mapa para encontrar el cine donde su nuevo amigo la estaba esperando.
―Dos boletos, por favor ―pidió Tomás a la mujer de la boletería y se sentó a esperar a
su amiga.
Hace muy poco que se conocían, pero surgió una amistad sincera entre ellos desde el
primer día.
«Espero que le gusten los Superhéroes» pensó mientras sus labios dibujaban una
pequeña sonrisa al ver que Andrexa entraba al lugar.
―¿Llego tarde? ―preguntó ella mientras subían las escaleras que llevaban a las salas
donde se proyectaban las películas.
―No, faltan diez minutos y ya tengo las entradas en mano.
― Bueno tenemos tiempo para comprar algo para comer. Y yo pago ―se apresuró a
decir Andrexa.
Ambos se acercaron al sector donde un hombre canoso con lentes de mirada risueña
acomodaba golosinas en un mostrador.
La joven pidió un balde de pochoclos y dos gaseosas. No sabía cuánto duraba la
película, pero tenía hambre y era lo más apropiado para compartir con Tomás.
―¿Qué película van a ver? ―interrogó el hombre.
―Realmente no lo sé. Él la eligió ―dijo ella con un tono burlón.
Tomás la invito al cine, pero nunca le dijo qué película verían y al llegar ya tenía las
entradas compradas, pero igual confiaba en que se iban a divertir mucho
―Te dije que era una sorpresa ―puso los ojos en blanco mientras tomaba el balde de
pochoclos del mostrador.
―Estoy seguro que eligió una romántica por vos ―intervino el señor guiñándole un ojo
con picardía a Tomás ―. Porque te quiere.
Andrexa reprimió una carcajada cuando vio que el chico se ponía rojo como un tomate y
lo tomó de la mano, saludaron al señor y se dirigieron a la sala 2.
―Vamos a ver cuánto me quieres y cuán romántica es la película que elegiste amor mío
―no pudo evitar usar el sarcasmo, obviamente en broma.
―Es una película de amor con capa ―dijo con elegancia mientras pasaban por las
barreras de acceso.
―Me lo imaginé. «Venom».
―¿Cómo lo sabes? Seguro viste los boletos cuando los entregué ―se defendió Tomás.
―No, solo leí las carteleras ―dijo entre risas la joven.
―Mmm... Interesante ―se masajeó la barbilla con cara pensativa.
No hacía una semana que compartían cosas juntos, pero Andrexa podía notar que en
muchas oportunidades su amigo sobreactuaba lo que hacía sólo por gracia. Y lo
conseguía. Los dos se echaron a reír, pero luego tuvieron que contenerse mientras
cruzaban por el pasillo sin luz, buscando un asiento para ver la película. Había muchos
lugares para elegir. Ya no era un estreno.
2 horas más tarde...
Aplausos daban fin a la película. Estuvo muy buena, emocionante en partes.
Cuando Andrexa iba al cine cuando era niña y pasaba eso, siempre esperaba que de la
pantalla salieran los personajes y tomaran sus manos haciendo una reverencia y se bajara
un telón con una ovación de aplausos y gritos eufóricos de fondo. Nunca pasó, ni antes
ni ahora.
Es muy tedioso buscar en cada cosa una razón, pero para ella en todo lo había. No se
puede pensar en nada o hacer nada porque mires por donde mires siempre piensas o
haces algo. Mirar esa película que fue una bomba hizo que recordara nuevamente lo que
pasó en el colegio el lunes y hace unas horas en la calle con ese chico.
Él era como ese extraterrestre que se quiere comer el mundo y se mete en la vida de las
personas queriendo controlarlas con su fuerza y el miedo que genera, pero al fin y al
cabo tiene sentimientos.
La curiosidad la carcomía por dentro. Es su compañero y ni siquiera sabe su nombre. En
una semana de clases solo se acuerda el de algunos profesores y el de Tomás, que estaba
a su lado jugando con el balde vacío haciéndolo girar como un ula ula en su mano. Pero,
¿quién era él y porque le negó el saludo? No le hizo nada malo para que actuara así. Fue
una semana dura pero ahí estaba saliendo del cine con el que llegaría a ser su mejor
amigo.
―Son las diez de la noche, ¿te llevo a tu casa ahora o antes comemos algo? ―preguntó
Tomás―. Yo tengo hambre.
―Tengo un hambre voraz ―dice ella con voz de monstruo, pero al ver cómo la miró su
amigo, tomó una actitud más seria. ―Si me invitas, podemos comer unas hamburguesas.
Tomás la miró y agachó la cabeza reprimiendo una carcajada. Esa chica era terrible y le
gustaba pasar ese tiempo con ella. Nunca tuvo una amiga tan cercana y creo que para ser
la primera había elegido muy bien.
―Por suerte tienes un hambre y no dos o tres, porque de ser así lamentaría decirte que
vas a tener que cenar dos veces, porque no me daría el presupuesto ―se burló y la
empujó con el hombro mientras se abrían paso nuevamente por la calle.