijera esa horrible frase yo aceptará encantada.
Era por ellos por quien me sacrificaría, no por el rey y su estúpido consejo o parlamento, solo por esas personas que no tenían como pagarse una defensa propia o el título para acceder a defensa del reino.
No me sorprendió cuando el príncipe, al terminar la pieza, tomó mi mano derecha y sonreía como si estuviera verdaderamente alegre, pero era falsa esa sonrisa. El brillo de sus ojos lo delataba.
Miré como se puso sobre una de sus rodillas para sorpresa de todos y pronunció un discurso corto, elaborado y demasiado falso para que le pusiera atención.
Solamente miré al suelo hasta que del bolsillo de su chaqueta saco una caja de terciopelo negro y la abrió revelando una sortija de oro negro con un diamante blanco en forma de rombo rodeado de pequeños diamantes negros. Luego pronunció esas horribles palabras.
-¿Me haría el honor de convertirse en mi esposa?
Miré esos ojos dorados, no los del príncipe arrodillado frente a mí, sino los de mi hermano que lucía sorprendido. No había sido la hermana que él merecía pero no permitiría que esta guerra lo alcanzará, no a él.
Fue por él que baje la mirada al príncipe Ascian y di el monosílabo que todos querían escuchar. Con una sonrisa triunfante puso la sortija en mi dedo y se levantó para darme un abrazo extraño que no correspondí.
El resto de la velada se convirtió en la celebración de mi compromiso mientras debía obligarme a permanecer al lado del príncipe y los reyes aunque mi cuerpo pedía algo diferente.
Aunque había aceptado unir dos reinos ante todo el mundo, lo único que estaba aceptando era proteger todo lo bueno que había en Khelvar. Proteger a mi hermano que no tenía nada que ver con esta guerra y todos los niños en el reino que no merecían una sola herida del conflicto.
Pero definitivamente no iba a dejar que el príncipe Ascian me pusiera un solo dedo encima y mucho menos darle un maldito heredero. Sin importar quien lo pidiera.
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Nota de autora: Hasta ahora solo hemos visto una pequeña porción de lo que Dayra puede hacer. ¿Qué creen que llegue a pasar entre Ascian y Dayra?, ¿Sabremos alguna vez que era lo que en realidad hicieron Bastian y Dayra?, ¿Qué importancia tiene el ducado o la familia Thyeran en esta guerra?