la idea. Él siempre fue un gran compañero. Le gustaba la unidad.
Ese iba a ser el último año en la escuela y después cada uno se dividiría en busca de sus
sueños y no bastaba con recordar la graduación. Quería que todos fueran un grupo más
unido y la manera más conveniente era hacer de ellos no solo "los compas del cole",
sino que fueran un grupo de amigos reales, un club que tuviera un nombre que el día de
mañana lo pudieran recordar.
Juan había hablado con todo el curso tres días atrás sobre esto y todos estuvieron de
acuerdo, y ahí estaban por tener su primer viernes de "promo" en su departamento.
Este era amplio y luminoso. Sus paredes eran de color verde manzana que hacía juego
con los muebles negros. Para vivir solo era un poco grande, aunque solo contaba con una
habitación.
Tyler empezó a poner los sándwiches y las picadas sobre la mesa de comedor para que
todos pudiesen servirse. Eligieron comer algo simple ya que iban a ser más que seis para
sentarse a la mesa. Entonces, así cada uno comería donde estuviera cómodo. Mientras
tanto, Juanjo ponía música con videos que se proyectaban desde su Smart.
―Cuando estemos todos, pido las pizzas ―comentó Juan mientras se dirigía al baño.
Tyler se quedó en el balcón contemplando los edificios a su alrededor y sus
pensamientos vagaron hasta posarse en lo que estaba a punto de ocurrir. Todo el curso
iba a estar ahí. ¿La chica nueva estaría también? La cruzó hace un rato y no fue capaz de
devolverle el saludo, aunque por dentro quería hasta pedirle disculpas por lo que había
pasado el lunes, pero no podía, eso iba en contra de sus reglas. No podía retractarse de
nada, porque eso solo lo volvería más débil.
El timbre sonó volviéndolo en sí y no se había dado cuenta de que el cigarrillo que tenía
prendido se le había consumido por completo sin darle una calada.
Juanjo bajó a abrir y luego entraron con él: Laura, Anahí, Julián, Lautaro y Sofía.
Éstos saludaron a Ty y se pusieron a charlar sobre lo que habían hecho estos días y lo
bien que se sentía estar todos juntos fuera de la escuela.
A los veinte minutos, vuelven a tocar el timbre. Esta vez eran Mateo, Virginia, Raúl,
Sabrina y Lorena.
Los chicos siguieron conversando mientras Juanjo sacaba unas cervezas frías de la
heladera.
Tyler, por su parte, puso música y se fue al balcón con Julián, su otro mejor amigo, a
fumar.
―¿Cómo va todo? ―preguntó Julián.
―De diez, hombre. ―respondió mirando a la calle-. La noche estaba hermosa. ¿Por
dónde anduviste hoy?
―Descansé un poco después de la escuela. Me quedé en casa y después fui al gym. Creí
que te vería allá como cada día. No sueles faltar. ¿Y tú?
―Yo también descansé, pero a la tarde mi mamá me pidió que pagara unas cuentas, así
que vine al centro y me demoré ―mintió él.
Julián es su amigo, pero no quería contarle a él ni a Juan que los viernes veía a una
psicóloga, porque aún no puede superar el trauma que le quedó desde el día de la
tragedia que cambió su vida para siempre, porque se preocuparían. Tyler podía ser el
chico que se lleva el mundo por delante, testarudo y terco, pero es el tipo más querido
por sus amigos.
Entraron al departamento y se unieron a los demás que ya estaban debatiendo el tipo de
pizza que iban a pedir.
Mateo les dio una lata de cerveza a Julián y Tyler y se pusieron a charlar sin perder de
vista el debate.
―A mí me da igual ―dice Mateo encogiéndose de hombros.
―Todas son ricas ―se saboreó Julián.
―Y tú pareces un cerdo ―Tyler se le tiró encima dándole un coscorrón.
Los tres se desplomaron en el sillón. No podían ser parte de una conversación en la que
solo iban a escuchar.
―Falta Tomás y la chica nueva. ¿Van a venir? ―dijo Lorena, advirtiendo que no
estaban todos.
―Espero que no ―le murmuró Laura a Anahí cruzando los brazos.
Juanjo que tenía el número de Tomás se alejó y lo llamó. A los minutos salió de la
habitación.
―Acabo de llamar a Tomás y me dijo que no van a venir porque tenían otros planes.
―¿Otros planes? ¿Tenían? ―preguntó curiosa una de las chicas.
El chico entrecerró los ojos y se masajeó la barbilla generando la intriga de todos. A él
también le surgieron esas dudas cuando estaba hablando, pero como es cara dura le
preguntó. Así que tenía la respuesta para su amiga.
―Si, tenían. Tomás pasó la tarde con Andrexa y aún están juntos ―puso su mejor cara
de asombro y se llevó la mano a la boca―. ¡Recórcholis! Esos dos tienen algo.
Todos se empezaron a reír por el sarcasmo de Juan. Cuando estuvieron todos pidieron
las pizzas.
Tyler estaba tomando un sorbo de su cerveza y casi se ahogó al escuchar la aclaración de
su amigo. Se levantó y se fue al balcón nuevamente a fumar. Por un instante temió que todos se dieran cuenta de que esa reacción fue por lo que dijeron sobre Tomás y la chica
nueva.
«Andrexa, es tu nombre» pensó mientras le daba una calada a su cigarrillo. ¿Por qué se
sentía así? No la conocía, no eran amigos y no entendía por qué se molestó. Pero era
inevitable. No conocía esas actitudes en él. Hasta ahora.
Intentó cambiar de pensamiento, pero se le venía su nombre una y otra vez a la cabeza.
Como un acto reflejo sacó su celular del bolsillo y abrió Instagram. Sintió la terrible
necesidad de conocer más de ella. Contempló el buscador en su teléfono unos segundos,
pero se reprendió a sí mismo.
-«Basta, Tyler. Tú no eres así. Ni tampoco puedes» Sonó muy absurdo, pero fue lo que
llevó a guardar su teléfono de nuevo. En fin, qué tanta importancia tenía que darle. Ella
no significa nada, solo era una compañera de colegio y seguro estaba saliendo con
Tomás.
Le dio la última calada a su cigarrillo y lo tiró, pero antes que pudiera entrar alguien tapó
sus ojos con las manos y se tambaleó por un momento. Cuando recobró el equilibrio no
pudo evitar sonreír. Gran susto que se pegó.
―Adivina, ¿quién soy?
La sonrisa que dibujaban sus labios se borró. Conocía esa voz perfectamente.
―Laura.
―¡Sí! Soy yo. Qué inteligente eres, bello ―dijo ella destapándole los ojos y volteándolo
para que su mirada se encuentre con la de ella.
Tyler puso los ojos en blanco. La conocía lo suficiente como para saber que lo iba a
retener un buen rato con un único objetivo, que a él ya no le apetecía más.
―Estaba por entrar.
―¿Tan rápido? ―hizo pucheros y se cruzó de brazos como una nena caprichosa. ―No
se vale.
―¿Son las reglas de un juego? ―arqueó una ceja y la miró divertido―. No estaba
enterado de que era un participante.
Laura era una joven hermosa, pero caprichosamente hermosa. Desde que se conocieron
se deseaban locamente, aunque nunca entraron en ningún compromiso. Quizás a ella le
hubiese encantado tenerlo de novio. ¿A quién no le gustaría tener una relación con él?
Tyler era el sueño de toda chica.
―En este juego solo hay dos participantes. Tú y yo ―le susurró la joven acercándose
tanto que él podía sentir su respiración como suya. -Podemos empezar ahora.
La chica se abalanzó sobre él y buscó su boca con la suya, pero Tyler corrió la cara y el
beso impactó en la comisura de sus labios.
Laura lo miró incrédula. Siempre se deseaban y se correspondían el uno al otro.
―Discúlpame, pero no da ―dice Tyler al ver que Laura lo miraba como en shock.
―Dame una razón para entender porque "no da" ―dijo haciendo comillas con los
dedos―. No es la primera vez que lo haces. Siempre pones una excusa. ¿Cuál es la de
ahora?
El joven mirando al piso, se sentó en una silla de plástico que había en el balcón y
entrelazó sus dedos sobres las rodillas pensando qué decir. La verdad era evidente que
no la iba a decir. Laura tenía razón, eran excusas. No es que no quisiera, es hombre y
tiene deseos, pero simplemente son sus reglas. Aunque esta vez era algo más lo que hizo
que rechazara de esa manera a Laura, pero no era ese el momento adecuado para pensar
en sus razones.
La chica estaba impaciente golpeando el suelo repetidamente con la punta de sus zapatos
mirándolo fijamente, esperando una respuesta.
―¿Estás con otra?
―No ―se exaltó ante la pregunta, pero no podía negar que estuvo increíble que lo
hiciera. Porque a partir de la respuesta podía hilvanar una razón creíble―. Laura, no
estoy con nadie, ni quiero estarlo por el momento. Quiero ser amigo tuyo como de todo
el curso. No quiero rollos con nadie. Al menos por ahora.
―Si lo dices por algo serio, tú sabes que yo tampoco lo quiero―esta vez ella estaba
seria, pero aun así se acercó e intentó acariciarle la cara.
Tyler se puso tenso, pero antes de que los dedos de ella lo tocaran disimuladamente se
dio vuelta mirando a la calle.
―Lo sé. Pero prefiero que seamos amigos normales. Que disfrutemos de este año a lo
grande, sin nada extra.
―¿Ya no me quieres?
―Si, te quiero como quiero a todos. Somos amigos y eso no cambia.
Tyler contó hasta cien buscando la calma que había perdido en esos minutos. No quería
tratarla mal como siempre reaccionaba ante tal tensión. Se contuvo y la escuchó por
unos minutos más.
Ella le explicaba que lo que pasaba entre ellos eran juegos de amigos, solo que íntimos,
que no había sentimientos y que de eso no había necesidad de cambiarlo. No quería.
Si no buscaba una manera de ser firme y salir de ahí sin pelear ni hacer un escándalo
frente a todo el curso iba a pasar justo lo que no quería que pasara.
―Laura, basta. No estoy para estos juegos. Eres una mina hermosa, te quiero y no
quiero que cambie la forma en que nos llevamos. Simplemente no quiero que sigamos
viéndonos a solas―soltó todo el aire que estuvo conteniendo en un gran suspiro y la
taladró con la mirada más firme que pudo expresar―. ¿Puedes entenderlo?
La chica asintió con la mirada y no se esforzó por decir nada, mientras él entraba
riéndose con todos como si nada hubiese pasado.
Era mejor callar por el momento. Al menos sabía que no estaba con otra chica, lo cual la
afectaría. Tampoco podía recriminarle nada, solo eran amigos con algunos arranques que
terminaban en sexo. Si se volvía un fastidio con ese tema, podría terminar perdiéndolo.
Pero, ¿terminar qué? ¿Quién puede terminar algo que nunca empezó?
Vuelve a sonar el timbre. Y todos festejaron como si hubiese llegado una celebridad.
Eran las pizzas que esperaban con ansias y mucha hambre.
Comieron, bebieron, rieron y hablaron de todo un poco. Cualquier complejo que
pudiesen tener se evaporó en ese momento, porque todos estaban juntos.
Los chicos se amontonaron todos en el sillón, prendieron la PlayStation y jugaron al
FIFA. Las chicas, por otro lado, ocuparon la mesa del comedor y mientras tomaban unas
cervezas, jugaban a las cartas y se ponían de acuerdo en los colores del vestido para la
fiesta de graduación. No querían llegar a la fiesta y estar vestidas parecidas.