El campamento era un caos. Un completo y ruidoso caos.
Las personas iban de un lado a otro gritando y cantando como si estuviéramos en las celebraciones de final de año, y no, en el final de una batalla ganada milagrosamente. Los generales habían llegado al campamento entonando una canción que no conocía de antes y en cuanto los soldados que nos custodiaban los vieron hicieron sonar las trompetas para recibirlos.
La noche había caído y el estruendo solamente había empeorado. No sabía cómo los habían conseguido pero en el momento en que la noche se acentuó a nuestro alrededor había llegado un grupo música, chicas y alcohol. Mucho alcohol.
Aunque la celebración luego de esta batalla no me agradaba en nada, fue excusa perfecta para que los generales arrastrarán al príncipe lejos de mí con una intención que no me molesté en escuchar. Todos estaban felices, incluso los soldados que se encontraban acostados en camillas, había mandado a llamar al destacamento de la montaña blanca en el momento en que vi a los soldados y sabía que no tardarían en llegar.
Respiré profundo alejando el olor de sangre y humedad que me golpeaba a cada paso que daba para tratar de alejarme del bullicio y canticos. No odiaba que las personas celebraran haber vuelto con vida para volver a ver a sus familias o para ver un día nuevo, pero las celebraciones no eran lo mío.
Demasiada alegría que no podía compartir.
-No sé porque sabía que te encontraría aquí.
En cuanto escuché su voz, no pude evitar sentir de nuevo esa ola de alivio que había experimentado en el momento en que lo había visto caminar de vuelta.
-Sabes que las fiestas no son lo mío-murmuré mirando el interior de la tienda que había a mi costado-, ¿Siempre es lo mismo cuando terminan una batalla?
-No siempre es así de ruidoso-murmuró divertido-, me parece que es más una excusa para estar con tu prometido.
Las ganas de sonreír eran tan palpables que tuve que soltar un bufido para no hacerlo, no había motivo para sonreír por eso, más cuando estaba involucrado en esa oración ese irritante ser humano.
-Por mí, podría visitar cada campamento del reino, si eso lo mantiene lejos de mí, no me quejo.
Caius, contrario a mi soltó una gran carcajada antes de pasar su brazo sobre mis hombros y dar un beso en el costado de mi cabeza. Su calor fue un alivio para mis músculos tensos y adoloridos, lo había echado de menos durante los meses anteriores.
-Seguro nadie imagina lo que significa para ti ese compromiso-susurró Caius en tono confidencial-, pero todos te lo agradecerán.
-Dudo que lo hagan-espeté con firmeza alzando la vista para ver las estrellas en el cielo-. Lo único que todos querían era tener la certeza de que no iba a ser una mujer la que tomará las riendas de Khelvar.
-No digas eso, Dayra.
-Ambos sabemos que es verdad.
Como lo esperaba, no fue capaz de discutirlo porque sabía que era verdad. El consejo, el parlamento, el reino entero tenía miedo de que fuéramos nosotros el primer reino con tener únicamente a una mujer en el poder.
Nunca me hizo ilusión tener la corona, la atención y el poder. De hecho, cuando había cumplido los 12 años, había hablado con Caius, como cosa de niños, lo que podía hacer para dejarlo a él en el poder. Ideamos tantos escenarios ridículos que en ese momento me parecieron sensatos para que fuera mi hermano quien liderará al reino, que llegué a convencerme de que era lo mejor para todos, al final de cuentas, mi hermano siempre mostró esa chispa de liderazgo que me hacía falta.
Al menos hasta que el rey, con 16 años, me lanzó de golpe y sin preparación suficiente al consejo, al parlamento, al reino entero para que lo liderará mientras se reponía. Las primeras veces lanzarme a decir lo que pensaba fue motivo para que me menospreciaran porque era "una princesa" y "no tenía la preparación suficiente para el cargo". Lo peor de todo fue permitírselos durante unas cuantas semanas.
Entonces todo cambio. Un suceso tras otro. De golpe.
Me di cuenta que debía darme mi maldito lugar. Era una princesa, y seguía siéndolo pero ante todo era la heredera al trono, era la primera en la línea de sucesión y me habían preparado toda mi vida para eso, ¿Por qué un grupo de personas tenían que quitarme mi derecho de nacimiento?
Entonces, aunque el puesto que tenía por sangre me apetecía cada vez menos, empecé a pelear por él, a defenderlo y a dármelo a mí misma. Es mi título, es mi corona, es mi reino, es mi trono y no iba a permitir que nadie más me lo quitará.
Ni siquiera mi prometido.
-El destacamento de la montaña blanca llegó hace unos minutos-me informó Caius logrando que me tensará-, Bastian está buscándote.
Podía imaginarlo corriendo de un lado a otro para quitarse a los hombres de la montaña blanca de encima y que yo lidiará con ellos, incluso podía ver su rostro lleno de nerviosismo solamente porque él no podía hablarle mal a nadie.
Respiré profundo porque sabía lo que se avecinaba, no solo con los hombres de la montaña blanca, sino con el hombre a mi lado que estaba incluso más tenso que yo.
-Entonces debo ir.
Traté de moverme pero Caius no me lo permitió sosteniendo mi hombro con la fuerza necesaria para que sintiera su decisión, pero sin la necesaria para hacerme daño.
-No, no vas a ir-puntualizó-. ¿Por qué están aquí?
Sabía que no hablaba solo del destacamento que estaba ayudando a los heridos, sino a los Portadores y los Mortificadores que los habían ayudado en esta batalla.
Todos en el campamento, en el reino entero, eran conscientes que las comunidades como ellos no ayudarían al reino en nada si no querían, la ley les permitía negarse y ellos preferían hacerlo antes que mover un dedo por la corono. Aun así habían venido porque yo lo había ordenado y eso era, para todos, todavía más desconcertante.
Me zafé de su agarre y me giré para verlo. Su rostro era un conjunto entre las sombras de la noche y luz de la luna del que solo podía identificar su determinación para encontrar una respuesta que no tenía intenciones de darle.
-A lo mejor les ha nacido el espíritu patriótico-ironicé-y han querido ayudarnos a terminar esta guerra de una vez por todas.
-Sabes que no es eso.
Caius tenía una determinación que me dejo muy en claro que, esta era como las demás batallas en las que había luchado y no se detendría hasta salir vencedor. Lo que mi hermano no sabía era que yo era un oponente mucho más fuerte que él.
-A lo mejor no sé porque vinieron.
-Dayra-su tono fue severo-, tu sabes tan bien como ellos cual es el principal motivo por el que están aquí ayudando todos ellos.
Lo sabía también como ellos, en eso mi hermano tenía razón pero no iba a darle... esa ventana al pasado cuando él no tenía la confianza suficiente para liberar conmigo esos demonios que lo atormentaban y, que estaba segura, no lo dejaban dormir mucho de noche.
-¿Qué más da porque están aquí?, vinieron a ayudarnos que es lo importante.
-No-dio un paso en mi dirección enderezándose completamente-, lo que importa es lo que hiciste.
El tono de acusación mando como un rayo la imagen de esa noche, los gritos, las defensas en vano, la determinación y la rabia que había ocultado una sola cosa. Alejé esos pensamientos manteniéndome firme y segura frente a mi hermano que me miraba tan fijamente como podía.
-¿Lo qué yo hice?-repetí con ironía-, lo único que he hecho es tratar de ayudar a que volviera tantos soldados con vida como fuera posible.
Una oleada de rabia me estremeció el cuerpo haciendo que un espasmo de dolor me obligará a apretar las manos con fuerza para no doblarme sobre mí misma.
No podía mostrarme débil.
-Sabes que no hablo de eso-me miró con seriedad-, ¿Por qué ellos parecen tenerte miedo?
-¿Miedo?-repetí incrédula.
Ni uno solo de ellos me había mirado con miedo o terror, se habían alertado al recordarles ese suceso sí, pero nunca mostraron miedo porque sabían que yo no les atacaría.
-Durante toda la reunión los Portadores y los Mortificadores no hacían nada más que mirarte como si esperarán que atacaras-puntualizó aunque yo no lo había notado-, ¿Qué es lo que hiciste?
Su reclamo, el dolor que volvía a mi cabeza, el dolor en mi cuerpo y huesos fueron suficientes para que quisiera terminar esa conversación de inmediato. Yo era la mayor, yo tenía el título más alto y no tenía por qué rendirle cuentas a él ni a nadie.
-Lo que hice, haga o haré no es problema tuyo si no te-
Interrumpir a una persona era el acto, a mi parecer, de mayor irrespeto que podía realizarse y nunca me lo tomaba bien, pero Caius era una de las tres personas a las que les permitiría interrumpir cualquier cosa que estuviera diciendo.
-Si es problema mío-aseguró firme-. Tú eres problema mío, Dayra, eres mi hermana y es mi deber preocuparme por ti.
Aguante las ganas de abrazarlo porque sabía lo que hacía. Ah, Caius también había aprendido algo de estrategia en todos estos años. Quería hacerme bajar la guardia para que le dijera lo que quería escuchar, pero no iba a ser tan fácil.
-No te incluye directamente, Caius, ¿Qué más da lo que haya hecho o dicho para que ellos viniera?, lo único que importa es que están aquí para ayudar.
-¿Por qué insistes en alejarme de tu vida?-preguntó mi hermano con algo de dolor que no esperaba-, ¿Qué es lo que te preocupa que encuentre?
-Nuevamente: No es asunto tuyo-puntualicé alzando con más firmeza mi cara, dado que Caius era más alto que yo-. Y no me preocupa que encuentre nada, por mí no hay ningún problema si quieres ir preguntándole a cada habitante de Khelvar que fue lo que hice o dije.
No me importaba porque nadie hablaría de ello. Todos los que conocían el secreto tenían muy presente que pasaría de abrir sus lindas boquitas, y, nadie quería hacerse con las consecuencias.
Era el secreto mejor guardado de Khelvar porque me había asegurado de eso.
-Voy a averiguarlo-aseguró con determinación-, te guste o no.
-Ya te dije que yo no tengo-
Las palabras se me atoraron en la garganta cuando vi detalladamente su estado. Caius había aprovechado la oscuridad tenue, la situación y la conversación para que no notará el olor a sangre que emanaba su cuerpo, la capa de sudor en su frente y la manera en que se apoyaba en su costado derecho porque su armadura estaba destrozada en la cadera del lado contrario.
-Serás imbécil-espeté molesta-. ¿Qué demonios haces aquí interrogándome en lugar de dejar que te curen?
Ni siquiera espere a que contestara nada antes de pasar por su lado para comenzar a caminar en dirección a la los campamentos de enfermería donde debían de encontrarse los hombres de la montaña blanca. Escuché a Caius seguirme mientras reía por lo bajo, divertido de mi actitud.
Al menos aquello había terminado la conversación de inmediato.
En la tienda principal estaban reunidos el General Francis, Bastian y quien sería el vocero de los hombres de la montaña blanca, Asmeud, usaba una túnica gris con bordados blancos, su cabello canoso estaba recogido en una coleta baja con una cinta blanca y su barba estaba de la misma manera.
-Majestad.
En cuando Bastian me vio hizo la misma reverencia de siempre, acto que imitaron los dos hombres a su lado, uno con respeto y el otro con recelo, por supuesto.
-Veo que atendieron a mi solicitud-me dirigí con algo de hipocresía a Asmeud que estaba tenso-, en nombre de todo el campamento, se los agradecemos.
-Es una muestra que Sbrina considera dejará en clara nuestra intención de mejorar relaciones con la nación.
Sbrina siempre me pareció una mujer inteligente, ahora lo demostraba.
Asentí de acuerdo con sus palabras, ya que ellos habían sido los primeros testigos de lo que pasaba cuando cultivaban una muy mala relación con la nación, en especial, con la familia real.
-Ahora están todavía más claras-vi a Bastian tensarse para ver al General con algo de nerviosismo, pero él estaba ajeno a la conversación-, ¿Cómo se encuentra la señora de la montaña?
El General Francis se alejó murmurando una excusa que no escuché porque estaba ocupada mirando la cara de odio profundo que Asmeud me ofrecía.
-Mucho mejor-susurró con molestia Asmeud-, sigue recuperándose.
-Oh, una verdadera pena en verdad-ironicé ligeramente-, supongo que todos extrañan a Freud.
-Unos más que otros, al parecer-atacó con elegancia.
Casi me entraron ganas de reírme, pero entonces, alguien más se unió a la conversación.
-Al final tengo el placer de conocer a los sagrados hombres de la montaña blanca-susurró con su voz cargada de neutralidad-, los Hijos de la Luna.
Asmeud tuvo la gentileza de mirarme durante el momento en que hablo el Príncipe Ascian, al final de cuentas a él no le conocía pero a mí sí.
-Príncipe Ascian-hizo una corta reverencia antes de verlo con detenimiento-. Habló por todos cuando le digo que lo felicitamos por su compromiso-me miró nuevamente y sonrió ligeramente, con malicia-. Sabemos la clase de felicidad que tendrán juntos.
Su frase me descolocó, todavía más que el Príncipe, que había tenido el atrevimiento de comenzar a rozar mi mano con la suya se tensó.
Por un momento creí que hablaba de lo que habría pasado en el palacio la noche anterior, pero, nadie excepto Bastian lo sabía y verlo de reojo me confirmó que él tampoco entendía lo que estaba diciendo Asmeud.
-¿Cuántos vinieron de su montaña, Asmeud?
Me decidí a cortar el extraño ambiente porque, lo que hubiera hecho, haga o hiciera el Príncipe Ascian no podía importarme menos.
-Diez, es lo que pudimos reunir en el poco tiempo que disponíamos para acudir a su llamada.
Su tono desdeñoso no pudo importarme menos, al final de cuentas, me daba igual que a él no le agradará lo que Sbrina había hecho o lo que yo había pedido.
-¿Ya están trabajando?
-Así es-entrecerró los ojos en mi dirección-, supusimos que deseaba que comenzáramos a atender a los que se encontrarán más graves.
-Una buena suposición sin duda-él me miró con todo el odio que tenía-. Cuando vuelvan a su templo, asegúrese de decirle a Sbrina que me encantaría realizar una visita a sus dominios, para... charlar.
Eso lo hizo tensar, claro, además de mirarme con sumo recelo como si se esperará que la historia se repitiera de nuevo ante sus ojos. Miré a Bastian que estaba tan blanco como el papel.
-Bastian, necesito hablar contigo-lo vi asentir, miré a Asmeud que seguía tenso-. Eso es todo, Asemud, puedes irte a ayudar.
Él hizo otra corta reverencia antes de girarse murmurando, seguramente, todo el odio que él como los demás en la montaña blanca sentían por mí. No eran los únicos y podían ponerse al final de la lista de prioridades.
Bastian se movió un paso antes de que el Príncipe se moviera para estar frente a mí, con el rostro extrañamente inexpresivo mientras me miraba fijamente, seguramente todavía afectado por las palabras de Asmeud, significarán lo que significarán para él.
-Necesito hablar con mi prometida primero-puntualizó y me ofreció su mano-, ¿Podría acompañarme?
Solté un suspiro de irritación y asentí sin mover un solo musculo para que mi mano tocará la suya, cosa que él respeto y se limitó a girarse y caminar fuera de la tienda.
Lo seguí consciente de que, en el momento en que la conversación terminara Bastian llegaría a mi encuentro.
-¿Qué pasa?-pregunté en cuanto vi que seguía caminando alejándose de las tiendas y de la celebración-, ¿De qué se supone que nece-
Las palabras se me ahogaron cuando sin aviso el Príncipe Ascian se giró sobre sí mismo quedando frente a mí, obligándome a retroceder un paso que casi nos hizo juntar nuestros cuerpos.
-¿Quién era ese hombre?
Su pregunta fue pronunciada con completa tensión, como si estuviera conteniéndose para no ir a golpear a Asmeud, cosa que a mí no me molestaría presenciar.
-¿Quién?-pregunte como si no entendiera-, seguro ha conocido muchas personas esta noche como para que yo sepa a quien se refiere, Príncipe Ascian.
-No se haga la tonta, princesa, que ambos sabemos que ese papel no le queda-estaba molesto, pero no conmigo-. ¿Quién era el hombre con quien estaba hablando en la tienda momentos antes?
-Asmeud-respondí sintiéndome ligeramente molesta-, un sanador de la montaña blanca.
-¿Un sanador?-pareció tensarse mucho más-, ¿Eso qué es exactamente?
-Una persona capaz de acelerar la curación de cualquier herida-me encogí de hombros-, o en teoría eso es lo que se supone que son.
-¿Y en realidad que son?
-Un grupo de personas con ínfulas de grandeza que se creen más especiales e importantes de lo que en realidad son-mí tono fue mucho más cortante de lo que pretendía-. ¿Qué le importa quién es Asmeud?
Su única respuesta fue apartar la mirada todavía más tenso. Así que en realidad estaba así por lo que sea que Asmeud sabía o había escuchado de él, casi quise reír.
-No deje que la palabra de ese viejo amargado le afecte, aunque tuviera toda la información necesaria para ridiculizarlo o minimizarlo será lo suficientemente inteligente para mantener la boca cerrada.
Poco me importaba lo que le afectará al Príncipe Ascian o no, pero, no quería que cada vez que alguien dijera algo que lo relacionará directamente con lo que fuera de su pasado tomará esa actitud de: "Necesito información de ese sujeto para ver si es o no una amenaza".
-¿Por qué esta tan segura?
Respiré profundo y miré las estrellas a su espalda. Ahora que lo miraba con detenimiento, la noche... Esa noche era similar a esta, había una fiesta en otro lugar mientras que algo verdaderamente importante era contemplado y callado por las estrellas.
-Porque usted es mi prometido-odie esas palabras-, y por mucho que la idea me desagrade, ninguna comunidad importante en Khelvar por no decir que nadie en general se atreverá a decir o hacer algo en su contra.
-¿Por qué?-soltó con burla, pero relajando su cuerpo-, ¿Por usted?
-Si-solté con simpleza-. Puede llamarlo respeto por la futura reina o temor a su ira, me da completamente igual-di un paso corto y alcé la cabeza para verlo fijamente-. Espero que sea la última vez que me somete a un interrogatorio de esa manera, Príncipe Ascian.
-¿Lo preferiría de otra manera, princesa?
-Preferiría, por esta alianza, que no volviera a interrumpir mis planes solamente porque quiere información. Si vuelve a sentirse con ese impulso puede dirigirse a Bastian o cualquier persona en el reino, ¿Entendido?
Él encarnó una ceja divertido, inclinando la cabeza y retrocediendo un paso poder verme con mayor comodidad, dada su altura.
-No creo que usted esté en condiciones de terminar con la alianza, princesa.
-Los intereses y límites del rey no son iguales a los míos-puntualicé-. A mi esta alianza no me importa lo mismo que a él, así que poco me importará terminarla.
-¿Pondría tantas vidas en peligro por su orgullo?, que egoísta resulto princesa-sonrió divertido.
Era odioso, completa e irritantemente odioso.
Ganas no me faltaban de mandar esa alianza a dar una muy larga e infinita vuelta, claro está, si no fuera porque necesitábamos sumar números para proteger de nuevo las fronteras, controlar la población rebelde que no faltaba y subir un poco más nuestros números en dinero.
-Seguramente no le han informado que mañana partiremos a Aphud.
Sus palabras me dejaron en blanco durante el tiempo suficiente para que él se regodeará en su superioridad del momento con una sonrisa.
¿Ir a Aphud?, ¿Por qué?
No quería viajar todo el camino, no quería ir a su reino y mucho menos quería dejar el mío solo por... nuestro compromiso. No había otro motivo y lo sabía, a final de cuentas, él ya había sido presentado en el reino y los periódicos llevaban dos días hablando de eso así que faltaba que yo hiciera lo mismo en su reino.
Lo que se reducía a otra fiesta todavía peor a la anterior porque en esta ocasión necesitaba estar más alerta.
-No, no había sido informada-espeté con molestia.
-Nuestros padres-me tensé al ver incluido a ese ser humano en esa clasificación-organizaron todo para el viaje mañana en la mañana.
Y tendría que pasar la noche en su palacio, dejando que alguien más me atendiera. O eso pensaba el rey y el Príncipe Ascian, porque yo no iba a dejar que alguien más se encargará de mí, en este viaje me acompañaría Dinrya y Katrine,
Asentí porque definitivamente esta conversación me apetecía un poco menos que la que estaba teniendo con Caius, me giré y caminé de vuelta a la tienda donde Bastian estaba esperando caminando nervioso en el frente de la tienda.
-Bastian-mi voz lo hizo mirarme con una mezcla confusa entre el alivio y el nerviosismo-, ¿Qué pasa?
Él miró a todos sus lados antes de susurrar bajo:
-Es mejor que hablemos en otro lugar.
Un tema serio, lo entendí de inmediato así que sin mediar palabra me giré mientras Bastian me seguía hasta mi tienda, agradecí que el Príncipe Ascian decidiera ir a la celebración porque no quería tener que buscar otro lugar o, peor aún, tener que echarlo.
-Ahora dime que pasa, Bastian-ordené.
-Algo... me preocupa, Majestad-estaba completamente nervioso-, bueno, de hecho son dos cosas pero...
Tenía la frente cubierta de una ligera capa de sudor, sus manos temblaban y era incapaz de quedarse quieto porque se balanceaba ligeramente sobre sus pies.
Respiré profundo mientras Bastian buscaba las palabras para expresar lo que fuera que sentía y me senté en la cama sintiendo alivio de no estar más de pie, pero dolor de poner el peso de mi cuerpo sobre mi cadera.
-¿A qué cree que se refería Asmeud?-preguntó confundido-, lo que sea a lo que se refería afecto al Príncipe Ascian.
-¿Y?-encarné una ceja incrédula-, ¿Por qué debería importarnos?
-¿No le preocupa la clase de persona con la que va a casarse?-parecía genuinamente sorprendido-, es peligroso no saberlo.
-Eso deberías decírselo a él, Bastian, no a mí.
Él se tensó y paso saliva apartando la mirada claramente recordando aquello.
Suspiré para mirar mis piernas adoloridas como el resto de mi cuerpo, no tenía hambre y sabía que vomitaría todo pero la sensación del estómago completamente vacío me irritaba.
-¿Qué te preocupa de eso, Bastian?-no lo habría dicho si fuera otra cosa-, ¿Temes por mi seguridad?
-Es mi trabajo-frunció el ceño antes de negar-. Pero no es eso, es... no sé cómo explicarlo.
-¿Qué?-lo miré interesado-, ¿Qué crees?
-Majestad, ¿Y si el pasado del Príncipe Ascian le trae nuevos enemigos?
-¿Más?-casi solté una risa irónica-, tu sabes mejor que yo Bastian, que seguramente se matarían entre ellos para elegir quien tiene el derecho para acabar con mi vida.
-Es diferente-puntualizó Bastian nervioso-, lo... siento.
-¿Lo sientes?-repetí incrédula y sorprendida-, ¿Has vuelto-
-No-me interrumpió Bastian negando con la cabeza-, no con nadie más que usted, Majestad.
Casi suspire decepcionada, si Bastian podía volver a hacerlo me sería de mucha utilidad.
-Investigaré el asunto-informó Bastian más decidido-, aunque no sea de su interés seguro en el futuro necesite algo de... información sobre el Príncipe Ascian.
-¿Te he corrompido de esa manera, Bastian?-ironicé divertida-, no dejas de sorprenderme.
El rostro de mi consejero se tornó rojizo mientras miraba al suelo avergonzado. Quise agradecerle, pero, este no era el final de la conversación y me comenzaba a parecer que Bastian había sacado ese tema solo para ganar tiempo.
-Hazlo-ordené aprobando su decisión-. Pero necesito que me digas, Bastian, ¿Qué es lo que te preocupa?
Su actitud de completo nerviosismo volvió, miró cualquier cosa en la tienda menos a mí, cosa que comenzaba a intrigarme porque Bastian solo se ponía de esa manera con temas verdaderamente serios.
-Tiene que ver esto.
Me tendió un sobre blanco con detalles negros, un mensaje directo de Edmund, sin duda. Lo tomé y lo abrí con rapidez sacando un papel pequeño del mismo estilo con su caligrafía en cada palabra de la nota.
«Princesa Dayra, le pido amablemente que me permita hablar con usted unos minutos ya que no sé si reaccionaré igual de bien a la siguiente amenaza. Yo no soy Sbrina, no lo olvida.»
-No lo he abierto antes-estaba nervioso-, pero Edmund no estaba feliz al entregar ese sobre, casi pensé que me golpearía.
-Edmund es agresivo, irritante y arrogante pero definitivamente no es idiota-espeté con indiferencia-. Luego de mi visita a Aphud quiero que envíes una invitación a Edmund y su esposa para un almuerzo. Es importante que la invitación le llegue a ambos.
Porque Edmund estaba sacando sus cartas, sabía yo que él no era tan difícil de intimidar pero eso no lo exceptuaba de tener un punto débil y yo iba a explotarlo para mi conveniencia.
-Como ordene, Majestad-asintió Bastian-, ¿Quién le informó del viaje a Aphud?-preguntó preocupado.
-No te preocupes Bastian, sé que no lo has hecho porque no has tenido tiempo-lo tranquilicé-. Fue el Príncipe, casi he querido golpearlo solamente por la sonrisita arrogante que me ofreció al darse cuenta que yo no lo sabía.
-Yo tampoco tenía conocimiento de la decisión del Rey Deizon-me confirmó Bastian-, me ha informado el Rey Kalias que parecía extrañado porque el Rey Deizon no le hubiera comunicado aquello.
-El rey Deizon tiene otras prioridades-espeté con irritación-. Para el viaje quiero a Dinrya y Katrine listas para acompañarme, definitivamente no planeo usar al personal de Aphud.
-Ya fueron informadas-asintió Bastian sorprendiéndome-, supuse que no querría partir sin ellas.
-Otra suposición acertada esta noche-suspiré-. ¿Qué será lo que planea el rey al arrastrarme a esas tierras?
Era más un pensamiento en voz alta que una consulta, Bastian al igual que yo pensamos en esa respuesta. El rey no movía un solo dedo sin pensar en el beneficio que podía obtener de ello, era un hombre ambicioso y avaro lo que le había traído muchos problemas.
-Quiere asegurar el matrimonio-afirmé con un sabor amargo en la boca-, si anunciamos el compromiso en ambos reinos será más difícil echarnos atrás.
-Según lo que he escuchado, la mayoría de la nobleza en Aphud está de acuerdo-confirmó Bastian-. Eso les permitirá expandirse en territorio y obtener los recursos de Khelvar.
-Para explotarlos como hicieron con la Isla de Arena-solté con amargura-, sobre mi cadáver.
Bastian entendió de inmediato esa idea que de vez en cuando me susurraba en los oídos al pensar en el compromiso, era arriesgado pero no imposible. Podía funcionar si sabía mover mis cartas con al Príncipe Ascian.
-Es peligroso-informó Bastian con cautela-, podría salir en su contra.
-O a mi favor-aseguré-, ambos sabemos que sería peor ceder que defender.
Decir en voz alta lo que iba a hacer era peligroso, porque no sabíamos quién podía estar escuchando afuera. Bastian sabía tan bien como yo que había palabras que el viento arrastraba y no era conveniente que las llevara a oídos demasiado inoportunos.
-¿Algo más de lo que hablar?-cambie el tema-, estoy segura que algo más te preocupaba.
-Si-asintió con nerviosismos-, también encontré esto.
Me tendió un papel negro, completamente negro. Lo tomé algo confundida y abrí la hoja que estaba doblada por la mitad, la letra era blanca para resaltar en el extraño color del papel.
«El pasado los alcanza a todos, Princesa Dayra, usted no será la excepción. Tic Tac»
Alcé la mirada para encontrarme a Bastian completamente pálido mientras se pasaba las manos por sus piernas para secarse el sudor.
-¿Quién lo envió?
No podía molestarme con Bastian, la culpa no era suya, pero eso no evito que mi tono fuera brusco como si quisiera golpearlo. Esas palabras... fueron escogidas perfectamente para dar un mensaje muy peligroso.
-No lo sé-susurró Bastian con nerviosismo-, no tenía remitente y es letra de molde así que no sabemos quién la escribió-estaba asustado-. Pero... la encontré sobre su cama.
-¡¿Qué?!
Me puse de pie de inmediato. Miré el papel y las ganas de encontrar a quien lo había escrito fueron grandes y peligrosas.
-Nadie pudo no haber visto nada, Bastian-espeté molesta-. Quiero un carruaje listo para partir al palacio en cuanto se vayan los hombres de la montaña blanca.
-Ma-Majestad-susurró Bastian nervioso-, el Rey Deizon quiere-
-Me importa una mierda que quiera-espeté con firmeza-. El carruaje listo, necesito saber quién tuvo la gentileza de enviar el mensaje antes de partir a Aphud, porque estoy segura que quien planeó esto-sacudí la nota antes de arrugarla-, no fue el mismo que se metió en mi habitación. Sería estúpido.
-Como guste, Majestad.
Bastian no parecía estar de acuerdo con mi decisión, porque en general, no apoyaba ese tipo de decisiones pero no lo discutía porque sabía que era lo mejor.
-Quiero que todos los que trabajaron en el palacio estén a la espera de mi llegada porque quiero hablar con cada uno de ellos y me da igual que me tome la noche entera.
Hablaría con cada uno de ellos y pobre del que osará a mentirme, porque justo ahora mi paciencia se había desvanecido en la completa nada.
-¿Y qué le diremos al Rey Kalias?
La pregunta y preocupación de Bastian era completamente valida, pero me daba igual justo ahora cualquier cosa que no fuera el sujeto gracioso detrás de la nota.
-¿Decirle de qué?, es mi palacio y yo hago en él lo que me pegue la gana.
-Podría hablar con el Rey Deizon para obtener información-informó Bastian, como siempre, pensando en todo-, será muy extraño que llegará a ver que el palacio esta desierto porque todos están siendo interrogados.
Respiré profundo para calmarme un poco.
-Enviale un mensaje a Asper Thyeran de mi parte-Bastian sabía lo que eso significaba-para que organice lo que sea para llevar al Rey Kalias a su mansión o que vaya de inmediato a invitarlo, confiemos en que el Rey Kalias sea tan amable como creemos para que deje el palacio de inmediato.
Bastian abrió la boca para decir algo pero cerró la boca cuando la tela que cubría la puerta de la tienda se movió. El Príncipe Ascian entraba con una mujer del brazo que estaba completamente sonriente y tambaleante.
-No sabía que estuviera ocupada-sonrió inocentemente el Príncipe mientras saltaba la mirada entre Bastian y yo-, lamento la interrupción.
-Ya nos íbamos-aseguré mirando a Bastian que asintió-, el lugar es todo suyo.
El Príncipe dio un par de pasos al interior de la tienda dejando la salida libre por la que salió casi corriendo mientras que la chica soltaba una risa torpe al pasar su mano por el mentón del Príncipe.
Ellos estaban creando una escena digna del teatro Montesrf, ella lo miraba con los ojos brillantes, una sonrisa extraña que seguro debía expresar su adoración a su físico y trataba de apretujarse contra él. El Príncipe Ascian la sostenía de la cintura mientras le susurraba los ancestros sabrán que, le sonreía de esa manera lascivia con la que los hombres sonríen a las mujeres cuando ellas no se dan cuenta.
Arrugué la nariz ante la escena, no me interesaba quedarme a ver y tenía otras intenciones para esta noche. Puse los ojos en blanco y me encaminé a la puerta, el olor del alcohol me golpeo nada más al pasar por enfrente de la chica desconocida.
-Al menos debería tener la gentileza de no aprovecharse de alguien que no está consciente de sus actos-espeté con indiferencia-, pero si no puede evitarlo puede pedirle a Bastian un nuevo regalo cuantas veces desee.
Salí de la tienda dispuesta a esperar a que los hombres de la montaña blanca terminaran su trabajo para marchar al palacio, no me importaba que había planeado Deizon para la mañana siguiente o inclusive para esa misma madrugada, tenía cosas importantes que hacer.
Al parecer, quien había escrito la nota había tenido razón y el pasado nos alcanzaba a todos. Era hora de que yo volviera a esa noche.
Era casi la una de la madrugada cuando llegue al palacio, cerca de 100 personas estaban en el jardín este esperándome dado que el Rey Kalias al final salió a la mansión de los duques Sxceat a la invitación inesperada. Miré a los hombres y mujeres que estaban mirándome con temor.
-Esta no tiene porqué ser una mala noche-hablé con firmeza-, si no me mienten verán que todos nos iremos muy pronto a nuestras camas.
Porque ahora, comenzaba lo verdaderamente interesante.