El señor Sapo y la pareja feliz
img img El señor Sapo y la pareja feliz img Capítulo 5 Diego
5
Capítulo 6 Villa Maicera img
Capítulo 7 Primera oportunidad img
Capítulo 8 Llorarle a un recuerdo img
Capítulo 9 Hotel de 5 estrellas img
Capítulo 10 Segunda oportunidad img
Capítulo 11 Billete grande img
Capítulo 12 Por la alberca con patines img
Capítulo 13 Código Fama img
Capítulo 14 La tercera es la vencida img
Capítulo 15 Vivo o muerto img
Capítulo 16 El engaño img
Capítulo 17 La pareja feliz img
Capítulo 18 Amor eterno img
Capítulo 19 Un invitado especial img
Capítulo 20 Presentación en sociedad img
Capítulo 21 Barrio de Analco img
Capítulo 22 Matteo Passerini img
Capítulo 23 Fiestas de Octubre img
Capítulo 24 San Pedro Tlaquepaque img
Capítulo 25 Tonalá img
Capítulo 26 A un paso img
Capítulo 27 Desenlace img
Capítulo 28 Epílogo img
img
  /  1
img

Capítulo 5 Diego

Zapopan, Jalisco, octubre de 1994

Es el quinto cumpleaños de Diego. Wendy anuncia que no irán a trabajar, pero no debe decírselo a nadie. Ya lo están instruyendo como carterista. Wendy está agotada de salir por las mañanas, todos los días, sobre todo los fines de semana; de estar sentada en el suelo mirando a las personas entrar y salir de las Iglesias; de regañar a los niños cuando se distraen mirando las palomas. Solo quieren jugar, pero si no llevan dinero, y este no complace al señor Sapo, se hacen acreedores de un castigo. Ella está de acuerdo, sin embargo pierde medio día por unas cuantas monedas. Las piernas se le entumecen y batalla para caminar. Tiene que cargar con Diego, pues se cansa y empieza a sollozar. Las botas que calza Diego eran de Betin y le quedan grandes, casi no puede andar con el calzado, por eso prefiere andar a raíz. Regresa apurada para cocinar, pues a las dos de la tarde, sin falta, Luis vuelve al hotel y exige la comida caliente.

A Diego le gusta jugar con cualquier cosa, sin juguetes; la espuma que produce el agua con jabón es la entretención del niño. Sigue las burbujas y pretende atraparlas con las manos, verlo reír hace feliz a Wendy que friega los platos y cubiertos. Diego es despierto, inquieto y lleno de curiosidad, que pregunta sin descanso.

-¿De dónde salen los niños después de que los hacen? Yo, ¿de dónde salí? ¿Verdad que eres mi mamá? ¿Por qué no puedo llamarte así? ¿El señor sapo es mi abuelo? ¿A dónde llevan a los bebés? Wendy, ¿¡Por qué a Luis le gusta tanto pegar!? ¿En que trabaja el señor Sapo? ¿Por qué viene tanta gente por las noches? ¿Es verdad que Luis no te lastima cuando hacen los bebés?

Wendy le dice que se calle o cuando llegue Luis lo va a acusar, es la amenaza que utiliza para asustar a los dos niños y es suficiente para que Diego deje de preguntar y se vaya a jugar.

El primero en llegar es el señor Sapo quien pide cuentas del dinero obtenido de mendigar.

-No nos dieron ni una sola moneda -informa Wendy- ¡La gente cada día es más tacaña!

Diego se esconde, se protege con el vestido de Wendy. Luis es el que castiga, pero la orden viene del señor Sapo, y hoy no trajeron ni un quinto porque no salieron a pedir. «Es un secreto entre madre e hijo», piensa el chiquillo. Ella siempre lo defiende, miente a Luis y al señor Sapo, porque lo quiere.

Mientras comen, los adultos hablan sobre cómo obtener ingresos. El señor Sapo está preocupado, hoy no hubo dinero, pero cuando traen no es suficiente para cubrir sus gastos; no sabe si los mocosos se están volviendo holgazanes o Wendy es cada día más blanda con ellos. Se cree la mamá de los pollitos.

-Ya no es negocio pedir limosna -menciona con la boca llena-. Los ricos no dan nada a la caridad. -El caldo se le escurre de la boca y lo limpia con la manga de la sucia camisa, mastica con la boca abierta, traga y come al mismo tiempo.

Luis propone nalguear a Diego antes de llevarlo a pedir. Para mostrar más lastima, el señor Sapo opina que es una buena idea y se ríe. El niño deja el plato asustado, se mete bajo la silla de Wendy y se tapa con la tela que cuelga de su vestido.

-Déjenlo en paz -pide Wendy.

El señor Sapo quiere comer el caldo de res, antes de que se quede frío, ya verá la forma de poner al muchacho a trabajar para que pague su comida y el lujoso lugar en el que duerme. Lo peor que le pudo haber pasado es toparse con él en la romería, no fue un negocio, ha sido un gasto tenerlo, ni un centavo ha sacado del niño. Todo lo contrario, tenerlo bajo su techo y que pudieran reconocerlo, un riesgo para todos. Lo mantuvo con la esperanza de cobrar la recompensa, pero al mismo tiempo atraería a la policía y no se quiso arriesgar. Sintió miedo de ser capturado y acusado de todos los crímenes que ha cometido con tantos niños.

Después de comer, la mesa se limpia y es momento de enseñar a Diego a robar. Luis se pone un saco rasgado y finge ser un hombre importante. Distraído fuma y toma a Wendy del brazo. Levanta el cuello actuando mientras ella se avergüenza y se ríe. Torpemente Diego logra sacar la cartera del bolsillo trasero pero se le cae de las manos.

-Inténtalo otra vez -ordena al niño el señor Sapo.

Betin observa los fallos de su hermano. Con ocho años está aprendiendo a escribir su nombre, copiando letra por letra sin saber la pronunciación: raya paredes, mesas, sillas y todo trozo de papel que se encuentra... Cuando logra recordar la palabra completa, sin mirarla en otro lado, se siente orgulloso, presume que ya sabe leer y escribir.

Diego también quiere aprender y le pide a Wendy que le enseñe como el abuelo instruyo a su hermano.

-Estás muy chiquito -le dice ella con cariño-, ni siquiera sabes agarrar el lápiz.

Es una excusa pues sin autorización del señor Sapo, ella no puede dar al niño más conocimiento.

Otro día, Betin logra robar una cartera repleta de billetes. Cuenta que estaba sentado en una banca de la plaza cuando vio salir del Registro Civil a un hombre que vestía de traje y llevaba un portafolios en la mano; apurado y torpe, se le cayeron las llaves del auto y mientras se agachaba a juntarlas, del bolsillo del pantalón se asomó su cartera que él hizo desaparecer con gran astucia, tal como dice el chapulín Colorado.

El señor Sapo se muestra feliz, se ríe del chiste del niño.

-Bien hecho muchacho -lo alienta y quita a Luis del sillón para que se recueste Betin.

-Quiero cenar enchiladas -pide el niño a Wendy.

-Anda, anda. -Apura el señor Sapo a Wendy-, prepara lo que pidió el rey.

Ella asiente y empieza a preparar la comida. Pone agua a hervir para remojar los chiles, mientras se cosen saca queso y cebolla del refrigerador, pica la verdura en un tazón y revuelve el queso. Prepara una salsa en la que se sumergen las tortillas, luego las pasa por el aceite caliente y va formando tacos. Le sirve primero a Betin.

-Ya soy experto, el tipo ni siquiera se dio cuenta de nada -cuenta el niño a todos, mas el único que le presta atención es Diego.

Las hazañas de Betin le causan admiración. Ni una sola vez él ha sido el rey, no elegido la comida, y por nada del mundo Luis le presta su sillón.

El señor Sapo eructa satisfecho mientras frota su barriga llena. Observa como Wendy acuesta a Diego y lo arrulla como si fuera su hijo, ella es el problema de que los niños no traigan suficiente dinero. Piensa que Luis tiene razón en hacer llorar a Diego para mostrar más lástima.

                         

COPYRIGHT(©) 2022